Industria automotriz, contracara del campo: el Gobierno celebra la exportación mientras reprime el consumo interno
A esta altura, la industria automotriz se transformó en el la contracara perfecta del sector agro-ganadero: el Gobierno decidió que la prioridad absoluta debe ser el fomento a la exportación y que si hay que posponer el consumo del mercado interno, se debe asumir esa situación como un costo colateral a pagar en pos de un bien mayor.
Claro, la producción de autos es uno de los símbolos de la recuperación que entusiasma al Gobierno y de la cual hizo una bandera durante toda la campaña electoral. Además de su peso específico en la industria -representa más de un 7% del PBI industrial- tiene también un contenido simbólico.
"Cuando asumí la presidencia en 2019, 27 de cada 100 autos patentados eran de fabricación nacional y 73 eran importados. Hoy 54 de cada 100 autos patentados son de producción nacional", se enorgulleció Alberto Fernández durante la reciente conferencia de la Unión Industrial Argentina.
Ya previamente el Gobierno había celebrado el hecho de que en la industria automotriz argentina se hubiera puesto el foco en incrementar la participación de piezas nacionales, de forma que el componente argentino pasó de 19% a 40% en dos años.
Pero, sobre todo, el orgullo del Gobierno es el sesgo exportador que recuperó este sector: un 70% de los autos que salen de terminales argentinas van hacia el exterior -Brasil, principalmente- y las ventas han crecido en el año a un impactante ritmo de 98% interanual. Lo cual implica un fuerte contraste con las ventas al mercado interno, que se mueven a un 10% -y que en algunos meses, como noviembre, registraron una caída de 11,5% respecto del año pasado.
A diferencia de lo que ocurre con el agro, en esta industria nadie alega que el país tenga "la desgracia de producir autos" ni, mucho menos, se plantea un cierre exportador como forma de desacoplar precios internos de los del mercado global.
Es por eso que la contracara de la pujanza del sector automotor -que lleva 394.000 unidades producidas en el año, un incremento de 74% respecto del 2020, es la anodina realidad de las concesionarias que atienden al público local.
La contracara: un déficit de 70.000 ventas
Con apenas 28.360 autos empadronados en noviembre, este sector está sumido en una depresión y ya se cansó de hacerle advertencias al Gobierno sobre el peligro que corren los 176.000 empleos directos -una cifra que llega a 530.000 sumando los indirectos- que genera la actividad.
Tampoco parecieron surtir efecto las insinuaciones sobre un inexorable empuje inflacionario en el sector, dado el cuello de botella de la oferta de autos.
Y lo irónico de la situación es que el bajón no se produce por una demanda floja. Todo lo contrario: hay listas de espera en los concesionarios, que simplemente se quedaron sin stock por la política de "goteo" con la que el Banco Central va soltando las divisas.
En otras palabras, el modelo económico eligió a la importación de autos como una variable de ajuste ante la situación de escasez de divisas. Y esto se refleja de una manera contundente en los números del sector: se va a terminar el año con 70.000 autos menos de lo que se había previsto a inicios de año.
Inicialmente en la Asociación de Concesionarios (ACARA) se había hecho una proyección de 450.000 autos vendidos para todo el año, dado el alto nivel de demanda que se constataba por parte de un público que quería ponerse al día y aprovechar algunos precios que quedaban atractivos en términos de dólar.
Pero sobre mediados de año se empezaron a hacer evidentes las dificultades para importar, con lo que la cifra empezó a corregirse a la baja, y ahora se prevé finalizar con un total de 380.000 autos vendidos en todo el año. No es una cifra como para festejar: apenas implica un 10% por encima del registro de todo el año pasado.
"Se han liberado en los últimos dos meses solo entre nueve y diez mil SIMIS, para toda la industria, creemos que se podrían haber liberado 15.000 por mes ya que vamos a terminar el año solo con aproximadamente 1.130 millones de dólares de déficit anual del sector. Es un número que si se distribuye en doce meses no es significativo, más si tenemos en cuenta que la demanda ha sido muy fuerte", se queja Ricardo Salomé, presidente de Acara, que ha mantenido la misma tónica a lo largo del año, con escaso éxito en cuanto a respuesta de los funcionarios.
Con la experiencia de un año difícil, Salomé prefiere fijarse no repetir el error de cálculo y fijarse metas modestas con vistas al 2022: plantea un escenario de ventas de 400.000 unidades, lo que implicaría un leve incremento de 5% sobre las ventas del año que está por terminar.
La revancha de Kulfas
Todo indica que la situación actual, lejos de corresponder a un momento de excepción, será la norma por el resto del período de Gobierno. Por un lado, la situación de las reservas del Banco Central hace que se establezca un régimen de preferencias para asignar divisas, según el cual la prioridad corresponde a la importación de bienes de capital y a la energía.
Los autos importados, no importa de qué gama sean, son vistos como un artículo suntuario. Y, por otra parte, su entrada va en contra del declarado objetivo de incrementar la circulación local de autos "industria argentina".
Es por eso que las aspiraciones de los concesionarios para 2022 no están puestas es una mayor apertura comercial sino más bien en que el incremento de la producción local pueda ayudarlos a reponer el stock y poder cumplir con la demanda insatisfecha.
Lo cierto es que en este momento los concesionarios están dando la pelea contra la exportación, que tiene la prioridad política. Irónicamente, lo opuesto a lo que ocurre con el campo, donde se les dice a los productores que deben sacrificar el ingreso en dólares como forma de garantizar una oferta a bajo precio para el consumidor doméstico.
Desde el punto de vista del Gobierno, esa situación no es vista como una contradicción sino como una definición política: para el modelo "industrialista", las divisas generadas por los autos tienen más valor que las que dejan las vacas.
De hecho, a raíz de la pelea que le costó el cargo a Débora Giorgi, muchos recordaron que el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, había sido muy crítico de la política industrial que había impulsado la ex ministra en la gestión de Cristina Kirchner.
En su libro "Los tres kirchnerismos", Kulfas había cuestionado el déficit de divisas de la industria, que pasó de u$s6.000 millones en 2010 a u$s15.400 millones en 2013.
"Una parte significativa de la política industrial se destinó a fortalecer un régimen productivo que generó un considerable déficit de divisas, descuidó los componentes más sofisticados de la producción nacional, no logró el objetivo de generar una plataforma regional de exportación de autopartes y estimuló un estilo de desarrollo más asociado a procesos de fragmentación social que a los modelos inclusivos que adoptaron otras facetas de la política económica", escribió Kulfas.
Hoy, con las terminales automotrices duplicando la producción, aumentando los componentes nacionales y destinando un 70% de los autos a la exportación, el modelo va cumpliendo su función. Sobre todo, porque se espera de él que aporte divisas.
En el acumulado hasta octubre, las exportaciones de vehículos sumaron u$s5.120 millones, lo que implica un crecimiento de 69% respecto del año pasado.
En definitiva, los autos aportan hoy casi el 8% de las divisas que ingresan por la balanza comercial. Esas mismas divisas que no alcanzan para que las concesionarias puedan vender más autos en el mercado local.