La apuesta de Pesce: que los turistas viajen con los "dólares del colchón" y ayuden a bajar al blue
Es una de las obsesiones más fuertes para todos los ministros de economía argentinos: cómo hacer para que los ahorristas que tienen sus dólares guardados "bajo el colchón" o en cajas de seguridad los vuelquen a la economía formal. Y esa obsesión se acreciente cuando la economía siente, como ahora, la escasez de las reservas.
Es entendible: que el Banco Central tenga que penar por no poder hacer frente a vencimientos de u$s5.800 millones cuando los argentinos guardan u$s100.000 millones en sus casas y, además, tienen u$s400.000 millones en cuentas y propiedades del exterior parece una contradicción.
El propio Miguel Pesce aportó estos números al disertar en el Council of Americas y destacó que la cantidad física de billetes de dólares que hay en el país es superior a la que manejan algunas regionales de la Reserva Federal de Estados Unidos.
Es por eso que los economistas más avezados suelen tomar con pinzas el remanido diagnóstico de que la Argentina sufre sus crisis cíclicas por "falta de divisas", ya que pocos países en el mundo cuentan con un nivel superior al del propio PBI guardado en dólares.
El problema es otro: cómo vencer la barrera del temor a la confiscación, de manera de hacer que esos dólares retornen al sistema financiero, donde hoy apenas permanecen unos u$s15.000 millones, y encima están todo el tiempo bajo una situación de zozobra, como se demostró con la mini corrida de u$s600 millones que se fugaron tras los rumores de los últimos días.
Viajando con los dólares del colchón
Es por eso que Pesce está haciendo una jugada que pocos advirtieron, detrás del ruido político que se provocó por la prohibición de la financiación en tarjeta para la compra de pasajes aéreos y servicios turísticos en el exterior.
La medida tiene una primera motivación obvia: tapar una de las vías de "fuga" de las divisas. Aunque las cifras del rubro turismo y dólar ahorro siguen siendo relativamente pequeñas, lo que preocupa en el Gobierno es la tendencia: en septiembre, el turismo le había costado al BCRA u$s268 millones, en octubre u$s265. Pero para noviembre, las cifras de la recaudación del impuesto PAIS permiten adelantar que, entre viajes y dólar ahorro, la cifra superará los u$s450 millones.
Y el crecimiento potencial mete miedo: si se toma como referencia lo ocurrido en 2017, cuando el promedio mensual de demanda de divisas por turismo llegó a u$s900 millones, queda en claro que el riesgo que corre el BCRA ante el levantamiento de las restricciones sanitarias es grande.
En estos días, los economistas empiezan a hablar de un fenómeno social nuevo: el de una creciente "inelasticidad de la demanda" por servicios turísticos en relación al ingreso familiar. Traducido, que viajar ya no es visto como un lujo que debe ser recortado en tiempos difíciles. Hoy las familias eligen otras variables de ajuste, pero quieren seguir yendo al exterior, aun cuando el tipo de cambio les resulte muy desfavorable.
No por casualidad, en los últimos eventos promocionales de comercio electrónico, como el CyberMonday y el BlackFriday, el turismo se convirtió en el rubro de mayor protagonismo, con ofertas que proponían la vuelta al turismo en el exterior mediante el financiamiento en "cuotas fijas".
Lo cierto es que el entusiasmo por los viajes no disminuye, aun cuando el poder de compra de los salarios todavía están más un 4% por debajo que hace dos años, y aun cuando a los turistas se les aplica un impuesto de 30% por cada dólar que compran, más un 35% de adelanto por concepto de impuesto a las Ganancias, y aun cuando se han agregado impuestos y tasas a los pasajes de avión, que terminan por duplicar el costo de la tarifa.
Es por eso que la perspectiva de una reapertura total del turismo sólo puede significar problemas para un Banco Central preocupado por su nivel de reservas. Si se volviera a los niveles pre-pandemia, eso significaría que la demanda de dólares por parte de los viajeros podría ascender rápidamente a un promedio de u$s650 por mes. Es decir, un ritmo que Pesce no se puede permitir, justo en una coyuntura en la cual los analistas afirman que las reservas netas del BCRA ya están en terreno negativo.
¿Un efecto colateral sobre el blue?
Esta demanda sostenida, unida al hecho de la alta liquidez que los argentinos atesoran en sus casas, llevó a Pesce a convencerse de un hecho: existe la posibilidad de que se pueda mantener un nivel fuerte de turismo emisivo, que en vez de costearse con crédito en pesos -es decir, a la larga con divisas del Banco Central- pueda ser solventado con la venta de "dólares del colchón".
Después de todo, qué son u$s300 o u$s400 millones por mes para una población que cuenta al alcance de la mano con u$s100.000 millones. De hecho, para aquellos argentinos que ya habían planificado y pagado parte de sus vacaciones en el exterior, será inevitable llevar sus propios dólares, ante la restricción para usar la tarjeta de crédito en el exterior.
Y para quienes no compraron los pasajes aéreos pero no se resignen a viajar, también estará el incentivo para vender los dólares en el mercado del "blue", y hacerse los pesos con los cuales pagar los pasajes en las agencias locales, que los cotizan en moneda nacional.
En definitiva, el mensaje que el Banco Central envió a la población con su medida de restricción de la financiación fue algo así como quien quiera viajar debe renunciar a los "dólares subsidiados" y pagar el valor real. Para quien tiene divisas, esto supone usarlas.
Esto podría traer aparejado otro efecto colateral: además de preservar las divisas del Central, podría aportar a la oferta de dólares en el mercado informal, lo cual ayudaría al objetivo de achicar la brecha respecto del tipo de cambio oficial, tal como se esta viendo en estos días.
El volumen del mercado blue sigue siendo pequeño, con un movimiento que, según los operadores del mercado, no llega a los u$s80 millones mensuales. Esto implica que un incremento de la oferta por parte de los turistas podría tener su impacto sobre la cotización.
Un guiño al FMI
El tiempo dirá si la estrategia de Pesce fue la correcta. Pero, por lo pronto, lo que está quedando claro es que la restricción a la financiación del turismo puede, inesperadamente, transformarse en una forma de allanar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
Ocurre que, en un momento de debilidad extrema de las reservas, y cuando, además, el Gobierno argentino está pidiendo explícitamente un refuerzo en la asistencia internacional con nuevos créditos, hay una garantía que todos le exigen: que los nuevos dólares que ingresen no se "fuguen" de inmediato para ser gastados por los turistas argentinos en Miami.
Es, después de todo, algo que tiene lógica: el propio peronismo había criticado ácidamente cómo la mayor parte de los u$s44.000 que ingresaron al país durante la gestión macrista como parte del acuerdo "stand by" se fugaron casi de inmediato del sistema financiero. Y la crítica tenía dos destinatarios: el primero era el Gobierno macrista, por no introducir controles cambiarios, y el segundo era el propio FMI, por permitir que sus divisas -que por estatuto no pueden ser usadas para defender un tipo de cambio atrasado- se gastaran en una pulseada diaria que finalmente gano el mercado con una mega devaluación.
El punto fue motivo de debate interno en el FMI, que no quiere vivir otra vez la misma situación: si le tiene que dar dólares frescos a Argentina, quiere asegurarse que vayan a reforzar las reservas.
Pero claro, hay un problema: en una situación "normal", la exigencia del FMI sería que se dejara flotar al tipo de cambio hasta que alcanzara un nivel de equilibrio de mercado. Sin embargo, tanto los funcionarios macristas como los peronistas convencieron al FMI que en una economía bimonetaria, esa libre flotación es extremadamente arriesgada.
En definitiva, el freno al turismo -una medida antipática en extremo por la que el Gobierno pagará costo político ante su propio electorado de clase media- sólo pudo haber sido tomada por un motivo poderoso. El más obvio es el cuidado de las escasas reservas, que para muchos economistas ya están en terreno negativo cuando se consideran en términos netos.
Pero, además, es una forma de compromiso con el FMI: una forma de demostrar que el Gobierno está dispuesto a asumir situaciones desagradables para asegurar que los dólares que ingresen no se fugarán de inmediato en forma de pasajes de avión.