Cumbre decisiva del Gabinete: entre la presión de expertos por más restricciones y las urgencias económicas
Los ministros del área económica suelen destacar que llegan a la reunión de gabinete semanal, en la Casa Rosada, sin un temario previo. Se jactan de que acomodan los análisis y las medidas a cada coyuntura. Esta semana, la realidad impone el temario. No queda otra que ajustarse a lo que está pasando y tomar decisiones. Y ahí es cuando empiezan las tensiones.
La súbita escalada de contagios en plena segunda ola de Covid puso bajo alerta roja al sistema de salud. La cantidad de casos y los fallecimientos rápidamente rozaron números récord. Y, a diferencia del año pasado, esta vez la economía y las finanzas mostraron una reacción (negativa) temprana.
En las últimas dos semanas quedó a la luz que ni la economía real ni el mercado cambiario quedarán ajenos a la segunda ola de la pandemia.
Los infectólogos asesores de Alberto Fernández admiten que esperaban esta explosión de casos para más adelante; para la llegada de los primeros días frescos del otoño. Pero la virulencia de la pandemia en los países vecinos acabó con la curva achatada que mostraba la Argentina desde enero, tras el pico por las Fiestas.
La rápida suba del dólar "paralelo" y de los "alternativos" puso otra vez bajo tensión a los funcionarios. La historia reciente demuestra que la suba de esas cotizaciones no queda ajena a los demás precios de la economía.
La aceleración inflacionaria de los últimos meses da cuenta de ello: ¿quién puede dudar de que los índices del 4% (y más) que se observan desde diciembre del año pasado no guardan relación con la brecha récord del 130% de octubre de 2020? Hay un efecto arrastre indiscutible (e inevitable).
Por eso, la reunión de gabinete económico de esta mañana en la Rosada será muy relevante. Aunque no haya ninguna medida decidida de antemano.
Martín Guzmán llega con su propio libreto. Lo que manifiesta en público también lo dijo en reuniones reservadas: no hay espacio para cerrar la economía, tal como sucedió hace un año. La "fase 1" queda reservada -piensa el ministro- para aquellos Estados más fuertes que el argentino, donde no hay demasiado margen monetario ni fiscal para incrementar la ayuda de manera sustancial. Como lo hacen los países europeos, Estados Unidos y hasta (aun con menor potencia) los latinoamericanos.
Una ayuda insuficiente para cerrar la economía
Hasta ahora, la ayuda extra por la segunda ola no alcanza para tomar medidas de restricciones adicionales.
El bono de $15.000 se empezó a distribuir entre sólo 960.000 personas del AMBA (ciudad de Buenos Aires y conurbano) mientras que el Repro II -que asiste a las empresas de los sectores críticos- socorre con salarios de hasta $18.000. Ni siquiera cubre un salario mínimo, cuando al comienzo de la pandemia esa ayuda era equivalente a dos salarios mínimos (hoy sería de $43.200).
La orden a los ministros, por el momento, fue que reasignaran partidas ya presupuestadas. Es decir, que hicieran recortes en algunos rubros para enfocarlos en el "gasto Covid". En Trabajo, por ejemplo, se suspendió la ejecución de algunos cursos de capacitación que estaban en marcha y se redireccionó esas partidas al refuerzo del Repro.
Desde Economía aseguran que Guzmán tendrá cierta flexibilidad al momento de prestar asistencia a los más necesitados por la pandemia. Que el ministro siempre contempló la posibilidad de un empeoramiento del escenario sanitario.
Cierto es que ese escenario se evaluaba ante una suba gradual de los contagios, y con un sistema de salud más descomprimido. Si los casos estallan (como se vio en estas últimas diez jornadas) no resulta muy sencillo ir hacia un esquema "focalizado" como el que plantearon los ministros hasta hace muy poco.
De todas maneras, aseguran desde el gabinete económico, la decisión es eminentemente política. Será Alberto Fernández quien tome la decisión de la magnitud de los cierres ante el avance del coronavirus.
La posición del Presidente desde que estalló la pandemia fue que lo primero pasaría por preservar la vida. Y que habría ayuda económica a los más lastimados por los cierres.
Guzmán convenció al jefe de Estado de que la emisión monetaria en exceso y también los cierres de actividades terminan en la dolarización y en las presiones cambiarias.
El diagnóstico es que si la gente no se mueve y tampoco gasta -por lo tanto ahorra más-, ese ahorro se destina a la compra de dólares. Es lo que ocurre en la Argentina. En otros países también se vio un incremento en el nivel de ahorro, pero esa tendencia no significaba una desestabilización cambiaria. En la Argentina -por razones obvias- sí sucede.
Por ese motivo, cada decisión se tomará sobre la marcha. No habrá medidas de apuro. Hay un reconocimiento por parte del equipo económico de que los límites son muy precisos. Que la disparada del "blue" del año pasado tuvo costos que todavía se están pagando (en términos de inflación) y que fue muy complicado achicar la brecha.
El hecho de que la soja cotice cada vez más cerca de los u$s600 da un poco más de oxígeno fiscal para atender a los más perjudicados por la pandemia, pero -otra vez- el Gobierno quiere darse tiempo antes de tomar decisiones.
Desde el ala más kirchnerista de la coalición gobernante son proclives a que esa holgura fiscal se utilice en otorgar mayor asistencia.
Guzmán también, en este contexto, intenta encaminar las negociaciones con el Fondo Monetario. Y una forma de hacerlo tiene que ver con mostrarse categórico en lo fiscal. Aunque esa cuestión no sea determinante en caso de que la pandemia se extienda y haga falta, sí o sí, tomar medidas en la emergencia.
De hecho, desde Estados Unidos, hay quienes creen que un acuerdo con el FMI podría incluir alguna pauta especial para los gastos Covid. Incluso que pueda utilizarse para ese caso una parte de los DEGs que vengan por la esperada capitalización del organismo. Por esa decisión, aún pendiente pero a la que en el propio Fondo Monetario dan por segura, a la Argentina le tocaría unos u$s4.400 millones, que irían directamente a las reservas del Banco Central.
Las próximas jornadas serán decisivas. Hasta ahora primaron las tensiones políticas -básicamente entre el gobierno nacional y la ciudad de Buenos Aires- pero ya se percibe un viento de cambio allí también.
Sin espacio para alimentar la grieta, la política está obligada a dar respuestas a las necesidades. Por eso es tan relevante comenzar a prestar atención a las decisiones que empiecen a bajar desde el área económica.
Una reacción tardía tendrá costos en vidas. Seguramente. Pero también en la situación social, económica y financiera del país.