El punto débil del Plan Guzmán: para que el PBI crezca al 5,5%, hay que importar al 16% (y no alcanzan los dólares)
Hay una fórmula que desde hace años es consenso de todos los economistas argentinos, y en la que se puede sintetizar los grandes problemas que hoy atraviesa la economía: por cada punto de crecimiento del PBI, se necesita que las importaciones crezcan el triple.
Es el famoso estrangulamiento de divisas que tantas veces han diagnosticado los economistas de la línea cercana al Gobierno: observa que cuando el país inicia un camino de crecimiento, rápidamente se produce una escasez de dólares. Y esa situación lleva a soluciones desagradables: o se toma deuda, o se ponen restricciones al dólar o se resigna a crecer a baja velocidad.
No por casualidad, ese es el argumento usado por los funcionarios para justificar las nuevas restricciones al dólar: "Las medidas están dirigidas a privilegiar al trabajo y a la producción", dijo Mercedes Marcó del Pont, titular de la AFIP –e ideóloga del cepo original-.
Más explícito aun, el presidente Alberto Fernández dijo: "Los dólares hacen falta para producir, no para guardar".
Pero, sobre todo, esas frases dejan en evidencia cuál es el gran temor del Gobierno: esa fórmula de "tres por uno" entre las importaciones y el crecimiento marca el talón de Aquiles para el plan de reactivación económica.
Ocurre que, en gran medida, toda la estrategia de "normalización" financiera que llevó adelante el Gobierno desde diciembre pasado está basada en la represión de las importaciones, ya que el Banco Central necesita fortalecer su posición externa y de esa forma transmitir una sensación de estabilidad al mercado.
Pero esa estrategia choca con otra premisa: la importación no solamente involucra a bienes de lujo, como los autos de alta gama, sino también a los bienes de capital y los insumos industriales, sin los cuales no se puede lograr el objetivo de Martín Guzmán de crecer a un 5,5% del PBI durante el 2021.
Es por eso que en el mercado se tomó con cautela y una buena dosis de escepticismo el proyecto de presupuesto para el año próximo: el crecimiento previsto está basado en premisas difíciles de cumplir.
En otras palabras, para lograr el objetivo, entonces las importaciones deben tener un salto del 16,5%. Y ese, precisamente, es el dato que figura en el presupuesto pero que ahora está puesto en duda.
Los economistas ya desconfiaban de que el modelo económico propendiera a un incremento exportador. De hecho, ante cada situación de estrés con las reservas, la reacción del Gobierno fue restringir la importación, como ocurrió en mayo con el cierre casi total para acceder a las divisas. Y ahora, con el "súper cepo" otra vez volvió la desconfianza. "Como se manejan de manera discrecional ahora van a venir las restricciones para importar. El programa político es incompatible con un programa de crecimiento", graficó Enrique Szewach, ex director del Banco Central.
Números ambiciosos, dudas en el ambiente
Sin acceso al mercado de crédito, en medio de una negociación por la deuda, con un mundo afectado por la pandemia y más cerrado comercialmente, los funcionarios se fijaron desde el inicio un objetivo ineludible: generar un superávit en la balanza comercial, que diera "oxígeno" a la economía.
Se logró, claro, pero a un costo alto. De hecho, el gran superávit comercial que se está verificando en los últimos meses dejó entre economistas y empresarios la sensación de que corresponde a una política insostenible en el tiempo.
En julio, último mes del cual informó el Indec, hubo un desplome importador de 30% anual. Y, lo que es más significativo, la baja no se limitó a los productos manufacturados, sino que incluyó a bienes de capital –que cayeron un 24%- y a piezas y accesorios para maquinarias –que bajaron a la mitad del año pasado, que ya había sido recesivo-.
La consultora Ecolatina resumió la situación con la frase: "Menos exportaciones y muchas menos importaciones: cuando el superávit no es buena noticia".
Ahora Guzmán tiene a su favor la posibilidad de un "efecto rebote" que no implique un nivel de inversión muy alto, dado que las industrias siguen con una capacidad ociosa en un pavoroso nivel de 43%. Pero aun así las importaciones son necesarias.
Y pocos creen que puedan dar el salto de u$s10.000 millones en el renglón importador. Y no creen eso porque para eso se necesitan los dólares, que deberían ser provistos por otro salto: uno de u$s7.500 millones en las exportaciones. Esa es la condición que el Gobierno está previendo en su plan, y que implicaría un superávit comercial para de u$s15.000 millones para 2021.
El escepticismo viene, para empezar, porque las señales que está dando el Gobierno no van en un sentido pro-exportador. Como muestra de ello, en la previsión del debate presupuestario para 2021 se prevé que el ingreso por retenciones a la exportación aumente un 54% nominal anual.
Dado que la inflación prevista es de 29%, eso significa que los exportadores pagarán un 19% más que ahora en términos reales. Ese incremento en la recaudación se dará por la combinación de un mayor volumen exportado –de un 10%- y, sobre todo, de una suba de 24% en el tipo de cambio oficial.
Cautela sobre el boom de la exportación agrícola
En cualquier caso, lo que queda en evidencia es que el incremento a la exportación se prevé por una mejora en los precios internacionales de los commodities agrícolas y no por un shock productivo. El repunte de la soja, que en estos días se ubica en torno de u$s360 la tonelada, entusiasmó a los funcionarios, pero en las empresas predomina la cautela.
Algunos recordaron en estos días que Miguel Pesce dijo que no se podía hablar de levantar el cepo cambiario hasta que las exportaciones llegaran a un nivel de u$s90.000 millones por año. El problema es que el mercado ni siquiera cree que se pueda llegar a los u$s74.000 que se proyectó para el año próximo.
"Me parecen números muy optimistas con la inversión, luce un tanto ingenuo pensar que la inversión crecerá tanto, con cepo cambiario, tipo de cambio bajo, tarifas congeladas y altos impuestos. Por otro lado, luce muy elevada la suba de las exportaciones, y todo combinado con una importante recuperación del consumo interno", plantea el consultor Salvador Di Stefano, que no está convencido de que pueda haber un crecimiento de 18 puntos en el volumen de inversión.
En tanto que Diana Mondino, docente de Ucema y analista de riesgo, advirtió que las expectativas optimistas para un aumento exportador son infundadas, y que la situación empeoró por los desincentivos que supone el "súper cepo".
"El año que viene habrá menos cosecha por la simple razón de que la proporción entre costo de insumos y precio de ventas se ha duplicado. Sí, duplicado. Las exportaciones de la industria del conocimiento rápidamente se dejarán de facturar desde Argentina. Por el contrario, una devaluación al menos hubiera fomentado las exportaciones", sostuvo la experta.
Por otra parte, la debilidad del dólar a nivel mundial, que en un principio parecía una gran noticia, por su posibilidad de impulsar la exportación en la fase post pandemia ha sido puesta en duda. Los expertos dicen que ahora ya no es tan automática la relación entre dólar bajo y soja alta.
"Este no es un momento de flujos comerciales normales, hoy todo está más ligado a la cuestión geopolítica. Un tuit de Trump puede destrozar precios en el mercado de Chicago, es una guerra que tiene como rehén a los commodities", observa Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales.
Dice que ni siquiera la perspectiva de una fuerte recuperación de la economía china lo induce a pensar en un beneficio inmediato para Argentina: "La realidad es que los chinos, en el contexto de su pelea con Estados Unidos, privilegiaron a Brasil como proveedor de soja. Y ahí nosotros no tenemos mucho margen, porque nuestra exportación es más bien harinas y aceite y no tanto el producto sin procesar, que es lo que quieren los chinos y donde la oferta brasileña es mejor".
También hay dudas en cuanto a las exportaciones industriales. En un informe de FIEL, Guillermo Bermúdez plantea que no se percibe cuál podría ser el sector en liderar esa mejora: "Se abre el interrogante de si resultará la industria automotriz el sector que lidere de la mano de la recuperación de las exportaciones a Brasil o la mejora de los envíos a Centroamérica. En tal caso, ¿cómo se administrará el desbalance de comercio exterior que muestra esa industria?, ¿qué tratamiento se le dará a las importaciones de autopartes?".
El súper cepo empeora las expectativas
Pero, sobre todo, lo que funda el pesimismo sobre las proyecciones oficiales es el entorno político, al que se interpreta como un factor estructural desestimulante para la inversión.
En una entrevista con iProfesional, el ex director de la fundación Exportar, Marcelo Elizondo, pone la lupa sobre la baja tasa de inversión, que en Argentina ronda el 13% del PBI, lejos del promedio mundial de 24%. Además, recuerda que mientras en lo que va del siglo la inversión extranjera creció 400% a nivel internacional, Argentina apenas pudo expandir apenas 2%.
"Eso quiere decir que nos estamos perdiendo divisas de inversión extranjera que van a otros lados. El comercio internacional creció 25% en los últimos diez años mientras en la Argentina decreció 8%. Por no ser competitivos, no exportamos. No es que preciso cepo porque me quedé sin dólares. No tengo dólares porque hice las cosas mal", plantea.
Este escepticismo, que ya era marcado en las últimas semanas, se acentuó a partir de las últimas medidas cambiarias. Medidas como las que afectan a la prefinanciación de exportaciones, o el tope que pone el Banco Central para proveer divisas sólo hasta un 40% de las deudas corporativas fueron interpretadas como una mala noticia.
"Si algo quedaba de confianza en algunas empresas, esto es un golpe muy fuerte", sintetizó Martín Redrado, ex titular del BCRA, quien advierte que hay compañías que basaron su estrategia de negocios en la toma de crédito externo y ahora se ven enfrentadas a una reestructuración impuesta.
"Venimos con una política económica que no genera más oferta de divisas y el camino para salir de esta encerrona cambiaria es generar incentivos para que haya más dólares y no menos", agrega el economista.
Por su parte, desde el IAE (Universidad Austral), Eduardo Fracchia advierte que los topes al pago de deuda corporativa será nocivo tanto para exportadores como para importadores: "Las decisiones de expansión en la producción, asociadas con la inversión productiva, se verán reformuladas o postergadas, generando una potencial caída de la actividad económica".
Y señala que esta restricción está lejos de afectar solamente a los grandes jugadores del mercado: "No solo empresas de gran porte como YPF presentan necesidades de administrar sus pasivos externos para un normal acceso a nuevas líneas de financiamiento, sino también empresas de menor amplitud vinculadas con el comercio exterior necesitan obtener insumos importados y, en consecuencia, un acceso fluido a los mercados de financiamiento".
Ese fue el tono predominante en casi todos los comentarios: justo cuando el Gobierno necesita hacer su apuesta a un aumento de las exportaciones que, a su vez, permitan aumentar las importaciones al 16%, las medidas van en frontal desincentivo para el ambiente productivo.
Lo paradójico, una vez más, es que la adopción de las nuevas restricciones se hizo con el declarado objetivo de preservar las escasas divisas de manera que se puedan usar para la producción y no para el atesoramiento o la especulación.
En definitiva, la premisa fundamental en la que se basa el pronóstico de crecimiento económico para el año próximo parece bajo serio cuestionamiento: no hay estímulo para exportar, con lo cual no se puede garantizar los dólares para importar. Y para crecer, se necesita importar a un ritmo tres veces más grande que el crecimiento proyectado.