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Cristina Kirchner quiere su "fin de fiesta" a puro consumo: ¿le alcanzará esta vez con el dólar "anestesiado"?

Una vez lograda la paz financiera, el Gobierno planea una mejora en los ingresos, de acuerdo con el manual clásico de la economía en año electoral
16/03/2015 - 10:07hs
Cristina Kirchner quiere su "fin de fiesta" a puro consumo: ¿le alcanzará esta vez con el dólar "anestesiado"?

No hay mejor defensa que un boom consumista. Y si es con el dólar congelado, mejor. 

Así lo demuestra la historia reciente. Muy en particular la del kirchnerismo, que ha sabido recuperarse de sus crisis gracias a las dosis de efectivo para "lubricar" la economía.

Avanzar en este sentido es, una vez más, uno de los temas que el Gobierno tiene en carpeta, en momentos en que necesita mostrar su capacidad de recuperación, ya en el tramo final del mandato de Cristina Kirchner.

La estabilidad del dólar blue, que se muestra relativamente calmo, ha sido ampliamente festejada por el oficialismo, si bien no resulta suficiente como para constituirse por sí solo en un factor que cambie el humor social. A fin de cuentas, los números de la economía real siguen fríos.

El 2014 mostró una caída en patentamientos de 0km nada menos que del 30%, que fue acompañada por un descenso en las ventas de comercios minoristas del 6,5%. En los supermercados, la baja fue del 4%, al tiempo que se registró un recorte en la recaudación real del IVA.

Por eso, el gran objetivo que se plantea el equipo de Axel Kicillof es el de recrear una situación similar a la de 2011.

En aquel entonces, la combinación de un dólar quieto y la mejora en el poder adquisitivo de los salarios (que le habían ganado a la inflación), posibilitaron alcanzar cifras récord de consumo y, por cierto, un inmejorable rédito electoral para el oficialismo.

Pagar con recesión dólar y precios calmos

La primera parte de ese escenario parece lograda: el dólar luce calmo, no solamente en su versión oficial sino también en el mercado paralelo.

A punto tal que la brecha cambiaria hoy se mueve en niveles cercanos al 45%. Todo un lujo, si se tiene presente que hace escasos seis meses se encaminaba a los tres dígitos (el 24 de septiembre llegó a ser de casi el 85%).

Falta la otra mitad, que es la recuperación del poder de compra de los salarios.

Y es en este punto en el que surgen las mayores dudas.

Hay analistas que advierten que -a diferencia de lo ocurrido a lo largo de la década kirchnerista- ahora ya no queda mucho margen para generar ese shock consumista.

¿Por qué? Porque el diagnóstico de la mayoría es que la actual paz financiera y la moderación de la inflación fueron logradas, justamente, utilizando a la recesión como "moneda de cambio".

En otras palabras, el Gobierno obtuvo ambos premios (dólar y precios más calmos) pagando por ellos con una caída en el nivel de actividad, en los ingresos y en el consumo.

Es una mala noticia para Cristina, que siempre se ha aferrado a la idea de que el consumo interno -sobre todo en momentos recesivos- es la gran llave para poner en marcha la economía.

Como suele recordar, durante la recesión de 2009 hasta hizo las veces de una "vendedora de shopping", porque cada semana tenía que anunciar en cadena un plan estatal de subsidios destinado a poder vender gran cantidad de productos a precios "rebajados".

"Salimos a vender, sí, porque hay que vender y hay que consumir, además. Por favor, que se les grabe esto en la cabeza, porque es el consumo interno el que nos salvó y el que nos permitió crecer", recordó en un discurso a fines del año pasado.

Precisamente en este punto es en el que reside el principal motivo de preocupación actual: el escaso margen de maniobra para aplicar aquellas recetas que antes dieron resultado.

El costo del dólar con anestesia

En estos momentos, parte de las críticas que está recibiendo el Gobierno están vinculadas al atraso cambiario, que ya está haciendo notar su efecto nocivo en las economías regionales. Precisamente, en cientos de empresas que tienen que colocar sus productos en el exterior.

La suba de los costos en general (y de los salarios en particular), combinados con un dólar quieto, encarece sus productos en esta moneda y los saca de competencia.

Paradójicamente, Axel Kicillof y Alejandro Vanoli parecen tomar estas críticas como si fueran un elogio.

A fin de cuentas, planchar al billete verde es algo que no lo hace quien quiere sino quien puede. Claro que a costa de frenar importaciones de insumos y productos clave para la industria y de tener que recurrir a los peligrosos "dólares chinos".

Salvando esos "pequeños detalles", esa parte se logró. Y hay que admitir que, pese a las críticas, la actitud del Gobierno reviste cierta lógica:

1.Desde el punto de vista político, hay un viejo axioma que dice que para lograr un buen resultado electoral se requiere de un dólar bajo.

2.Desde el punto de vista económico, si se quiere fomentar el consumo está terminantemente "prohibido" devaluar fuerte. 

De hecho, esa fue la experiencia más reciente tras el salto cambiario en el que avanzó el Gobierno hace apenas un año.

En aquel momento, "la devaluación y la aceleración inflacionaria impactaron negativamente en el salario real y en el consumo", señalan los analistas de Economía & Regiones.

Para la consultora que dirige Diego Giacomini, aquella brusca suba del billete verde dio lugar a que buena parte de la sociedad pospusiera sus compras en pos de privilegiar la cautela o el ahorro.

"Es decir, una vez más las personas se cubrieron de la pérdida de ingresos -que genera una devaluación brusca- y demandaron dólares en detrimento del consumo de bienes y servicios", apunta la consultora.

Los meses de billeteras más gordas

En este contexto, resulta altamente probable que a lo largo de 2015 los salarios crezcan si se los mide en dólares (es decir, que suban a una tasa mayor a la que lo hará el billete verde).

Lo que no está tan claro es si podrán aumentar por encima de la inflación. En otras palabras, si habrá una recuperación de los ingresos en términos reales.

El "timing" político dictaría el ciclo salarial, según los expertos, dado que es de esperar que el momento de mayor vitalidad de la capacidad de compra esté acorde con el calendario electoral.

"El poder adquisitivo tendrá una trayectoria en forma de ‘n' a lo largo del 2015. Arrancará mejorando durante la primera parte del año, para luego ir decreciendo sobre el final", destacan desde Economía & Regiones.

La explicación para esta evolución está vinculada con los meses en los que se concentran las paritarias, particularmente entre marzo y mayo.

A esto se suma que este año, por ser electoral, hay altas probabilidades de que las mejoras superen el 30%, tal como ha quedado demostrado con las negociaciones del gremio docente, que son toda una referencia para el sector privado (ya que el Estado oficia de empleador).

Ganancias, clave para el bolsillo

Además de la cuestión salarial, el otro gran factor del cual depende la mejora del ingreso y del consumo es la presión impositiva.

El tiempo transcurrido desde el último ajuste del Impuesto a las Ganancias hace suponer que debería haber algún alivio en lo que resta del año.

En este sentido, crecen las versiones de que el Gobierno hará un anuncio de mejora más cerca de las votaciones, para así tratar de maximizar su rédito electoral.

También es cierto que la administración K encuentra obstáculos vinculados con la caja para dar ese alivio.

Uno, naturalmente, es de tipo fiscal, dado que es el único gravamen que, a contramano del contexto recesivo, sigue creciendo y aportándole cada día más dinero al fisco.

¿Por qué?, básicamente por dos factores:

1. Porque no depende tanto de si a la economía del país le va mejor o no sino, más bien de los aumentos nominales de salarios. De hecho, este impuesto subió 45% en 2014 y ya representa casi un 25% de la recaudación total (cerca de uno de cada cuatro pesos lo genera este tributo).

2. Porque hay otro argumento de tipo político: como la mayor parte de quienes se ven afectados son asalariados de clase media (segmento en el que no abundan los votantes kirchneristas) entonces se presume que un alivio no tendría un impacto demasiado favorable para el Gobierno.

Al menos, eso argumentaron quienes criticaron una medida similar en plena campaña electoral durante las legislativas de 2013.

Recetas viejas

El tema central es si, aun con la posibilidad de que haya una recuperación salarial, el Gobierno está en condiciones de lograr su ansiado boom consumista.

Claro que para que ello suceda, la economía debe mantenerse "mansa y tranquila", de modo que mejore el humor social y los argentinos estén más propensos a comprar.

Y en este punto es donde se da la paradoja: lo que posibilita mantener a la inflación contenida y al dólar anestesiado es, justamente, el clima recesivo.

De manera que cualquier intento por provocar un shock en los ingresos pondría en riesgo ese clima de tranquilidad.

Uno de quienes apunta en ese sentido es el economista Eduardo Curia, que advierte contra la tentación de "ablandar" las condiciones que posibilitaron la calma.

Entre ellas, incluye como requisito una moderación salarial que sirva de "dique" para contener una mayor presión inflacionaria, si bien ve difícil que ello sea políticamente viable.

Además, considera que la calma implica seguir siendo estricto con el manejo de la caja verde: "Disponer de una afluencia de dólares suficientes resulta crucial. A la vez, hay que ser conscientes de los límites que hay en este sentido".

En cuanto al ingreso de billetes verdes que posibiliten esa mayor caja, analistas creen que este año los ingresos por exportaciones no ayudarán como en otros, lo cual limitará las posibilidades de abrir el cerrojo a los productos e insumos importados para incentivar la producción y el consumo.

Pero, el mayor impedimento que se percibe es la imposibilidad de volver a utilizar al gasto público como "lubricante".

Para Carlos Melconian, lo que se está viendo es un agotamiento de la fórmula que dio resultado en otros tiempos: "En 2011, año electoral, subieron la inflación pero recogían los frutos del nivel de actividad. Pero ahora, con estanflación, aunque abran la canilla no rebota en la economía", analizó.

Como la asistencia al Tesoro ha implicado darle a full a la maquinita de imprimir billetes, el Banco Central ahora se enfrenta a la necesidad de absorber grandes cantidades de pesos del mercado, hecho que genera una suba en las tasas de interés.

Lo cierto es que durante 2014 la base monetaria creció un 20% en una economía donde los precios lo hacían al 40%. Esta vocación para "aspirar" pesos del mercado fue lo que permitió que ahora se esté viendo una inflación más moderada. Pero, claro, no fue un remedio inocuo, porque enfrió el ritmo de actividad, al punto que hoy los analistas prevén una nueva contracción del PBI, en torno del 1 por ciento.

Los economistas ven esta situación como una gran transferencia de recursos entre el Estado y el sector privado, en la que pierde este último.

"Se está produciendo el clásico ‘efecto desplazamiento' a raíz de las crecientes necesidades del Estado", apuntan desde la consultora Ledesma.

Su diagnóstico es que "a pesar de la estabilidad superficial, en el fondo continúa deteriorándose la economía a un ritmo acelerado", por lo que cree inevitable que el país seguirá transitando un camino recesivo.

Por lo pronto, a diferencia de otros momentos, el contexto no parece propicio para darle impulso al consumo a partir de incentivar el gasto público, ya que esto puede causar más problemas que expansión.

Hay economistas que creen que llegó el temido momento de la "caída en la demanda de dinero": esto significa que las subas salariales pueden traducirse en más inflación antes que en un aumento real de la producción.

Desde Economía y Regiones advierten que si no se producen más bienes para incrementar la oferta, "existe el riesgo que el surjan presiones de demanda que terminen acelerando los precios y estimulen nuevamente la inflación, haciendo que el poder adquisitivo del salario no sólo se vuelva a evaporar, sino que termine cayendo más".

En definitiva, la posibilidad de fomentar el consumo en este contexto aparece cuestionada. El "manual" electoral es claro sobre su conveniencia, pero la cruda realidad económica muestra sus límites.

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