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El nuevo estilo ambivalente de Cristina: cuanto más duro es el ajuste, más radicaliza el discurso

Al tiempo que reivindica al "modelo" y su ampliación de derechos, la Presidenta anuncia una caída real de salarios y jubilaciones
10/02/2014 - 07:00hs
El nuevo estilo ambivalente de Cristina: cuanto más duro es el ajuste, más radicaliza el discurso

La escena resultó muy extraña: cientos de jóvenes militantes aplaudían con entusiasmo el anuncio de que los jubilados serán la variable del ajuste.

A fin de cuentas, el aumento que Cristina Kirchner acaba de informar no sólo es el más bajo en cuatro años, sino que es todavía más bajo si se considera la inflación: no era lo mismo dar un 8% en 2009, cuando los precios aumentaban a un 17% anual, que anunciar un 11,31% cuando la inflación se acerca al 30% y con perspectivas de suba.

La Presidenta, con la habilidad retórica que la caracteriza, se las ingenió para hacer aparecer el ajuste como una reafirmación de que el modelo económico sigue apoyando el consumo y que, además "en la Argentina se siguen ampliando derechos", a pesar de quienes insisten en desestabilizarla con aumentos de precios y corridas cambiarias.

Esta escena resulta una síntesis perfecta del momento político del país: una Cristina dual, que radicaliza su discurso en la misma medida en que aplica medidas tradicionales de ajuste.

Los comentarios políticos posteriores a ese anuncio hablaron de una Cristina enojada e instransigente, pero sólo pusieron el foco en la faz discursiva.

"Cuando uno analiza las medidas que empezó a tomar el Gobierno, evidentemente no tienen nada que ver con el relato", admite Aldo Pignanelli, uno de los economistas más críticos. Y no deja de reconocer que la devaluación, la suba de tasas de interés y cierta tendencia a la contracción monetaria van en línea con los reclamos que la "línea ortodoxa" viene reclamando.

En definitiva, lo que nadie deja de reconocer es que, a su modo, la Presidenta no opta por el camino de la "chavización" sino que acude al pragmatismo en un intento de recuperar la estabilidad económica. Y en la consecución de ese objetivo, el ajuste de salarios y jubilaciones aparece como una medio inconfesable pero utilizado sin ambagues.

"La verdad es que en un contexto como este es cuando resulta más fácil hacer un ajuste. Me resulta difícil pensar que las paritarias del sector público superen el 28%, y estamos hablando de una perspectiva de inflación que puede llegar al 35%, por lo que es muy factible que haya una baja real del gasto público por la caída salarial", afirma el economista Federico Muñoz.

Y Cristina parece darle la razón, con sus advertencias a los dirigentes sindicales, respecto de la necesidad de moderar los reclamos de incremento salarial.

Lo curioso del caso es que, en esta nueva etapa, el "modelo" ingresa en modo de ajuste, pero gracias al efecto colateral de la devaluación obtiene recursos fiscales para seguir haciendo anuncios. Así lo explica el economista Miguel Bein: De este modo: "La exposición del sector público al dólar sigue siendo larga a pesar de la incidencia creciente de los subsidios a la energía dentro del presupuesto por lo que un salto cambiario del 55% en promedio agrega recursos al fisco por $50.000 millones, nada mal para seguir ‘agregando derechos' que se licúen en simultáneo". Un nuevo discurso para tiempos de crisis

"Lo que se está viendo es una Presidenta más orientada a un discurso de estimulación de la militancia, bien emocional e ideológico, orientado a sostener la motivación y no tanto un discurso masivo, como los típicos de cuando usaba la cadena nacional", argumenta Graciela Römer, analista de comunicación política.

Y agrega que, detrás de ese cambio, lo que aparece es una aceptación de que ya es tarde para el kirchnerismo el intento de seducir a la clase media, que le dio la espalda a nivel electoral.

"El Gobierno ahora se apoya en su base de militantes para pasar la emergencia. Y esto tiene que ver con que se espera que haya un momento mejor, tal vez en marzo, asociado a un ingreso de recursos en las debilitadas arcas del Estado", agrega.

Lo cierto es que mientras la Presidenta se mofa de los reclamos para que hable más a menudo -luego de haber sido criticada por el abuso de la cadena nacional-, lo que también queda en evidencia es que ante determinados problemas la Presidenta opta por un peligroso silencio.

El caso más sintomático fue el de los cortes de luz, un tema al cual la Presidenta evitó referirse, algo que los analistas de opinión pública han señalado como un error que le está costando un rápido descenso en su imagen pública.

¿Le conviene o le perjudica a Cristina este cambio de estilo? De momento, le está valiendo críticas de la oposición.

Como la de Alfonso Prat-Gay, quien sostuvo: "Para Cristina es mucho más sencillo echarle la culpa a alguien, así no tiene que hacerse cargo de sus propios errores. La foto de Cristina tuiteando desde Cuba en contra de los bancos es la foto de la ausencia de autoridad y la ausencia de poder".

En tanto el politólogo Manuel Mora y Araujo observa que es comprensible que el kirchnerismo busque una forma de hacer "digerible" para la militancia la adopción de medidas impopulares, como la devaluación, pero que su estilo político implica riesgos.

"Nadie hace lo que no le gusta sin justificarlo con muchas vueltas; lo cierto es que se hizo. Lo que no ha cambiado es el enfoque que el kirchnerismo ha cultivado desde sus comienzos: la incertidumbre como un arma poderosa para mantener siempre la iniciativa. La incertidumbre puede funcionar un tiempo, pero a la larga paraliza las decisiones privadas imprescindibles para que la economía crezca", apunta Mora.

Pero lo que los expertos señalan como uno de los mayores peligros eventuales para la Presidenta es que su nueva estrategia tampoco agrade a su propio "núcleo duro", como denominan a ese 20% del electorado que adhiere al kirchnerismo en cualquier circunstancia y que tiene una visión fuertemente ideologizada de la política.

"Ese núcleo duro debe estar muy desconcertado con los hechos de las últimas semanas. Ella trata de mantener su discurso al mismo tiempo que está sometido a la coyuntura. Y un Gobierno fuerte es el que controla la coyuntura, no el que es controlado por las circunstancias", apunta el politólogo Roberto Starcke. Eludiendo las exigencias de la militancia

Esta ambivalencia entre un discurso radicalizado -con las infaltables teorías conspirativas- al tiempo que se aplican duras medidas de corte "ortodoxo" que enfrían la economía denotan que, por encima de cualquier postura ideológica, lo que prevalece en Cristina es el instinto de supervivencia política.

Cuando pasen algunos años y la historia recuerde este momento, no sólo se pondrá la lupa en lo que Cristina efectivamente habrá hecho -como la devaluación, la suba de tasa de interés, el recorte importador, el alza de tarifas, el acuerdo para el pago a Repsol y la búsqueda de un regreso al mercado de crédito-.

Tan importante como eso serán las medidas que su núcleo militante le reclamó y ella prefirió evitar.

A fin de cuentas, en las últimas semanas Cristina ha sufrido la presión para estatizar el sistema eléctrico, para intervenir el mercado agrícola de manera de forzar a los productores a liquidar sus existencias y tomar medidas más duras de castigo a las cadenas comerciales que remarquen precios.

Pero hasta ahora nada de esto ha ocurrido, y las amenazas no han pasado de eso, mientras Axel Kicillof se reunía a firmar un acuerdo con el presidente de Shell.

Y esa actitud no se limita apenas a la economía: hubo medidas que han sorprendido a la militancia dura, como el ascenso del general César Milani a la comandancia del ejército, o como la displicencia con la cual se aceptó el "plan de adecuación" del Clarín a la nueva ley de medios.

No deja de llamar la atención que, después de cuatro años de cruzada por la "democratización de la palabra", el cambio más notorio que se haya logrado tras la victoria judicial del Gobierno sea la inclusión del canal Paka-Paka en la grilla de Cablevisión.

El ámbito político duda sobre cómo interpretar esta actitud de Cristina. ¿Cansancio? ¿Toma de conciencia sobre su debilitamiento político?

Por lo pronto, lo que parece claro es que, en otros momentos de su gestión, la Presidenta no habría dudado en tomar medidas más drásticas, del estilo de la estatización del sistema jubilatorio o de la "recuperación" de YPF.

Tal vez la razón de este nuevo estilo sea que, en el fuero íntimo de Cristina, lo que esté prevaleciendo en este momento sea el ansia de sobrevivir a la emergencia económica, asegurar que se complete el período de gobierno hasta diciembre de 2015 y preservar cierto capital político.

Visto así, el discurso radicalizado no sólo no es contradictorio con su pragmatismo económico, sino que hasta se transforma en un ingrediente imprescindible, en su complemento perfecto.

Puede ser difícil de entender, pero para Cristina, no hay ajuste sin "relato". Y nadie como ella para disfrazar las medidas duras como una reivindicación del "modelo".

Así, el retiro de los subsidios -defendido durante años por Kicillof como una forma indirecta de aumento salarial- será ahora un gesto de "equidad".

De la misma manera, la aceptación de la licuación de los salarios será presentada como una forma de defender el empleo. Y la próxima suba de hecho en el "piso" del impuesto a las Ganancias se justificará como la forma de poder seguir sosteniendo los programas de asistencia social.

También, el encarecimiento del crédito se traducirá como una forma de canalizar los recursos financieros hacia las actividades productivas.

Y, junto con esta argumentación, siempre un "conspirador" a mano a quien echarle las culpas. Pensando en el día después

Claro que no será fácil, como ha quedado en claro en los últimos días, cuando las críticas empezaron a llegar desde los más respetados intelectuales que han apoyado al Gobierno.

Como el economista Aldo Ferrer, quien rechazó el argumento de que el problema sean los "desestabilizadores" y la falta de una verdadera "burguesía nacional".

"El empresario es un maximizador de ganancias, y si usted lo pone a ganar plata especulando, va a especular. Pero no es un problema argentino. Si se trajeran acá empresarios coreanos, el mayor ejemplo de una burguesía nacional comprometida, que invierten, incorporan tecnología, exportan, aquí en Argentina esos empresarios en tres meses terminan haciendo lo mismo que los empresarios argentinos", graficó Ferrer entrevistado en TN.

Y, por sobre todo, predomina en el propio kirchnerismo la duda de si, finalmente, la emergencia económica terminará desdibujando la esencia de este movimiento político. En ese sentido, el politólogo Artemio López destaca que una caída del consumo sería un límite que no se puede cruzar.

"De no suceder esto, por los motivos que fuese -para toda derrota siempre hay una explicación disponible-, no sólo se abortaría uno de los motores del crecimiento económico en la década ganada, como lo fue el consumo doméstico, sino que adicionalmente un grave problema de legitimidad política y finalmente electoral comenzaría su despliegue", afirma López.

Es todo un desafío para la capacidad retórica y política de Cristina Kirchner, que también ha dejado en claro en sus últimos discursos que le empieza a preocupar cómo los libros de historia van a recordar su gestión.

Por eso apuesta a la ambivalencia: para llegar a 2015 se necesita pragmatismo; para ser recordada como una Presidenta de crecimiento y no de ajuste, se necesita una fuerte dosis de "relato".