Por la fuerte baja del consumo, casi ninguna marca de ropa puede escaparle a la crisis
La devaluación del peso que se inició en abril pasado impactó con mucha fuerza en la industria textil y muchas empresas debieron concursarse para no cerrar sus puertas. Otras, directamente, decidieron bajar las persianas definitivamente.
En la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), por su parte, dan cuenta de bajas menos pronunciadas, pero igual de contundentes. Según su relevamiento, el sector de indumentaria y lencería cerró 2018 con una caída del 11,5% en unidades, mientras que en el caso de los textiles la baja llegó al 8,1 por ciento.
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Durante el último año se multiplicaron los casos de las marcas nacionales que optaron por el concurso de acreedores de manera de poder organizar su situación financiera. La lista incluye desde Legacy, que en junio se presentó en convocatoria, hasta Big Bloom, la sociedad dueña de las marcas Wanama y John L. Cook, que un par de meses después terminó siguiendo sus pasos.
Hoy las estrategias de supervivencia pasan por limar los costos aún más a fondo, cambiar la estructura de capital de la compañía, bajando deuda al máximo, subir al mínimo los precios, renegociar alquileres con los shoppings y, para algunos, convocarse.
A otras empresas del rubro la caída en las ventas directamente las llevó a cerrar todos sus locales, como en el caso de Chocolate. La casa de indumentaria femenina decidió cerrar en septiembre la última tienda que tenía y sus dueños están en busca de un comprador para la marca, que fue fundada a fines de los 80 por Susana Fandiño y Mónica Rivas. En su mejor momento, llegó a tener más de veinte locales y presencia en los principales shoppings del país. Tras el cierre de sus tiendas, las fundadoras pusieron en venta la licencia para el uso de la marca.
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El cambio de manos también fue el camino recorrido por Topper. La histórica marca deportiva, que estaba en poder del grupo Alpargatas, fue adquirida en septiembre por el empresario brasileño Carlos Wizard Martins, que pagó u$s24 millones para hacerse con el control de la firma en el mercado local.
Fue la misma decisión que tomó la firma Tileye (Eyelit), especializada en ropa interior, que a fin de año le bajó la persiana a una de sus dos fábricas, en Catamarca, mientras que la brasileña Paquetá -que producía zapatillas para Adidas- también optó por esta vía ante la fuerte caída de la demanda, destacó La Nación.
En el caso de las marcas Wrangler y Lee, la decisión de la empresa dueña directamente fue dejar de operar en el país. A través de un comunicado, la multinacional VF Corporation anunció una reestructuración a nivel global que incluía la separación en dos compañías independientes. Las marcas de jeans como Wrangler y Lee quedaron en manos de una nueva sociedad, bautizada Kontoor, que decidió dejar de operar localmente ante la falta de interesados por el manejo de sus licencias. La reestructuración además incluye el cierre de su planta de producción en Benito Juárez, provincia de Buenos Aires.