El ahorro en dólares de Guzmán, un símbolo del eterno fracaso de las "cruzadas pesificadoras"
Era lo último que necesitaba Martín Guzmán en un momento en el que debe extremar su capacidad negociadora ante los acreedores externos y además intentar convencer a los argentinos para que vayan en contra de su natural tendencia a comprar dólares. Pero también era inevitable: tarde o temprano iba a aparecer el dato sobre cuáles son sus preferencias personales a la hora de ahorrar.
Y así fue que se publicó –e inmediatamente se viralizó en las redes sociales- la información que el propio ministro de Economía dio a conocer en su declaración jurada: tiene parte de sus ahorros invertidos en dólares, más concretamente en una cuenta corriente y una caja de ahorro en Estados Unidos, además de otras cuentas en dólares en el país.
La realidad es que el dato no podría sorprender a nadie: Guzmán residió durante años en Nueva York y recién a fin de año regresó al país, tras ser convocado por Alberto Fernández para hacerse cargo del ministerio de Economía.
Pero aun así, se multiplicaron los comentarios irónicos y los reproches en las redes sociales. Era inevitable que ello ocurriera, porque pocos días antes el ministro había hecho declaraciones en las cuales planteaba la necesidad de desdolarizar la economía y fomentar el ahorro en pesos mediante la creación de nuevos instrumentos de inversión.
Y por estas horas hasta festeja el logro de que hubo inversores que aceptaron canjear unos u$s1.836 millones en Letras de Tesorería nominados en dólares a cambio de tres bonos en pesos.
Delante de los micrófonos, su propuesta generó elogios por parte de banqueros que sostuvieron la necesidad de recrear una "curva en pesos". Pero en off the record pocos apuestan a que la convocatoria de Guzmán sea un éxito.
El mercado es más que elocuente en ese sentido: la reacción a las medidas restrictivas del Banco Central sobre la operatoria del dólar "contado con liquidación" no hizo más que traer nerviosismo y rumores, que dispararon al dólar blue por encima de los $120.
Costumbres argentinas
En definitiva, las críticas e ironías que llegan por miles en los comentarios de las redes sociales tienen su base en una actitud que se percibe como contradictoria: el hecho de que un ministro convoque al cambio cultural y abandonar la dolarización cuando él mismo ahorra en la moneda estadounidense es algo que pega de lleno en la línea de flotación del discurso oficial.
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Por supuesto que Guzmán no es el primero que pasa por esta situación, y seguramente no será el último. Casi todos sus antecesores han sufrido "escraches" de tono similar.
Sin ir más lejos, durante la gestión macrista Alfonso Prat Gay había declarado ante la Oficina Anticorrupción cuatro cuentas en el exterior. Mientras que su sucesor, Nicolás Dujovne, detalló que sus bienes e inversiones fuera del país alcanzaban al 74% de su patrimonio.
El hecho de que Dujovne nunca haya repatriado esas tenencias durante sus días de ministro le valieron "denuncias" desde la entonces oposición kirchnerista, que le enrostraba la contradicción de ir a buscar inversiones al exterior pero no demostrar confianza en el país cuando se trataba de sus ahorros personales.
De hecho, el ex ministro tuvo que soportar "escraches" varios por este tema. Por ejemplo, el incidente al exponer en Madrid sobre el plan económico, cuando un economista argentino presente en el público le planteó que el hecho no depositar su dinero en el sistema financiero argentino le restaba credibilidad para convencer a los extranjeros.
Claro, el caso de Guzmán tiene una complicación adicional: los macristas abogaban por la libre decisión de inversión y –al menos hasta la imposición del cepo, ya con el resultado electoral a la vista- no se impusieron trabas a la libre compra de moneda extranjera.
En cambio, Guzmán no sólo quiere convencer a los argentinos de que traigan su dinero al país –si lo tuvieran fuera de fronteras- sino que además lo declaren ante la AFIP y lo pongan en el sistema financiero local. Además, quiere que decidan invertir en pesos. Y para eso explicó que está diseñando un plan financiero con una oferta en ese sentido.
En definitiva, quiere reflotar la cruzada pesificadora, una tarea que luce difícil dado que ha tenido muchos antecedentes fracasados, al punto que constituye una de las mayores derrotas culturales del kirchnerismo.
Mal "timing" para la pesificación
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La motivación de Guzmán es fácilmente explicable: las reservas del Banco Central ascienden a u$s43.000 millones, un nivel bajo si se considera que representa un 12% del PBI, mientras que en Perú llegan al 30% o en Brasil al 19%.
Pero, a los efectos prácticos, el dato más preocupante es que de todas las reservas que tiene anotadas el BCRA, las netas –o sea, las que efectivamente están disponibles para uso, cuando se descuentan los encajes bancarios y otras obligaciones- ascienden apenas a u$s8.000 millones.
Con una deuda de u$s66.000 millones en negociación con los fondos de inversión del exterior, más un préstamo de u$s42.000 millones que hay que devolverle al Fondo Monetario Internacional, y en una crisis que según la propia estimación de Guzmán costará este año un 6,5% del PBI, está claro que se necesitarán dólares para salir del pozo.
Los economistas estiman que la emisión de pesos que salen de la "maquinita" del Banco Central llegará a duplicar este año la base monetaria, algo que exacerba el nerviosismo de quienes quisieran ver más dólares respaldando el dinero circulante.
Y es en ese contexto de emergencia que el Gobierno intenta un mix de persuasión y "mano dura" para que los argentinos se olviden de los dólares. Mientras el Central hace el rol del malo, con sus regulaciones para restringir las operatorias con moneda extranjera, a Guzmán le toca el papel del bueno, que explica por qué todos ganaremos si se termina la compulsión dolarizadora.
Pero lo cierto es que las perspectivas para Guzmán no lucen alentadoras. En el sistema bancario, el goteo de dólares se intensifica y ya tomó un ritmo de u$s70 millones que cada día salen del sistema.
El último reporte del Central indica que quedan u$s17.800 millones en las cuentas, lo cual da la pauta de un gradual pero continuo éxodo de los depósitos en dólares: en agosto del año pasado el nivel era de unos u$s35.000 millones; y en diciembre, al asumir Alberto Fernández había caído a u$s23.000 y en marzo, al iniciarse la cuarentena, estaba en u$s20.000
Mientras tanto, se calcula que el "colchón" de ahorro en dólares no declarado supera los u$s300.000 millones.
No parece el mejor momento para proponer la pesificación. Tal vez Guzmán debería recordar que Argentina es uno de los casos donde mejor se evidencia la "Ley de Gresham", la teoría que explica por qué en un país en el que hay dos monedas, la gente tiende a atesorar la de mejor calidad mientras que la que inspira poca confianza circula a toda velocidad.
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La cruzada kirchnerista que terminó en claudicación
Nadie debería entender mejor la situación que Cristina Kirchner. Su segundo mandato se inició con el cepo cambiario, luego de una extraña campaña electoral en la cual cuanto mayor era su ventaja en las encuestas, más intensidad cobraba la fuga de capitales.
En su gestión hizo una convocatoria a que la gente abandonara los dólares y colocara pesos en plazo fijo. Pero costaba convencer incluso a los propios funcionarios. Fue muy comentado en aquel momento cómo Víctor Hugo Morales se mostró indignado por el hecho de que ministros como Aníbal Fernández se negaban a desprenderse de sus ahorros dolarizados, lo cual le quitaba estatura moral al planteo del Gobierno.
Cristina le dio la razón a Víctor Hugo, aceptó el desafío de pesificar sus ahorros y obligó a Aníbal y a otros funcionarios a hacer lo mismo. Era un gesto político bastante caro en términos personales, porque en aquel momento la brecha entre el blue y el tipo de cambio oficial superaba el 30%, lo que implicaba que pasar del dólar al plazo fijo era asumir una pérdida de 25% en los ahorros.
En aquel momento, la ex presidente admitió que si tenía dólares era más por "tradición" que por cálculo financiero, dado que como el tipo de cambio estaba estable, se ganaba más dinero con la tasa de los plazos fijos en pesos.
Seguramente no advirtió lo contradictorio de su planteo, porque sólo quienes piensan en dólares podían sostener que era mejor tener pesos. En ese momento la tasa de interés de los bancos era muy inferior a la inflación, de manera que quien "pensara en pesos" sólo podía esperar pérdidas, mientras que los que medían su patrimonio en dólares eran los únicos que podían ver el atractivo de la eterna "bicicleta".
Sobre el final de su mandato, ya resignada a que nadie se pesificaría, decidió dejar impaga una deuda de u$s13.000 millones que estaban destinados a comprar insumos para la industria –en teoría, el motivo por el cual se había instaurado el cepo- y usó los pocos billetes verdes que quedaban para financiar el ahorro y el turismo subsidiado de la misma clase media a la que había antes acusado de sólo pensar en comprar dólares para ir a Miami. Tras haber levantado la bandera de la cultura pesificadora, esto fue lo más parecido a una claudicación.
Pero la contradicción de Cristina no terminó allí. Porque en 2016 cuando dejó la presidencia y tuvo que comenzar su periplo por Comodoro Py, debió dar explicaciones acerca de por qué tenía dólares guardados en cajas de seguridad. Y su explicación fue bien elocuente: "No sabía qué iba a hacer esta gente con la economía y no me daba confianza". Básicamente, el mismo argumento que esgrimieron quienes compraron dólares en todas las corridas cambiarias y quienes lo siguen haciendo hoy en la nueva modalidad "delivery" de las cuevas.
Ir a los pesos cuando el dólar está tranquilo –aunque sea artificialmente- y las tasas de interés están altas, para luego volver al billete verde cuando se huele inestabilidad: lo que hizo Cristina coincide con lo que viene haciendo la City y todos los ahorristas argentinos desde hace décadas.
Pero a pesar de esa derrota del kirchnerismo en su cruzada pesificadora y a pesar de todos los antecedentes de la historia económica argentina, Guzmán ha decidido, por enésima vez, lanzarse a una misión para cambiar la cultura dolarizada. Algo difícil de hacer en cualquier circunstancia, y sobre todo si el funcionario que hace la convocatoria declara que tiene sus ahorros en dólares, bien resguardados en cuentas de un banco estadounidense.
Pero, a fin de cuentas, quién puede criticar a Guzmán. Se podrá coincidir o discrepar con su línea económica, pero demostró que, a la hora de tomar decisiones, actúa como el 100 por ciento de los argentinos.