Primer impacto tras el cierre de las exportaciones de carne: va en contra del objetivo del Gobierno
La suspensión por al menos 30 días de las exportaciones de carne dejó el primer sinsabor. Un impacto impensado por el Gobierno al tomar la medida, al comienzo de esta semana. Pero el primer dato que salta a la vista es que las carnicerías están recibiendo los pedidos con incrementos de hasta 7%, lo que rápidamente se trasladará al precio final que pagan los consumidores, a menos que los comerciantes decidan absorber ese aumento.
En concreto, el kilo de media res -que hasta la semana pasada costaba $400 promedio en la ciudad de Buenos Aires- pasó a un rango de $425 a $430 en las últimas horas. Esa diferencia -de entre $25 a $30- debería trasladarse en lo inmediato a los precios de los distintos cortes de carne.
Este movimiento no hace más que reflejar lo sucedido en el Mercado de Liniers en las jornada posterior al anuncio oficial: allí hubo un incremento del 30% en el precio del kilo vivo. Aunque en Liniers se comercializa apenas el 15% del total del negocio de la carne, ese mercado funciona como una referencia para el resto de las operaciones de compra-venta de carne.
Eso significa que algunos cortes -los más premium- ya costarán por encima de los $1.000 por kilo.
Precios por las nubes
Así sucede con el lomo, que ya es común encontrarlo en las pizarras entre $1.100 y $1.200. Lo mismo que otros cortes, como la colita de cuadril o el peceto, que superan los $1.000 en promedio en las carnicerías de barrio.
Sucede con el vacío, que ya se encuentra en torno a los $850/$900.
Otros cortes "populares", como el asado, pasaron en las últimas horas a un promedio de $750, mientras que la bola de lomo para milanesa cuesta alrededor de $800/$850 por kilo, en promedio. Siempre teniendo en cuenta a carnicerías de barrio en la ciudad de Buenos Aires.
El precio de la carne se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para los consumidores. Y para el Gobierno, que no logra atemperar los constantes incrementos; ni siquiera con las últimas medidas oficiales, que prometían al menos enfriar el escenario.
Para aplacar la dinámica de la inflación en los alimentos, el Gobierno rubricó distintos acuerdos. Con los frigoríficos para el abastecimiento de 6.000 toneladas de carne en los supermercados.
Sin embargo, esa medida no sirvió. El precio de la carne subió entre 75% y 96% en el último año -de acuerdo al relevamiento del Indec- y el Gobierno acaba de decidir la suspensión de las exportaciones. Algo que parece no tendrá el impacto buscado.
La otra cuestión tiene que ver con los faltantes en las góndolas. Ya no de carnes sino de los productos industrializados: los del rubro "almacén". Algunas empresas vienen cuotificando la entrega de productos, lo que se hace evidente en la escasez de variedad de artículos. Tanto en los grandes supermercados como en los comercios de barrio.