La crisis se ensaña con Pymes: sufren mayor presión de la AFIP y condiciones más duras que las grandes empresas
Gustavo Lazzari maneja la empresa familiar que produce fiambres y chacinados desde hace 43 años. Por primera vez en su historia, la semana pasada enfrentó a los empleados más veteranos, algunos de los cuales trabajan en la compañía desde los comienzos. Inquietos por la dramática caída en las ventas, los operarios quisieron saber e interpelaron sin intermediarios al dueño: "¿Seguimos o vamos a cerrar?".
La dura realidad de esta elaboradora de alimentos se asemeja a la de tantas Pymes que, en distintos sectores, intentan seguir adelante a pesar de la crisis. Muchas ya quedaron en el camino.
Según la estadística oficial de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT), entre noviembre de 2017 y el mismo mes del año pasado cerraron 10.896 Pymes de hasta 100 empleados. Equivale a decir que hubo 30 quiebras por día.
De acuerdo a la SRT existen 511.348 firmas de ese tamaño. En total hubo 49.976 personas que en ese período perdieron el empleo en ese tipo de empresas, según el arqueo de altas y bajas que realiza la AFIP.
"Cerrar no es una opción", les dijo Lazzari a los trabajadores. Como tantos pequeños empresarios que toda su vida se dedicaron a mantener esa fuente de trabajo, la única chances pasa por pelearla en el día a día. "Si cierro, me tendría que ir a manejar un Uber", les graficó.
Para Lazzari, la continuidad implica también cargar con costos patrimoniales enormes: "Tuve que vender una propiedad por u$s340.000 para tapar los agujeros que me va dejando la crisis", relata a iProfesional. "Cancelé deuda y compré mercadería. Y reduje costos todo lo que pude", agrega. "Yo mismo salgo a hacer clientes".
En el Gobierno están al tanto de esta triste realidad. Uno de los funcionarios del equipo económico más importantes lo reconoce, al tiempo que admite que -de corto plazo- no hay solución posible. "La verdad es que un empresario en problemas tiene tres chances: se endeuda a tasas muy elevadas; vende el canuto de dólares o cierra. Así de dura es la situación. Acá no hay chances de que volvamos a tener una corrida cambiaria", se sincera el funcionario.
La semana pasada, el propio Mauricio Macri anunció un esquema de créditos subsidiados para pequeñas y medianas empresas. El plan, por un total de $100.000 millones, promete líneas a tasas de hasta 29% anual, bien por debajo del costo de mercado.
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En las cámaras que agrupan a pymes reinaba la desconfianza. "El mismo Gobierno que eliminó los denominados créditos productivos, con tasas subsidiadas, ahora viene con este anuncio. Parece más de campaña que otra cosa", se distancia uno de los directivos.
Empresas chicas, broncas grandes
Una de las mayores broncas que acumula es contra la AFIP. "Noto una ferocidad fiscal. No hay tolerancia, a pesar de la crisis. Durante el año pasado me ví obligado a tomar créditos bancarios para pagar mis impuestos. Y con la suba de las tasas de interés, cuando explotó la crisis, esa deuda me ahogó", cuenta el empresario.
Lazzari no es el único que maldice al organismo recaudador. Coincidió la mayoría de los pequeños empresarios consultados por iProfesional.
La vida de un Pyme, en medio de la crisis, pasa más por el cuidado de las finanzas y el recorte de los gastos antes que por el intento de ganar mercado. Les sucede a todos.
Pablo Ricatti, dueño de la panificadora Salke Fresh, va directo al punto. Sus ventas derraparon nada menos que 30% durante febrero, versus febrero del año pasado. Todo un síntoma de la época recesiva.
La empresa se dedica a la venta de pan para hamburguesas y para panchos. Se trata de productos que suelen andar bien en épocas de vacas flacas porque los consumidores reemplazan esos alimentos por otros más sofisticados. Claro que, cuando el ciclo negativo se profundiza y los niveles de consumo masivo retroceden a marcas históricas, nadie se salva.
Ricatti, en diálogo con iProfesional, reconoce que, para subsistir, resulta clave el orden financiero. Y el estricto control de los gastos.
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Al respecto cuenta: "Hoy en día resulta fundamental que un empresario, por más chico que sea, tenga familiaridad con el concepto de ‘cash flow’. Hay que saber previsionar".
Ricatti tiene la "suerte" que otros no disponen: como el pan tiene un vencimiento de cortísimo plazo, eso significa que sus clientes no tienen margen para caer en la morosidad. Un problema que está afectando a la mayoría de los rubros.
En todo caso, su gran desafío es cómo recomponer las ventas en un momento donde -relata- sus clientes prefieren bajar la calidad de los productos que compran con tal de ser competitivos y no perder ventas. En esa preferencia de costos por calidad, la panificadora de Ricatti pierde ventas.
"No hay un mango en la calle"
La situación laboral se agravó durante el último año. El Ministerio de Trabajo informó que a lo largo de 2018 se destruyeron 191.300 puestos. Los sectores más golpeados fueron la industria (-61.000), comercio (-36.000) y la construcción (-13.600), mientras que mostraron aumentos minas y canteras (4.400), enseñanza (4.400) y agricultura (2.100).
Para sobrevivir a la crisis, algunas Pymes dependen en forma directa de que levante el mercado interno. Otras dependen de las empresas líderes, de las que son proveedoras. Vayan dos ejemplos de lo que está sucediendo.
Una empresa pequeña dedicada al marketing tenía un convenio con una de las administradoras de tarjetas de crédito líderes en el mercado. Habían arreglado la entrega de pelotas de fútbol a los nuevos clientes. A pesar de que se había cumplido con los objetivos, la dueña de la tarjeta decidió terminar con el acuerdo. ¿El motivo?: "El crecimiento de la morosidad es tan importante que preferimos no hacer nuevos clientes", argumentaron. Por esa decisión, el empresario Pyme se vio obligado a despedir personal.
"Tengo que achicar los costos fijos; no me queda otra", comentó en diálogo con iProfesional, bajo reserva de su identidad.
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Otro pequeño empresario observa -con angustia- cómo la crisis agrava la desigualdad entre grandes y chicos.
Este empresario (Sebastián H.), la crisis le pega por dos vías. Se trata de una situación crítica pero, a la vez, interesante para sacar conclusiones. Por un lado, Sebastián es proveedor de una bodega, dueña de varias reconocidas marcas de vino. A través de su compañía le vende servicios para los camiones.
Cada vez que la Pyme termina con su trabajo, la bodega le paga -irremediablemente- a los 130 días de plazo. "Terminamos un servicio y nos dieron un cheque para finales de junio", cuenta Sebastián, entre resignado y con fastidio. Cualquier lector sabe que entre el día de hoy y junio, en la economía argentina, existe un cono de sombra indescifrable.
Pero es ese acuerdo o nada. Y este empresario, como tantos, apuesta a no perder el cliente pensando en que en algún momento retornarán los tiempos normales.
Pero lo peor para Sebastián no termina ahí. Junto a dos amigos es dueño de un restaurante en la zona de Palermo. Y en el local reciben mercadería (vinos) de la misma bodega que lo contrata por el otro trabajo.
La diferencia es que la bodega, si Sebastián y sus socios no lo esperan con el cheque al día, no le bajan los vinos. Y, como quedó dicho más arriba, se trata de la empresa dueña de las marcas más afamadas de la plaza. No es cuestión de quedarse sin esas botellas fuera de la carta.
"Lo peor es que la AFIP y Arba mandan sus inspectores como si estuviésemos en el mejor momento. Y la AFIP acaba de encarecer sus tasas de interés, si uno se atrasa", se queja con amargura uno de los socios de Sebastián.
El cuadro de situación pueda variar durante este (recién iniciado) 2019. La campaña electoral y el escaso margen de maniobra del que dispone el Gobierno para tomar medidas, por la volatilidad cambiaria y el acuerdo fiscal con el FMI, conspiran contra un escenario económico más optimista.