La economía 2021, en riesgo: por qué están en duda los dólares que se necesitan con urgencia para volver a crecer
Como siempre, las esperanzas argentinas están ligadas al efecto benéfico de "una buena cosecha": la perspectiva de mejores precios agrícolas en el mundo han traído otra vez la expectativa de un "viento de popa" que pueda ayudar a una recuperación tras la recesión de tres años profundizada por la pandemia.
Es en ese sentido que los funcionarios han expresado su optimismo para la economía de 2021, augurando un efecto rebote que se sentirá en el ingreso de los trabajadores y, por ende, en el consumo masivo.
Sin embargo, no todos los datos van en el sentido de confirmar ese optimismo, y de hecho están apareciendo advertencias sobre no dejarse llevar por la expectativa de que el campo pueda tener la fuerza necesaria como para sacar al país de la crisis.
Cuestiones climáticas, malas señales desde la política, desconfianza de los productores agrícolas, desincentivos a la inversión por la política tributaria, situaciones inesperadas a nivel internacional y efectos de la política cambiaria conforman un cóctel que puede atentar contra la expectativa de la legendaria "cosecha salvadora".
Un campo con pesimismo
El optimismo vino por los datos externos: la debilidad del dólar trajo, como suele ocurrir en esos casos, el efecto de una tendencia alcista en los precios de los commodities. El Gobierno ya dejaba ver ese entusiasmo al presentar sus proyecciones en el presupuesto de 2021: las exportaciones previstas por u$s74.000 millones suponían un fuerte empuje de 18% respecto de la cifra de exportación en que terminará el 2020.
No será el volumen de u$s90.000 millones que según Miguel Pesce se necesita como condición para levantar el cepo cambiario, pero de todas maneras supone un margen con el cual el Gobierno espera motorizar la recuperación económica.
La evolución reciente de los precios hace pensar que, si se mantuvieran los mismos volúmenes de producción y exportación que en este año, para el 2021 se podría llegar a recaudar un adicional de u$s4.600 millones por exportación agrícola, según una estimación de la Fundación Mediterránea.
Los precios reflejados en el mercado de futuros son los más altos registrados desde 2014. Y por cierto que el precio de u$s460 la tonelada suena como música para los oídos de los funcionarios argentinos, que ven que al menos un dato positivo asoma en un año donde todos los indicadores se alinearon en contra.
Sin embargo, hay algunas manchas que amenazan con arruinar el optimismo que llega desde las cotizaciones del mercado de commodities de Chicago. Para empezar, por el clima, que pone dudas sobre si los volúmenes de producción argentinos estarán en línea con las expectativas.
De hecho, la falta de lluvias generó una insuficiencia de humedad en los suelos, que enlenteció el inicio de la nueva campaña. Datos de la Bolsa de Comercio de Rosario marcaron una caída de tres millones de toneladas respecto de la expectativa original.
Pero no todo se limita a la cuestión climática: hay también factores ligados al humor de los productores. En los últimos días, en el campo se intensificaron las versiones sobre una mayor presión tributaria, sobre todo luego del último discurso público de Cristina Kirchner, en el que desestimó un mayor ajuste fiscal y llamó a que la recuperación económica del 2021 "no la capitalicen cuatro o cinco vivos".
En el campo ya había cierta sospecha de posible suba de retenciones para el trigo y el maíz, además de una eventual intervención en el mercado de la carne.
Y ya había un malestar generado por la aprobación del nuevo impuesto extraordinario a la riqueza, que según la Sociedad Rural terminaría afectando a productores de porte mediano, que ante la escasez de efectivo para hacer frente a la nueva obligación, se verían obligados a vender activos, postergar renovación de maquinarias o disminuir sus niveles de inversión.
De manera –advierten las agremiaciones rurales- que el supuesto beneficio de la recaudación por el aporte extraordinario se verá diluido porque habrá una caída de productividad. En el campo, se está calculando en más de u$s2.000 millones la caída que provocará indirectamente el nuevo impuesto, por su impacto negativo sobre las exportaciones.
Lo cierto es que en los últimos días el comentario entre los productores es la llamativa poca superficie plantada para la soja de primera y la permanencia de campos sin alquilar. Las explicaciones apuntan a la mala expectativa climática combinada con el desincentivo de las señales políticas, que llevan a los productores a una actitud de mayor cautela que en años anteriores.
Lo cierto es que ya había economistas que dejaban ver su pesimismo sobre el incremento exportador para 2021. Como Diana Mondino, docente de Ucema y analista de riesgo, quien advirtió que la cosecha se vería afectada por el hecho de que la proporción entre costo de insumos y precio de ventas sufrió una duplicación.
Por su parte, el consultor Salvador Di Stefano también puso paños fríos al entusiasmo sobre un boom agrícola. Señaló que con si se diera un panorama de una cosecha de soja y maíz en torno de 46 millones de toneladas más 16 millones de toneladas de trigo, eso implicaría un ingreso total aproximado de u$s32.000 millones respecto de este año, una variación de 10% en términos comparativos interanuales.
"Argentina, con un ingreso de solo el 10% adicional al del año 2020, no resuelve la cantidad de problemas estructurales que tiene, no es una avalancha de dólares que hará subir las reservas y menos aún reducir la brecha cambiaria", advierte el experto.
El peligro oculto de la brecha
Y es ahí donde entra el tema que genera más dudas: más que el precio internacional, y acaso más que el nivel de retenciones, lo que genera dudas sobre la producción agrícola es la situación cambiaria: si, como temen muchos economistas, en verano se producirá otro incremento en la brecha entre el tipo de cambio oficial y el dólar paralelo, eso oficiará como otro desincentivo.
Y los datos previos no dejan mucho espacio para el optimismo: con los $2 billones de asistencia monetaria que el Tesoro recibió del Banco Central durante el año –incluyendo los más de $200.000 millones sólo en diciembre-, resultará todo un desafío reabsorber el sobrante de pesos durante el verano y sacarle presión al mercado del dólar.
Como todos los veteranos de la City saben, luego de la tregua estacional de diciembre, cuando las empresas venden dólares y aumentan la demanda de pesos, suele darse la típica presión devaluatoria de verano. Por caso, Consultatio dice que es cuestionable "la sostenibilidad de la tensa calma de diciembre". Y pone la lupa sobre el deterioro de la dinámica monetaria.
Lo cierto es que, a mayor expectativa devaluatoria, mayor cautela de los productores agrícolas, así como de los importadores de productos de consumo. Es una situación bien conocida por el Banco Central, que en los últimos meses tomó medidas para evitar el adelanto de los pagos de los importadores y el retraso en las liquidaciones del agro.
Aun así, cada vez resulta más difícil disimular el deterioro de la balanza comercial, porque ya no obedece a una cuestión de trámites de pagos sino a la dinámica propia de la economía: el retraso cambiario empieza a hacer difícil de frenar el incremento importador, que por otra parte también se ve impulsado a medida que la economía se recupera.
El dato de noviembre pasado fue muy elocuente al respecto: las importaciones crecieron al 20% mientras que las exportaciones cayeron un 25%, lo cual redujo el superávit a apenas u$s270 millones, algo así como la cuarta parte de lo que se venía registrando en los meses del primer semestre.
Es cierto que hay factores coyunturales para que ello haya ocurrido, pero también hay una dinámica estructural: cuando la economía entra en fase de recuperación, automáticamente se requieren más divisas para comprar insumos y maquinaria.
De hecho, los economistas manejan desde hace años la siguiente fórmula: por cada punto que aumenta el PBI, se requiere que suban tres puntos porcentuales la importación. Y el Gobierno espera una suba de la actividad de por lo menos 5% para el año próximo, lo cual marca todo un desafío en el manejo de las importaciones, que probablemente volverán a tener un esquema de permisos discrecionales.
Muchos ya están advirtiendo ese riesgo de achique en el ingreso de dólares y, sobre todo, que los dólares que entren puedan efectivamente mejorar la posición del Banco Central. Tal es el caso de la consultora PxQ, de Emmanuel Álvarez Agis, que prevé en u$s4.000 millones el superávit de cuenta corriente pero observa que el Gobierno no logrará sacar provecho de ello en la medida en que la brecha siga alta y no se modere la expectativa inflacionaria.
Para que los dólares del campo efectivamente empujen la economía y alivien la situación macro se deberían dar, además, otros factores, tales como un incremento en la inversión privada. Un punto en el que no abunda el optimismo.
Al respecto, en el informe del IAE de Universidad Austral, el ex ministro Juan José Llach advirtió que Argentina corre el riesgo de desaprovechar un panorama de relativa bonanza del panorama global y cierta benevolencia del FMI.
"Tal ayuda sería más contundente si el gobierno anunciara un plan de desarrollo de ´productividad inclusiva´, sorprendiendo a propios y extraños. La Argentina necesita, y puede, aunar el aumento de la productividad al de la inclusión, con un crecimiento significativo de la inversión en capital físico y humano", afirma.
Sin embargo, a juzgar por las actitudes defensivas que están tomando los empresarios en el sector llamado a ser la "locomotora" de la economía, no parece que esa sea la tónica del 2021.