Peligrosa interna entre Guzmán y el kirchnerismo por el FMI, mientras se recalientan dólar e inflación
Habrá que estar atentos: Martín Guzmán jugó fuerte en la interna oficial. Apenas regresado de Europa, donde mantuvo una dura negociación técnica con el Fondo Monetario, repudió enfáticamente la posibilidad de que la Argentina vaya a pedirle un waiver (perdón) al organismo para prorrogar los próximos vencimientos de la deuda. La versión había surgido de la propia delegación que acompañó a Alberto Fernández a Roma y a Glasgow. Aunque cerca del ministro creen que, como ya ocurrió, es el kirchnerismo "duro" quien está detrás de esas operaciones.
Guzmán cree que no hay margen para ninguna especulación. Sostiene, entre sus colaboradores, que el Gobierno está obligado a llegar a un acuerdo con el FMI apenas pasen las elecciones.
Se sabe: el titular de Economía sostenía que ese pacto debía refrendarse aun antes de las elecciones como forma de evitar cualquier volatilidad en el frente cambiario. Algo que está sucediendo ahora mismo, con subas en las distintas cotizaciones del dólares y con pérdidas de reservas, una dinámica que a su vez potencia el clima de incertidumbre.
Guzmán está convencido de que todos los rumores y la demora en la negociación empeoran el escenario. No está para nada de acuerdo con plantear una estrategia que, en vez de allanar, ponga más piedras en el de por sí alterado camino hacia el acuerdo.
Desde el kirchnerismo "duro" tienen una hoja de ruta diferente. El "ala política" que responde a Cristina Kirchner tiene como referencia la negociación que el propio Néstor Kirchner llevó a cabo con el Fondo a comienzos de su mandato.
Entre los dirigentes kirchneristas hay un convencimiento de que esa dureza, que incluso alcanzó a los acreedores privados, le deparó a NK una gestión virtuosa.
La idea de que con el Fondo se negocia "mostrándole los dientes". Que el FMI se tiene que hacer cargo del préstamo histórico que le concedió a Mauricio Macri admitiendo una rebaja en la sobretasa que le imputa a la Argentina por haber excedido su cuota y una extensión de los plazos de los créditos.
Ninguna de las dos exigencias del gobierno argentino prosperó tras las negociaciones en Roma, a pesar del reclamo de los países que integran el G-20, a pedido de la Argentina.
Desde el kirchnerismo "duro" confían en el denominado "juego de la gallina", por el cual -tomando el caso de dos autos andando por una ruta a toda velocidad, uno de ellos finalmente se echará a un costado para evitar una colisión. Lo mismo puede pensarse de una negociación que es a todo o nada.
Si éste fuera el caso, la apuesta del kirchnerismo es que, a punto de chocar, sea finalmente el Fondo quien se salga de la ruta.
¿Por qué lo haría? Por la impresión de que el FMI no quiere aparecer ante la comunidad internacional como responsable de un estallido de la crisis en la Argentina, después de haber violado su propio estatuto (en el mega préstamo de 2018) y con una pandemia que recién ahora parece apaciguarse.
Los críticos de esa teoría -entre los que tranquilamente podría estar el propio Guzmán, que prefería un acuerdo antes de las elecciones- señalan que el gobierno de "Los Fernández" hicieron poco por avanzar en la negociación. Y que, a diferencia de lo que sucedía hace un año, en plena pandemia, ahora existen menos incentivos para mostrarse colaborativo con el Gobierno.
Por lo pronto, lo que está bien claro es que la Argentina ya no dispone de reservas para afrontar los pagos que caen a partir de 2022.
Y eso también lo sabe el FMI, que juega su parte a que el Gobierno no va a caer en default, por el lastre económico e institucional que ello depararía.
El próximo vencimiento aparece el próximo 22 de diciembre, que será abonado con los mismos DEGs que el FMI le dio a la Argentina hace algunas semanas.
Para los vencimientos de enero (u$s731 millones) y de febrero ya no quedan demasiados dólares en las reservas. El cálculo de distintas consultoras indica que hay una existencia en torno a los 5.000 millones de dólares. Ni hablar para la obligación de marzo (u$s2.870 millones).
Por eso mismo, los funcionarios de Economía advierten que debería acordarse durante el verano. Antes del vencimiento del 22 de marzo.
Fue lo que en su momento les comentó el Presidente a los principales empresarios del país, con quienes compartió un extenso almuerzo en la Casa Rosada. Sin embargo, desde ese momento, no hubo ningún acercamiento efectivo con el organismo.
En este contexto, las cotizaciones de los dólares "libres" se dispararon, y la brecha se ensanchó.
El "contado con liqui" sin intervención del BCRA terminó en torno de los $218, por encima del paralelo, que ya quedó a un paso de los $200.
Igual de preocupante es la pérdida de reservas: el BCRA volvió a quedar en rojo en el mercado. Ayer miércoles fueron u$s40 millones. Pero desde el jueves de la semana pasada, la cuenta marca un déficit superior a los 400 millones de dólares.
Está más que claro que así no se puede seguir. De ahí que Guzmán hace múltiples intentos por sofocar las versiones que salen desde el propio Gobierno y que él siente que juegan en contra de las expectativas.
Ya se sabe que la suba del dólar blue tiene impacto negativo en las expectativas de corto plazo, pero también pega en los precios. No de manera directa, pero sí está claro que al bloquear el ingreso de importaciones, el Gobierno termina por convalidar incrementos muy fuertes en los precios de aquellos productos o insumos a los que les pone trabas para entrar al país.
Lo dicho más arriba: Guzmán está convencido de que la firma con el FMI sería estabilizador de la crisis cambiaria.
Y que sería la clave para evitar males mayores, como una eventual salida de depósitos desde los bancos, que por ahora sólo se percibe en cuentagotas.
En ese acuerdo estuvo trabajando todo este año, hasta que Cristina Kirchner dio la orden de posponer el cierre de las negociaciones hasta después de las elecciones de noviembre.
El problema que ahora enfrenta el Gobierno es que la dolarización se aceleró, y se corre el riesgo de que la posición en reservas del BCRA quede más debilitada.
Una devaluación está fuera del radar del oficialismo por la sencilla razón de que ese escenario no sería soportable para la sociedad, ya contrariada por la inflación interanual del 50% y la pobreza que pega en casi la mitad de la población.
¿Y entonces? El mensaje desde Economía hacia la interna es contundente: ya no queda tiempo para corcoveos. Ni para plantear el "juego de la gallina".
¿Escuchará esta vez Cristina a Guzmán?