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Entre "buitres y cisnes negros", el festejo del 9 de julio se transformó en una pesadilla para Cristina

Lo que parecía como una oportunidad inmejorable para mostrar el apoyo internacional a su lucha contra los "fondos buitre" pasó a ser una crisis política
08/07/2014 - 10:06hs
Entre "buitres y cisnes negros", el festejo del 9 de julio se transformó en una pesadilla para Cristina

No fue necesario un gran cataclismo para dejar al desnudo la fragilidad política e institucional que, por estas horas, sufre la Argentina.

Por el contrario, alcanzó simplemente con un diagnóstico de laringofaringitis y con la orden médica de una semana de reposo para la paciente.

Así, la situación que recién empezaba a entreverse como hipótesis -"¿qué pasaría si Cristina Kirchner tuviera que volver a pedir licencia médica y, por lo tanto, pasarle el poder a Boudou?"- súbitamente se transformó en real y actual.

Como los "cisnes negros" (tal como los analistas gustan llamar a los eventos impensados, como es en este caso la ausencia obligada de la mandataria), cambia por completo el panorama y obliga a repensar toda la situación política.

Claro que no se trata de algo comparable con la operación craneana del año pasado, cuando Boudou asumió en medio de un debate nacional sobre si correspondía que el cuestionado vicepresidente -que no estaba procesado, ni siquiera indagado- se hiciera cargo de la jefatura de Estado.

Por ese entonces, lo delicado de la intervención quirúrgica de la Presidenta generaba la incertidumbre de cuánto tiempo iba a tener que permanecer con licencia médica.

Algunos analistas, como Jorge Giacobbe, causaron revuelo mediático al afirmar que la opinión pública no toleraría la eventualidad de que Boudou debiera asumir por un período prolongado.

La situación de hoy, en lo que respecta a la salud de Cristina, es infinitamente menos grave. Pero, en contraste, las complicaciones derivadas del caso Boudou son peores.

Tanto, que lo que en aquel momento era materia de polémica, ahora pasó directamente a ser una certeza.

"Sostengo lo que dije en su momento. El pueblo argentino es tolerante pero no tanto; estoy convencido de que no se bancaría una eventual presidencia de Boudou, es una situación que sobrepasa los límites", afirma hoy Giacobbe, consultado por iProfesional.

Ante ese escenario, presumían los analistas, la estrategia gubernamental era la de dejar que pase el tiempo, con la esperanza de que el caso Boudou quedase acotado a un tema de la clase media politizada y que se fuera diluyendo de la agenda nacional.

"Lo que el Gobierno presume es que con técnicas dilatorias ganará tiempo para minimizar el daño. De manera que el comportamiento de sostener a Boudou no es sorprendente, supone que sería mayor el costo político de forzarlo a renunciar", apunta Alejandro Corbacho, docente de Ciencias Políticas en la Universidad del CEMA.De sueño a pesadilla

Pero, en la Argentina las cosas cambian rápido. Y la prueba de que los tiempos políticos se están acelerando es el acto de mañana, para celebrar el 198 aniversario de la declaración de la Independencia.

Será el 9 de julio más incómodo para Cristina, en las antípodas absolutas de cómo ella lo había soñado. De ser el evento ideal, el acto se transformó en un verdadero dolor de cabeza.

En la previa, el "timing" parecía perfecto:

•Contaría con un ánimo de la opinión pública bien predispuesto por la tradicional exacerbación nacionalista que genera el Mundial.

•La efeméride patria coincide con el inicio de las negociaciones entre la Argentina y los "fondos buitre", un tema que el kirchnerismo ha sumado a la épica nacionalista.

Cuatro presidentes latinoamericanos habían confirmado su presencia, dando así su aval explícito a la postura argentina en este litigio que ha concitado la atención internacional.

•Sería, en fin, la oportunidad de que Cristina Kirchner hiciera gala de su reconocida habilidad retórica para plantear al país como víctima de los ataques por parte de quienes se oponen a los principios de justicia y equidad.

Tan perfecta era la ocasión que, en los planes previos, hasta podría ayudar a que el caso Boudou pasara a un segundo plano.

"La estrategia del Gobierno es bajar la visibilidad del vicepresidente. Y para eso aprovecha el marco político creado por los fondos buitre para aumentar el volumen del conflicto y la retórica nacionalista y populista", apuntaba el politólogo Sergio Berensztein.

Pero el acto resultó absolutamente opuesto a lo planeado. Ante la obligada ausencia de Cristina, todo salió al revés.

Los presidentes de los países amigos no estarán, el acto perderá su connotación financiero-nacionalista y el Gobierno resignará una posibilidad de generar un hecho político.

Pero lo peor, lejos, es que no sólo no se podrá "esconder" a Boudou, sino que se lo hará más visible que nunca.

No es difícil imaginar el acalorado debate interno sobre si el vicepresidente debía estar presente o no en Tucumán para encabezar el festejo. La propia confusión informativa es elocuente al respecto.

Primero, el gobernador tucumano José Alperovich -no se sabe si con información confirmada o haciendo una expresión de deseo- adelantó que Boudou no asistiría, sino que el tercero en la línea sucesoria, Gerardo Zamora, sería quien daría la cara por el Gobierno nacional.

Luego, cuando este anuncio ya había circulado y había sido comentado en las redes sociales, fuentes de la Casa Rosada deslizaron que Boudou sí estaría en Tucumán.

En todo caso, el solo hecho de que se generen tales marchas y contramarchas por algo que debería ser natural (la asistencia del vice si la Presidenta no puede concurrir) es la pauta más elocuente sobre la "mancha" que significa su situación judicial para el kirchnerismo.

"Son los imponderables de este Gobierno, que trata de esconder los problemas debajo de la alfombra y no tiene un plan B. La apuesta era la de dejar pasar el tiempo, hasta que la gente se olvidara de Boudou, de la misma manera que se olvidó de Jaime, que es un tema que ya no vende y no le hace pagar costos políticos", afirma Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas.En busca del tiempo perdido

Pero el imponderable ocurrió. Y, ya sea como una medida improvisada o como un plan B, lo que quedó en claro fue la actitud del propio peronismo: tomar medidas preventivas para evitar que la oposición política y los medios de comunicación hicieran su negocio.

La consigna ahora parece ser que nadie pueda usar la foto del vicepresidente en un acto público, asumiendo la representación de Cristina.

"Esto deja en evidencia lo insostenible que puede ser para el peronismo ir a una elección con Boudou en el medio. Si nadie se acuerda que es el vice, entonces Scioli o Randazzo pueden ir a las elecciones primarias", agrega Novaro.

Ese protagonismo involuntario de Boudou en Tucumán constituye, por estas horas, una "competencia" contra la presencia de Axel Kicillof en el 245 de Park Avenue, Nueva York, que era el tema del cual el kirchnerismo quería que se hablara el 9 de julio.Kicillof concurrió, por pedido de la propia Cristina Kirchner, a la reunión con Daniel Pollack, el mediador designado por el juez Thomas Griesa, para buscar un objetivo de difícil consecución.

Y, casualmente, su objetivo es el mismo que el kirchnerismo persigue en el caso Boudou. Se puede sintetizar en una sola palabra: tiempo.

En el tema de los "buitres", el planteo de máxima que se fijó la comitiva encabezada por el ministro de Economía es que el juez estadounidense reponga la medida cautelar -el "stay" en la jerga jurídica- para que la sentencia que obliga a pagarle a los litigantes quede congelada hasta fin de año.

La postura que Kicillof ha defendido en todos los foros internacionales y que ayer ha oficializado en la reunión con el mediador es que, hoy por hoy, la sentencia es de imposible cumplimiento, porque pagarle a los "buitres" gatillaría automáticamente reclamos de otros acreedores que ingresaron a los canjes de 2005 y 2010.

La exposición impresionó, a primera vista, por ser más dura de lo que los analistas habían especulado. De hecho, el mercado financiero parecía descontar que, más allá de la retórica beligerante de Kicillof, se llegaría a un acuerdo que implicara un cronograma de pagos en bonos.

Las declaraciones de los gerentes de estos fondos, en el sentido de que aceptarían una salida "a la Repsol" abonaban esta percepción.

Pero -queda por verse si por estrategia negociadora o por genuina dureza- Kicillof pareció más cerca de negar un acuerdo que de poner la firma en una mesa con los "buitres".

Naturalmente, esa postura deberá ser defendida ante la opinión pública local. Y qué mejor que en una fecha patria, como el Día de la Independencia.

El problema es que un vicepresidente procesado parece el portavoz menos adecuado para transmitir un mensaje cuyo foco es el apego de la Argentina a la legislación internacional.Problemas en la agenda de Cristina

A pesar de la mala jugada que le hizo su garganta, Cristina todavía tiene nuevas oportunidades de eventos "high profile" en los próximos días.

El primero será la participación, la semana próxima, en la cumbre del llamado grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) a realizarse en Brasil.

Una ocasión inmejorable -por "timing" y por el peso de sus protagonistas- para dar impulso a la postura argentina en su diferendo legal.

Sin embargo, también en este caso hay un "lado B": Boudou.

El viaje de la Presidenta y su lucimiento en una de las cumbres presidenciales de mayor repercusión mundial estaría empañado, fronteras adentro, por las críticas que generaría el hecho de que su vice esté asumiendo la presidencia interina.

No en vano, ya se está especulando respecto de la posibilidad de que también Bodou viaje en esa fecha, de manera de evitar la enojosa situación y, con Zamora al mando del Estado, acallar las críticas.

Sería, en todo caso, una solución cortoplacista, que también desnuda el problema que desvela al peronismo en estas horas: cómo ocultar, durante un año y medio y en plena campaña electoral, a un vicepresidente que no puede participar en actos ni sesiones del Senado sin que su mera presencia provoque un revuelo político. 

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