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En emergencia, Macri mueve el banco de suplentes para congraciarse con Carrió y el "cí­rculo rojo"

Dólar, tarifas, economí­a: en emergencia, Macri mueve el banco de suplentes para congraciarse con Carrió y el "cí­rculo rojo"
17/06/2018 - 02:36hs
En emergencia, Macri mueve el banco de suplentes para congraciarse con Carrió y el "cí­rculo rojo"

Mauricio Macri dejó en claro la dimensión de su crisis polí­tica: ni los problemas tení­an como principal causa los factores externos, ni la turbulencia del mercado financiero se terminaba con el préstamo del FMI, ni el gradualismo estaba asegurado. Es seguro que hoy el Presidente no se animarí­a a repetir la frase de su discurso del 1 de marzo ante el Congreso: "Lo peor ya pasó".

Los acelerados cambios de los últimos dí­as son, más bien, una demostración de que cambió drásticamente el diagnóstico. Tanto que la principal tarea a la que está abocado el Gobierno es evitar que lo peor sea lo que esté por venir.

Es difí­cil, por estas horas, resistir la tentación de comparar a Macri con el infortunado Jorge Sampaoli. En las redes sociales, en las notas periodí­sticas y en los comentarios de café surge en forma espontánea el paralelismo: cuando un equipo logra resultados frustrantes, corre riesgo de que la cosa empeore y empieza a perder el apoyo y la tolerancia del público, es cuando el director ve reducir su margen de maniobra.

Es entonces que, ya sea por convencimiento o por imposición externa, sobrevienen los cambios. En el mejor de los casos, se logra -aunque sea momentáneamente- encapsular los problemas en los "culpables" a los que se acaba de defenestrar y, de esa forma, se recupera confianza tranquilidad para buscar una mejora de resultados. Y, si tampoco los cambios resultan, al menos se habrá ganado tiempo.Macri, en definitiva, está moviendo el banco de suplentes. Y es probable que no en todos los casos lo haya hecho por iniciativa propia.

Sí­ parece haber sido ese el caso en el pedido de renuncia a Federico Sturzenegger. Para Macri, como para todo el mercado financiero, habí­a quedado claro que el titular del Banco Central habí­a perdido credibilidad y que se necesitaba un perfil totalmente diferente al mando de la entidad monetaria."Toto" Caputo habí­a hecho goles importantes, sobre todo al conseguir los u$s3.000 millones de dos grandes fondos globales en un momento crucial.

El precio de la alianza con Carrió

En cambio, no queda tan claro que los alejamientos de Juan José Aranguren y de Francisco Cabrera hayan traí­do alivio al Presidente.

Más bien, las primeras señales apuntaban a que se trataba de sacrificios ofrendados a diversos garantes de la gobernabilidad.

En primer lugar, naturalmente, a Elisa Carrió, la principal aliada polí­tica de Macri. La influencia de "Lilita" excede ampliamente su caudal electoral: erigida en su rol de intérprete de la clase media de los grandes centros urbanos con sentimiento antiperonista, ella es quien desde hace tiempo marca los lí­mites a las polí­ticas de Cambiemos.

Después de todo, fueron sus crí­ticas las que dispararon la crisis polí­tica respecto de los ajustes tarifarios en los servicios públicos. Y, por más que el proyecto de ley que aprobó el peronismo haya sido vetado, quedó en evidencia que Carrió no estarí­a dispuesta a permitir un sendero drástico en ese sentido, justo en un momento de repunte inflacionario.

"Lilita" nunca habí­a ocultado sus reparos de í­ndole personal hacia la figura de Aranguren. Durante el recordado episodio en que el ministro confesó mantener sus ahorros fuera del paí­s por considerar que todaví­a no habí­a condiciones para traerlos de regreso, la diputada habí­a insinuado que lo hubiese expulsado inmediatamente del gabinete en caso de ser ella la presidente.

Una postura que contrastaba fuertemente con la de Macri, quien siempre se empeñó en defender a su funcionario más resistido por la oposición.

Cuando a comienzos de su mandato quedó evidente que el kirchnerismo lo habí­a elegido como villano a combatir, con una campaña que intentó imponer el eslogan "Chau Aranguren", el Presidente comenzó a elogiarlo en público y a reforzar su discurso pro ahorro energético.Macri además justificaba las subas tarifarias con el argumento del ahorro fiscal -aun cuando la oposición denunciaba que del nuevo precio que pagarí­an familias y empresas por el tarifazo de gas, sólo una tercera parte irí­a a reducir las erogaciones del fisco, mientras que el resto contribuirá a mejorar el pago a petroleras. Es decir, a las empresas "amigas" del ministro.

Por otra parte, en un contexto en el que la ansiada "lluvia de inversiones" resultó para Macri un deseo frustrado, uno de los pocos sectores en los que pudo mostrar interés internacional por "hundir" capital fue el energético.

Por eso, la salida de Aranguren tiene todo el aspecto de ser resultado de un pacto polí­tico. Por un lado, es el precio para el mantenimiento de la alianza con Carrió, que en las últimas semanas acumuló nuevos motivos de enojo con el macrismo, incluyendo el tratamiento legislativo del proyecto por la despenalización del aborto.

Fiel a su estilo, Carrió primero criticó y amenazó en público y luego recompuso con Macri en privado. A la salida de su reunión, intentó llevar tranquilidad con la promesa de que "el dólar va a bajar", todo una señal de que se habí­a discutido con el Presidente el ajuste al rumbo económico.

Y luego, en la noche del sábado en que los sorprendidos argentinos suspendieron sus polémicas sobre Lionel Messi para empezar, otra vez, a hablar de polí­tica, llegó una confirmación. Carrió escribió un sugestivo tuit inmediatamente oficializados los cambios en el gabinete: los celebró y los calificó de "imprescindibles".

La lectura entrelí­neas era clara: el deterioro de la economí­a habí­a "devaluado" el margen polí­tico del Presidente y, en consecuencia, el precio del apoyo polí­tico brindado por Carrió habí­a subido.El agotamiento en el "cí­rculo rojo"

Claro que hay, además, otros jugadores que explican los cambios. Tanto Aranguren como Cabrera tení­an fuertes crí­ticos en sus respectivos sectores.

El ministro de Energí­a estaba enfrascado en una complicada negociación con las petroleras en torno al precio del petróleo y las naftas. El drástico cambio de polí­tica -en pocos meses se pasó de un mercado desregulado a una súbita re-regulación con reminiscencias del kirchnerismo- exacerbó los ánimos entre los empresarios del sector.

Y Cabrera, cuyo principal activo polí­tico parecí­a ser su relación amistosa con Macri, tení­a aun menos argumentos defensivos. Los industriales jamás le perdonaron el haberlos calificado de "llorones" a comienzos de año, cuando las empresas advertí­an sobre el deterioro competitivo y la acelerada caí­da del consumo.

El ahora ex ministro de la Producción intentaba minimizar la gravedad de los déficit récord en la balanza comercial con argumentos que no lograban traer tranquilidad.

Cabrera, ante la contundencia de las cifras, afirmaba que no habí­a un problema de competitividad, porque "hoy se importan en su mayorí­a máquinas y bienes de capital y un menor porcentaje es de bienes de consumo".

Según su cálculo, ocho de cada 10 importaciones tienen que ver con insumos para la producción.

Una argumentación que trae reminiscencias inquietantes. Era la defensa que esgrimí­a Domingo Cavallo cuando en 1994 se llegó a un récord histórico de déficit comercial y ya empezaban a ser inocultables los efectos secundarios de la convertibilidad cambiaria.

También la importación de insumos para la industria era el argumento preferido de Axel Kicillof, quien de esa forma justificaba la aplicación del "cepo" cambiario: el Estado debí­a canalizar los dólares -entonces escasos por la falta de crédito externo- para darle prioridad al sector productivo de la economí­a.

La cruel realidad mostró que a esos episodios no sólo no les siguió un boom productivo sino recesiones, y que el correlato de esos déficit siempre fue una masiva salida de dólares por turismo y ahorro de los minoristas que percibí­an inconsistencias en los respectivos "modelos".

La realidad de hoy, a juzgar por las señales del mercado, no parece tan distinta. La ola de importaciones no parece entusiasmar a ningún economista en el sentido de esperar un boom productivo gracias a la fuerte entrada de bienes de capitales e insumos industriales.

El duro partido contra la desconfianza

A esta altura, las incógnitas pasan, primero, por saber si los recambios se frenarán aquí­ o si se volverá a mover el banco de suplentes. Los rumores son crecientes y se menciona con insistencia al ministro de Trabajo, Jorge Triaca, como otro que está en la lista personal de "Lilita".

Y segundo, resta saber si Macri se conformará con un mero recambio de nombres o si, como muchos le han sugerido, accede a la eliminación de ministerios como gesto de austeridad y recorte del gasto polí­tico en un contexto de estancamiento económico.

Las versiones de los últimos dí­as apuntaron a que las áreas de Energí­a y Producción -es decir, la de los dos funcionarios renunciados- podrí­an perder su jerarquí­a ministerial y volver a su anterior condición de secretarí­as, bajo la órbita de economí­a.

Después de todo, la necesidad de una mayor coordinación entre quien controla el gasto público y quien ajusta las tarifas fue un reclamo que hicieron desde los economistas locales hasta el propio FMI, que dio un guiño para una mayor concentración de poder en la figura de Nicolás Dujovne.

Pero, sobre todo, la incógnita del momento es si estos movimientos son suficientes para vencer al rival más duro con el que Macri debe enfrentarse en la cancha: la pérdida de confianza del mercado, que sigue pidiendo un mayor ajuste por la ví­a de la devaluación y el shock inflacionario.

En gran medida, esa respuesta se tendrá en los próximos dí­as, cuando se vea la reacción del dólar ante el debut de la nueva plana del Banco Central. Ello explica también la premura con la que se anunció, en pleno fin de semana, el movimiento en el gabinete.Macri entendió que el mercado le pedí­a que, además de los u$s50.000 millones del FMI, le diera señales de un cambio de rumbo. Por lo pronto, la alineación del equipo luce varias caras nuevas, y la promesa de un nuevo funcionamiento más enfocado y coordinado.

La desventaja de Macri es que, a diferencia de Sampaoli, en la economí­a no se puede contar con un Messi que gane el partido con una jugada salvadora.