Letra chica de la recaudación: por qué el aumento de la AFIP en diciembre podría no ser una buena noticia
La AFIP le dio al Gobierno uno de los pocos motivos de festejo sobre el fin del 2020, al confirmar un cuarto mes en el que el ingreso fiscal se movió por encima de la inflación. Sin embargo, cuando se pone la lupa sobre los rubros específicos de la recaudación de la AFIP, aparecen las dudas respecto de si se tratará de una mejora sostenible en el nuevo año.
Ocurre que el 38% de variación interanual registrado sobre el fin de año -contra un 36% que se presume será finalmente la inflación de 2020- confirmó que los mayores motivos de mejora no vienen tanto de rubros ligados a un incremento de la actividad sino más bien a los que reflejan un aumento de la presión impositiva.
Una estimación hecha por Gabriel Caamaño, economista jefe de Consultora Ledesma, concluye que la presión impositiva con la que termina el 2020 es la mayor desde 2015, el último año de la gestión kirchnerista. En aquella ocasión había sido de 25,8% sobre el PBI, para luego tomar una senda descendente hasta un mínimo de 23,1% en 2019 y ubicarse en 24,5% en 2020.
Por caso, en diciembre Bienes Personales mostró una variación de 372% respecto del mismo mes del año anterior. Semejante aumento se explica por el ingreso del tercer anticipo por el período fiscal 2020, pero lo cierto es que ese impuesto había sido importante durante todo el año, al punto que en la comparación de todo 2020 contra el año anterior, su incremento porcentual resultó de 565%, lo cual es un reflejo de los cambios introducidos al inicio del mandato de Alberto Fernández en su ley de solidaridad.
De hecho, la propia explicación oficial es que los tributos alcanzados por esa ley explican el 15% de la mayor recaudación.
También Ganancias lideró la nómina sobre fin de año, con una mejora interanual de 62,9%, confirmando una vez más su carácter contra-cíclico: al estar basado en ingresos nominales y no reales, es de los pocos impuestos que muestran una mejora en años recesivos y de alta inflación.
En comparación, luce modesta la mejora lograda en el rubro del IVA recaudado por DGI -el que refleja la actividad comercial-, que marcó 35%.
Esto es lo que ha llevado a que abundaran los comentarios entre economistas en el sentido de que no es festejable el crecimiento de los impuestos respecto de la inflación si al mismo tiempo sigue creciendo el gasto público que deberá financiarse, precisamente, con una mayor presión impositiva.
El argumento gubernamental, reflejado en el reporte del ministerio de Economía, es que se está notando una "gradual recuperación económica".
Gracias, impuesto PAIS
Pero hay señales que también dejan dudas sobre si la mejora será sostenible en el nuevo año. Por caso, uno de los mayores aportes fue el célebre impuesto PAIS, que ayudó a compensar la caída de la recaudación al mismo tiempo que crecía la voracidad de los ahorristas por comprar dólares.
Fue así que este tributo, que en agosto había aportado a las arcas de la AFIP $21.800 millones, en diciembre apenas acumuló $7.490. Todo un síntoma de la mayor restricción en la compra de divisas y en la adquisición de los individuos a bienes del exterior.
Dada la situación cambiaria, las perspectivas de una liberalización del cepo son extremadamente bajas, por lo que podría pensarse que una de las principales premisas del presupuesto 2021 ya puede considerarse de cumplimiento imposible. Se había previsto que por efecto del impuesto PAIS la AFIP recibiría $342.713 millones.
Pero esa cifra implicaría, considerando el tipo de cambio oficial, que los ahorristas argentinos tendrían permiso como para seguir comprando a un ritmo de u$s1.000 millones mensuales por la ventanilla oficial.A la vista de la situación de las reservas en el Banco Central, algo de baja probabilidad de ocurrencia.
La contradicción de la mayor importación
Pero no se trata de la única proyección oficial que está en duda para este 2021. Porque uno de los pilares en la estrategia económica del Gobierno es reforzar la caja del Banco Central en base a un fuerte superávit de la balanza comercial de u$s15.000 millones.
Pero son números que han sido puestos en duda por la evolución de la dinámica comercial. Como consecuencia de la brecha cambiaria, se está verificando un efecto de manual: hay un fuerte incentivo a la importación mientras que las exportaciones van a una velocidad más lenta.
Los datos de noviembre lo mostraron con elocuencia: las importaciones crecieron al 20% mientras que las exportaciones cayeron un 25%, lo cual redujo el superávit a apenas u$s270 millones, algo así como la cuarta parte de lo que se venía registrando en los meses del primer semestre.
Y también los números de la AFIP aportan datos en ese sentido. Si bien los ingresos por comercio exterior siguen siendo relativamente modestos en el total de la recaudación impositiva -1,4% luego de haber tocado un máximo de 3,1% en 2008 y un mínimo de 0,6% en 2017-, se notó sobre fin de año un incremento en la recaudación del IVA aduanero.
Sobre fin de año, el ingreso de ese impuesto tuvo una variación positiva de 78% luego de haber transitado un año en línea con la inflación. Esto, en un país con una economía abierta sonaría como una situación lógica y positiva. Sobre todo si se tiene en cuenta que por cada punto de crecimiento del PBI se requiere que las importaciones suban tres puntos.
Pero en Argentina, que se ha propuesto reprimir las importaciones para evitar distorsiones cambiarias, esa buena noticia suena a contradicción. Y, de hecho, el Banco Central está dando todos los días señales en ese sentido.
El último comunicado que restringe la importación -niega el acceso al mercado cambiario y obliga a los importadores a buscar su propia financiación- para la compra de bienes suntuarios está generando escepticismo en el mercado.
La medida fue presentada como "anti-Lamborghini", dando a entender que únicamente afectaría a una minoría de compradores de artículos de lujo que puede obtener vías alternativas de financiación. Sin embargo, entre las 70 posiciones arancelarias afectadas por la resolución del BCRA también figuran insumos para la producción agrícola, bebidas y artículos de consumo masivo, como hornos microondas.
En definitiva, que el rubro de importaciones -que en los cálculos oficiales debería incrementar un 54% durante 2021, para ayudar a que toda la recaudación impositiva se engrose en un 43%- está siendo objeto de un creciente desestímulo por parte de la política económica oficial.
Sin margen para mayor presión
Lo cierto es que mientras celebra el momentáneo desahogo de las arcas fiscales, el equipo económico del Gobierno continúa dándole forma a una reforma impositiva en las cuales el principio rector será la "progresividad".
La señal política en ese sentido fue la aprobación del aporte extraordinario a las grandes fortunas, una iniciativa criticada desde la oposición, que considera que puede traer efectos opuestos a los buscados, porque desestimularía la inversión.
De todas formas, los expertos consideran que ya no queda mucho margen como para que las mejoras en los ingresos de la AFIP sigan estando más basadas en incrementar la presión antes que en la recuperación de la actividad.
Al respecto, un informe de la consultora Ecolatina, que calcula que en 2020 la presión impositiva subió otro 1,4%, advierte: "Si el consumo y el mercado laboral no muestran un mayor dinamismo en los próximos meses -el IVA y la Seguridad Social representan alrededor de la mitad de la recaudación, y la aceleración de la inflación no frena, los recursos tributarios podrían volver a caer en términos reales".
Y señala la pérdida de margen del Gobierno: "El espacio para continuar incrementando la presión tributaria es mínimo, por lo menos hasta que la economía no vuelva a crecer genuinamente, léase por arriba de los niveles pre-pandemia".