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Guzmán promete bajar la inflación gracias al ajuste fiscal: ¿el kirchnerismo se va del equipo económico?

El kirchnerismo cree que Guzmán puede cumplir su promesa de bajar la inflación pero discrepa con la receta ortodoxa. Rumores de renuncias de funcionarios K
ECONOMÍA - 13 de Abril, 2022

En la que iba a ser su peor semana -y muchos vaticinaban que sería la última en su cargo de ministro -, Martín Guzmán recuperó oxígeno: logró el respaldo explícito de Alberto Fernández y, con buen "timing", dio una entrevista en un canal de línea oficialista en la cual pasó varios mensajes.

Para atenuar el impacto político de la publicación del dato del Indec, ya adelantó la inflación de marzo sería superior al 6%. Pero, sobre todo, dejó flotando una promesa: que sería el registro más alto del año: en otras palabras, que se iniciará un camino descendente de ahora en adelante.

De esa forma, ganó al menos el derecho de que la "oposición interna" lo espere un mes para verificar que, efectivamente, en abril se cumpla una desaceleración de los precios como para renovar la confianza en el plan económico.

Guzmán ya tenía otra razón poderosa para suponer que podría sostenerse en su cargo por lo menos hasta mayo: llegará la primera misión técnica del Fondo Monetario Internacional para auditar la marcha de la economía. Y esos funcionarios vienen a ver a Guzmán, con quien negociaron el acuerdo de refinanciación de la deuda.

Resultaría una pésima señal ante el organismo el hecho de que los funcionarios del FMI tuvieran que entrevistarse con otro funcionario que cambiara radicalmente el discurso que viene sosteniendo Guzmán sobre la necesidad de seguir el sendero del equilibrio fiscal y el freno de la expansión monetaria.

Más bien al contrario, en vez de que se aleje Guzmán, hoy hay más chances de que se alejen funcionarios de la segunda línea que habían criticado al ministro, quien contraatacó con el reclamo de "gestionar de forma alineada con los objetivos del Gobierno, y con gente que comparta ese rumbo".

Guzmán recupera oxígeno

De manera que, a pesar de todas las críticas previas por parte de los funcionarios afines al kirchnerismo -como el secretario de Comercio, Roberto Feletti, quien pronosticó que "esto se va a poner feo"-, Guzmán está demostrando cintura política para garantizar su supervivencia en el ministerio.

Por lo pronto, el hecho de que figuras históricas del kirchnerismo, como Aníbal Fernández y Agustín Rossi, hayan salido a respaldar expresamente a Guzmán y a pedir el cese de las declaraciones explosivas desde dentro de la coalición gubernamental, indica que las posturas más radicales están lejos de concitar unanimidad. Y que, de momento, la consigna es la de darle crédito político al ministro.

En realidad, en el kirchnerismo no tienen dudas sobre que la promesa de Guzmán se podrá cumplir, ya que de hecho los precios de abril están mostrando una desaceleración respecto de marzo. Pero eso no despeja las diferencias de fondo, que apuntan a cuáles son las herramientas con las que Guzmán piensa darle batalla a la inflación.

Es en ese punto donde nada ha cambiado: mientras el kirchnerismo reclama medidas confrontativas, tales como el incremento generalizado de retenciones a la exportación agrícola, Guzmán dejó en claro que su confianza reside en la receta clásica: austeridad fiscal, suba de tasas de interés y prescindencia de la financiación del Banco Central para pagar el gasto público.

Abril juega a favor de Guzmán

Todo indica que, como prometió Guzmán, abril traerá un alivio en materia de precios. La mayoría de las consultoras que hacen estimaciones propias ya observan en rubros como alimentos una presión menor en los aumentos. En la primera semana del mes los incrementos fueron de 0,3%, con lo cual se proyecta que para todo el mes se podría volver al entorno de 4%, que era el ritmo inflacionario previo al shock internacional generado por la guerra en Ucrania.

Pero hay, además, factores locales que juegan a favor: abril suele ser tradicionalmente un mes en el que los aumentos se moderan luego de un marzo recalentado por situaciones estacionales, como el inicio de clases, el cambio de temporada textil y también los "aumentos preventivos" de varias empresas que se cubren por la reapertura de las negociaciones salariales.

Tras el pico de inflación de marzo, Guzmán promete una baja a partir de abril: juegan en su favor los factores estacionales

Además, hubo en marzo aumentos de precios con cierta capacidad de "contagio", como las naftas, que no estarán presentes en abril. Es cierto que restan otros ajustes, como el de la medicina prepaga o las conexiones a internet, pero tendrán menos impacto sobre el índice general.

Y, sobre todo, ayuda al ministro cierta calma del dólar paralelo, que en esta época del año suele estacionarse en un nivel relativamente bajo, por el ingreso de los dólares de la exportación agrícola.

Los analistas señalan que incluso la reapertura anticipada de paritarias podría jugar indirectamente a favor, porque habrá empresas que vendan dólares para hacerse de liquidez con la cual solventar los aumentos de sueldo. Y esa estabilidad cambiaria introduce un elemento al que en el Gobierno le asignan una importancia crucial: desarma las expectativas de una crisis inminente.

Paradójicamente, lo que también ayudará a Guzmán es el hecho de que en abril todavía no se notará el impacto del incremento de tarifas en electricidad y gas -las mismas tarifas que él quiere aumentar a un promedio de 80% anual-. Aunque el recorte de los subsidios energéticos es un objetivo innegociable para el ministro -y un compromiso con el FMI- recién se empezará a notar su influencia en el segundo semestre, lo cual ayudará a que en el corto plazo sigan haciendo la función de "anclas".

Una apuesta a la ortodoxia

Si las declaraciones de Guzmán sobre la inflación dejan cierta sensación de "deja vu" no es por casualidad: el año pasado había ocurrido una situación muy parecida a la actual. En el contexto de precios internacionales de las materias primas en alza, la inflación de mayo había acelerado a un inédito 4,8%. Fue entonces que el ministro prometió que, a partir de ese momento, se iniciaría un camino de descenso de la inflación.

Y, efectivamente, Guzmán cumplió el pronóstico: durante un semestre, cada mes registró una inflación menor que la del mes anterior, hasta llegarse a un mínimo de 2,5% en agosto. La tendencia recién se cortó en septiembre, en un contexto de calor político por las PASO legislativas y la posterior instauración del "plan Platita", que volvió a llevar al IPC mensual al entorno del 4%.

De manera que, con los antecedentes históricos más los factores estacionales que juegan a favor, todo el mercado cree que Guzmán podrá otra vez cumplir la promesa de que el otoño sea una estación de inflación en descenso.

Pero eso no garantiza que desaparezcan las tensiones políticas. Porque el año pasado, esa moderación en los precios se logró sobre la base de una gran austeridad fiscal, que llevó a que el primer semestre terminara casi sin déficit y con muchos rubros presupuestarios con bajo nivel de ejecución.

Hace un año, Guzmán logró un semestre de inflación en descenso, pero la contracara fue un ajuste fiscal con las jubilaciones como principal variable

El elemento más polémico fue el hecho de que las jubilaciones y los planes sociales terminaron siendo una variable de ajuste para llegar a ese equilibrio: un ajuste nominal de 21% implicaba, en los hechos, una caída del 17%, según la estimación de la fundación Idesa.

Y, por las señales que se están viendo, Guzmán sigue convencido de que la receta ortodoxa es la más efectiva: por más que en el discurso mantenga el mantra de que la inflación tiene un origen "muticausal", a la hora de diseñar políticas, pone toda su energía en la austeridad fiscal y el ajuste monetario.

La pelota en cancha del kirchnerismo

Por lo pronto, los números del primer trimestre muestran que el gasto público aumenta diez puntos porcentuales debajo de la recaudación tributaria. Y en marzo se produjo, por primera vez en un año, una contracción de la base monetaria.

En su muy comentada entrevista con C5N, el ministro dejó en claro que su idea es profundizar esa línea, y no porque se lo pida el FMI sino porque está convencido de que es la forma de hacer bajar la inflación.

"Es necesario que argentina siga reduciendo su déficit fiscal y por lo tanto dependa menos del endeudamiento y la emisión monetaria. Esto es una cuestión aritmética, no hay ideología. Si vos tenés déficit, tenés más deuda y emitís más, y entonces parte de esos pesos van a presionar al tipo de cambio y a la inflación", fue la elocuente frase del ministro.

En notorio contraste con ese diagnóstico, al día siguiente el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, encabezó un acto en el que lo acompañó un "antiguzmanista" como Roberto Feletti, en el que se machacó sobre la idea de que la inflación es consecuencia de la alta concentración de la producción de alimentos y bienes de primera necesidad.

Esa contradicción sintetiza la divergencia en la que se encuentra el Gobierno. Soportando críticas y "empoderado" por el apoyo político, Guzmán rechazó con énfasis todas las insinuaciones y reclamos sobre un aumento de retenciones a la exportación. Y, para más disgusto del kirchnerismo, se preparan más ajustes de la tasa de interés.

Guzmán redobló la apuesta. Y ahora le toca al kirchnerismo decidir si profundiza las diferencias -por ejemplo, con un alejamiento de los funcionarios "no alineados", como Feletti y los encargados del área energética- o si hace una tregua a la espera de que la inflación dé un respiro.

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