Previa electoral: la estrategia de Cristina para quitarle votos a Massa
En las usinas de pensamiento K dejaron en claro que el peor temor es que la población vea a Massa como el "neo kirchnerismo", al que se puede votar con la esperanza de que corrija errores pero sin el riesgo de un ajuste económico.
Esta viene a ser la gran diferencia con 2009, cuando ese temor no existía porque el Gobierno K tenía a rivales como Francisco De Narváez y Mauricio Macri con los que se sentía cómodo confrontando.
Ahora, entonces, la prioridad es la "deconstrucción" de la candidatura de Massa. En varios medios de difusión afines al Gobierno se abundó sobre que ese debe ser el gran objetivo.
Como Federico Bernal, director editorial del Centro Latinoamericano de Investigaciones Científicas y Técnicas, quien en un artículo de análisis urge a los kirchneristas a llamar "a las cosas por su nombre: la Argentina del atraso, la dependencia, la pobreza y la proscripción de las mayorías tiene candidato".
Y propone que el kirchnerismo debe denunciar a Massa como "el heredero de Menem y como un factor de riesgo para una segunda crisis como la de 2001".
En igual sentido, Gerardo Fernández, un analista afín al Gobierno, advierte: "Con Massa no viene un kirchnerismo prolijo y eficiente. Con Massa vuelve Menem. El Frente Renovador viene a reinstalar los grandes trazos del modelo neoliberal y lo va a hacer si no tenemos la capacidad de demostrarle a la sociedad qué es lo que está en disputa".
En tanto, el influyente Horacio Verbitsky, director del Centro de Estudios Legales y Sociales y principal columnista de Página 12 escribió que "al cierre de su campaña Massa dejó de ocultar quiénes son sus patrocinadores".
Hacía alusión a la visita del intendente de Tigre al Consejo Interamericano de Comercio y Producción, al que califica como "una organización de lobby muy próxima a las embajadas de Estados Unidos y Gran Bretaña".
Según Verbitsky, en esa reunión Massa abandonó las ambigüedades de campaña electoral y desnudó su verdadero programa político al presentarse ya como presidenciable.
Verbitsky enumeró así las promesas de este candidato:
- Seguridad jurídica para las empresas privadas.
- Desideologización y desregulación.
- Reformulación de alianzas internacionales.
- Generación de confianza para atraer inversiones.
- Superación de fricciones con el campo.
- Mejora de la competitividad industrial tocando el tipo de cambio.
- Volver a endeudarse en el mercado financiero.
- Permitir que los bancos vuelvan a intervenir en el sistema jubilatorio con seguros de retiro complementarios.
- Establecer metas de inflación, lo cual implica ajuste sobre salarios y gasto público.
- Replantear la política energética.
- Garantizar la independencia de la Justicia.
Sugestivamente, en su discurso de ayer, Cristina repitió muchos de estos puntos. Los diseccionó, analizó, criticó y los mostró como negativos para los intereses populares.
"Que no me hablen de endeudamiento, porque no quieren endeudarse para hacer una obra pública, sino para hacer roll over porque son más comisiones y más intereses para los bancos", comenzó.
Y en la misma línea advirtió: "Cuando dicen que hay que tocar el tipo de cambio lo que están diciendo es que quieren devaluar, y sabés dónde se va tu salario cuando devalúan".
"O cuando te dicen que hay que gobernar con metas de inflación, lo que te dicen es que hay ponerle un cepo a los salarios, porque sostienen como base que el aumento salarial es inflacionario", prosiguió la Presidenta.
Y remató con la frase que sintetiza su visión: "Vienen a proponernos la Argentina que se nos cayó en el 2001".
Pero a Cristina Kirchner no le alcanzó con caracterizar a Massa como la encarnación del anti-modelo, sino que fue más allá, al presentarlo como "un gerente" del verdadero poder con el que no vale la pena sentarse a discutir porque eso equivaldría a "debatir con los suplentes".Diálogo con el poder real
Más allá de la dureza de su discurso, lo que la Presidenta también dejó entrever es que acusó el golpe de la derrota electoral y que atribuye la pérdida de votos a razones económicas.
Es por eso que se mostró proclive al diálogo con las representaciones empresarias y sindicales. Pero también allí surgen dudas respecto de si el "timing" económico coincidirá con el electoral.
"Es posible que la CGT y la Unión Industrial Argentina le tomen la palabra y le pidan hablar de temas como la inflación, el cepo cambiario, los impuestos, los subsidios. Pero esto puede ser un problema para ella, porque no tiene nada para decirles sobre esos temas", argumenta Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas.
"La verdad es que cualquier cosa que haga le va a provocar costos políticos, tanto si dialoga como si no lo hace", agrega.
También Alejandro Corbacho, docente de ciencias políticas de la Ucema, cree que el llamado de Cristina implica problemas: "Ella tendría que hacer concesiones, pero a esta altura el Gobierno quemó todos los puentes para volver".
Destaca, como ejemplo, el hecho de que ahora la Presidenta dependa más que nunca de Guillermo Moreno.
"Si ella hiciera un cambio de funcionarios, ya sería una señal sobre la intención de cambiar los modos, pero dudo que lo vaya a hacer, dada la reacción que tuvo tras las elecciones", señala.
Una estrategia arriesgada
El problema de la estrategia K es que el electorado ve a Massa más como un "neo kirchnerista" que como un opositor duro al estilo De Narváez.
Así lo revela una investigación del Centro de Estudios de la Opinión Pública (CEOP), que indagó sobre cuáles fueron los motivos por los que la población eligió a cada candidato.
Y lo que surge del mismo es que apenas un 6% de quienes votaron a Massa lo hicieron por su perfil opositor, mientras que una gran mayoría lo percibió como el protagonista de una nueva etapa K.
"Massa logró penetrar en una parte del núcleo duro del kirchnerismo", observa Roberto Bacman, director de CEOP.
Y agrega: "La campaña lo fue llevando a mostrar su perfil opositor. Eso es lo que explica que empezara con 15 puntos de ventaja y esa diferencia se recortara a cinco. Cuando se sacó el saco para pelear, su campaña se estancó, no volvió a crecer".
Y sugiere que, en consecuencia, la forma que el Gobierno tiene para recuperar los votos perdidos a manos de Massa es forzarlo a ocupar un rol más netamente opositor.
Con este panorama en el que la Presidenta reinstaló la idea de que "los que vienen por todo son ellos", cabe preguntarse si esta estrategia tiene chances de éxito.
Por lo pronto, los analistas consideran que se equivoca, tanto al querer "ideologizar" la campaña, como al "ningunear" a Massa y presentarlo como un simple monigote de los sectores empresariales.
"La discusión del modelo-antimodelo ya pasó. El debate hoy es otro y si sigue con la idea de que puede mantener un lenguaje que funcionaba en 2011, va a seguir perdiendo votos", diagnostica Novaro.
Considera que Cristina se encuentra en un momento "fuera de foco y con menores reflejos".
En la misma línea, Corbacho cree que "si la Presidenta no se toma en serio a Massa y lo desprecia, se puede equivocar nuevamente y va a chocar contra lo mismo que en las elecciones primarias".
Para este politólogo, el error en el que puede incurrir Cristina es en el de hablarle sólo a su núcleo duro de militantes.
"En vez de pensar ‘estoy perdiendo los tibios, los del medio', no planteó nada moderado, sino que reeditó el ‘vamos por más y a todos los que no nos votaron los vamos a tratar de inútiles y traidores'", observa Corbacho.
Y otros, como Julio Burdman, socio de la consultora Analytica, señalan que a diferencia del kirchnerismo, Massa supo leer un cambio cultural en el estratégico conurbano bonaerense.
"La pequeña revolución electoral de Massa fue haber construido, en esta primera sección, un nuevo electorado subprovincial de clase media. Rompió así con la teoría de que la única forma de vencer en el principal distrito del país es respaldándose en los trabajadores y en los pobres de la tercera sección, apelando al populismo", observa Burdman.
El riesgo del efecto boomerang
Claro que la duda mayor es si efectivamente Massa asumirá ese rol de opositor duro que el kirchnerismo pretende o si se mantendrá en su estrategia ambigua de decir que "hay que mantener lo bueno y corregir lo que está mal", que le ha dado tan buen resultado.
Por lo pronto, una frase suya parece sintetizar que tiene claro cuál es la posición que le conviene: "El gran perdedor fueron las posiciones extremistas".
Hay, finalmente, un punto que podría transformarse en un boomerang para Cristina y es que su negativa a debatir con otros candidatos y su preferencia por hablar con los representantes del poder económico podrían ser tildadas de antidemocráticas, por su cercanía con las posturas corporativas de Benito Mussolini.
Es, por otra parte, una estrategia que contradice su habitual reivindicación de "la política" como ámbito de resolución de los temas sociales.
En este sentido, Novaro señala: "Minimizar el voto ciudadano diciendo que la gente votó a una yunta de candidatos que están haciendo de marionetas de los poderosos es irrespetuoso y sólo va a generar más hartazgo".