Acuerdo con FMI: Guzmán lanzó guiños a Cristina, pensando en los votos K en el Congreso
Toda la presentación del ministro Martín Guzmán para anunciar el principio de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional pareció estar pensado y escrito para convencer a una persona en particular: Cristina Kirchner.
El ministro, que ya luego de la derrota política en las PASO había sorprendido al polemizar públicamente con la vice sobre el gasto público, volvió a demostrar que tiene una mayor picardía política de la que se le atribuye. Y fue así que elaboró una conferencia de prensa en la que su objetivo principal fue desarmar las críticas internas que en los últimos días recibió desde el kirchnerismo más duro.
Para empezar, en los agradecimientos a quienes colaboraron en las duras negociaciones con el FMI, además de resaltar las horas de trabajo de su equipo, incluyó el aporte de los socios principales de la coalición, y mencionó con nombre propio a Cristina y a Sergio Massa como co-artífices del acuerdo.
En un guiño a Cristina, recordó que en las condiciones originales que el FMI proponía, "se hubiesen socavado las bases para lograr el crecimiento" y que por eso la discusión fue intensa. Fue una forma de dejar establecido que la condición que había fijado desde hacía tiempo la vicepresidente para dar su apoyo se había cumplido.
En particular, Guzmán destacó que el gasto público -medido en términos reales y no como porcentaje del PBI- seguirá creciendo durante el 2022 y que eso permitirá darle protagonismo a la obra pública, un ítem central en la estrategia kirchnerista con vistas al 2023.
Y enfatizó en las diferencias con el programa que en 2018 había firmado la gestión macrista, que se comprometió a un duro recorte fiscal en un entorno recesivo.
Por otra parte, Guzmán apuntó a romper las resistencias de las críticas kirchneristas cuando recordó que el actual acuerdo no implica compromisos de reformas estructurales contrarias a la orientación política oficial. Más concretamente, que no habrá cambios en el régimen jubilatorio, ni flexibilización laboral ni privatización de empresas estatales.
Las alusiones parecieron dirigidas especialmente para calmar a los kirchneristas más exaltados que en los últimos días alertaron sobre cómo el FMI podía presionar a los países para recortar políticas sociales hasta el punto de vulnerar los derechos humanos.
Dólares en la mano y gradualismo
Pero, sobre todo, Guzmán no se olvidó de Cristina. Y por eso tuvo párrafos dedicados a responder muchas de las inquietudes de la vice. Por ejemplo, cuando hizo hincapié en que no habrá devaluación y en que uno de los pilares del acuerdo está puesto en resolver las tensiones propias de una economía bimonetaria.
Eran temas que Cristina había mencionado expresamente en su discurso del pasado 10 de diciembre, en el acto multitudinario que conmemoró el regreso de la democracia y en el que se generó el recordado contrapunto con Alberto Fernández, quien le contestó "quedate tranquila, Cristina, no vamos a negociar nada que implique comprometer el crecimiento y el desarrollo social".
Por eso hizo referencia a un refuerzo en las reservas y a mecanismos de ahorro que lleven a la población a hacer colocaciones en instrumentos en pesos que aseguren una tasa de interés positiva en términos reales.
Y, en las entrelíneas de los números, Guzmán también envió mensajes políticos: dejó en claro que el mayor esfuerzo fiscal y monetario no deberá ser realizado en lo que resta de este gobierno sino en el arranque del siguiente.
Es así que entre 2022 y el electoral 2023 habrá una reducción de solamente medio punto del PBI, como Guzmán había planteado desde un inicio. Y que los recortes grandes empezarán en 2024, cuando se deba bajar un punto el rojo de las cuentas, hasta converger al equilibrio en 2025 -dos años antes de lo que planteaba el esquema original-.
También Guzmán envió un mensaje tranquilizador en el sentido de que la reducción de la asistencia monetaria del Banco Central será gradual y recién en 2024 se eliminará.
Apuntando a las críticas K
La actitud de Guzmán fue la de un funcionario que está más preocupado por asegurarse los votos del kirchnerismo en el Congreso que los de la oposición. De hecho, uno de sus puntos fuertes de la presentación consistió en responder las argumentaciones de quienes estaban planteando que un default sería preferible a un mal acuerdo.
En los últimos días, se había generado entre los referentes del kirchnerismo un estado de alarma por el hecho de que el acuerdo no implicaría un nuevo préstamo sino en que el FMI haría desembolsos cada vez que Argentina tenga un vencimiento de una cuota.
La condición para ello sería el regreso de las legendarias "misiones" de funcionarios, cuya función es auditar, con una frecuencia trimestral, si el gobierno está cumpliendo con los recortes fiscales acordados, y elevar un informe al directorio. Cada eventual desvío de las metas fiscales supondría la necesidad de pedir un "waiver" para que el FMI siga enviando dinero.
Hubo quienes alertaron que esa situación acortaría los márgenes de acción del Gobierno y le daría al organismo un poder de influencia sobre la política local. Algunos dirigentes llegaron a hablar sobre la posibilidad de que, si la situación económica se complicara y no se pudiera cumplir con un recorte fiscal, entonces el FMI podría tomar la decisión de cortar el flujo de fondos -algo que ya le ocurrió a De la Rúa en el 2001- con lo cual se forzaría al país a un default con el organismo.
Bajo ese supuesto, se escucharon opiniones en el sentido de que, ante el riesgo de un default, sería preferible que ocurriera lo más lejos posible de las elecciones -es decir, ahora mismo- y no en el segundo semestre del año próximo, cuando esa situación pueda tener un fuerte impacto sobre la economía y la propia campaña electoral.
Fue ante esas críticas que Guzmán recordó que las misiones trimestrales de monitoreo constituían el procedimiento estándar del FMI ante cada acuerdo y que no se trataba de un régimen impuesto para el caso específico de Argentina. De la misma manera, recordó que nunca se entrega el monto total de un préstamo al inicio, sino que el mecanismo estipulado es el de desembolsos periódicos, previa aprobación de las autoridades del Fondo.
En definitiva, lo del ministro fue una forma de desarmar la argumentación de quienes habían "descubierto" que el entendimiento traería otra vez la presencia -políticamente molesta- de las misiones de auditores.
Apoyo tibio y mejora de expectativas
Las primeras reacciones tras el anuncio apuntan a donde todo el ambiente político sospechaba: los funcionarios más ligados al kirchnerismo elogiaron en público el anuncio, mientras los militantes y los referentes mediáticos mostraron escaso entusiasmo ante una causa escasa de "épica".
Aunque falta todavía el esperado pronunciamiento público de Cristina, todos dan por obvio que el bloque oficialista no se dividirá, que se impondrá la disciplina y que finalmente todos los legisladores del Frente de Todos darán su voto en el Congreso.
Como recordó Guzmán, es algo que además tiene cierta urgencia, porque solamente ese voto impedirá que haya que sacrificar reservas para cancelar el pesado vencimiento de marzo, que asciende a u$s3.200 millones.
En las primeras horas tras el anuncio del acuerdo, la sensación del ambiente político es que Guzmán logró su objetivo: presentó un programa "razonable", en el sentido de que no luce incumplible y, al mismo tiempo, tiende a un equilibrio de las cuentas.
Su primera satisfacción provino del mismo mercado financiero que en los últimos días lo había castigado: el dólar blue cayó nada menos que seis pesos en la apertura del mercado, una prueba de una mejora en las expectativas.