Acechado por la inflación y el dólar, Alberto está obsesionado con anclar expectativas
Tres cara a cara en tres días. Primero con los dueños de las principales empresas que operan en la Argentina. Luego en el Coloquio de IDEA, el mismo ámbito tantas veces vaciado por Néstor y Cristina Kirchner. En el medio, Juan Manzur junto a Martín Guzmán en Nueva York reunidos con bancos y fondos de inversiones de Wall Street. Sin contar la que el propio ministro tuvo con la directora del FMI, Kristalina Georgieva, en Washington.
La seguidilla fue tan rotunda que no deja margen para la especulación: el Gobierno va en búsqueda de recuperar la confianza perdida. El objetivo es encontrar el ancla de expectativas que le permita nadar sin grandes oleajes a partir de las elecciones de noviembre.
Esa búsqueda se transita sin grandes anuncios ni promesas. Ni hacia el electorado ni hacia el poder económico. Por ahora sólo hay gestos. Y pocas concreciones.
En el diálogo con los empresarios en la Casa Rosada, Alberto Fernández fue muy concreto en esa búsqueda por mejorar las expectativas: "Cristina y yo pensamos lo mismo. Estamos totalmente de acuerdo con que hay que firmar (con el FMI)", respondió en forma tajante cuando los hombres de empresas le preguntaron.
La relación con el Fondo Monetario y la reacción oficial tras las elecciones de noviembre, en caso de que la coalición gobernante vuelva a perder, también sobrevoló la extensa reunión entre Guzmán y Manzur con un grupo de bancos y fondos de inversión de Wall Street.
El jefe de Gabinete fue concreto: "Si perdemos no pasa nada. ¿Cuántas veces se perdió una elección de medio término y no pasó nada? Vamos a seguir gobernando el país y vamos a buscar consensos para hacerlo", aseguró el ex gobernador tucumano.
La idea de gobernabilidad post elecciones se coló en la campaña y adquiere especial atención por parte de financistas y ejecutivos de empresas luego de la reacción de Cristina Kirchner tras la "catástrofe electoral" de las PASO.
El recalentamiento de la dinámica inflacionaria sobresaltó al Presidente e incrementó las dudas de empresarios y también de los financistas.
La suba de precios por encima de lo que tanto el Gobierno como las consultoras privadas preveían para esta altura del año extremó las precauciones para el futuro cercano.
La visión de empresarios e inversores financieros es que se van incrementando los desequilibrios de la economía argentina. Y, acaso lo peor, que la Casa Rosada no encuentra ni el diagnóstico ni las recetas acertadas.
La escalada de la inflación perturba no sólo la dinámica social y política. Se da a pesar de que el Gobierno había activado los supuestos botones que enfriarían el escenario. Pero ni el atraso cambiario ni el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos logró siquiera frenar la dinámica.
Un dato poner las cosas blanco sobre negro: mientras la inflación de los primeros nueve meses del año fue del 37%, la suba del dólar "oficial" (mayorista) apenas fue del 17,8%. Nada menos que 20 puntos menos. Y lo más probable es que esa tendencia continúe, al menos hasta fin de año.
Tras comprobar que la suba de precios había empeorado durante los primeros días de octubre, Alberto F. eyectó a Paula Español de la secretaría de Comercio y puso allí a Roberto Feletti, ex viceministro de Economía de una época de crecimiento económico.
La pretensión del funcionario de congelar los precios de una canasta de 1.247 productos de la canasta básica llega en momentos en que los controles ya fueron desgastados por esta misma administración. La propia Español había reconocido que la inflación había desbordado el programa de "Precios Máximos", por el cual se logró mantener prácticamente sin cambios los precios de los alimentos desde el comienzo de la pandemia y hasta mitad de este año.
Para colmo, el Gobierno siente que no sólo son los precios los que se les escurren de las manos. Guzmán sabe que está llevando adelante un ajuste fiscal que rechaza la propia Cristina K. y que -encima- no es valorado por el "mercado".
Fue lo que le planteó uno de los asistentes a la reunión del viernes al mediodía en el consulado argentino en Nueva York.
Guzmán le dio la derecha a ese planteo, pero planteó con toda la sinceridad que pudo su propio diagnóstico: "Queda claro que lo que estamos haciendo (el ajuste de las cuentas públicas) no está tan mal. Pero tenemos un problema de expectativas. Nuestras políticas están bien", remató el ministro.
A su lado, Manzur lo observaba con atención. Algunos de los inversores presentes no pudieron darse el gusto de llevarse la opinión del jefe de Gabinete sobre este punto.
Estaba claro que el viaje especial de Manzur fue para intentar cambiar el rumbo del humor en Wall Street. Pero los inversores dejaron en claro que eso no sucederá hasta que el Gobierno ofrezca más certezas de su rumbo económico a partir del 15 de noviembre.
De hecho, ni Guzmán ni Manzur pudieron convencer de qué manera podrán llegar a un acuerdo con el Fondo Monetario con una brecha cambiaria que se agranda y con reservas que sólo dejan de caer cuando el Banco Central cierra el grifo de las importaciones.
"No va a haber devaluación; todo va a ser muy gradual. La demanda de dinero en la Argentina no se va a arreglar de un día para el otro", enfatizó el ministro de Economía, en línea con sus últimas exposiciones en Buenos Aires.
La obsesión por dar vuelta las expectativas es la reacción directa al temblor cambiario de hace un par de semanas, cuando el BCRA llegó a perder más de u$s100 millones diarios y sobrevolaba la idea de que "no se llegaba" a las elecciones sin una devaluación.
Esa reacción instintiva puede servir en el cortísimo plazo. Pero nada más. Lo manifestaron en "off the record" algunos de los empresarios que vieron a Fernández a mitad de semana pasada, lo mismo que los financistas que estuvieron con Manzur y Guzmán.
A partir de ahora -y más que nunca-, el Gobierno tendrá que mostrar resultados. Sobre todo respecto del acuerdo con el FMI. De alguna manera, es lo que servirá como apoyo al plan para los próximos dos años.
Sobre ese punto, las discusiones en el seno de la coalición gobernante siguen a flor de piel. Lo admitió, al pasar, el propio Presidente frente a los empresarios en la Casa Rosada. "Con Cristina hay diferencias sobre el tema gasto público" y cómo reducir el déficit fiscal, dijo.
Para todo está más que claro que ningún hecho concreto de peso saldrá de la administración hasta que esas "diferencias" -claves para el futuro- queden saldadas.