Los autos, síntoma de los problemas del modelo: con boom de demanda, la proyección de venta cae 15%
El modelo económico argentino ya está sufriendo a pleno la maldición del "tres a uno", esa fórmula en la que coinciden todos los economistas y que afirma que, por cada punto de recuperación del PBI, se necesita que crezcan tres puntos las importaciones.
El síntoma más evidente es la industria automotriz, que pese a la gran demanda del mercado interno se encuentra con dificultades para acompañar el ritmo de compras por las dificultades para importar insumos.
La situación llegó al extremo de que los concesionarios agremiados en Acara están recalculando a la baja, todos los meses, sus proyecciones de ventas en el año. A comienzos de año, la previsión era de 450.000 patentamientos para este año, una cifra que, si bien estaba lejos del promedio histórico, implicaba un incremento de 32% respecto del pandémico 2020.
Pero, con el correr de los meses, la proyección se empezó a corregir a la baja: al término del primer semestre, ya se hablaba de 420.000 unidades. Y esa cifra acaba de ser revisada nuevamente: en el reporte de ventas de agosto se proyecta que la venta para todo el año se ubicará en 385.000 autos.
En otras palabras, apenas un 15% menos que lo previsto originalmente, y apenas un 15% por encima del mediocre nivel del año pasado.
Pero lo insólito de la situación es que esto no es consecuencia de una caída en la demanda. Más bien al contrario, hoy existe un verdadero furor en las concesionarias, por la afluencia de interesados, dado que la brecha cambiaria ha convertido a la compra del cero kilómetro en un buen negocio. Si se los mide en dólar blue, se puede encontrar un auto del a gama "entry" a poco más de u$s8.000, mientras que las camionetas se ubican en torno de u$s19.000.
Claro, el problema es encontrar los autos, porque las entregas de las automotrices se han ralentizado y las concesionarias hacen listas de espera. En tanto, los concesionarios empezaron a enviar advertencias al Gobierno en el sentido de que si el volumen de producción no se mantenía acorde a la demanda, se pondría en riesgo la rentabilidad del sector y eso traería "consecuencias no deseadas". Los funcionarios decodificaron el mensaje: las consecuencias eran un incremento en los precios, que de hecho ya se está dando muy marcadamente, con subas que en algunos casos superaron el 15% en pesos.
"La segunda mitad del año continuará con una oferta escasa, es por ello que solicitamos que, sin dejar de atender las cuestiones macroeconómicas que deben prevalecer, que se contemple una mayor liberación de importaciones, es un número de dólares que no son significantes, que haría crecer de forma muy notoria un sector que es un gran abastecedor de empleo en toda la cadena de valor cercano a los 180.000 empleos directos y 530.000 empleos entre directos e indirectos, somos un sector dinamizador de otras industrias en el país", planteó Ricardo Salomé, presidente de Acara.
El dedo en la llaga del "modelo"
Lo paradójico del momento es que, cuando se mira del otro lado del mostrador se habla de una recuperación acelerada. La gremial Adefa proyecta una producción de 440.000 vehículos para este año, lo que implica una suba de 70% respecto del año pasado y de 40% sobre el pre-pandémico 2019. En lo que va del año, un 58% de la producción fue destinada a la exportación.
El sector, que representa un 7% del PBI industrial, ha puesto el foco en incrementar la participación de piezas nacionales, de forma que el componente argentino pasó de 19% a 40% en dos años.
Aun así, la necesidad de importaciones es inexorable para esta industria, y es ahí donde radican las dificultades. Con un Banco Central que cuida celosamente sus reservas, los permisos de importación se manejan de manera cada vez más discrecional y se empezó a notar una mayor ralentización.
En agosto, según fuentes del sector, estos permisos cayeron un tercio, coincidiendo con un momento en el que el ingreso de divisas por exportaciones empezó a caer por motivos estacionales. Fue así que, con apenas u$s 7 millones de saldo comprador positivo, el BCRA tuvo su menor marca en lo que va del año.
De todas formas, no se trata de un mal número si se lo mira en términos históricos, dado que es la primera vez desde 2010 en que en agosto el Central no termina con un saldo vendedor. El motivo para este resultado relativamente bueno es el excelente año agrícola: solo en agosto se liquidaron exportaciones por u$s3.000 millones, con lo cual el acumulado del año llega a u$s23.229 millones.
Podría pensarse que, en ese contexto, el "amarretismo" del Gobierno para autorizar importaciones no se justifica. Sin embargo, lo que preocupa a los funcionarios es la perspectiva de los próximos meses. Ya sin el empuje de la cosecha agrícola y con una mayor presión de la brecha cambiaria, se exacerba la demanda de los importadores por mayores divisas.
El Gobierno argumenta que los dólares deben canalizarse prioritariamente a la compra de bienes de capital y de insumos para la industria. En el último mes reportado por el Indec, el rubro que más rápido subió su ritmo importador -después del de combustibles- fue el de piezas y accesorios para bienes de capital, con un crecimiento anual de 101% y los bienes intermedios, con 72%. En la otra punta de la tabla, cierran los automóviles, con 29%, los bienes de consumo, que crecen a un 25% y los bienes de capital, con un 20%.
Pero, sobre todo, se propuso el objetivo de mantener un saldo de la balanza comercial positivo en un promedio mensual de u$s1.500 millones hasta fin de año, una meta muy difícil de lograr sin un "apriete" adicional a las importaciones.
Es lo que preocupa al sector automotor, que afirma que sin sacrificar una cantidad excesiva de dólares se podría impulsar la reactivación de la industria y las ventas al público.
"Los concesionarios nos estamos desestockeando cada vez más porque la gente entiende que sigue siendo un excelente momento para comprar autos, motos y maquinarias agrícolas. El momento de las oportunidades es ahora", plantea Salomé, de Acara.
En definitiva, un argumento que pone el dedo en la llaga del modelo económico: el Gobierno argumenta que la forma de reactivar la economía es estimular el consumo, para que así levante vuelo la industria nacional, que estará protegida con políticas específicas. Pero cuando ese planteo ocurre efectivamente, con en el caso de los autos, aparecen las contradicciones: no hay dólares suficientes para sostener ese modelo.
Se da así la gran paradoja argentina: cuanto más aumenta la demanda, más se ajusta a la baja la previsión de ventas.
Deterioro en comparación regional
La caída en las ventas de autos fue utilizada en un reciente estudio de la Fundación Mediterránea como un indicador de la decadencia de la clase media argentina. Plantea que, históricamente, el mercado argentino ha sido el más grande de la región en términos de autos per capita, pero que ahora se ubica por debajo de Uruguay y Brasil. Mientras en el primer semestre del año las ventas en Argentina fueron de 9,2 vehículos por cada 1.000 habitantes, en Uruguay esa marca fue de 15,1 y en Brasil de 10,1.
Y demuestra que el efecto de la pandemia fue más grave en Argentina que en los países vecinos: "Los patentamientos de la Argentina, que en el primer semestre de 2021 registraron un promedio mensual de 35.300 unidades, caen nada menos que un 47,3% respecto del promedio de 2012/19. Análoga comparación arroja una merma de 26,5 % para el caso de Brasil, pero una mejora de 2,9 % en Uruguay", observa el informe de la Mediterránea, que considera "llamativo" el bajón de las ventas locales.
A la hora de buscar explicación a los malos números del mercado automotor aun cuando la brecha cambiaria torna los precios más atractivos, los economistas de la Mediterránea destacan la mayor incertidumbre -medida en los índices de confianza del consumidor- y el encarecimiento relativo del precio de los bienes de consumo durable y sus repuestos por las restricciones que impone el cepo al cambio y al comercio exterior. Además, menciona el efecto de la mayor presión de "impuestos superpuestos y penalidades varias".