El indicador que asusta más que la brecha del blue: se acelera la inflación en dólares
En estos días en que todo el mundo está pendiente del dólar blue y pone la lupa sobre la brecha que separa al tipo de cambio oficial del paralelo, hay otro indicador que tiene menos atención mediática pero al que los economistas y empresarios le temen: la inflación en dólares.
Es decir, al diferencial entre la inflación y el dólar oficial, que provoca un efecto de suba de todos los precios -desde los salarios hasta los productos del supermercado, pasando por los alquileres, la energía y los insumos industriales- cuando se los mide al tipo de cambio oficial.
La inflación en dólares no es otra cosa que el resultado del atraso cambiario, una fórmula anti inflacionaria probada muchas veces en la historia económica reciente, con resultados diversos pero con un final siempre idéntico: una brusca devaluación.
Al subir los precios y los costos, medidos en dólares, toda la economía pierde competitividad, con lo cual a los exportadores argentinos les resulta más difícil colocar sus productos, mientras las importaciones se abaratan y empiezan a hacer mella en la industria nacional.
¿Qué tan grave es el fenómeno en estos días? Bastante, lo suficiente como para que ya muchos consideren la situación como difícil de sostener. En lo que va del año, el dólar se movió 13% mientras la inflación acumula 25,3%. Es decir, los precios, medidos en dólares, ya subieron un 10% en apenas un semestre.
El cambio de plan de Guzmán
El retraso cambiario era algo que ya estaba en los planes del ministro de Economía, Martín Guzmán, que en su proyección original para este año pensaba en una inflación de 29% contra una suba del dólar oficial del 25%. Esto implicaba una inflación en dólares del 3%, una cifra que no implicaba un peligro para la competitividad argentina, sobre todo si se considera que la inflación estadounidense tuvo una aceleración y ya se ubica en 5,4%.
Ese plan de Guzmán implicó un cambio de estrategia tras un 2020 en el que dólar e inflación evolucionaron casi a la par: como forma de ayudar a anclar los precios, estableció una "tablita" virtual al prometer que el dólar a fin de año cotizará a $102, lo que implicaba bajar bruscamente el ritmo devaluatorio. Fue así que se pasó de un deslizamiento de 3,7% en la cotización de enero hasta apenas 1,1% en la de junio.
Y las señales apuntan a que, a medida que se aproximen las elecciones y la inflación siga sin dar tregua, esa tendencia se intensificará.
Para ponerlo en números, la encuesta REM entre bancos y consultoras económicas que realiza el Banco Central indica que la expectativa del mercado es que el dólar se mueva un 23% a lo largo de todo el año -se prevé un dólar oficial de $108-, mientras los precios lo harán a un 48%.
De ahí sale el dato preocupante: esta relación implica una inflación en dólares de 20%, un nivel considerado como insostenible.
Contra las leyes del mercado
Los funcionarios saben que este número trae preocupación, y no por casualidad se empeñan en afirmar que el país no sufre retraso cambiario y que, a diferencia de otros momentos en que se usó al dólar para anclar los precios, no hay un déficit importante en la cuenta corriente -la que compara los dólares que entran con los que salen del país-.
Pero también es cierto que hay motivos que agravan ese 20%: por ejemplo, la tendencia de todos los países vecinos a ir en el camino contrario al argentino. Es decir, hay una previsión de devaluaciones de las monedas regionales, como consecuencia del llamado "flight to quality", el fenómeno que hace que ante el temor de una crisis mundial los capitales vuelen hacia la seguridad que les ofrecen los títulos del Tesoro estadounidense.
Es así que Brasil, que venía apreciando su moneda -el real había bajado de una paridad de 5,90 por dólar en marzo hasta 4,90 en junio- experimentó un rebote en su tipo de cambio, que en las últimas semanas lo llevó a tocar un máximo 5,26 reales por dólar en el marco de una mayor desconfianza por el crecimiento de la economía.
En ese contexto, empiezan a verse en el mercado las señales de expectativa devaluatoria. La más obvia es la disparada del dólar blue, cuya brecha respecto del tipo de cambio oficial ya está en 90% y con tendencia a subir conforme avance el calendario electoral.
Pero hay otros indicios del mercado financiero. Por ejemplo, en la compra de bonos dólar linked -los que indexan con el tipo de cambio oficial-, cuya demanda creció en los últimos días. Al revés de lo que ocurriría en una situación normal, son más altos los rendimientos de los bonos que vencen este año que los que vencen en 2022. Y eso se explica porque en el mercado saben que no habrá devaluación antes de las elecciones pero que difícilmente se pueda evitar una devaluación en el año próximo.
Para los analistas, el propio Gobierno está fomentando involuntariamente esta percepción del mercado. Un informe de Quantum, la consultora del economista Daniel Marx, advierte que los funcionarios quiere "ir en contra de las leyes del mercado" al intentar controlar cantidades y precios simultáneamente.
Y pronostica que se puede lograr un éxito temporal y parcial pero que "por lo general, con el tiempo la demanda excedente encontrará mecanismos y canales alternativos para ser satisfecha, obviamente a precios más altos".
Lo llamativo es que incluso los economistas más críticos coinciden en que, medido en términos históricos, hoy el dólar oficial no está tan atrasado. Sin embargo, ven igualmente el riesgo de la devaluación.
Fausto Spotorno, economista jefe del Estudio Ferreres, destaca que, en comparación con la situación generada antes de las legislativas de 2013, el atraso cambiario ronda el 30% mientras en aquel momento se ubicaba en 80%.
"El tipo de cambio paralelo está alto. Y es por la desconfianza, porque tenemos el problema sanitario - que en realidad es el más chico, porque tarde o temprano se va a solucionar- pero además tenemos el problema financiero y un tema estructural de falta de crecimiento", argumenta.
Para ilustrar su punto, señala que cuando alguien deposita $100 en el banco, la cantidad que se puede prestar es menos de la mitad, porque entre los encajes en el Banco Central y la compra de Leliq se llevan la mayor parte.
Importados más baratos… y con trabas
Las advertencias de los expertos apuntan a que, cada vez que se produjo un fenómeno de alta inflación en dólares, se exacerba la tendencia de los exportadores a retener producción o no liquidar sus cobros, mientras que los importadores buscarán lo opuesto, al anticipar pagos para asegurarse un dólar barato.
Ya ocurrió, sin ir más lejos, el año pasado. Y ante la perspectiva de que vuelva a ocurrir, el Banco Central está otra vez extremando los controles sobre los importadores, al punto que ya hay unos 650 pedidos de medida cautelar ante la justicia, presentado por empresas que se sienten perjudicadas por las demoras en la aprobación de sus compras, tras un largo proceso en el que se analiza la composición del producto a importar.
El accionar del Gobierno tiene un objetivo claro: defender lo más posible las castigadas arcas del Banco Central, que sólo gracias a la "supersoja" pudo recuperarse y llegar a un nivel de reservas líquidas por u$s7.000 millones. Por otra parte, intenta proteger a la industria local que pierde competitividad.
Un informe del consultor Salvador Di Stefano indica que se empezó a registrar el ingreso de alimentos brasileños, dado el buen precio de algunos productos que hoy no encuentran inserción internacional. "En poco tiempo comenzaremos a ser poco competitivos a nivel mundial, es un signo de la política económica kirchnerista. Ya sucedió en el año 2015 y ahora podría volver a repetirse", advierte.
Tal vez la excepción a la regla en un contexto de inflación en dólares sea el mercado inmobiliario. En medio del desplome de las ventas -hay en oferta unos 100.000 departamentos, el doble del promedio histórico- los precios en dólares siguen cayendo y ya están un 20% por debajo del momento pre-pandemia.
Antecedentes que meten miedo
Pero más allá de esos datos coyunturales, lo cierto es que los propios antecedentes históricos argentinos son los que ponen la mayor nota de alarma ante el crecimiento de la inflación en dólares. De hecho, todas las grandes devaluaciones vinieron precedidas de una fuerte inflación en dólares.
La de enero de 2014, con Axel Kicillof recién asumido en el ministerio de Economía, se produjo después de acumular en dos años una inflación de 60% contra un dólar que se planchó ayudado por la aplicación del primer cepo cambiario y se mantuvo con pocos cambios hasta las elecciones legislativas de ese año.
El deslizamiento del tipo de cambio oficial en ese período fue de 38%, lo que implica que el país había acumulado en dos años una inflación en dólares de 16%. La reacción del mercado ante esa situación fue contundente: pese a todos los controles, los funcionarios kirchneristas debieron convalidar una devaluación del 25%.
Esa corrección le devolvió calma a la economía por algunos meses, hasta que nuevamente la inflación "se comió" ese colchón de competitividad. Fue así que en 2015, último año de la gestión de Cristina Kirchner, con un dólar planchado en plena campaña electoral -ayudado por la venta masiva de contratos de dólar futuro por parte del Banco Central- hubo una suba de la divisa de sólo 15% contra una inflación de 25%. Implicaba una devaluación en dólares del 9% en el año.
La corrección corrió por cuenta de Alfonso Prat Gay, primer ministro de Economía de la gestión macrista, que liberó el cepo y vio cómo en pocos días el dólar trepaba un 40%.
Pero, a pesar de su discurso en favor de la libre flotación, también los funcionarios de Macri demostraron que, cuando las razones políticas se imponen, pueden recurrir a la estrategia del dólar anestesiado. El peor momento del retraso cambiario ocurrió en 2017, en medio del fracaso de las políticas de metas de inflación, cuando ante una inflación de 24,8% el dólar se movió apenas un 15%.
De esa manera, la inflación en dólares del año llegó al 8%, hasta que se anunció el cambio de política económica y el billete empezó a acelerar hasta explotar cuando se produjo la salida de los inversores, el cierre del crédito y el salvataje del FMI.
Lo más preocupante es que todas estas experiencias traumáticas llegaron como consecuencia de una inflación en dólares que resulta pequeña en comparación con la que se está formando en estos días. Una inflación en dólares que ya lleva 10% en un semestre y que, según las proyecciones, podría ser de 20% en todo el año, no puede ser indolora: tarde o temprano, el Gobierno se enfrentará a la disyuntiva de convalidar una devaluación o asumir una pérdida de competitividad que ponga en riesgo la reactivación de la economía.