Macri, anfitrión de la contienda entre EE.UU. y China: ¿puede un acuerdo beneficiar a Argentina?
En pocos días, el mundo virtualmente se paralizará y se focalizará en Buenos Aires. Más precisamente, en el momento justo en el que las manos del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, estrechen las de su par chino, Xi Jinping.
Estos dos mandatarios, que participarán de la Cumbre del G20, tienen en su poder el "botón rojo" que puede activar una guerra comercial de proporciones históricas.
Tras más de un año de acusaciones cruzadas sobre supuestas maniobras de competencia desleal y una contienda cada vez más dura por el futuro de las inversiones y los empleos, ambos líderes ya impusieron aranceles de uno y otro lado para castigar la entrada de productos que al año acumulan un valor de u$s360.000 millones, equivalente a lo que la Argentina exportó en los últimos seis años.
De ese total, Trump aplicó un castigo a importaciones chinas por un valor de u$s250.000 millones, mientras que el mandatario del gigante asiático impuso medidas contra el ingreso de bienes estadounidenses que al año representan unos u$s110.000 millones.
Mauricio Macri, como anfitrión de la cumbre del G20 -que para los expertos será el evento más importante en la historia de la diplomacia argentina-, estará subido a un ring en el que Trump y Xi Jinping definirán gran parte del futuro del comercio internacional y también de la economía argentina.
Es que el mano a mano que mantendrán ambos mandatarios en Buenos Aires podría ser decisivo: es la última chance que tienen de llegar a un acuerdo, antes de que el líder de la Casa Blanca apriete su botón rojo y dispare la "contraofensiva final", una oleada de nuevas medidas arancelarias que impactarían de lleno en las exportaciones de empresas chinas.
"Les hemos puesto aranceles por valor de 250.000 millones de dólares. Y tenemos otros 267.000 millones si queremos, pero podríamos no tener que hacerlo. China quiere hacer un trato", afirmó Trump días atrás en una conferencia de prensa, rememorando una suerte de "guerra fría" pero esta vez con restricciones comerciales listas para ser aplicadas, en lugar de bombas nucleares.
Y, según trascendió, Trump tendría decidido avanzar con la contraofensiva durante los primeros días de diciembre si no se llega a un acuerdo en Buenos Aires.
Así, los ojos del mundo se posarán sobre ambos mandatarios una vez que arriben al país. Y cada gesto y cada mirada contarán y mucho cuando hay tantos miles de millones de flujos comerciales en juego.
La preocupación alcanza tal nivel que desde la OMC vienen pidiendo moderación y diálogo para evitar que la guerra comercial pase a mayores y termine anulando la recuperación que muestra la economía mundial.
Y Macri será, no ya el réferi, pero sí el anfitrión de ese encuentro histórico, luego de dos mano a mano previos entre Trump y Jinping que no hicieron más que agitar las aguas.
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¿Habrá acuerdo?
A la hora de trazar proyecciones sobre las posibilidades de que Buenos Aires se convierta en el escenario de un acuerdo definitivo, las opiniones se reparten.
Para el analista internacional Jorge Castro, es "un hecho que será un éxito el encuentro entre Trump y Xi Jinping en el marco del G-20".
"El conflicto entre EE.UU. y China no es de naturaleza comercial, sino político-estratégico. Por lo tanto, su resolución depende del acuerdo político entre los líderes de las dos superpotencias", señala.
Para el experto, lo que está en juego, más que el megadéficit por importaciones del que se queja Washington, es el futuro manejo de la tecnología a través de la propiedad intelectual de empresas estadounidenses. Y la Casa Blanca acusa a Beijing de estar apropiándose de esta información estratégica.
Según un informe de la consultora DNI, de Marcelo Elizondo, Trump apunta contra China por haber operado a través de la imposición de restricciones en licencias que considera arbitrarias, acuerdos de trasferencia de tecnología injustos y abusivos y hasta intrusión en computadoras estadounidenses por parte de organizaciones chinas.
Sin embargo, la pregunta más relevante para el gobierno argentino y las empresas locales no pasa tanto por si habrá acuerdo o no en Buenos Aires, sino por las ventajas y desventajas frente a este escenario.
Por lo pronto, Macri se enfrenta a una dualidad:
-Si ambos mandatarios le ponen punto final al conflicto, entonces esto le ayudará al Presidente a ganar capital político a nivel internacional y seguir posicionado como "vocero" de la región, justo cuando está por entrar en escena Bolsonaro en Brasil.
-Pero, si no hay acuerdo y los dos mandatario aprietan el botón rojo y estalla la guerra de aranceles, se podría producir un redireccionamiento del comercio que, en lo inmediato, podría empujar a las exportaciones argentinas, especialmente de alimentos, así como también a los precios. Esto no es para nada despreciable ante las urgencias que se vienen en materia económica justo en la previa electoral.
-Claro que, en el mediano plazo, una guerra comercial de proporciones entre estas dos potencias, según el consenso de expertos, provocaría turbulencias financieras y podría afectar los flujos de inversiones, pasándole factura a los países emergentes.
A continuación, los efectos concretos que podría traer un agravamiento de la contienda:
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1. Más exportaciones de soja argentina
Desde Quantum Finanzas, la consultora de Daniel Marx, plantean que un primer impacto positivo ante un escenario de no acuerdo correría por el lado de las commodities.
Es que el conflicto comercial está metiendo presión a algunos productos agrícolas, como la soja, dado que la imposición de un arancel del 25% por parte del gigante asiático a alimentos estadounidenses está provocando un corrimiento de la demanda.
Y el efecto puede traducirse en números concretos: a comienzos de 2018, antes de la tensión comercial, el gap de precios entre la soja local y la de Chicago era casi nulo. Con el paso de los meses, esa brecha llegó a ser de u$s60 por tonelada a favor del grano local.
Así, la consultora de Marx plantea que la imposición tarifaria por parte de Beijing "funcionó como un factor de presión" sobre aquellos países productores con excedente de exportación, como es el caso de la Argentina.
Así, de extenderse el conflicto, se podría aspirar –según este razonamiento- a recibir ingresos adicionales por ventas de soja del orden de los u$s10.000 millones.
En paralelo, Martín Calveira, investigador de la Universidad Austral, coincide al señalar que "en los conflictos siempre hay ganadores y perdedores. Si alguno de esos dos países decide direccionar su demanda de bienes, para el caso argentino serán bienes primarios y esto será una ganancia de comercio, al menos por aumento en la cantidad de exportaciones".
2. Riesgo de "lluvia importadora"
Sin embargo, hay un "lado B" en el caso de que se profundice la pelea. Elizondo plantea que la suma de las exportaciones de China y Estados Unidos equivalen nada menos que al 25% del total mundial.
Así, "una obstrucción del comercio entre ellos afectaría seriamente al comercio mundial total y a la economía global. Además, la guerra comercial puede producir excedentes de stocks que ambos quieran colocar en otros mercados", alerta Elizondo, entre los que encontraría la Argentina.
Basta saber que el gigante asiático cada año despacha ropa e indumentaria al mundo por u$s140.000 millones, equivalente todas las exportaciones albicelestes a lo largo de casi tres años. O que las empresas chinas venden juguetes por un valor 10 veces superior que el de las terminales automotrices nacionales.
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3. Problemas financieros
El debilitamiento general del comercio internacional traería otras noticias no muy buenas: "Lo más probable es que para la Argentina el mayor perjuicio sea una demora más larga en recuperar cierto acceso a mercados financieros", plantean desde la consultora DNI.
Sucede que una guerra comercial no hará más que contribuir a un escenario de retracción de capitales a los emergentes.
De hecho, el FMI acaba de advertir que el agravamiento del conflicto entre China y EE.UU. contraería el PBI mundial hasta en medio punto porcentual, lo que complicaría el comercio y las inversiones.
Además, la propia Christine Lagarde advirtió que una escalada "podría tener un impacto" y "causar vulnerabilidades" en las ya debilitadas economías emergentes, principalmente en Argentina y Turquía.
4. Quedar entre la espada y la pared
A esto se suma un problema de índole estratégico: según Elizondo, a medida que se tense la relación entre ambas potencias, "es probable que comiencen a reclamar adhesiones y alianzas de terceros en una disputa que es más que comercial y los países como Argentina deberán adherir a uno.
Esto implicaría entrar en una zona de riesgo político: el macrismo viene de recibir un fuerte espaldarazo por parte de Trump a la hora de negociar el apoyo del FMI.
"Trump que ha sido un actor central en la ayuda a la Argentina. Sin el activismo del presidente de los Estados Unidos y de una decisión política de su administración, el paquete del FMI no hubiese llegado a los u$s57.000 millones. Ni siquiera hubiera superado los u$s24.000 millones", advierte Fabián Calle, analista de la Universidad Austral.
Esto le impone una presión extra al macrismo, "que debería mostrar más afinidades con EE.UU.", plantea Elizondo.
Sin embargo, es una situación por demás incómoda a nivel diplomático, dado que el Gobierno acaba de negociar la ampliación del swap con el gigante asiático por un valor equivalente de u$s18.000 millones, al tiempo que está avanzando con tratativas para fomentar inversiones chinas en energía e infraestructura.
Así, el enrarecimiento del contexto internacional podría traer, según Elizondo, alguna "ventaja de ocasión en el corto plazo", por la vía precios y exportaciones, algo tentador frente a la necesidad de contar con más dólares y que se reactive la maquinaria del agro.
Sin embargo, concluye que "en el mediano y largo plazo, a países como la Argentina definitivamente les conviene mucho más un escenario sin volatilidad".