Cavallo: por qué el súper cepo al dólar hundirá empresas y llevará a un estallido social
Domingo Cavallo lanzó una dura crítica a las nuevas restricciones para la compra de dólares por parte de particulares y empresas. Y advirtió que este súper cepo es sólo el primer paso en una serie de eventos que pueden llevar al país a un estallido social análogo al del Rodrigazo, la hiperinflación del 89 o el fin de la convertibilidad.
En un artículo titulado "No hay elementos que permitan esperar un mejor clima económico y social en 2021", el ex ministro de Economía cargo contra el gabinete económico de Alberto Fernández y afirmó que su política "es una sucesión interminable de torpezas".
"La última y hasta aquí, más grave torpeza, fueron los cambios producidos en el manejo cambiario luego de que se logró cerrar exitosamente la reestructuración ordenada de la deuda", afirmó el economista.
Y agregó: "Haber dispuesto que el Banco Central no venderá divisas a las empresas privadas que tienen vencimientos de obligaciones en dólares antes del 31 de marzo del año próximo y la exclusión de las grandes empresas exportadoras al acceso de pre financiamiento de sus exportaciones por parte del sistema bancario local, echó por la borda todo lo que la reestructuración de la deuda pública había significado como mejoramiento del acceso al crédito externo para el sector privado".
Cavallo también fue crítico con respecto al cepo para particulares: "El mantenimiento del acceso muy limitado y selectivo del público a la compra de dólares para atesoramiento y turismo, sólo consiguió aumentar el malhumor de la clase media sin que consiga detener significativamente la salida de reservas".
¿Qué podría haber hecho el Gobierno?
"Sólo la falta de profesionalidad del equipo económico y el temor al funcionamiento de los mercados libres puede explicar que no se haya optado por circunscribir las ventas de divisas desde el mercado controlado a las importaciones y a los pagos financieros del sector privado por obligaciones contraídas con anterioridad a la imposición del cepo", indica Cavallo.
Y añade que al mismo se debería haber habilitado "el funcionamiento de un mercado cambiario libre, sin intervención del Banco Central, para todo otro tipo de operaciones, incluidos atesoramiento, turismo, nuevas operaciones financieras y la inversión externa directa".
"Con una organización del mercado cambiario tan deficiente, el intento del Banco Central de absorber con operaciones de mercado abierto o colocación de LELIQs parte de la enorme emisión monetaria que requiere el financiamiento del déficit fiscal, obligará a pagar tasas de interés muy altas y, aun así, no conseguirá acotar significativamente la brecha entre el precio del dólar en el mercado oficial y el contado con liquidación, el dólar bolsa y el dólar blue. Como consecuencia el crédito bancario al sector privado será muy limitado y cada vez más caro", evalua el ex ministro.
"A medida que las empresas puedan reactivarse, necesitarán invertir en capital de trabajo porque habrán quedado con una situación financiera muy desmejorada como consecuencia de meses de inactividad o de actividad muy limitada. Las empresas que no consigan financiamiento o, peor aún, se hayan tornado insolventes, no reabrirán sus puertas y liquidarán sus negocios", agrega.
Devaluación y malhumor social
"La acentuación de los controles de precios y la prolongación del congelamiento tarifario, aumentará el riesgo de que, cuando el Banco Central ya no pueda sostener el tipo de cambio en el mercado controlado y deba permitir un salto devaluatorio, los efectos inflacionarios de esa devaluación se agraven, Ello ocurriría por la necesidad de permitir al mismo tiempo del aumento del tipo de cambio el reajuste de los precios y salarios que quedaron retrasados por los controles", predice Cavallo.
Y anticipa que "el humor de la población se seguirá deteriorando y muy pronto ese deterioro se transformará en crecientes y peligrosas tensiones sociales, con manifestaciones en las calles no ya vinculadas a los desmanejos institucionales del gobierno sino al sufrimiento de las familias pobres e incluso de las de la clase media, todas ellas golpeadas por la desocupación y la inflación".
"Si no se producen cambios importantes en la conformación y funcionamiento del gobierno, la crisis se agravará y la tensión social adquirirá una dimensión incluso mayor que la que se vivió en las épocas del Rodrigazo de 1975, la hiperinflación del 89 y 90 y la crisis del abandono de la convertibilidad en 2001-2002", sostiene Cavallo.
Y concluye que: "No se visualiza en el espacio político del Gobierno que haya un sector con ideas suficientemente claras sobre el diagnóstico y las vías de superación de la crisis que, además, tenga voluntad de asumir la responsabilidad de conducir la política económica".
El texto completo de Domingo Cavallo
No hay elementos que permitan esperar un mejor clima económico y social en 2021
En una economía con las reglas de juego que se fueron cristalizando durante los últimos 20 años en Argentina y en una coyuntura como la actual, conducir la política económica con acierto es un desafío muy difícil para cualquier gobierno, incluso para uno políticamente cohesionado, con un diagnóstico correcto de la situación y con un equipo económico con buen nivel profesional, capacidad de trabajo coordinado y experiencia relevante de gestión.
El gobierno de Alberto Fernández no dispone de ninguno de esos atributos, así que no es sorprendente que su política económica sea una sucesión interminable de torpezas.
El mal manejo cambiario deteriora el acceso privado al financiamiento en dólares y encarece el financiamiento en pesos
La última y hasta aquí, más grave torpeza, fueron los cambios producidos en el manejo cambiario luego de que se logró cerrar exitosamente la reestructuración ordenada de la deuda. Haber dispuesto que el Banco Central no venderá divisas a las empresas privadas que tienen vencimientos de obligaciones en dólares antes del 31 de marzo del año próximo y la exclusión de las grandes empresas exportadoras al acceso de pre financiamiento de sus exportaciones por parte del sistema bancario local, echó por la borda todo lo que la reestructuración de la deuda pública había significado como mejoramiento del acceso al crédito externo para el sector privado.
Al mismo tiempo, el mantenimiento del acceso muy limitado y selectivo del público a la compra de dólares para atesoramiento y turismo, sólo consiguió aumentar el malhumor de la clase media sin que consiga detener significativamente la salida de reservas con esos destinos.
Sólo la falta de profesionalidad del equipo económico y el temor al funcionamiento de los mercados libres puede explicar que no se haya optado por circunscribir las ventas de divisas desde el mercado controlado a las importaciones y a los pagos financieros del sector privado por obligaciones contraídas con anterioridad a la imposición del cepo, al mismo tiempo que se habilitara el funcionamiento de un mercado cambiario libre, sin intervención del Banco Central, para todo otro tipo de operaciones, incluidos atesoramiento, turismo, nuevas operaciones financieras y la inversión externa directa.
Con una organización del mercado cambiario tan deficiente, el intento del Banco Central de absorber con operaciones de mercado abierto o colocación de LELIQs parte de la enorme emisión monetaria que requiere el financiamiento del déficit fiscal, obligará a pagar tasas de interés muy altas y, aun así, no conseguirá acotar significativamente la brecha entre el precio del dólar en el mercado oficial y el contado con liquidación, el dólar bolsa y el dólar blue. Como consecuencia el crédito bancario al sector privado será muy limitado y cada vez más caro.
En este contexto económico y financiero, la inversión del sector privado en capital fijo será prácticamente nula y ni siquiera se logrará reponer la depreciación de la capacidad productiva, por lo que la economía enfrentará continuas caídas del producto potencial.
A medida que las empresas puedan reactivarse, necesitarán invertir en capital de trabajo porque habrán quedado con una situación financiera muy desmejorada como consecuencia de meses de inactividad o de actividad muy limitada. Las empresas que no consigan financiamiento o, peor aún, se hayan tornado insolventes, no reabrirán sus puertas y liquidarán sus negocios.
Expectativa de inflación y crecimiento del gobierno para 2021
Los tenues indicadores de que el nivel de actividad económica ha comenzado a recuperarse desde el mes de mayo en adelante, llevan al gobierno y también a los consultores económicos, a pensar que la caída del PBI, en relación al año 2019; ya se atenuó en el tercer trimestre y será todavía menor en el cuarto trimestre. Estos pronósticos llevan a algunos estrategas políticos del gobierno a pensar que durante 2021 índices positivos de crecimiento del PBI cambiarán el humor de la población.
Paradojalmente, con la recuperación del nivel de actividad económica por relajamiento o eliminación de las restricciones derivadas de la pandemia, se observarán índices crecientes de desocupación, porque la creación de empleos será inferior a la cantidad de trabajadores que, habiendo dejado de buscar trabajo durante la cuarentena, intentarán retornar a la actividad una vez que el ingreso familiar de emergencia haya perdido capacidad adquisitiva o vaya siendo reducido en su alcance.
Los datos del relevamiento on-line muestran una disminución de la tasa de inflación durante setiembre. Si este anticipo es confirmado por el INDEC, el gobierno lo presentará como una muestra de que su política de estabilización está dando resultados. Muy probablemente esa interpretación conducirá a acentuar el apego del gobierno a los controles de precios y el congelamiento de tarifas de servicios. Esto será también un factor de optimismo para los estrategas políticos del Frente de Todos.
Sin embargo, la acentuación de los controles de precios y la prolongación del congelamiento tarifario, aumentará el riesgo de que, cuando el Banco Central ya no pueda sostener el tipo de cambio en el mercado controlado y deba permitir un salto devaluatorio, los efectos inflacionarios de esa devaluación se agraven, Ello ocurriría por la necesidad de permitir al mismo tiempo del aumento del tipo de cambio el reajuste de los precios y salarios que quedaron retrasados por los controles, tal como ocurrió en 1975 con el Rodrigazo.
En mi opinión, el humor de la población se seguirá deteriorando y muy pronto ese deterioro se transformará en crecientes y peligrosas tensiones sociales, con manifestaciones en las calles no ya vinculadas a los desmanejos institucionales del gobierno sino al sufrimiento de las familias pobres e incluso de las de la clase media, todas ellas golpeadas por la desocupación y la inflación.
La reacción política del gobierno y de la oposición
No es difícil predecir cuál será la reacción de la oposición política al gobierno. Ya se lo está viendo. Los partidos nucleados en Juntos por el Cambio y los dirigentes de las vertientes más liberales y conservadoras comienzan a percibir una oportunidad para derrotar al gobierno en las elecciones legislativas del 2021 y frente a esta posibilidad tienen incentivos para mantenerse unidos e incluso ampliar el alcance de sus acuerdos, como le ha propuesto Ricardo López Murphy a Patricia Bullrich en los distritos donde se eligen senadores.
Es mucho más difícil predecir cuál será la reacción del Frente de Todos y la alianza filo peronista Consenso Federal de Lavagna y Urtubey, que hasta aquí estuvo bastante alineada con el gobierno. Hay indicios fuertes de discrepancia entre sus miembros, en especial entre las vertientes no kirchneristas del Peronismo y los sectores verticalmente alineados con Cristina Kirchner, a pesar del fuerte alineamiento con su vicepresidenta que trata de mostrar el Presidente.
No se visualiza en el espacio político del Gobierno que haya un sector con ideas suficientemente claras sobre el diagnóstico y las vías de superación de la crisis que, además, tenga voluntad de asumir la responsabilidad de conducir la política económica.
Si no se producen cambios importantes en la conformación y funcionamiento del gobierno, la crisis se agravará y la tensión social adquirirá una dimensión incluso mayor que la que se vivió en las épocas del Rodrigazo de 1975, la hiperinflación del 89 y 90 y la crisis del abandono de la convertibilidad en 2001-2002.
La incertidumbre sobre el devenir político de aquí a las elecciones de 2021, agrava los peligros de la incertidumbre económica y aumenta el riesgo de que el futuro depare no sólo un mini ¨Rodrigazo¨ sino una aceleración inflacionaria mucho más fuerte y peligrosa. Este riesgo aumenta si el gobierno, alienado por los malos resultados económicos y por las reacciones sociales, aumenta su tendencia autoritaria, restringe las libertades individuales y conculca cada vez más el derecho de propiedad.