Bien con la diplomacia, mal con el mercado: Alberto ajusta su estrategia para negociar con FMI
La sonrisa de Alberto Fernández fue bien elocuente. Se sintió a gusto a lo largo de toda la gira europea y sintió que el apoyo político para su renegociación de la deuda había sido todo lo explícito que él esperaba.
Desde el Papa Francisco hasta Angela Merkel, todos los mandatarios manifestaron su comprensión por la situación social que atraviesa el país y dejaron entrever una postura crítica respecto de la manera en que la anterior administración del Fondo Monetario Internacional había manejado el programa con Argentina.
Por estas latitudes, en cambio, el contraste entre esa satisfacción de Alberto y el inocultable malestar de Axel Kicillof fue evidente. La estrategia de jugar a una posición dura salió mal. No sólo no se logró el reperfilamiento, sino que se debilitó la capacidad negociadora de la Provincia y, por efecto colateral, de la propia Nación.
Para colmo, al gobernador bonaerense no le quedó siquiera la posibilidad de compensar con algo de "relato" el mal resultado. Su argumento fue que se pagaría gracias a la buena respuesta del mercado doméstico que le había prestado $9.300 millones, pero, como se encargó de recordarle el ex ministro Hernán Lacunza, ese dinero vino a cubrir vencimientos por un monto similar. Es decir, se terminará pagando con dinero que María Eugenia Vidal dejó en la caja.
Esa ambivalencia marca, en definitiva, el momento que vive el Gobierno. Se puede hablar de un éxito en el plano diplomático, que incluso sorprendió a los analistas, que habían mostrado dudas sobre la capacidad de Alberto Fernández para alinearse con las grandes potencias. Pero esa buena receptividad de los líderes europeos tuvo su contraste con el bofetón del mercado, que no aprobó el reperfilamiento del bono provincial ni aceptó el canje del bono dual propuesto por Martín Guzmán para aliviar su cronograma de vencimientos en pesos.
Y es en ese contexto que, ahora, el Gobierno debe jugar una de sus cartas más importantes: la renegociación con el Fondo Monetario Internacional, que reanudará la semana próxima el envío de su misión técnica.
Ya con el guiño de los mandatarios europeos y de la propia Kristalina Georgieva, los funcionarios argentinos ven la posibilidad inédita de que el FMI pueda inclinar la balanza a favor de los intereses del país ante una negociación con los acreedores privados que aparece más dura lo que se había previsto en un inicio.
Un contrapeso en el directorio del FMI
Para Alberto Fernández, el hecho de contar con el apoyo europeo es de fundamental importancia, sobre todo porque se descuenta la dureza de Estados Unidos y, ahora, se podrá contar con un contrapeso en el directorio del organismo.
Las expresiones de la canciller Merkel, del francés Emanuel Macron y del español Pedro Sánchez convencieron al presidente argentino de que ya cuenta con el respaldo de ellos de cara a la decisiva renegociación con el Fondo Monetario Internacional.
Su mejor momento fue cuando en París, sin que él hubiese planteado el tema, Macron tomó la iniciativa y le dijo: "Francia lo acompañará y se movilizará con el FMI para ayudar a la Argentina al camino del crecimiento y a una deuda sostenible. Sepa que puede contar con nosotros".
Antes, se había llevado otra satisfacción en el encuentro con Merkel, quien tras interesarse por la situación argentina y las convulsiones políticas en América latina, se mostró de acuerdo con la tesis albertista sobre que primero se debe hacer crecer la economía para recién entonces saldar la deuda.
El peso específico de Alemania en el directorio del FMI y su condición de líder del bloque europeo hicieron que para el presidente argentino esa reunión haya sido especialmente valiosa.
Alberto F. confía, por ahora, en su virtud de hábil negociador para sacar adelante una renegociación compleja: deberá tomar en cuenta ese pasivo de u$s44.000 millones que se tiene con los acreedores privados. Se trata de bonos que, en su mayoría, también fueron emitidos bajo el mandato de Mauricio Macri.
Haciendo números
Los gobiernos europeos, en su momento, fueron muy críticos de la postura de Trump de otorgarle un préstamo histórico a la Argentina. El más grande jamás dado por el Fondo Monetario.
Fernández apuesta también a que el Fondo haga una crítica interna -aunque más no sea desde lo simbólico- por el fracaso de la estrategia anterior, que terminó con la economía colapsada y una deuda impagable tal como fue concebida.
Desde que asumió, creen en la Casa Rosada, Georgieva ha mostrado puntos interesantes en ese sentido. El último: un posteo en el blog del FMI en el que se mostró a favor de darle un tinte más progresivo a los impuestos que cobran los países.
Las naciones visitadas por Alberto F. reúnen, en conjunto, el 14,29% de las voluntades en el Directorio.
Este es el detalle:
Italia: 3,02%
Alemania: 5,32%
España: 1,92%
Francia: 4,03%
De manera que la suma de esas cuatro potencias europeas da 14,29%. Por poco quedan por debajo del poder de los Estados Unidos. Trump dispone ahí del 16,52 por ciento.
El Gobierno cree que, llegado el caso de una pulseada muy dura, igual puede quedar en mayoría. La confianza tiene nombre: China, que retiene el 6,09% de los votos en el Directorio. Lo necesario para pasar al frente en una eventual pulseada entre potencias globales.
La otra ficha a la que apuesta el Gobierno se llama Brasil, que ostenta el nada despreciable 2,22% de los votos.
Del resto de la región, sólo el voto propio tiene peso. La Argentina sostiene el 0,66%, por encima del 0,1% promedio de cada país latinoamericano. Algunos por arriba, como Chile (0,38%); y otros por debajo: Paraguay tiene tan sólo el 0,07 por ciento.
Es en este contexto que adquirieron especial relevancia los gestos que Georgieva tuvo en Roma, donde se encontró en privado con Guzmán y donde asistió a un evento en el que el Papa Francisco tuvo un discurso inmejorable para la Argentina: planteó que el cobro de las deudas no se podía realizar al costo del sacrificio de los pueblos.
Guzmán intentó aprovechar la oportunidad para mostrar un respaldo internacional a su postura negociadora opuesta a la imposición de planes de austeridad.
El ministro de Economía argentino asumió su cargo bajo el mote de "experto en renegociaciones de deudas". Hasta ahora mantuvo un esperable bajísimo perfil. Pero se acerca el momento de conocer la propuesta a los financistas.
Será el momento de conocer la viabilidad de la administración económica que propone Fernández. El gobierno necesita que la oferta se ubique en un delicado equilibrio: entre ser "amigable" -para evitar un conflicto que se alargue en el tiempo prolongando la crisis económica- y la necesaria dureza para que, en definitiva, lo que se arregle termine demostrando que el país puede pagar lo comprometido.
Será la única manera que se desplome el "riesgo país". La Argentina lo necesita: que esa sobretasa baje lo necesario y suficiente para que la deuda se pueda refinanciar en lugar de que se destinen las debilitadas (y por cierto, limitadas) reservas del Banco Central.
Hasta el momento, Economía dio mensajes diversos sobre su plan con la deuda. Hubo marchas y contramarchas. La cuestión es desentrañar cuáles se justifican por las típicas idas y venidas propias del inicio de una gestión. Y cuáles a la falta de gestión.
No hay mucho tiempo para perder en el contexto actual. La economista Marina Dal Poggetto lo define como "El reloj de los pesos". Hace referencia a la cascada de vencimientos de la deuda en moneda local, que el Gobierno evitó reperfilar por decreto, a pesar de poder hacerlo.
Guzmán prefirió no hacer diferenciaciones entre la deuda bajo jurisprudencia argentina de los bonos emitidos con ley extranjera. La cuestión es que se acerca el momento de pagar. Lo que supondría una notable emisión de pesos, a menos que el mercado acepte refinanciar.
Sólo durante febrero, existen vencimientos en pesos por $170.000 millones, de acuerdo a un reporte de la consultora Eco Go. Otros $221.000 millones se vienen en marzo. Y $155.000 millones en abril.
Hasta junio suman la friolera de $800.000 millones. Este escenario marca la contundencia con que deberán actuar Guzmán y su equipo.