Alberto en China: buscará inversiones y swap, pese a que Beijing cada vez presta menos
Las conspicuas crisis de deuda de países del Centro y Sur de América, con especial énfasis en Ecuador y Argentina, y las complicadas renegociaciones de los préstamos soberanos o de organismos de crédito multilaterales, como el FMI, BM o Club de París, han hecho que la burocracia de Beijing aprendiera la lección y comience a reducir la exposición a estos instrumentos de financiación con los que contaban gobiernos como los de Venezuela, Brasil, Bolivia y, recientemente, México.
El Presidente argentino está anoticiado de esta situación desde comienzos del año 2020, cuando se iniciaba su administración, porque sus asesores de la embajada nacional en Beijing que dirige, actualmente, Sabino Vaca Narvaja, le enseñaron reportes que mostraban cómo se redujo la participación financiera de China desde que estalló la crisis de Covid-19.
Informes que arribaron a la misma conclusión que el que firmaron Margaret Myers y Xinyue Ma para el think tank, Diálogo Interamericano, al analizar la conducta crediticia del gigante asiático, al menos, hasta comienzos de 2021.
"Pekín y sus bancos prestaron unos 1.700 millones de dólares al año a América Latina entre 2005 y 2015. Desde 2016, esa cifra se ha reducido a la mitad año tras año, hasta los 275 millones de dólares en 2019, y China no hizo un solo préstamo a ningún país latinoamericano en 2020. Durante el mismo periodo, el comercio de bienes también se debilitó: entre 2000 y 2013, el comercio conjunto creció una media del 30% anual, tras lo cual disminuyó en algunos momentos, y solo volvió a los niveles de 2014 en 2019".
Los datos de la región revelados indican que, al 2020, el banco China Development Bank y la institución financiera, China Export-Import Bank, habían concedido 94 préstamos por un total de u$s137.000 millones, dirigidos principalmente a Venezuela, Brasil, Ecuador y Argentina. La mayoría de estos créditos han sido otorgados para financiar infraestructura, ejecutada por empresas chinas, y, en algunos casos, incluyen condiciones financieras que implican la venta a futuro de materias primas. Aunque este tipo de financiamiento se ha estancado en los últimos años, las deudas adquiridas pueden representar una importante carga fiscal para los países receptores.
Por lo que en la reunión entre Alberto Fernández y Xi Jinping no sólo se hablará de posibles futuras inversiones y sus métodos alternativos de financiamiento sino de algunas acreencias que la Argentina mantiene con la República de China.
Por su parte, los funcionarios del gobierno nacional, propondrán a las autoridades de Pekín, la ampliación del acuerdo entre los bancos centrales de ambos países en 3.000 millones de dólares en moneda china, 20.000 millones de yuanes, que le permitirá a la Argentina contabilizar entre sus reservas brutas, unos 23.600 millones de dólares o 150.000 millones de yuanes.
Los swap con China datan, en principio, desde 2009, cuando los directorios de los bancos centrales aprobaron un swap de monedas por un monto de 70.000 millones de yuanes, unos 10.200 millones de dólares.
Durante el año 2015 y, bajo la Presidencia Macri, en 2018, se ampliaron los swap y, en momentos en que la administración Fernández se encuentra a las puertas de firmar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para renegociar su deuda de más de 44.000 millones de dólares, los funcionarios comunistas de Beijing podrían aprobar un nuevo capítulo de swap con el gobierno de Alberto Fernández.
Sin embargo, persisten las dudas por la decisión de bajar la exposición en préstamos para la región del gigante asiático mostrada en los últimos dos años.
A pesar que el interés oriental se halla más reticente a la exposición de su dinero en la plaza latinoamericana su influencia no ha dejado de crecer
Para algunos analistas, como Margaret Myers, la ascendencia de Beijing se mantiene intacta porque "muchos países latinoamericanos tienen relaciones muy estrechas como para que se produzcan cambios bruscos de rumbo", explicó a la agencia alemana DW.
Su hipótesis es concreta si pensamos que Argentina, al igual que Brasil, destina casi la totalidad de su cosecha de soja al mercado chino. Imaginar que ese suministro se detenga por alguna consideración generaría una crisis política y económica de consecuencias impensables.
Para otros expertos en negocios entre China y Argentina "la relación comercial entre los dos países es muy buena y podría incrementarse por otros productos primarios como el litio e inversiones en energía renovables. Pero es difícil prever que existan tasas de crecimiento de la inversión directa como las que se observaron entre 2010 y 2020", aseguraron ejecutivos de la Bolsa de Cereales.
De hecho, según datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en el período 2005-2020, las empresas chinas participaron en 150 fusiones y adquisiciones en la región, por un monto de alrededor de u$s83.000 millones. Esto representa un incremento en su participación de 1,7% del total de estas operaciones en 2015 a 16,3% en 2019.
Para el profesor de IE School of Global and Public Affairs, Germán Ríos, el dinamismo de las inversiones chinas va a continuar por "la imposibilidad de las empresas del país asiático de invertir en Estados Unidos o en la Unión Europea por razones regulatorias y geopolíticas. Además, las empresas manufactureras chinas quieren asegurar sus mercados de materias primas a futuro, por lo que la región se convierte en una pieza estratégica de la expansión internacional de estas compañías, la mayor parte de ellas estatales".
Precisamente, para los futuros emprendimientos del gigante asiático en la región, se firmarán más acuerdos de empresas chinas en asociaciones público-privadas o en otros acuerdos de financiación y menos préstamos directos.
Para Rebecca Day y Margaret Myers, autoras del informe de Diálogo Interamericano, los bancos chinos ingresaron en la región y financiaron gobiernos, para ayudar, de manera indirecta, a las empresas de la República Popular a establecer una cabeza de playa porque eran compañías que no tenían repercusión en Occidente. Con el tiempo estas empresas han establecidos sus propias relaciones comerciales con los actores económicos y políticos de los países donde operan.
La burocracia de la dirigencia china conoce los riesgos de aventurarse a realizar préstamos directos a países que viven por encima de sus posibilidades sin embargo ceder la influencia obtenida en las últimas dos décadas en la región no es una opción para Xi Jinping y por eso ha desplegado dos políticas diplomáticas que le han rendido muchos frutos.
La ruta de la seda tecnológica y la ruta de la seda sanitaria
En el primer caso han existido fuertes donaciones de la compañía Huawei, la que más preocupa a los Estados Unidos y sus socios por considerar que se trata de una empresa que realiza control social mediante la tecnología y actividades de espionaje industrial, que, por citar un ejemplo, ha donado al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, a través de la Dirección Nacional de Migraciones, un sistema de inteligencia artificial con cámaras térmicas desarrolla por la polémica compañía, según reporto el Foro China-Celac.
Este foro, creado en 2014 a instancias de Pekín, ha sido una de las herramientas favoritas para comunicarse del poderoso ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi.
El segundo caso de influencia diplomática en la región de parte del país donde se descubrió el virus que conmueve al mundo se debe a la activa política de donaciones de vacunas, realizadas con el método tradicional de fabricación de sueros con virus inactivo cuyo proceso productivo es más costoso que los innovadores procesos de tecnología de ARN mensajero o adenovirus, además, de la cesión de una gran cantidad de material sanitario como mascarillas, instrumental para profesionales de la salud y respiradores.
Este gesto de solidaridad espontáneo ha abierto una oportunidad para mostrar el poder de la industria farmacéutica de China y su avance en el sector de laboratorios para ofrecer diagnósticos realizados con inteligencia artificial.
Estos hechos han servido para que algunos países centroamericanos, pequeños y endeudados, reconozcan el estatus que más importa a los dirigentes comunistas en su lucha geopolítica con Occidente. "Una sola China" es el lema por el cual buscan someter a la independiente Taiwán.
El Salvador rompió sus lazos con la isla y, antes, Panamá y la República Dominicana habían reconocido la política de una sola China que enfrenta la posición de Estados Unidos de respetar la soberanía de la República de China.
Porque tal es el nombre con el que el gobierno del Kuomintang, liderado por el nacionalista Chiang Kai-Shek, bautizara el régimen que gobierna la isla de Taiwán, que fue territorio japonés hasta la derrota del imperio del sol naciente en la segunda guerra mundial. El cisma con la República Popular China viene desde 1949, cuando el generalísimo Chiang Kai-Shek se refugiara con los suyos en Taiwán luego de su derrota frente a las fuerzas de Mao Zedong.
En la actual era los dirigentes del Partido Comunista buscan que a cambio de sus ayudas y fomento exista una reciprocidad diplomática en foros como la ONU o se traduzcan en hechos, como el cierre de embajadas en Taiwán.
La influencia de China en Latinoamérica no cederá un ápice. Cambiarán las maneras de facilitar inversiones pero el interés se mantiene intacto y se puede mensurar por el acercamiento que más debería preocupara a la administración demócrata en Washington.
Pekín no deja de cortejar al gobierno de centro izquierda mexicano de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que si bien mantiene intacto sus lazos comerciales con su podero vecino al norte de su frontera, no le cierra las puertas a las inversiones asiáticas. México ha sido el único país donde los yenes fluyeron durante los últimos meses.
El influyente canciller de AMLO, Marcelo Ebrard, advirtió hace unos meses, "China llegó para quedarse y no sé si Europa va a volver a recuperar su lugar".
En ese marco se producirá el encuentro entre el Presidente Alberto Fernández y su par Xi Jinping.