Se extiende la rebaja de precios de alimentos por el desplome del consumo: ¿motivo de festejo o síntoma de crisis?
¿Argentina año verde? ¿O acaso un crudo síntoma de la recesión? Lo cierto es que distintas empresas alimenticias anunciaron que, a partir de agosto, rebajarán los precios de algunos de sus productos. Muchos de ellos forman parte de la canasta básica.
La decisión fue adoptada por algunas de las principales empresas productoras de alimentos de la Argentina e, incluso, algunas que sin llegar a liderar el mercado optan por pelearla para no perder clientes.
Y la razón para rebajar precios en un marco inflacionario se vincula a la necesidad de que repunten las ventas, en un contexto de una contracción del consumo que ya lleva un año de duración.
Lo interesante del caso es que, además de las rebajas, las principales alimentarias del pais están enviando a sus clientes listas sin mayores incrementos en los precios. Lo que está claro es que se acabaron las listas con aumentos generalizados. Al menos mientras el tipo de cambio no se mueva.
Así, por ejemplo, Molinos -la principal fábrica de alimentos del país- les comunicó a sus clientes (cadenas de supermercados y mayoristas) que desde el 1° de agosto reducirá 30% el precio de sus botellas de aceto.
También (ya se puso en vigencia) una reducción de nada menos que el 20% en algunas series de fideos "Don Vicente", destinados al consumo medio y medio-alto de la pirámide de ingresos de los consumidores.
Por otra parte, desde la próxima semana habrá una rebaja del 6% promedio en los aceites Ideal, la segunda marca más vendida de la empresa en ese rubro, detrás de Cocinero.
Otro producto de la canasta básica -la harina "triple cero"- tendrá un abaratamiento del 3,5% desde agosto.
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En el mismo sentido, se reducirán 8% promedio los productos congelados, lo mismo que las denominadas pastas deshidratadas, mientras que el precio del aceite en aerosol se reducirá un 10 por ciento.
Además de Molinos, las rebajas incluyen a Pepsico, una de las líderes en el negocio de las bebidas gaseosas. La compañía impulsó una campaña -denominada "Súper Precios"-, con bajas en sus líneas.
Ejemplos: Pepsi Black, 7Up Free, Paso de los Toros Free y H2Oh!. El precio bajó un 9%, de $55 a $50. Se incluyeron a las presentaciones de 1,25 litro y a las de medio litro.
En el sector lácteo, uno de los más golpeados por la caída del consumo, son varias las empresas medianas y pequeñas que apuran rebajas de los valores de sus productos.
Uno de los casos emblemáticos es el de la santafesina Ilolay, que anunció remarcaciones (bajistas) de entre 5% y hasta 35%.
Precisamente, el rubro de los yogures aparece como uno de los más lastimados por la crisis y, a la vez, uno de los que más se encarecieron en el último año.
En cambio, en los quesos, las rebajas son menores: de entre 5% y 15%. Lo mismo que en algunas leches, inclusive las saborizadas. En el caso de los yogures y las leches, las promociones son por tiempo limitado. No así en el caso del dulce de leche, que se abaratará un 15%, lo mismo que los postres.
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Las rebajas se dan, al menos por ahora, en productos puntuales. Muchos de ellos clasificados como "prescindibles" desde el punto de vista de la billetera del consumidor, en un escenario de caída del poder adquisitivo.
En otros casos, los ajustes bajistas tienen que ver con que las empresas no quieren resignar mercado y prefieren "perder plata" antes de que la competencia le saque "market share".
"Al final de cuentas, a los empresarios les sale más barato trabajar a pérdida que si la competencia les come participación. Salir a ganar eso que pierden por quedar poco competitivos en el marco de una caída del consumo, les va a costar más caro si deben reposicionar a la marca", cuenta un experto que conoce al dedillo el manejo de marketing de las compañías.
El caso de las gaseosas también se asemeja a lo que sucede con algunos rubros (como el aceto o ciertas marcas premium): son prescindibles para el consumidor en tiempos de crisis y bolsillos delgados.
Es decir, la genta prefiere no comprarlos. O -lo que incluso es peor desde el lado de los empresarios- los reemplaza por productos de la competencia, más allá de que se traten de marcas desconocidas o de menor calidad.
Esto último fue lo que vino ocurriendo en el ahora híper competitivo mercado de las gaseosas: marcas de segundo y tercer orden, que antes focalizaban sus negocios en distritos puntuales, alejados de las grandes ciudades, ahora se expenden en las góndolas de los supermercados de la Ciudad de Buenos Aires.
Perspectivas grises
Los últimos indicadores económicos sugieren que el escenario no variará en el corto plazo. El Indec, por caso, acaba de anunciar que si bien la actividad económica se expandió 2,6% durante mayo, eso se debió a la extraordinaria perfomance del sector agropecuario. El resto de la economía -industria, comercio, bancos y la construcción- siguen operando en rojo.
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Lo mismo vale para el consumo masivo. Las últimas mediciones muestran que la pérdida del poder adquisitivo de los salarios impactan negativamente en la economía: dos consultoras -Kantar y AC Nielsen- acaban de confirmar, en sendos informes, que el registro de junio se ubicó en el peor nivel del año.
De acuerdo con la medición de la consultora Kantar Worldpanel, el consumo masivo (alimentos, bebidas y productos de higiene y limpieza) registró una caída del 9% el mes pasado, en relación al mismo período de 2018.
Ese guarismo empeora la dinámica que se venía observando en los últimos meses: el retroceso del 9% de junio resulta más profundo que la baja del 6% de mayo. En abril, en tanto, la caída había sido del 7% y en marzo, del 11%.
La consultora reportó además que el signo negativo abarca a todas las regiones del país e incluye a todos los niveles socioeconómicos.
El dato de que las listas con los precios de los alimentos no se mueve -al contrario, que incluso incluyen rubros con rebajas- implica una buena noticia para la campaña del Gobierno, a escasas semanas de las Primarias y de las elecciones generales.
Después del 2,7% de junio, la Casa Rosada se ilusiona con un índice algo inferior para este mes. Al respecto, la consultora de Orlando Ferreres midió que, en las primeras tres semanas de junio, comparadas con similar período de junio, da una inflación del 2,8%. Sin embargo, prevé que el mes cerrará en torno al 2,4 por ciento.
Lo cierto es que, en ese marco todavía de inflación alta, llama la atención la noticia de las rebajas de precios que están adoptando los fabricantes de alimentos. Y, como siempre, quedará para la polémica la interpretación sobre si se trata de un fenómeno positivo y digno de festejo o si es el síntoma de la agudización de la crisis.
El antecedente histórico de bajas generalizadas de precios no permite ser muy esperanzador: fue en 2001, cuando ya cursando el cuarto año de recesión empezó a darse el inédito fenómeno de la deflación (es decir, una inflación negativa). Pero en aquella época nadie festejaba, porque el fenómeno no obedecía a ninguna mejora en la productividad sino a un desplome del consumo.
Eran otros tiempos, claro. Regía el "uno a uno" entre el peso y el dólar, lo cual hacía que todos los ajustes fueran nominales. Empezando por el de los salarios, como recuerdan los que tienen edad para haber vivido aquellos días.
Esta crisis de hoy tiene características diferentes, aunque una caída de precios en un contexto de inflación alta y de caída sostenida del consumo no puede habilitar al festejo. Queda, al menos, el consuelo de saber que, en el promedio, ayudará a que el índice de inflación continúe su senda descendente.