Acusaciones mutuas por la disparada del dólar: la peligrosa estrategia de Macri y Fernández
Mauricio Macri puede haber perdido las PASO pero no se resigna a perder una batalla cultural: la de imponer la interpretación sobre quién tiene la culpa de la volatilidad que está castigando –y acaso siga castigando durante los próximos cuatro meses- a la economía argentina.
La conferencia de prensa del Presidente dejó en claro cuál es su postura: negativa rotunda a aceptarse derrotado y, por ende, un descarte de todas las sugerencias y pedidos para que se reúna con Alberto Fernández y organice una transición ordenada hasta diciembre.
Más bien al contrario, en su rol de candidato, dejó entrever un convencimiento que inquietó a muchos en el mercado: que la escapada del dólar y el desplome de las acciones y bonos argentinos podrían jugar en su favor. Como se comentó en las redes, casi una aplicación del axioma trotskista de "cuanto peor, mejor".
Según esa visión, una convulsión en los mercados y, sobre todo, en la cotización del dólar, podría oficiar como recordatorio para esa clase media enojada con Macri sobre a qué se expone si finalmente el kirchnerismo retoma el poder.
"Yo no manejo los mercados", se excusó Macri, dando a entender que si bien instruyó a sus funcionarios para que minimicen los efectos de la crisis, no está dispuesto a infringir sus propios principios y aplicar medidas intervencionistas, del estilo de controles de capitales ni de restricciones a la compra de divisas.
Lo curioso es que, en la vereda de enfrente, también quedó la sensación de que no se sienten tan incómodos con la escapada del dólar. Alberto Fernández, que vivió el boom económico de los primeros años de Néstor Kirchner, sabe mejor que nadie la suerte que significa asumir el gobierno con un dólar super alto, sobre todo si antes otro pagó el costo político de haber realizado el ajuste.
A fin de cuentas, Fernández había argumentado que el tipo de cambio estaba artificialmente bajo y que el único motivo por el que no explotaba era por la "irresponsable financiación de la campaña electoral oficialista" que hacía el Fondo Monetario Internacional.
De manera que, desde esa visión, lo que está ocurriendo ahora no sería más que un sinceramiento de una realidad que el Gobierno intentaba tapar y que ya no puede ocultarse.
Para esa estrategia, nada mejor que permanecer bien alejado del Gobierno: que se ocupe de su crisis mientras Alberto prepara a sus equipos para tomar el beneficio de la licuación de déficits y de la recuperación de competitividad.
Para alarma de los analistas y de los empresarios, ambos candidatos demuestran que una reunión para coordinar políticas que calmen el ambiente es resultan perjudiciales a sus respectivas estrategias políticas.
Todo lo cual lleva a una conclusión inquietante: ambos parecen estar jugando con fuego. Cuando el Presidente dice que el mercado se asusta por lo que significa el kirchnerismo, y además exacerba su discurso sobre dos visiones contrapuestas de país, está casi justificando el pánico de los inversores. De manera que cuando Macri afirma que a mayor probabilidad de que asuma Fernández, peor será la situación de mercado, se aproxima a la profecía autocumplida.
El candidato opositor, al permanecer en el rol de espectador de cómo Macri realiza los ajustes que luego lo podrán beneficiar a él, arriesga a que el clima social se enrarezca aún más y que, ante la eventual situación de asumir la presidencia, se encuentre con un clima social difícil de manejar.
Una pelea, en definitiva, cuya resolución parece todo lo contrario del "win-win". Y que coquetea con el estallido social.