Alarmados por borrador del plan de Alberto F, empresarios piden más precisiones sobre el dólar
Corría octubre del 2017. Habían pasado pocos días del triunfo del macrismo en las legislativas. Ya en ese entonces, Alberto Fernández empezó a prefigurar la posibilidad cierta de un retorno al poder del peronismo, asesorado por un grupo de politólogos, sociólogos y economistas.
Las reuniones en su estudio jurídico, o las cenas en el Bar Perón Perón y Los Galgos tenían el objetivo pragmático de "ganar y después gobernar". Finalmente, la decisión de Cristina Kirchner de ungirlo como cabeza de una fórmula compartida aceleró todos los planes del Grupo Callao.
Desde entonces, el equipo de técnicos no tuvo respiro y debió avanzar en definiciones en materia económica, una de las principales trabas del cristinismo para ganarse el voto del "círculo rojo" y el establishment.
Luego de la gira de Axel Kicillof por Washington, en donde despejó los rumores de un posible default, los inversores siguen viendo con escepticismo las propuestas de Fernández y desconfían de su perfil más moderado. Una impronta que atribuyen a la intención de ganar votantes del centro como parte de la estrategia de CFK para volver al gobierno.
Por estas horas, la principal preocupación de las multinacionales de Estados Unidos, Europa y Asia con negocios en Argentina es el tipo de cambio. Esa es la pregunta que le hacen constantemente a Alex Schober, analista de la consultora Ducker Frontier especializado en Argentina, Chile, Uruguay y Perú. Se trata de grandes compañías de bienes de consumo, salud, telecomunicaciones y de la industria, con presencia en el índice bursátil S&P 500 de Nueva York y cuyas operaciones se ven afectadas por la caída del consumo, la mayor inflación y el impacto de la devaluación sobre los insumos que importan.
Pero sobre todo les interesa anticipar el valor del peso a fines de 2019 y 2020 para poder prever sus ventas y resultados, pronósticos que varían según quien sea el próximo presidente. En el caso de que Macri fuera reelecto u otra figura de Cambiemos, la consultora estima un dólar a $50 para fin de año, mientras que bajo un gobierno del peronismo federal la cotización sería de $53 y con Alberto Fernández, subiría hasta $60.
"Si gana Cristina Kirchner y Alberto Fernández, no habría un gran cambio de la política monetaria, pero sí una fuerte depreciación por la reacción del mercado", estimó Schober al ser consultado por iProfesional.
El dólar cerró el jueves a $46,26, lo que representa una suba de casi el 20% en el año, por encima de la inflación acumulada en los primeros cinco meses. La evolución de la divisa es seguida de cerca también por el FMI y los bonistas, ya que su encarecimiento tiene un impacto directo sobre la deuda. En un intento por llevar calma, Alberto Fernández definió en los últimos días que sus prioridades eran la deuda, la inflación y el déficit fiscal. La señal fue bien recibida por los mercados, aún cuando sugirió la posibilidad de una reestructuración de la deuda privada.
En su equipo de asesores, apuestan a un rediseño del acuerdo Standy By por u$57.000 millones que permita redistribuir los pagos, que serán de u$s18.000 millones en 2020 y 2021 y que en los años siguientes se duplicarán.
"Primero vamos a tener una conversación con el Fondo por que los términos del acuerdo no son viables y creemos que hay condiciones para negociar, lo principal para cumplir es crecer y por el diseño de este programa no podemos generar ingresos", explicó a este medio, Fernando Peirano, economista del Grupo Callao especializado en Ciencia y Técnica.
Pero las intenciones de Fernández de pagar la deuda y seguir junto al Fondo hasta ocho años más no parecen satisfacer a los acreedores. Es que si el peso pierde un 20 o 30% de su valor después de las elecciones, la deuda externa como porcentaje del PBI aumentará y dificultará el pago de los compromisos.
"Hay bastante preocupación por un default, Alberto Fernández puede decir que va a pagar al FMI y a los bonistas, pero va a ser más complicado si el tipo de cambio se deprecia mucho después de las elecciones", señaló el analista de Ducker Frontier, con sede en Washington.
Por el contrario, la eventual continuidad de Macri en el poder y de sus políticas lleva alivio a los mercados. En ese escenario ultraoptimista, los analistas en Washington esperan un incremento de las inversiones privadas, menor inflación y una recuperación del consumo, algo que hasta el momento no ocurrió. El antecedente inmediato es el segundo mandato del actual presidente de Chile, Sebastián Piñeira, durante el cual creció la economía aunque también la deuda. Pero también advierten que un segundo período de Cambiemos afrontará mayores dificultades por la probable pérdida de legisladores en el Congreso.
La herencia financiera que dejará Macri tampoco será buena. Según un informe de la Universidad de Avellaneda, la Argentina fue el país que se endeudó más rápido en los últimos tres años en la región, al incrementarla de u$s167.000 millones a u$s261.000 millones, un avance del 56%.
Así, desde diciembre de 2015, tras el acuerdo con los fondos buitres, el stock de deuda pública creció en u$100.000 millones, mientras que en relación al PBI la deuda pública bruta alcanzó el 82% en el cuarto trimestre de 2018, 32 puntos porcentuales más que en 2015.
¿Un kirchnerismo de centro?
Uno de los principales efectos advertidos en Washington es el giro hacia el centro de la agenda económica a partir de la irrupción de la fórmula Fernández-Fernández.
Entre las principales señales que enviaron desde ese espacio destacan las críticas al cepo cambiario durante el gobierno de Cristina Kirchner, la apuesta por un dólar levemente superior al actual que evite una apreciación cambiaria, y las garantías de mantener las condiciones de inversión en Vaca Muerta. También, el acercamiento a sectores con los que hubo rispideces en el pasado, como el agro y los bancos.
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En su afán de moderarse, el equipo de Fernández se desmarcó incluso del discurso de Kicillof en Washington, en donde hizo énfasis en una recuperación de los salarios para la reactivación económica. Y se alejaron del pacto social propuesto por Cristina en la Feria del Libro, una idea que remite a los controles de precios y a un contexto convulsionado que culminó con el Rodrigazo.
En su lugar, ahora plantean "desindexar" la economía mediante un acuerdo de precios y salarios, pero sin prever un boom de la economía ni paritarias generosas. "No vemos que se pueda inyectar gasto público ni que los ingresos recuperen el terreno de un día para el otro", señaló Peirano.
En cuanto al déficit fiscal, los economistas de Fernández mantienen el objetivo de alcanzar el equilibrio fiscal, aunque lo supeditan a un contexto de salida de la recesión. En su esquema de "relojería", como les gusta definirlo, la recuperación de la economía permitirá aumentar la recaudación y disminuir las tensiones, puestos en el dilema de tener que optar entre aumentar las jubilaciones o los subsidios a las petroleras.
El crédito, a su vez, estará condicionado a aquellos sectores que generen divisas. Pero lo que más genera calma en Washington es la sensación de que ya no hay el mismo margen para políticas menos "market friendly".
El corrimiento de la agenda económica forzó a que Roberto Lavagna avanzara esta semana en definiciones para defender el voto de lo que él dio en llamar el "centroprogresismo". Ante una pregunta de iProfesional durante una charla en la Universidad del Salvador, el precandidato peronista se mostró favorable a una reforma laboral similar al acuerdo de Vaca Muerta y a una eventual reducción de los planes sociales.
Aunque hasta ahora el cristinismo no se pronunció sobre estos dos puntos, los inversores no descartan una mayor moderación en las próximas semanas, a medida que se acerquen las elecciones.
La incorporación de Guillermo Nielsen al equipo de Fernández justamente apunta a reforzar el perfil "pragmático" de su fórmula. De todas formas, algunas frases del exjefe de gabinete de Néstor Kirchner provocaron inquietud.
Como la que hacía referencia a la necesidad de un "período de espera" que se le pediría a los acreedores de deuda soberana. Sería algo así como un plazo de gracia en el cual Argentina deja de pagar intereses, de forma de poder ordenar sus cuentas mientras se aplica un plan de reactivación.
Como la propuesta no implica quitas sobre el capital ni renegociación de plazos ni de tasas de interés, el precandidato designado por Cristina considera que ese planteo no puede ser equiparado con una declaración de default.
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Sin embargo, en el mercado no todos opinan lo mismo. Y los más inquietos temen que una medida de ese tipo empeore el ya escaso acceso al crédito de las empresas argentinas. Tampoco está claro quién será su ministro de Economía.
"Hay mucha incertidumbre sobre lo que representa Alberto Fernández, necesitamos saber quién va a ser su hombre clave en economía", dijo a este medio Nicolas Saldías, analista del proyecto Argentina en el Wilson Center, donde estuvo recientemente Kicillof.
De buen diálogo con la city financiera, Nielsen es uno de los nombres en danza para ocupar ese puesto. El exsecretario de Finanzas durante el gobierno de Eduardo Duhalde y el de Néstor Kirchner integró hasta hace poco los equipos de Lavagna y Massa, y es amigo del precandiato José Luis Espert y el economista Javier Milei.
En el kirchnerismo, en cambio, sostienen que el "uno" sigue siendo Kicillof, aunque reconocen que aspira a suceder a María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires. Pero también ven con buenas chances al exviceministro de Economía, Emmanuel Alvarez Agis, y al exgerente del Banco Nación, Matías Kulfas. Los dos asesores económicos del precandidato presidencial se pusieron al hombro en los últimos días la transmisión del modelo "albertista".
Un mensaje que todavía no logran descifrar los inversores. "Fernandez dice que no quiere caer en default y que va a mantener relación con el Fondo, pero no sé qué va a hacer con la inflación, el peso y las tarifas, no veo ningún plan todavía", dijo Saldías.
Tampoco queda claro cómo sería compatible un impulso al mercado interno con una política orientada a exportar. "Si necesitás que los salarios sean altos para sostener el mercado interno, perdés competitividad en las exportaciones y eso no se resuelve con nombres", aseguró a este medio el titular de la consultora LCG, Guido Lorenzo.
El pasado reciente no despierta expectativas en Washington. Por más que el precandidato K modere sus propuestas en materia económica, los analistas recuerdan que en la gestión anterior no se redujo el déficit fiscal y se reestructuró en dos ocasiones la deuda con los bonistas.
Esa "falta de credibilidad" es lo que alimenta el deseo de una victoria de Macri en el establishment, aunque su gobierno no haya dado los frutos esperados y los vencimientos pendan sobre el próximo como la espada de Damocles. Tampoco ven con desagrado al peronismo federal.
Gane quien gane, incluso Fernández, lo cierto es que los acreedores esperan nuevos ajustes.