El nuevo cepo se desgasta más rápido que el de Cristina: ¿pueden venir restricciones más duras?
Una de las situaciones más notables de estos días es el contraste entre lo que los funcionarios declaran y lo que el mercado percibe. Desde el Gobierno se enfatiza en que las restricciones cambiarias son transitorias –Martín Guzmán dixit- y que irán en un proceso de desarme en la medida en que el frente financiero se estabilice.
Pero en la vereda de enfrente se prevé que cada vez será necesario tomar medidas más drásticas. Tanto que, si la reapertura de la compra de dólares fuera más alta de lo previsto en el arranque de octubre, se pone en duda que el cupo de u$s200 pueda mantener su continuidad.
De hecho, los economistas están notando un hecho inquietante: el nuevo cepo está demostrando tener menos eficacia y un desgaste más rápido que el aplicado por Cristina Kirchner en 2011, y que le permitió llegar con la situación relativamente controlada –con un salto devaluatorio de 20% en el medio- a la elección de 2015.
Según describió Jorge Vasconelos, director de Ieral (Fundación Mediterránea), el cepo "original" luego de cuatro años de aplicación había llegado con una brecha de 45% entre el blue y el tipo de cambio oficial, mientras que la emisión monetaria para financiar al Tesoro estaba en un nivel de 2,8% del PBI. Las reservas del Central de libre disponibilidad estaban en terreno negativo. Ahora, destaca Vasconcelos, con pocos meses de aplicación, el cepo llevó la brecha a más del 70% -ahora en crecimiento- mientras la emisión monetaria fue de 7% del PBI y las reservas ya están cerca de su límite.
"Aunque la lógica de los controles es tratar de impedir la devaluación del peso en el mercado oficial, las presiones inflacionarias seguirán a la orden del día, e incluso se acentuarán", advierte.
En esa línea, lo que los agentes económicos están tratando de anticipar es cuáles podrían ser los próximos pasos a tomar por el Gobierno si las actuales restricciones se revelaran insuficientes. Es por eso que hay economistas que -atentos al antecedente histórico de la "era Guillermo Moreno"- ya prevén una represión a las importaciones, en la medida en que las reservas continúen deteriorándose.
El dato de la balanza comercial de agosto –un aumento del superávit, con lo que el acumulado del año llega a u$s10.984 millones- no termina de despejar las dudas en ese sentido, como está quedando en evidencia en algunas medidas oficiales. Por caso, el hecho de que los teléfonos celulares hayan quedado fuera del "Ahora 12", todo un síntoma de lo oneroso que resulta, en términos de divisas, el funcionamiento del polo tecnológico de Tierra del Fuego.
Además, cuando se pone la lupa sobre las importaciones, empieza a quedar más claro a qué se refieren los funcionarios cuando hacen referencia a que "los dólares deben ser para producir y no para guardar". Entre los rubros que componen la importación, los que más caen en la comparación interanual son, justamente, los ligados a la producción, mientras que los vinculados al consumo no aparecen tan golpeados.
Es así que la compra de bienes de capital cae a un ritmo de 23%, las de piezas y accesorios a un 37% y la de combustibles a un 48%. Al lado de esos números, la caída de 10% en la compra de artículos de consumo no parece tan grave.
Y ahí hay un indicio claro de lo que puede venir. Por más que las exportaciones mostraron una mejora respecto del mes anterior, aún muestran una caída de 11% en términos interanuales. Y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, fue claro en el sentido de que, para pensar en una Argentina sin cepo, hay que exportar u$s90.000 millones anuales, es decir un 50% más que el nivel actual.
Con esa escasez de divisas, queda en claro que habrá dificultades para abastecer simultáneamente de dólares a la importación de insumos industriales y a las de bienes de consumo final. Con los primeros datos de recuperación en la industria, todo apunta a que cada vez habrá una mayor demanda de dólares para la compra de bienes de capital y partes destinadas a las producción.
Eso, que por un lado es una buena noticia para la economía real, también alimenta la lógica del endurecimiento del cepo.
La dinámica geométrica de la crisis
Pero lo que además acelera la dinámica de la regulación cambiaria es la propia reacción defensiva del mercado.
Por un lado, los ahorristas, aun cuando los bancos mantengan niveles de liquidez por encima del 70%, corren a retirar los dólares, movidos por su reflejo condicionado de crisis anteriores. Lo cual afecta las reservas del Banco Central, donde hay encajados u$s12.000 millones de depósitos.
Pero ni siquiera con el nuevo cepo y el virtual feriado bancario se ha logrado que el Central pudiera recuperar paz. De hecho, en la semana tuvo que desprenderse de unos u$s60 millones.
Los analistas ya están previendo que las otras modalidades de uso de dólares aún no alcanzadas por la restricción –como la compra de servicios dolarizados que cotizan en pesos, como pasajes de avión o las aplicaciones de internet- podrán incrementarse a medida que se supere la cuarentena. Y, cuando eso ocurra, quedará en evidencia lo que muchos ya sabían: que el cepo puede enlentecer pero nunca eliminar del todo la salida de dólares a precio oficial.
Lo cual tendrá su correlato negativo del lado de la oferta. Así lo fundamenta el economista Gabriel Rubinstein: "En toda inversión parte se hace con capital propio y parte con deuda. Y cuando uno piensa que no le van a dejar sacar dividendos o pagar deudas, nadie va a invertir. Con un cepo ya no entran dólares".
Y hace una advertencia inquietante: que ante una situación de desconfianza, la gente reaccione con pánico, lo cual haría que el efecto del actual "súper cepo" quedara rápidamente neutralizado, haciendo necesarias medidas más drásticas y una eventual devaluación.
"Se necesita algo rápido, porque en lo financiero normalmente la dinámica se torna muy geométrica, como los contagios del Covid. Si no se hace algo, no se aplana la curva de desconfianza. Y eso va a hacer bajar drásticamente los depósitos en dólares, que suba el blue y que ningún exportador quiera liquidar nada y que finalmente se llegue a una crisis cambiaria aguda y desordenada", argumenta.
Pronósticos negativos
Lo cierto es que, tal como están las cosas, los pronósticos de los economistas son francamente pesimistas sobre la posibilidad de una estabilización de corto plazo. Para los fondos de inversión, fueron insuficientes las señales sobre un ajuste fiscal y, en consecuencia, se siguen desprendiendo de los bonos surgidos del canje, que contra todo pronóstico siguen cotizando a precios de default.
Por otra parte, hay señales inquietantes desde el plano monetario. Aunque el Central hizo un esfuerzo por absorber dinero, sigue habiendo un exceso de liquidez, que las consultoras estiman en $1,6 billón. Lo cual revela que está cayendo la demanda de pesos.
Esta situación es lo que lleva a varios analistas a poner en duda el argumento de Pesce sobre la inexistencia de un retraso cambiario. Argumentan que, si bien es cierto que no hay un gran déficit de cuenta corriente –como en otros momentos previos a una devaluación, sin ir más lejos la que sufrió el macrismo en 2018-, lo que determina el riesgo devaluatorio es la desconfianza del público hacia la moneda nacional.
"Recordemos que hay un tipo de cambio competitivo pero no de equilibrio, dado el contexto político-económico, son dos temas distintos", señaló Gustavo Neffa, director de Research for Traders en una entrevista con iProfesional.
Y también Guido Lorenzo, director de la consultora LCG, argumentó en contra de la visión oficial. Afirma que Pesce compara la situación actual con la de hace 15 años, lo cual distorsiona el análisis porque cambiarion temas fundamentales, como la presión tributaria.
"El tipo de cambio actual, ajustado por presión tributaria, no es competitivo", dijo el analista, para quien si no hay quejas sectoriales es por la propia economía deprimida.
Pero, sobre todo, lo que los analistas ven con preocupación es que a la escasez de dólares se le opone una tendencia en sentido opuesto con la circulación de pesos. Dado que el proyecto de ley de presupuesto está preanunciando que, en un contexto de falta de divisas, parte del déficit se va a cubrir con emisión, se exacerba el riesgo de una corrida contra el peso.
Ese nerviosismo se notó en los días posteriores a la aplicación del "súper cepo" y se intensificó por las dificultades operativas de los bancos. La estimación que hacen en la City es que en una semana, los ahorristas asustados sacaron unos u$s500 millones para llevarlos a cajas de seguridad.
En esa línea, economistas muy escuchados por la City, como Carlos Melconian, afirman sin dudar que una devaluación en un lapso relativamente breve es inevitable.
"La devaluación será el último paso si estas o nuevas medidas no funcionan. Pueden poner más cepo, subir la tasa de interés o alguna otra cosa. Pero el sol con la mano no se puede tapar", analizó.
Y remató con una frase fiel a su estilo polémico: "No estoy chicaneando ni empiojando la cosa ni buscando quilombo; irán hisopando el Banco Central día por día, pero Argentina termina el año con un dólar más alto y con una inflación más alta", dijo.
Soja insuficiente y el recuerdo de escasez de tampones
Y, para colmo, ni siquiera la soja deja mucho lugar para la esperanza. Es cierto que el precio internacional está subiendo, gracias a la renovada demanda china, pero las perspectivas de la cosecha local no lucen favorables.
Las previsiones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires son de una caída de 6,1% en la producción agrícola –medido en toneladas cosechadas-, por efecto de factores climáticos más presión impositiva e incertidumbre política.
Es una de las peores noticias que puede escuchar un Gobierno que, justamente, pone en el campo las esperanzas de poder recomponer las reservas y estabilizar el frente cambiario.
Ante esta situación, los más memoriosos se inquietan ante el recuerdo de cómo fue la evolución del cepo en tiempos de Cristina Kirchner. Del lado de la oferta de dólares, toda la imaginación estaba puesta al servicio de detectar "cajas" que pudieran ser volcadas a la economía. Fue así que, mediante la prohibición de la remisión de dividendos o pagos a las casas matrices, se logró un efímero repunte de la inversión, dado que empresas multinacionales se dedicaron a comprar inmuebles para proteger su capital.
De hecho, la eventual reedición de este "negocio inmobiliario involuntario" es algo que empieza a ser comentado en los directorios de las empresas grandes. Condiciones de mercado hay, dada la desvalorización de inmuebles en el marco de la recesión.
En lo que respecta a las eventuales nuevas medidas restrictivas, el antecedente histórico del cepo de Cristina deja postales inquietantes, como la obligación de que los importadores tuvieran que garantizar también exportaciones para traer partes industriales. Y no faltan quienes recuerdan las prohibiciones de importaciones de toda índole, desde libros hasta medicamentos, pasando por una insólita escasez de tampones femeninos.