Paradoja de la soja: los precios suben pero se recorta la siembra y se compran porotos a Paraguay
La soja se está transformando en la mayor paradoja argentina: para el Gobierno ha significado la gran salvación, por su invalorable aporte en los planos fiscal y cambiario, luego de la escalada del precio a nivel internacional. Sin embargo, los productores continúan recortando las previsiones de siembra para la próxima temporada y la industria molinera aumenta su importación de soja paraguaya.
A primera vista, suena muy raro para quienes no están por dentro del negocio, pero esa es la cruda realidad. El último reporte de la Bolsa de Comercio de Rosario señala que para la próxima campaña habrá una caída de 500.0000 hectáreas en el área destinada a la soja, que está perdiendo interés para los productores.
El fenómeno ya se venía insinuando desde hacía años, pero en los últimos meses hubo una aceleración por una mezcla de motivos climáticos, políticos y de mercado.
Estancamiento en los rindes, falta de lluvias, aumento en las retenciones impuestas por el Gobierno y ahora, para colmo, la dramática bajante del Paraná que encareció los costos logísticos componen ese cóctel que desanima al campo.
La situación llega al punto de que entre los expertos se especula si la próxima campaña podría ser la de menor siembra de soja en los últimos 20 años. El cálculo es que, por cada hectárea de maíz o trigo sembrada quedaría apenas 1,4 hectáreas de soja.
En estos días, los informes del sector destilan pesimismo. Por caso, Marianela de Emilio, analista del mercado de granos y docente de Agroeducación, advirtió que, ante la situación del Paraná, deberá haber ajustes en la oferta de precio a la exportación.
"Debe posicionarse en valores que den a los compradores la oportunidad de asumir mayores costos logísticos, sea por llenar menos los buques en el Paraná, y completar el llenado en otros puertos, o directamente cargar en puertos más alejados, como los del Sur de Buenos Aires", observa.
Y argumenta que, ante ese encarecimiento logístico, el precio de exportación argentino ha sufrido respecto de otros grandes exportadores: el precio actual de venta se ubica en u$s533 mientras que en Brasil es de u$s545 y en Estados Unidos u$s557.
Esto coincide con un momento en el que en Rosario se habla de una merma de más de 10.000 toneladas por buque- puede equivaler a un 40% de la capacidad-, lo que obliga a completar la carga en muelles marítimos. Esto, según los empresarios, puede implicar un incremento en costos logísticos de hasta 300%.
En este contexto de emergencia hídrica, el centro de salida de granos se está corriendo hacia Bahía Blanca, un puerto ubicado unos 600 kilómetros al sur de Buenos Aires, cuyos embarques crecieron un 10% respecto del de hace dos años. Y su lejanía de la zona de producción sojera obliga al uso masivo de camiones, con lo cual las rentabilidades empezaron a recortarse drásticamente, tanto para los privados como para el Estado.
Un síntoma elocuente de la nueva situación fue el conflicto de las empresas transportistas en Bahía Blanca que derivó en un bloqueo para la carga de los barcos exportadores. Ante el aumento de la demanda, los fleteros reclaman la implantación de una tarifa fija y cambios regulatorios.
Mirando la soja paraguaya
Lo paradójico del momento es que el retraimiento de los productores argentinos coincide con un momento de aumento de la demanda internacional. El último informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos ha vuelto a calcular a la baja la producción local, con superficie estancada y un menor nivel de rendimiento. Los números publicados son inferiores a lo que se esperaba en el mercado, de manera que se ha generado la expectativa de nuevos impulsos a la suba de los precios.
Pero en Argentina, lejos de hablarse de una suba en los ingresos por exportación de soja, se está previendo una caída. Para la Bolsa de Comercio de Rosario, la caída en la calidad proteica del producto, como consecuencia de los problemas climáticos, podría generar una caída de ingresos por u$s575 millones.
Para colmo, aun a pesar de algunas recientes lluvias en la provincia de Buenos Aires, se estima que la caída de agua será insuficiente y que el fenómeno de sequía se extenderá otros tres meses.
El bajón en el ingreso del complejo sojero se explica por el menor volumen producido de harina de soja, además de los mayores costos de energía. Es ante esta situación que se pronostica un incremento en la importación de soja paraguaya.
La tendencia ya existía desde hace tiempo, como puede comprobarse en los números de la balanza comercial: Paraguay pasó a ser, después de China, el país con el cual Argentina tiene el mayor saldo deficitario.
El rojo de u$s1.204 millones registrado en el primer semestre tiene perspectivas de incrementarse, en la medida en que la industria molinera argentina empieza a tener mayores dificultades para abastecerse de producción de calidad a nivel local.
Es cierto que esta importación ocurre desde hace años, dado que Paraguay, que produce un promedio de 10 millones de toneladas, tiene una baja capacidad de procesamiento para hacer harina y maíz de soja. Esto ha llevado a que venga volcando parte de su producción a la industria argentina.
Pero hay otros motivos que también influyen para este incremento. Los expertos del sector apuntan a que, ante el aumento de la incertidumbre cambiaria, cuando los productores argentinos guardan su cosecha en los silobolsas a la espera de una eventual devaluación, se agudiza un problema de falta de oferta, que hace que las industrias compren más cantidad de soja paraguaya. Y a esa situación, este año se agrega el problema derivado del revés climático.
En junio, último reporte publicado por el Indec, las importaciones desde Paraguay marcan un impactante 352% de suba interanual.
Señales de fin de fiesta
Mientras la soja pierde paulatinamente su protagonismo en el campo argentino, los funcionarios del equipo económico siguen festejando la inesperada lluvia de dólares que permitió acomodar las cuentas fiscales y reforzar las reservas del Banco Central.
Sólo en el primer semestre, la exportación agrícola dejó en las arcas estatales u$s16.659 millones. Esto posibilitó un triple objetivo: reforzar las reservas del Banco Central -su volumen neto ya está en torno a los u$s8.000 millones-, dejar un superávit de balanza comercial de u$s6.740 millones en el primer semestre y equilibrar la situación fiscal cuyo rojo primario es de apenas 0,5% del PBI tras un año que había terminado en 6,5%.
La influencia de la soja es clara cuando se miran los números fiscales. El Gobierno festejará en pocos días un año completo en el que, mes a mes, la recaudación de impuestos creció por encima de la inflación.
Pero lo que marca la verdadera situación, cuando se pone la lupa en los datos clave, es la dependencia de esta mejora respecto de la exportación agrícola. Si se depura del análisis la recaudación por retenciones a la exportación, todos los números empeoran.
Por ejemplo, el dato de julio "des-sojizado" se ubica un 6% debajo del mismo mes de 2019. Y si se considera el acumulado de la recaudación del año, la comparación "sin soja" está un 5,2% debajo.
Lo cierto es que todo sería muy diferente de no haber sido por el impacto de la suba internacional en el precio de la soja, que tocó el récord de u$s600 la tonelada. Este año, los derechos por exportaciones representan un 10% del total recaudado, mientras que dos años atrás el rubro apenas un 6% en la torta impositiva.
En definitiva, todos entienden que la situación sería mucho más inestable si no fuera por el efecto soja. Y, si bien la exportación sigue firme, las últimas malas noticias ponen una nota de preocupación.
Se prevé que, después de haber alcanzado un aporte mensual promedio de u$s3.150 millones entre marzo y julio, desde ahora hasta fin de año el ingreso de divisas del agro bajará a niveles de u$s2.300 millones promedio mensual. De esta manera, el objetivo original de obtener un superávit robusto de u$s15.000 millones aparece más complicado.
Para peor, la compra de soja a Paraguay pone una nota extraña: hace que el producto estrella de la exportación argentina empiece a generar un costo en divisas.