El dólar, punto débil del plan del FMI: por qué expertos alertan que la paz no durará más de 6 meses
La calma del dólar ha sido uno de los efectos que el Gobierno ha mostrado como prueba de que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional es beneficioso. El hecho de que el tipo de cambio paralelo esté a la baja, de que el Banco Central se haya dado el lujo de comprar u$s460 millones en lo que va de marzo y, sobre todo, de que se hayan incumplido los pronósticos de devaluación brusca no sólo son un motivo de alivio en el equipo económico sino que se presentan como prueba de que lo que viene a futuro es un período de estabilidad.
Pero… siempre hay un pero. Algo escondidos por debajo de las noticias positivas y de los debates políticos sobre el acuerdo, también se agazapan otros indicadores más inquietantes.
Por ejemplo, la continuación de una demanda firme de dólares por parte de los pequeños ahorristas, incluso con la vigencia del cepo reforzado y con la imposibilidad de financiar con tarjeta de crédito el turismo y las compras en el exterior.
La recaudación del impuesto PAIS correspondiente a febrero permite adelantar que esa demanda de billetes verdes subió el mes pasado al entorno de u$s560 millones -siempre hablando, claro, de dólares del mercado oficial, que implican una disminución de reservas para el BCRA-.
A primera vista puede parecer una suma relativamente menor, si se tiene en cuenta que en momentos de crisis el público llegó a demandar u$s3.000 mensuales, pero viene a confirmar una situación que inquieta al Gobierno: que la tendencia es alcista, porque en enero se había comprado u$s506 millones y en diciembre u$s421 millones.
El FMI "mira para otro lado" con el dólar
Si el nivel de demanda actual se mantuviera a lo largo de todo el año, eso implicaría que el Banco Central debería sacrificar casi u$s7.000 millones en 2022. Una cifra que deja pequeña a la meta de refuerzo de reservas por u$s5.800 millones, que es a lo que se comprometió Martín Guzmán ante el FMI.
Este hecho deja en claro también por qué, en contra de su postura tradicional favorable a la libre flotación, el Fondo Monetario convalidó la continuidad del cepo cambiario: si aun con las restricciones vigentes se siente con fuerza la presión del mercado sobre el Banco Central, un afloje en los controles implicaría una turbulencia cambiaria inevitable.
"El FMI miró para otro lado", criticó Miguel Kiguel, ex subsecretario de financiamiento, quien se asombra de que el organismo no haya pedido medidas para relajar el cepo cambiario, algo que "choca con los propios objetivos del FMI, que habla de la convertibilidad de la cuenta corriente".
En realidad, el Fondo ya ha dado señales de que no todas las variables económicas le importan de la misma forma. No ha puesto grandes reparos en que Guzmán apunte a una inflación del 43% que todo el mercado ya considera incumplible, ni tampoco ha cuestionado el compromiso del ministro a recortar el subsidio en la energía, algo que en el actual contexto de precios del petróleo y el gas resulta casi imposible de lograr.
Qué objetivos son prioridad para el FMI, más allá del dólar
En cambio, hay otros objetivos que para el FMI son prioritarios. En una reciente videoconferencia en la que comparaba la historia de los acuerdos entre el organismo y Argentina, el economista Emmanuel Álvarez Agis demostraba que, un año después de la firma de los programas, la mayoría de las metas habían fracasado: la inflación era más alta, no se había logrado recortar subsidios y hasta el déficit fiscal se mantenía incambiado. Pero lo que sí se lograba era la corrección de la balanza de pagos.
Los que perciben los economistas es que este año, ese tradicional objetivo de reforzar al Banco Central se hace más importante todavía, porque el FMI quiere evitar a toda costa que Argentina pueda tener problemas de incumplimiento de pago, dado que un default argentino podría disparar un "efecto dominó" en otros países endeudados.
Es por eso que el staff del organismo abandonó su optimismo de que la mera firma del acuerdo haría que llegaran dólares por parte de inversores, y prefirió poner dinero de su propio bolsillo para reforzar al BCRA.
Hay en este acuerdo con el FMI otros elementos infrecuentes. Por ejemplo, que se autorizó a que el Banco Central aumentara las ventas en los mercados de futuros -es decir, que dé una especie de "seguro de cambio" para influir en el humor del mercado-.
Más concretamente, le permite poner contratos por el equivalente a u$s9.000 millones para ahuyentar temores devaluatorios, aun sabiendo que eso puede generar una gran apuesta especulativa contra el peso. Fue ese tema, precisamente, el que llevó a la causa judicial contra Cristina Kirchner por haber puesto contratos por u$s16.000 millones que finalmente terminaron en un costo millonario para el Estado.
Soja, gas, dólar: errores de cálculo
Con esa situación, el Gobierno interpretó que tiene una garantía de estabilidad cambiaria de al menos dos años. Algo que se reflejó en el plano político, por las tempranas insinuaciones de que Alberto Fernández aspiraría a ser reelecto en 2023.
El razonamiento es que, con los intereses alineados entre el Gobierno y el Fondo para que las arcas del Banco Central se fortalezcan, se mantendrán bajo control las presiones devaluatorias.
Sin embargo, en el mercado no opinan lo mismo. Y es aquí donde los economistas ven el "talón de Aquiles" del plan: se está sobreestimando el ingreso de dólares por exportaciones, se subestima la salida de dólares por compras de energía y, para colmo, se parece olvidar el riesgo de la "cultura bimonetaria" del país.
Gran parte de ese pesimismo está vinculado a la guerra en Ucrania. Ocurre que, si bien es cierto que habrá un mayor ingreso de dólares por la exportación agrícola, se tratará de un ingreso moderado, ya que los altos precios de la soja, el trigo y el maíz, se terminarán "neteando" con los menores volúmenes de producción -la sequía hizo que los rindes cayeran 20% en las zonas más afectadas-.
Traducido a plata, el monto que exporte Argentina este año mejoraría u$s1.000 millones en comparación con el del año pasado. Lo cual no está mal, pero hay que recordar que del otro lado están las importaciones, y allí destaca el rubro de compra de energía, donde por consecuencia de la guerra se incrementaría el costo en hasta u$s6.000 millones.
Hay, además, una perversa coincidencia de calendario: el momento de mayor gasto energético coincide con el momento en el que empiezan a flaquear las ventas agrícolas de la cosecha gruesa.
Hay pronóstico de tormenta con el dólar
Esto lleva a que muchos analistas vean que, en vez de tener la calma del dólar asegurada hasta 2024, hay probabilidades de nuevas turbulencias bastante antes, más concretamente en el próximo invierno.
"El Banco Central va a un colapso en la balanza cambiaria", dispara Salvador Di Stefano, consultor muy influyente en el ámbito agropecuario, quien cree que el Gobierno erra sus políticas y no se da cuenta que habrá "un descreme" en los precios agrícolas.
Su visión es que la crisis cambiaria será inevitable: "El gobierno sigue con la loca idea de atrasar el tipo de cambio. El FMI le da herramientas al Banco Central para atrasarlo. Son socios en el fracaso. Nosotros estamos viendo otro canal, si persisten en esa política el ajuste vendrá por el lado del mercado, cuando el Banco Central no tenga los dólares para pagar las importaciones, pasajes al exterior, el pago de créditos o intereses de empresas privadas".
En la misma línea opina un economista de quien se habla mucho en estos días por su condición de "ministeriable" en reemplazo de Guzmán. Se trata de Martín Redrado, quien se muestra escéptico respecto de que la brecha entre el dólar blue y el oficial pueda caer por debajo del 80%, y señala que la gran debilidad del plan es que no genera incentivos para que el sector privado traiga dólares al país.
"Este plan ignora la característica bimonetaria que tiene nuestra economía. Las medidas restrictivas que hay sobre el programa monetario se hacen sobre la parte de pesos, y eso me recuerda mucho a los errores que tuvo el programa del 2018. Los funcionarios del Fondo sólo miraban los pesos y no la generación de dólares que se necesita. Es un error en una economía que se maneja transaccionalmente en pesos pero que piensa en dólares", apunta Redrado.
Y la sola comparación que hace respecto del acuerdo de Macri con el FMI es inquietante, porque da a pensar en una esquema de restricción de pesos donde, igualmente, no se puede evitar la presión sobre el precio del dólar.
El dólar y el turismo internacional
Por si faltaba algún elemento para alimentar los temores a una turbulencia cambiaria de fin de año está el tema turístico. Una buena noticia, como el avance en la lucha contra la pandemia de Covid, tiene el correlato de una normalizacion del turismo internacional; y eso, en Argentina, es sinónimo de salida masiva de dólares.
Los antecedentes no son muy tranquilizadores: en 2019, último año pre-pandémico, los turistas argentinos se llevaron unos u$s7.000 millones.
Y este año, además del deseo de ponerse al día con los viajes, hay un factor extra: se juega el Mundial de fútbol de Qatar, en noviembre. Con "la Scaloneta" despertando ilusiones y, además, con la certeza de que será la última participación de Lionel Messi con la albiceleste, se descarta que la demanda de dólares para acompañar a la Selección será alta.
Otra ironía de la historia argentina: en el último Mundial, el de Rusia 2018, también coincidió con la firma de un stand by con el FMI que rápidamente reveló que no podía cumplir las expectativas generadas. De aquel torneo quedó la imagen imborrable de los hinchas argentinos entonando en la Plaza roja de Moscú, frente al Kremlin donde tiene sus oficinas Vladimir Putin, un cántico dedicado al Gobierno nacional, con poco contenido futbolístico, pero ciento por ciento argentino: "que baje el dólar, la puta que te parió". Claro, cada vez que sacaban la tarjeta de crédito en Rusia se encontraban con que sus costos aumentaban todos los días.
A juzgar por los temores que expresan los economistas, hay altas chances de que los hinchas que viajen hasta Qatar puedan repetir el mismo cántico en noviembre próximo, al comprobar que su estadía se va encareciendo inesperadamente.