Piden regular el ingreso de capitales para evitar la apreciación cambiaria
A principios de 2018 se generaba el mismo debate: con el dólar a $20 nos parecía bajo y cuando llegó a $40 creímos que era demasiado elevado. Hoy volvimos al punto de partida. Sabemos que otro salto cambiario acelerará la inflación erosionando la competitividad. En el camino, se desplomará la actividad y empeorará el cuadro social.El dilema no es si coyunturalmente el dólar está caro o barato, sino cómo solucionar el problema de fondo: necesitamos más dólares de los que generamos en el corto plazo.En 2011, el kirchnerismo recurrió a una receta totalmente rudimentaria: cepo para los movimientos de capitales y control de las importaciones. La administración Macri se montó en la euforia financiera inicial para diagnosticar que sobrarían dólares. Sobre esta lectura se planteó una apertura financiera violenta. Sin solución de continuidad pasamos del control a la libertad más ingenua.En 2018 cambió el contexto internacional y la estampida de los fondos de inversión borró la mayoría de los logros económicos del gobierno. En el balance, hoy el PBI está en al mismo nivel de 2010 o, aún peor, el ingreso de los argentinos es 18% inferior que entonces. Una nueva década perdida. La estabilidad cambiaria actual se sustenta en los dólares del FMI y en un momento financiero que vuelve a ser favorable para los mercados emergentes. ¿Qué sucederá cuando se agoten los flujos positivos del Fondo, o mucho peor, cuando tengamos que devolver el préstamo? ¿Y qué ocurrirá cuando disminuya el apetito por riesgo de los inversores?
Este año el saldo de la cuenta corriente será negativo en u$s3.500 millones. Un dato positivo si se lo compara con la historia reciente. Sin embargo, el problema sigue siendo la fuga de capitales: en 2016 salieron sólo u$s10.000 millones pero en los últimos 12 meses se fugaron u$s23.000 millones, casi uno de cada dos dólares que ingresaron por exportaciones de bienes.Otro indicador de la extrema exposición financiera. Durante la primera presidencia de CFK los flujos financieros y de capital sumaron en promedio 7 puntos del PBI por año, en su segundo mandato, cepo mediante, cayeron a la mitad. Hoy llegan 22% del PBI. Estamos frente a un flujo con una capacidad de desestabilización fenomenal, según explica Rodrigo Alvarez, CEO de Analytica, en Clarín.
El magro rebote de la actividad se basa en el atraso cambiario y cierta moderación inflacionaria. Pero no será sustentable si no se encuentra una solución al problema del equilibrio externo.Es probable que un segundo gobierno de Macri cuente con un acceso fluido a los mercados de crédito, lo que se traducirá en un nuevo ingreso de capitales financieros. Por un tiempo podremos montarnos en una ola de optimismo, pero al cambiar los vientos la historia tendrá el mismo final conocido.
Si los argentinos optaran por el Frente de Todos, en cambio, los mercados no otorgarán el beneficio de la duda. Ante ese escenario, reaparecerán controles de alguna naturaleza para frenar la sangría.
Aprendiendo de la experiencia de países emergentes con similitudes al caso argentino, nuestra visión es que será necesaria alguna regulación de los ingresos y egresos de capitales para suavizar los impactos reales asociados a los vaivenes financieros internacionales. Lo hicieron Chile, Bolivia, Colombia, Perú y Brasil, entre otros.El peso argentino baila al compás de las monedas emergentes, partiendo de una inflación muchísimo más elevada y con un nivel de dolarización superlativo. Este grado de exposición nos hace extremadamente frágiles, asegura el CEO de Analytica.
El cepo no es la solución porque no elimina la presión a la salida de divisas, y a la vez impide el ingreso. Pero la apertura financiera actual es una ingenuidad. Se deben implementar regulaciones al ingreso de capitales que moderen los efectos de la apreciación, en especial a los que buscan retornos por carry trade.Es evidente que hay desafíos. En la agenda del nuevo gobierno, debe ser prioridad acotar el fenómeno de la dolarización. Dada la pesada carga de vencimientos de deuda y la demanda estructural de dólares por fuga, es necesario orientar recursos fiscales y financieros hacia los sectores exportadores garantizando a la vez estabilidad cambiaria.
El tipo de cambio tiene seguir de cerca la inflación para evitar las grandes devaluaciones que castigan los ingresos de los argentinos y aumentan la pobreza. Además se debería analizar un nuevo esquema para las tarifas de los servicios públicos, cuyos costos no están íntegramente dolarizados. Así como el cepo frenó el comercio exterior y la actividad, el extremo actual nos dejó al borde de un régimen de alta inflación.
Desarrollos como el de Vaca Muerta en Neuquén generarán los dólares necesarios para sostener un eventual nuevo ciclo de crecimiento. Pero no solucionan la patología financiera argentina.
Debemos alejarnos de los dogmas de uno y otro lado de la grieta económica para encontrar soluciones lógicas a nuestras particularidades.