Incertidumbre mata boom de soja: por qué el mercado de futuros revela desconfianza hacia el Gobierno
Si una de las grandes prioridades del Gobierno es lograr el "desacople" entre los precios locales y el boom de los productos agrícolas en el mundo, ya puede ir festejando: al menos en un plano, su objetivo se está logrando con creces.
Se trata del mercado de futuros agrícolas, donde los precios del mercado local muestran una evolución completamente diferente a la de las pantallas de Chicago y los principales mercados internacionales.
Esto implica que mientras los productores de los demás países se refriegan las manos viendo que a medida que pasa el tiempo se prevé precios más altos –es decir, tiene la perspectiva de una ganancia creciente-, en Argentina el mercado está "achatado", como si la soja en vez de haber sobrepasado los u$s500 estuviera en los mismos u$s400 de hace seis meses.
¿Cómo es posible esta situación? Para los analistas del campo, hay una explicación evidente: el factor político. La incertidumbre por eventuales nuevas medidas intervencionistas es lo que hace que nadie se anime a poner un contrato en el mercado de futuros que siga la evolución ascendente del precio internacional.
Hablando en números, la soja en el mercado de Rosario tiene un precio de u$s325, un valor que mantiene mes a mes con muy pocos cambios hasta los u$s328 de noviembre. Es decir, a pesar de que en el mundo los productos agrícolas de especialidad argentina –trigo, maíz, soja- explotan y los compradores están dispuestos a pagar precios altos para garantizarse la provisión en los próximos meses, en Argentina el mercado sigue como si nada.
"Lo que el mercado te está diciendo es que nadie te va a pagar nada más adelante, porque hay mucha incertidumbre, porque es probable que sigan las medidas intervencionistas. Ese es un Gobierno al que le encanta intervenir y los productores tienen que entender que podrán tener 200 reuniones con los funcionarios, pero las retenciones se las van a poner igual", afirmó en una reciente videoconferencia el consultor Salvador Di Stefano.
En su rol de analista del mercado, insiste en que por más que haya un boom internacional, al productor argentino le conviene vender y asegurarse el precio ahora, porque puede perder por factores tales como la brecha cambiaria. Pero hasta ahora ha tenido escaso éxito en su prédica: los productores prefieren esperar con su producto almacenado y vender a medida que van necesitando invertir.
Aun así, el Gobierno sabe que puede esperar para este año un gran aporte del campo. Para Daniel Nasini, presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario, el ingreso entre todos los rubros agrícolas podría ser de u$s35.000 millones, si las condiciones climáticas siguen acompañando.
"Por ese lado, el Gobierno debería estar contento. El problema, como se lo plantea hoy es que se puso de moda una palabra que yo no entiendo que es el ‘desacople’. Porque es algo que ya está dado por las retenciones", agregó el experto. Y, refiriéndose concretamente a los alimentos que requieren como insumo el trigo y el maíz, indicó que el impacto que puede tener la logística comercial y los impuestos antes que el precio de exportación.
Incertidumbre mata boom de precios
Y sin embargo, los números no reaccionan. Los grandes exportadores y las industrias alimenticias, que son la contraparte de los productores a la hora de fijar precio en el mercado futuro, no están dispuestos a asegurar un mayor precio, por más fiesta que haya en Chicago.
Los números son elocuentes: Para el maíz, hoy el precio está en 205 dólares, y la curva marca un descenso: hacia julio de este año se caerá a un precio de 187 dólares. Y en cuanto al trigo, cuyo precio actual es de 222 dólares, apenas se prevé una pequeña suba hasta 227 en septiembre.
"La verdad es que siempre hubo diferencias en los precios de Argentina y los de Chicago, porque son mercados diferentes y siempre hay factores locales que juegan, como las retenciones a la exportación. Pero es cierto que en los últimos meses esa diferencia de precios se amplió", afirma Marcelo Comisso, gerente de investigación del Rofex.
Mirando en retrospectiva, indica que desde noviembre pasado hasta la postura de mayo próximo, se observa una suba de 14%, mientras que en Rosario el incremento no llega al 5%.
"En el caso del maíz es claro que lo que influyó en los precios fue el intento de intervención del Gobierno, con la prohibición temporal de exportación. Ese mercado, junto con el del trigo, son candidatos a sufrir intervenciones, y ese tipo de expectativa incide en las negociaciones de los contratos en el mercado", explica Comisso.
En cambio, cree que el caso de la soja es diferente la retención ya está en su máximo legal, es un producto que no incide tanto en alimentos del mercado local y, en definitiva, porque no ve una expectativa de que haya aumentos de retenciones ni nuevas trabas a la exportación.
"Ahí lo que hay que diferenciar es el que ya tiene la soja porque es de la cosecha pasada y el que la tiene en la tierra y la cosechará a futuro. Dependiendo de la situación, tomarán estrategias diferentes y tomarán coberturas de precio, lo cual no signifique que tengan que liquidar ya", agrega Comisso. Su explicación es que, dependiendo de si la curva de precios está "invertida" (es decir, va descendiendo a medida que pasa el tiempo), el productor se sentirá más incentivado a liquidar, porque el almacenamiento equivaldría a tener un plazo fijo a tasa negativa.
Hoy, si bien curva de precios futuros no es negativa en términos nominales, está muy achatada. Pero aun así, no hay expectativa de grandes volúmenes de ventas.
"El gran problema que aparece es la brecha cambiaria, que está en el centro de las decisiones de los productores", agrega.
Y en ese punto hay cierto consenso de todo el mercado: mientras haya una expectativa de que la política cambiaria del Gobierno es sostenible –es decir, que no se devaluará el oficial o que la brecha con el paralelo seguirá bajando-, el productor verá el incentivo de vender. Pero en la medida en que se crea en la posibilidad de una corrección, es difícil convencer al productor de que no retenga su producto.
Un ojo en Chicago, otro en el dólar
"La realidad es que acá no hay una cuestión política ni ideológica. Ahora está pasando esto con el peronismo, pero perfectamente podría haber pasado con Macri. Si no tienen el incentivo, no van a vender, y la realidad es que hoy el productor siente que si exporta va a dar su producto, que en el mundo vale 556, para que le después de las retenciones le dan 325, y que después de pasar por la conversión del dólar MEP se transforma en 195. Y lo ve como una injusticia", afirma Di Stefano.
Su pronóstico es que, pese a todo, la liquidación mantendrá el ritmo tradicional de todos los años, lo que implica que para junio estará vendida la mitad de la cosecha y luego entrará en un ritmo más lento.
Y aunque a sus clientes les dice siempre "no te comas el amague del boom de la soja, es mejor asegurar el dinero ahora porque si se agranda la brecha vas a cobrar menos", el argumento es difícil de asimilar.
Del otro lado del mostrador están los grandes compradores: los traders de exportación y las industrias que procesan la materia prima. Pero tampoco ellos tienen un incentivo para hacer subir los precios.
"Tienen una capacidad instalada, el almacenaje implica un costo y además tienen que asegurarse un ritmo de trabajo parejo todo el año. Así que por más que en Chicago el producto valga lo que valga, si aquí les traen un millón de toneladas, ellos pagan menos que en el mercado internacional", indica Di Stefano.
A la búsqueda de nuevos instrumentos de garantía
Mientras tanto, desde el Banco Central tratan de instrumentar medidas para que no haya trabas en la liquidación de la exportación. La nueva idea, que será anunciada en breve, es un título de garantía –el PAF, en la jerga-, por el cual el productor puede entregar su mercadería pero fijar el precio a futuro, a través de operaciones en el mercado Rofex.
La idea es disipar los temores que dejó el "efecto Vicentin" entre los pequeños productores. Según Comisso, implica una ventaja adicional para el productor, porque obtendrá un título transable en el mercado o que puede usarse como garantía para crédito.
"Así se ayuda a que los molineros, por ejemplo, puedan comprarle a los productores de trigo dándoles una garantía, porque el precio se va a fijar luego en Rosario. Entonces se ahorra los costos de almacenaje y tiene una certeza de pago", explica el gerente del Rofex.
De todas formas, en el actual contexto político nadie se hace expectativas desmedidas sobre el impacto de este nuevo instrumento cambie drásticamente el panorama. El propio mercado de futuros parece marcar que la incertidumbre sigue siendo la tónica general.
Lo cierto es que, desde el punto de vista del Gobierno, que tiene urgencia porque ingresen dólares a las arcas del Banco Central, el hecho de que el mercado de futuros marque una evolución plana podría interpretarse como un hecho positivo. En definitiva, es el "desacople" para que los productores argentinos no tengan la expectativa de esperar una mayor suba de precio.
Lo irónico es que los más veteranos del mercado agrícola –sobre todo, los más críticos del Gobierno- coinciden, en cierta medida, con esa visión: como creen que en el futuro habrá una nivel de intervención mucho mayor en la cadena comercial y la operatoria comercial, lo mejor que se puede hacer es vender ahora. De hecho, interpretan que ese es el mensaje que se puede leer entrelíneas en el mercado de futuros.
"Pero es como una pulseada. El productor vive mirando a Chicago. Y está convencido de que el dólar oficial va a subir. De momento, la estrategia de esperar le salió mal porque lo único que subió fue la brecha", argumenta Di Stefano.
En definitiva, sea por las amenazas del Gobierno o por el propio autoconvencimiento de los productores, la reacción del mercado lleva a un único sitio: en claro "desacople" con el resto del mundo, el mercado de futuros marca precios mediocres para todos los productos estrellas del mercado agrícola internacional.