Por qué el kirchnerismo especula con los beneficios políticos de un default con el FMI
El fantasma del default está otra vez sobrevolando la Argentina. El kirchnerismo terminó por admitir de manera explícita lo que se venía hablando en voz baja en los últimos meses: que en el balance político y económico, podría ser mejor tensar la situación y romper con el Fondo Monetario Internacional antes que firmar un acuerdo del que se sospecha no podrá haber consecuencias positivas.
"Firmar un mal acuerdo es peor que no firmar nada" es la frase de cabecera que los referentes del kirchnerismo están sosteniendo en el debate interno de la coalición gubernamental y hace que -a horas del pago de una nueva cuota- las promesas del ministro Martín Guzmán sobre un nuevo programa con el Fondo hayan caído bajo un serio manto de duda.
Las primeras advertencias al respecto las hizo la propia Cristina Kirchner, que advirtió sobre las condiciones que deberían darse para un acuerdo. Y esas condiciones eran que, precisamente, el FMI no impusiera condiciones. En otras palabras, que el país no quedara comprometido a metas de recorte fiscal que resultaran políticamente inaceptables o socialmente imposibles de cumplir.
Pero en los últimos días hubo una radicalización en esa postura: el kirchnerismo, leyendo la "letra chica" de las negociaciones que realiza Guzmán, entró en pánico, como quedó en evidencia por las declaraciones de dirigentes políticos como Leopoldo Moreau, economistas como Claudio Lozano y Fernanda Vallejos y los editoriales de los principales referentes mediáticos, como Horacio Verbitsky y Roberto Navarro.
El principal motivo de preocupación, expresado por los principales referentes mediáticos, es la posibilidad de que retornen las legendarias "misiones" para monitorear la economía.
El anuncio de Guzmán es que, contrariamente a lo que se esperaba, no habrá un fortalecimiento de las reservas del Banco Central y una reprogramación del saldo por el préstamo que se tomó en la administración macrista, sino que el organismo aportará el dinero necesario para cada cancelación, pero siempre condicionado a una auditoría sobre las reformas de la política económica.
Esto, para el kirchnerismo, implica varios riesgos. El primero es la pérdida de margen de acción en la política económica, porque un monitoreo que incluya misiones cada tres meses implicaría que, ante el menor desvío fiscal, el FMI denunciara un incumplimiento del país, para lo cual se tendría que pedir formalmente un "waiver".
A esto se refirió Moreau cuando dijo que era mejor el default antes que un acuerdo que pusiera en riesgo el crecimiento del país.
Moreau planteó que en 2021 "el déficit cayó del 6 al 3 por ciento, pero no por los ajustes, sino porque creció la actividad un 10 por ciento". Y agregó: "El FMI siempre ha impuesto la misma receta, ya que se quiere aplicar políticas que terminan generando pobreza y conmociones sociales, y creemos que el déficit se irá reduciendo por el crecimiento de la economía y no por la reducción de los gastos".
Pero lo más sugestivo de sus declaraciones fue la alusión a que, durante la presidente de Néstor Kirchner, se logró un fuerte nivel de crecimiento con el país en default y que desde esa postura se pudo negociar con más fuerza.
Más explícito aun, el dirigente Oscar Laborde, que preside el Observatorio del Parlasur, dijo lo que muchos piensan sobre el próximo vencimiento por u$s731 millones: "El default te impide tener créditos internacionales, pero también te quedás con los dólares que le tendrías que pagar al Fondo. Esa cuenta no la hace nadie".
Es un análisis arriesgado, pero pragmático: asume que el mercado internacional de capitales seguirá cerrado para el país en términos reales, de manera que las divisas que ingresen por superávit del intercambio comercial deberían ser destinadas a rubros prioritarios desde el punto de vista político.
¿En manos del FMI para la campaña del 2023?
Otro riesgo que observan en el kirchnerismo es de tipo político. Hay quienes temen que, ante un aumento de la tensión entre el Gobierno argentino y la cúpula del Fondo, pueda haber una decisión de interrumpir el flujo de dinero con los cuales se cancelan las cuotas. En definitiva, lo que le ocurrió a Fernando de la Rúa a finales del 2001, cuando terminaron los salvatajes y se empujó al país a abandonar el sistema de "uno a uno" entre el peso y el dólar.
Los kirchneristas más radicalizados se muestran convencidos de que el FMI no perderá la oportunidad de jugar políticamente e influir en la elección 2023. El razonamiento es que si se intentó beneficiar a Mauricio Macri en 2019 al otorgar un préstamo récord, también ahora podría haber un intento de desestabilizar al peronismo.
Y que eso podría ocurrir porque, bajo la modalidad de acuerdo que está negociando Guzmán, quien tiene la posibilidad de decidir cuándo la Argentina cae en default no es el propio Gobierno nacional sino el propio Fondo, que puede decidir cortar sus aportes para cancelar deuda con el argumento de que hubo un desvío en las metas económicas prometidas.
Bajo ese supuesto, hay dirigentes que opinan que, ante el riesgo de un default, sería preferible que ocurriera lo más lejos posible de las elecciones -es decir, ahora mismo- y no en el segundo semestre del año próximo, cuando esa situación pueda tener un fuerte impacto sobre la economía y la propia campaña electoral.
El temor de una mancha en el "relato"
Y, finalmente, hay un tema que no es menor dentro del kirchnerismo: la forma en que quedaría afectado el "relato". Para voceros de ese espacio, existe el riesgo de que Cristina Kirchner pierda "capital simbólico" si, en el Senado que ella preside, se votara un acuerdo con el FMI en condiciones que no se consideren dignas.
Paradójicamente, uno de los mayores reclamos que se le hicieron a la gestión macrista -que el acuerdo con el FMI no haya tenido un aval expreso del Congreso- ahora se transforma en un efecto boomerang para Cristina, porque no puede tomar distancia de un eventual acuerdo decidido por Alberto Fernández con el cual ella estuviera en discrepancia.
La sola idea de que vuelva a repetirse -como en tiempos de Anoop Singh o Teresa Ter Minasian- la llegada de funcionarios del Fondo, con una multitud de movileros y camarógrafos esperándolos en Ezeiza, y que esos funcionarios expliquen los recortes adicionales que exigirán en el gasto público, es sencillamente indigerible para el núcleo duro del kirchnerismo.
Es en ese contexto que el discurso contra el FMI se empezó a endurecer en el kichnerismo, en notorio contraste con la postura conciliadora y dialoguista de Guzmán.
Por caso, la ex diputada Vallejos fue particularmente agresiva, al acusar al FMI de propiciar las violaciones de derechos humanos.
"No existe, en la historia moderna, mayor violador sistemático de los DDHH de los pueblos que el FMI, instrumento de EEUU para someter a los países deudores a sus intereses geopolíticos y al del capital transnacional que hace negocios en nuestras economías", escribió la controvertida ex diputada en las redes sociales.
En definitiva, el kirchnerismo empezó a imponer el discurso de que la situación inédita de un default con el FMI no sería un evento tan traumático para la Argentina y que hasta tal vez pueda ser funcional a los derechos nacionales, en el sentido de darle mayor autonomía política y financiera, y recuperar más fuerza negociadora.
Claro, en la vereda de enfrente está la opinión del mercado, que disparó a niveles récord al índice de riesgo país y al valor del dólar paralelo.
En todo caso, para el ministro Guzmán, que debe persuadir a los funcionarios del FMI que lo que se firme será efectivamente cumplido, no es una situación cómoda. La decisión que se tome en las próximas horas sobre pagar o no el nuevo vencimiento dará una pauta sobre cómo sigue la relación de fuerzas internas en el Gobierno.