Mercosur, Bolsonaro y después: por qué la Casa Rosada rechaza las versiones pesimistas sobre la sociedad con Brasil
Entre industriales argentinos preocupa la amenaza del presidente electo sobre bajar aranceles y flexibilizar el bloque. Pero en la Casa Rosada hay una mirada diferente
No por previsible, la elección de Jair Bolsonaro dejó de tener un impacto fuerte sobre Argentina.
El primero fue negativo: las declaraciones del virtual ministro de Hacienda, Paulo Guedes, en el sentido de que el Mercosur no será una prioridad en la nueva agenda brasileña, pareció confirmar los peores temores de los empresarios argentinos, en el sentido de que se podría resentir la relación con el principal socio comercial y aliado estratégico.
Industrias enteras –como el caso paradigmático de la automotriz- no sólo tienen al mercado brasileño como principal destino de exportación sino que hasta son difíciles de concebir sin una estrecha integración con el vecino.
De hecho, ahora mismo las terminales argentinas están repuntando en sus niveles de producción aun cuando el mercado doméstico muestra una caída de las ventas.
En un evento corporativo, el CEO de Volkswagen para América latina, Pablo Di Si, le puso números a la situación: “Mientras se proyecta un crecimiento del 14% para el mercado brasileño, cercano a las 2,5 millones de unidades, más otro salto de 10% en 2019, en Argentina se espera para 2018 un mercado de 770.000 unidades (caída del 14%) y en 2019 bajaría a 700.000 patentamientos”.
Por cierto que en ese evento, el tema de las elecciones brasileñas fue central: cuanto más se aleja la industria argentina de su récord de un millón de autos vendidos, más relevante se torna la ayuda del país vecino.
Y las señales del “día después” siguieron alimentando inquietudes. El hecho de que el electo presidente de Brasil haya elegido Chile como primer país al cual hacer una visita oficial pareció otra señal sugestiva: no sólo pasó por alto a la Argentina sino a todo el Mercosur y pareció privilegiar al país más liberal y “market friendly” de la región, el que más avanzado está en materia de acuerdos bilaterales de libre comercio en solitario.
Como música de fondo, la mayoría de los análisis políticos en Argentina focalizaban en la condición de “anti sistema” que implicaba el voto para el nuevo mandatario brasileño y se hacían símiles con el “que se vayan todos” del 2002 y el advenimiento de Donald Trump a la Casa Blanca.
Algo así como el surgimiento de una corriente de democracia devaluada, autoritarismo creciente y rechazo a la globalización que sólo podrían contribuir a ahondar la crisis argentina.
Sin embargo, la realidad es que la lectura que se hace en el gobierno de Mauricio Macri dista de tener una mirada tan pesimista respecto del “efecto Bolsonaro”.
Con los ojos en el real
Para empezar, quedó claro –ya lo estaba desde la primera vuelta, en realidad- que el mercado de capitales recibió el triunfo de Bolsonaro como una buena noticia.
La bolsa paulista, que en el último mes y medio lleva acumulada una suba de 29%, marcó un nuevo máximo histórico intradiario, si bien concluyó la jornada del lunes con una toma de ganancias, dado que el mercado descontaba un triunfo del líder del Partido Social Liberal.
Ahora, se espera un contagio justo en el momento en que la economía argentina más lo necesita. Los economistas argentinos suelen recordar que por cada punto del PBI que crece Brasil, genera un efecto arrastre de un cuarto de punto para la Argentina.
Pero, acaso más importante en el corto plazo, el real brasileño, que se había apreciado un 15% en la previa a la segunda vuelta, también continuó su escalada alcista frente al dólar y el resto de las divisas. Este, incluso, es un proceso que podría extenderse en el tiempo.
Desde Ecolatina postulan que en 2019 habrá un doble efecto positivo: por un lado, la economía brasileña será “más pujante”. En segundo lugar, el real se irá fortaleciendo, dado que “se prevé un importante flujo de capitales” hacia el país vecino que tenderá a debilitar al billete verde.
Que el principal socio comercial fortalezca su moneda es sinónimo de una mejor perspectiva de exportaciones para la Argentina.
Pero, también supone que el temor a un nuevo retraso cambiario –consecuencia de la aplicación de la nueva banda cambiaria- pueda quedar relativamente atenuado. Aun cuando el macrismo cumpla su objetivo de planchar al dólar en el año electoral, eso no necesariamente implicará una pérdida de competitividad en el contexto regional.
Desde Delphos Investment coinciden en el diagnóstico y plantean que “la apreciación del real implicará una mayor estabilidad para el peso argentino en el corto plazo”.
El crecimiento de la economía brasileña es otro motivo que lleva tranquilidad al Gobierno: el año pasado, el PBI concluyó con una suba del 1% y para este 2018 se encamina a expandirse 1,35%.
Welber Barral, consultor de empresas y ex secretario de Comercio Exterior en tiempos de Lula, afirmó a iProfesional que “la perspectiva para 2019 es la de un crecimiento de al menos 2%. Y, si prosperan las reformas que plantea Bolsonaro, entonces se puede aspirar a una mejora de la actividad más importante”.
Como consecuencia del cambio de tendencia –aunque también por el menor ritmo de actividad en la Argentina, que hizo caer las importaciones-, el abultado déficit bilateral, que en 2017 fue de u$s8.200 millones, este año podría caer hasta los u$s4.500 millones, una mejora nada menos que del 45%.
Desde Delphos coinciden en señalar que “las exportaciones argentinas sentirán el efecto positivo de la recuperación del país vecino”.
Frente a este panorama, expertos prevén que, de mantenerse la tendencia, incluso se podría revertir el rojo comercial, con altas chances de que el saldo de la balanza vuelva a terreno positivo.
Sin embargo, desde Delphos Investment alertan que no alcanza con que la Argentina mantenga la velocidad crucero: “Lo bueno de corto plazo podría no serlo tanto en el mediano término si nuestro país no sigue el camino en materia de reformas estructurales que propone actualmente el equipo económico de Bolsonaro”, advierten.
El dilema del Mercosur
En el plano estrictamente del relacionamiento bilateral, los empresarios en la Argentina recibieron como un trago amargo las palabras del futuro “super ministro” Paulo Guedes.
El aliado de Bolsonaro consideró "demasiado restrictivo" el Mercosur y aseguró: "No seremos prisioneros de relaciones ideológicas. Haremos comercio con todo el mundo".
Y, ante la consulta sobre cómo sería la relación bilateral entre la Argentina y Brasil, Guedes lanzó lo que para algunos fue una bomba: “La Argentina no es una prioridad y el Mercosur tampoco”.
Para nosotros, la prioridad es comerciar con todo el mundo", volvió a recalcar.
Frente a estas declaraciones, la Casa Rosada optó por la cautela. Cuando los periodistas quisieron conocer la opinión del canciller Jorge Faurie respecto de si había que esperar una pérdida de protagonismo del Mercosur, éste insinuó que consideraba las frases de las últimas horas como dichos propios de una campaña electoral, a los que había que entender en ese contexto.
“Dejemos ahora que los ministros designados por el presidente los vayamos conociendo por sus decisiones fuera de la campaña”, apuntó el canciller.
“Brasil es nuestro principal socio, es el país con el que hemos construido nuestra historia, nuestras vinculaciones y también hemos construido el Mercosur, y tenemos que seguir trabajando para adecuarlo en función de los tiempos en que cada uno vive”, agregó.
Y hasta buscó un punto de coincidencia con las declaraciones de Guedes, en el sentido de que nadie quiere un bloque de integración regional en el que el elemento de cohesión sea más ideológico que económico.
“En la Argentina estuvimos intentando desde hace tres años que los procesos de integración cumplan con los objetivos para los cuales fueron creados, la integración física, energética, comercial, y no dejar que esos mecanismos queden connotados por los discursos ideológicos”, argumentó.
Quienes acostumbran leer las entrelíneas del lenguaje diplomático ven allí la apertura de una esperanza para la política exterior macrista.
Después de todo, el Presidente argentino ha fijado como prioridad estratégica la mirada hacia el Pacífico y la conveniencia de explorar nuevos tratados de libre comercio. Y el ejemplo de Chile y Perú, que han avanzado en procesos de integración con potencias asiáticas quedaba flotando como una alusión y una aspiración obvia.
De hecho, este lunes, en el marco de la entrega de los Premios Exportar, Macri pareció enviar un mensaje frente a los dichos de Guedes: el mandatario alentó a los empresarios presentes a pasar “de un mercado de 44 millones de personas a otro de 7.000 millones de personas”.
“¿Cómo no animarnos?”, disparó el Presidente, dejando entrever que la Argentina no solo no le teme a la apertura sino que incluso la alienta.
El ministro de Producción, Dante Sica, reforzó los dichos del jefe de Estado, cuando adelantó que la estrategia del Gobierno será la de “incrementar el acceso a nuevos mercados, reducir los trámites y los costos logísticos para exportar”.
La sociedad con un Brasil celoso de que los demás socios buscaran integraciones en solitario ponía una limitante para que Argentina se planteara una agenda exterior “a la chilena”. Ahora, con Bolsonaro, temas que antes parecían tabú parecen liberados para poner sobre la mesa de negociaciones.
De hecho, hasta 2017 avanzaban las negociaciones entre la Casa Rosada y el gobierno de Peña Nieto en México para firmar un Tratado de Libre Comercio, un objetivo que no estaba reñido con el Mercosur porque hay un acuerdo bilateral previo, firmado en el marco de la ALADI.
Y si bien el triunfo de Andrés Manuel López Obrador puso la negociación en el freezer, dejó en claro la vocación del macrismo por ampliar las relaciones comerciales con otros socios.
Sin embargo, el relanzamiento de una “agenda internacional” por parte del Gobierno, justo en vísperas de la cumbre del G20 en Buenos Aires, no entusiasma a todos los sectores industriales por igual.
Las terminales automotrices, cuyas exportaciones dependen en un 70% de la demanda brasileña, temen que una flexibilización del bloque incremente los niveles de competencia en ese mercado.Fabricantes de autopartes y de otras manufacturas industriales, así como exportadores de economías regionales –comenzando por el sector frutihortícola- también están expectantes.
Sin embargo, en el Gobierno ahora piensan en lo inmediato: más allá del futuro debate que se dará al interior del bloque, ya palpitan más exportaciones y más producción nacional por el simple hecho de una mejora en las perspectivas económicas del principal socio comercial.