• 29/9/2024

¿El que calla otorga o "gana"?: el silencio de Cristina y su estrategia de "ninguneo" en el caso Boudou

La Presidenta eligió pagar el costo político de aparecer ligada a su cuestionado funcionario antes que tomar una actitud que considera una pérdida de poder
07/07/2014 - 09:49hs
¿El que calla otorga o "gana"?: el silencio de Cristina y su estrategia de "ninguneo" en el caso Boudou

El interrogante que más se escucha en el ámbito político a la hora de hablar del caso Boudou no tiene que ver con los próximos pasos del proceso, ni con la sentencia final que recaerá sobre el vicepresidente.

Más bien, aquello que mayores dudas ha concitado es la actitud de Cristina Kirchner.

"¿Por qué lo sostiene?".

"¿Por qué no habla del tema, dando así lugar a que su silencio sea interpretado como un tácito apoyo a un político abrumado por las acusaciones de corrupción?".

Esas son las preguntas de estas horas. Y, como en otras situaciones que le ha tocado vivir al kirchnerismo, el affaire Boudou aparece como un caso de estudio para las ciencias políticas.

Es que plantea el gran interrogante sobre qué corresponde hacer, tanto a nivel político como comunicacional.

¿En qué situación el costo que se paga es menor? ¿Sosteniendo al funcionario acusado -e insinuando que la Justicia es parcial- o apartándolo del cargo para dar muestras de apego republicano?

"La Presidenta considera que el costo de mantenerlo es menor que el de entregarlo. Hace un cálculo político y su visión es que soltarle la mano equivale a una derrota, a una pérdida de poder", argumenta el politólogo Roberto Starke.

En la misma línea, Rosendo Fraga observa: "Lo que hizo la jefa de Estado en esta ocasión no es sorpresivo: percibe la situación de Boudou como una amenaza hacia su propia persona".

Estas opiniones sintetizan la visión de la mayoría de los analistas, que ven en la Presidenta una típica actitud que es propia del "gen K":• Silencio, como primera reacción ante la mala noticia.Luego, búsqueda de un tercero a quien derivarle las culpas.• Diseño de una estrategia defensiva según la ganancia o pérdida de poder. • Elaboración de un "relato" sobre lo ocurrido, orientado a la tropa K.Manual "K", al pie de la letra

El intento de desacreditar las críticas a Boudou por la vía de señalar que también han sido procesados políticos opositores, como Mauricio Macri, Oscar Aguad y Federico Sturzenegger, parece confirmar que se está siguiendo al pie de la letra el "manual kirchnerista" para situaciones de crisis.

Claro que las reacciones ante las dificultades no han sido siempre iguales. En algunos casos, la incomodidad de la Presidenta es más evidente, ante la magnitud del problema o la falta de excusas.

Los ejemplos más notorios fueron:

• Accidentes ferroviarios y el colapso energético. En ambas situaciones, Cristina calló inicialmente y recién habló del tema para anunciar medidas respecto a que algún operador privado sería castigado.Saqueos de fin de año. En este caso, su respuesta fue más en línea con la postura de victimización ante una conspiración. Apuntó el dedo acusador a las fuerzas policiales. • Dólar, inflación: La teoría conspirativa es, sobre todo, un arma preferida del kirchnerismo para los problemas vinculados con la economía. Tanto la suba de precios como la devaluación o la fuga de capitales, son presentadas como el resultado de un intento desestabilizador por parte de banqueros y "grupos concentrados".• Corrupción. Cuando los problemas han tenido que ver con este tipo de acusaciones, la reacción más común es la de no responder. En el fondo, se deja entrever hasta cierta tranquilidad en el sentido de que el impacto queda limitado a un grupo de la clase media politizada.

En algunas situaciones, los hechos parecieron darle la razón a esa teoría. Por ejemplo, el escándalo "Shocklender-Madres de Plaza de Mayo" (en el cual se reveló el desvío de fondos públicos que debían ser utilizados en un plan de viviendas) ocurrió en plena campaña electoral de 2011.

Pese a ello, Cristina ganó con el 54% de los votos, aun cuando los medios de comunicación usaron este tema con intensidad.

Del mismo modo, la estrategia elegida cuando surgieron las denuncias contra Lázaro Báez -por presuntas maniobras en la adjudicación de obras públicas y desvío de dinero al exterior- fue la de no responder y optar por desacreditar a los denunciantes.

"La verdad es que la Argentina es un país con alta tolerancia a la corrupción. Y lo que el Gobierno presume es que con técnicas dilatorias ganará tiempo para minimizar el daño", apunta Alejandro Corbacho, docente de Ciencias Políticas en la Universidad del CEMA.

Y agrega que una estrategia a la que apela el kirchnerismo en estos casos es la de poner en duda la credibilidad de la Justicia.

"Esto puede incluso encadenarse con el conflicto que mantiene la Argentina con los fondos buitre, porque puede trazar un paralelismo entre el juez Griesa y los jueces de la Argentina", señala Corbacho.

Esa táctica de "defenderse atacando" era algo esperado por muchos analistas. Uno de ellos es Sergio Berensztein, para quien "el Gobierno aprovecha el marco político creado con los fondos buitres para aumentar el volumen del conflicto y la retórica nacionalista y populista".

Esto ha resultado claro en la única ocasión en que la Presidenta, indirectamente, aludió al tema Boudou. Al anunciar nuevos monumentos a los ex presidentes Perón e Yrigoyen, se valió de la comparación histórica para insinuar que la Justicia sigue siendo parcial.

La jefa de Estado señaló que el caso está motivado por intereses reñidos con las causas populares y que (la Justicia) tiene una profunda reforma como asignatura pendiente.

Lo curioso es que, cuando se produjo en el Congreso el debate sobre si correspondía o no promover un juicio político al vicepresidente, el argumento kirchnerista para rechazar la iniciativa fue, precisamente, que no se quería interferir con esa misma Justicia a la que se criticaba.

Como afirma Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas, la estrategia oficial da la sensación de estar centrada en "tomarse el tiempo suficiente para amortiguar los costos políticos" y dejar que la causa siga su lento ritmo procesal para que Boudou vaya desapareciendo del centro del debate.

Y, al mismo tiempo, agrega Novaro, "rezar para que la gente se olvide del papelón de haber corrido jueces, fiscales y hasta un procurador sólo para intentar salvarlo".

A primera vista, esta estrategia política puede parecer contradictoria. Sin embargo, los analistas afines al Gobierno dicen que es la única actitud que cabe en estos momentos.

"Antes de cualquier tipo de espectáculo mediático, tenemos que escuchar qué dice la Justicia. Acá se está queriendo reemplazar al Poder Judicial por el periodismo. Y si la Justicia llegara a decir ‘está absuelto', todos tendremos que hacerle a Boudou un homenaje por cómo se lo ha enchastrado", defiende Fernando Braga Menéndez, el publicista K de las campañas electorales en las que el oficialismo resultó vencedor.

Su consejo para el Gobierno es el de que se mantenga firme en su postura, ya que cualquier "concesión" al respecto implicaría "caer en una maniobra electoralista".

La verdad es que no sólo los oficialistas sostienen este argumento, sino que muchos analistas independientes creen que, en el punto al que se ha llegado, el Gobierno debe mostrar que se atendrá a lo que digan los jueces.

"El daño que Boudou le podía hacer a la Presidenta ya se lo hizo, al no correrse al costado cuando el tema Ciccone empezó. Así que no creo que ella pueda verse más perjudicada de lo que ya está", afirma la politóloga Graciela Roemmer.

"En ese contexto, lo mejor que puede hacer el Gobierno es no interferir con la causa, reafirmar una imagen respetuosa de la división de poderes y sacarle argumentos a quienes dicen que quiere presionar a los magistrados", completa.El otro riesgo: que Boudou hable

Aquí es donde aparece la mayor de las dudas. ¿Realmente ya está hecho todo el daño? ¿O el desprestigio derivado de Boudou aún puede ser peor?

"La línea general es que, cuando hay una situación de un funcionario acusado de corrupción y la Presidenta no hace nada, paga un costo en imagen, las encuestas muestran que la apreciación negativa da un salto", observa Diego Dillenberger, experto en comunicación política.

Para este analista, es notable el contraste entre la actitud de Cristina y la que tuvo la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, quien habilitó una profunda limpieza de su gobierno, también jaqueado por acusaciones de corrupción.

En el caso de Dilma, esta actitud jugó a su favor desde el punto de vista de la imagen. Pero, destaca Dillenberger, parece claro que Cristina ya decidió que prefiere perder imagen en el corto plazo antes que dar una señal de debilidad política.

Y, acaso, la Presidenta esté pensando en algo más.

Porque la sospecha que desde el primer minuto ha estado sobrevolando es que, más que las encuestas y la imagen, más que evitarle una alegría a la oposición y los medios, lo que realmente preocupa a Cristina es... el propio Boudou.

"Quién sabe lo que puede decir este muchacho si se pone a hablar", apunta el corrosivo Jorge Asís, resumiendo la generalizada sensación de que este caso podría a llegar a salpicar a más gente dentro del oficialismo.

El empecinamiento en sostenerlo en el cargo responde, según Asís, a que al vicepresidente "es de los que no les gusta irse solo, quiere estar acompañado".

Y lo cierto es que algo de esto se insinuó en su propia autodefensa.

En un mensaje que parecía más dirigido a la interna partidaria que a la Justicia, señaló que la persecución contra su persona era, en realidad, un ataque al Gobierno. Y que estaba fogoneado por quienes "no le perdonan" iniciativas de las que el kirchnerismo se enorgullece, como la estatización de las AFJP.

En definitiva, al decir estas palabras dio a entender que defender su postura era defender al "modelo". Y que, por consiguiente, abandonarlo a su suerte sería un acto de traición.

De momento, el Gobierno se está comportando según esa lógica. Pero nadie se anima a asegurar cuánto tiempo el aparato peronista soportará sufrir la influencia negativa de un "piantavotos", algo que quedó reflejado en la reciente reunión del congreso nacional del Partido Justicialista.

A fin de cuentas, si hay algo seguro es que es imposible esconder a Boudou durante un año y medio.

En algún momento -sin ir más lejos, en apenas una semana- deberá asumir por viajes de Cristina, y reaparecer en actos públicos y en sesiones del Congreso.

Y eso, si la suerte dictamina que Cristina no tenga imprevistos de salud. Muchos recordaron en estos días la polémica que se generó cuando, en octubre pasado, Boudou debió asumir por la licencia médica de la Presidenta, que debió ser operada.

Surge así otro interrogante que inquieta: ¿qué ocurriría si se diera la eventualidad de una nueva ausencia obligada de la jefa de Estado?

El politólogo Jorge Giacobbe se anima a dar una respuesta: "El pueblo argentino es tolerante pero no tanto; estoy convencido de que no se bancaría una eventual presidencia de Boudou. Es una situación que sobrepasaría todos los límites".

Temas relacionados