Víctor Beker: “Hay una nueva grieta y está entre el sector financiero y la economía real”
“Estamos en una hiper estanflación”, asevera en una extensa charla con iProfesional Víctor Beker, un referente respetado entre los economistas argentinos.
De hecho, es uno de los primeros egresados de la Licenciatura en Economía Política de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y algunos de los libros que escribió junto a Francisco Mochón son material de estudio obligatorio en varias carreras de esta prestigiosa institución.
Obtuvo el Premio Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, y se desempeñó en el Consejo Federal de Inversiones (CFI) y en el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Además, fue consultor de organismos internacionales.
Respecto a la situación del país en pleno año electoral, Beker considera que el oficialismo hizo “lo contrario” a lo que debería haber realizado, y que intentará que el componente económico “no pese decisivamente en la decisión del votante”.
Hoy se desempeña como profesor plenario de la Universidad de Belgrano, donde dirige el Centro de Estudios de la Nueva Economía.
Por su amplia trayectoria y conocimiento, su punto de vista concentra la atención del mercado. Incluso, antes de la escalada de 100% que se registró en el precio del dólar durante 2018, había advertido que los indicadores estaban mostrando que el tipo de cambio estaba atrasado y debía trepar un nivel similar al que finalmente alcanzó meses después.Por todas estas razones, iProfesional lo convocó para conocer su mirada sobre la realidad argentina.
-Los números de la actividad no son muy alentadores, ¿cómo ve la economía del país?
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-Los números muestran una nueva grieta, en este caso entre el sector financiero y la economía real. Cada uno elige las cifras que prefiere para calificar la situación económica. Es decir, mientras los datos que tienen que ver con lo monetario y fiscal muestran que se cumplen exitosamente los acuerdos firmados con el FMI, los del sector real evidencian un proceso hiper recesivo acompañado de una alta inflación.
Por un lado, se va reduciendo el déficit fiscal, la cotización del dólar llega a perforar el piso de la banda de flotación y se reduce el riesgo país. Por el otro, la magnitud de la caída interanual en la producción industrial y en la construcción tiene escasos precedentes. Entonces, el Estimador Mensual de Actividad Económica del INDEC acumulado en los primeros once meses de 2018 mostró una disminución del 3,8% respecto al mismo período del año anterior. Mientras tanto, la inflación en ese plazo bordeó el 50% anual. Estamos en una hiper estanflación.
-¿Cómo ve el comportamiento de la inflación para este año y de qué dependerá?
-El marco hiper recesivo debe hacer sentir sus efectos sobre el ritmo de aumento de los precios. Lo mismo ocurrirá con los incrementos salariales. En las paritarias, los gremios deberán dar prioridad al mantenimiento de las fuentes de trabajo antes que al nivel de aumentos de las remuneraciones. De todas maneras, persistirán los incrementos tarifarios. En este contexto puede esperarse una inflación anual de entre el 25% y 30%.
-El dólar parece controlado y estable, ¿hasta cuándo cree que la situación seguirá así?
-El dólar controlado y estable es la contracara de tasas de interés por encima del 50%. A partir de marzo debería esperarse una mayor oferta de divisas provenientes de las exportaciones, y ello permitiría bajar la tasa de interés sin que se dispare el tipo de cambio. Pero la incertidumbre electoral continuará alimentando la demanda de divisas así como la expectativa que, en algún momento, se deberán licuar las distorsiones creadas por las tasas de interés vigentes desde agosto pasado.
-¿Puede haber una nueva corrida cambiaria en la previa a las elecciones?
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-Todo período preelectoral genera una demanda de divisas por motivo de precaución. Esta demanda puede aumentar o disminuir según el resultado que arrojen las Paso en agosto.
-El elevado déficit público es uno de los grandes cuestionamientos al Gobierno por no haberlo podido bajar tal como se ha prometido, ¿considera que se está haciendo todo lo posible para controlarlo?
-Gran parte del gasto público está destinado al pago de remuneraciones, jubilaciones y demás componentes de la seguridad social. Es muy difícil bajarlo en un contexto de una economía en hiper recesión. Sólo puede licuarse en términos reales a través de la inflación, que es lo que está haciendo el Gobierno. Distinta sería la situación en un contexto de crecimiento económico con un sector privado brindando crecientes oportunidades de trabajo.
-¿Esta necesidad de reducir el gasto puede verse afectada por la proximidad de las elecciones presidenciales y a que el Gobierno estará en búsqueda de su reelección?
-Normalmente, el gasto público tiende a crecer en los años electorales. No obstante, el acuerdo con el FMI le impone al Gobierno un déficit primario cero para este año, por lo que tiene escaso margen de maniobra en este sentido.
-En medio de este escenario apretado y con pocas opciones, ¿a qué estrategia económica cree que puede apelar el oficialismo para poder ser reelecto?
-Creo que el oficialismo intentará que el componente económico no pese decisivamente en la decisión del votante y aglutinar el voto negativo. Intentará apelar no tanto al amor que suscita su gestión sino al espanto que genera su adversario.
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-Si dejáramos de lado la necesidad electoral, ¿qué medidas “ideales” debería tomar el Gobierno para salir realmente de la crisis?
-En mi libro “¡Basta de fracasos! Propuestas para un desarrollo económico con equidad e inclusión social”, publicado en 2015, planteé el sendero que entendía debía seguirse para salir de la crisis en curso. Lo que se hizo fue mayormente lo contrario, y los resultados están a la vista. Hemos agregado un nuevo fracaso a la larga lista preexistente. El camino del desarrollo pasa por generar una transferencia de recursos de las actividades de baja productividad hacia aquellas de alta productividad que caracterizan a la economía moderna, con empleo formalizado y de calidad.
Pero la clave para ello radica en producir una inyección de capital que permita expandir la masa laboral empleada en el sector de alta productividad. Salvo en casos muy puntuales, hoy todo nuevo empleo requiere de alguna herramienta o maquinaria adicional, aunque tan sólo sea una computadora, un teléfono o una pala. La experiencia demuestra que no hay caminos alternativos porque no puede haber progreso económico sin acumulación de capital.
-Argentina ha demostrado que tuvo crisis cíclicas a lo largo de toda su historia, ¿cómo se puede salir de este círculo vicioso?
-Argentina tiene una tendencia a preferir las soluciones extremas, pasando de una punta a la otra del péndulo sin escalas intermedias. Toda crisis requiere de políticas de Estado para enfrentarla y consensos mínimos para recorrerla con el menor costo social. Ello demanda apuntar hacia una visión prospectiva que permita reunir a una significativa mayoría de los argentinos en el esfuerzo por superarla. Emprender este sendero requiere de un nivel de consenso y disciplina social que Argentina sólo parece poder alcanzar luego de una crisis de envergadura.
Mientras la mitad de los argentinos piense que la solución pasa por un determinado modelo económico y la otra mitad por uno contrario, no hay solución posible. Especialmente cuando unos piensan que hay que regresar a 1945 y los otros, a 1930, sin advertir que estamos en 2019.
-La pregunta, luego del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, es qué poder de flexibilidad tendrá el próximo Gobierno, sobre todo por la gran cantidad de vencimientos de deuda que comienzan en 2020...
-Creo que nadie tiene la respuesta a la pregunta. Seguramente, habrá que renegociar en diciembre de 2019 con el FMI. Los términos dependerán de quien haya ganado la elección.