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Lado "B" del dólar blue por las nubes: los pesos "queman" en la mano y asoma uno de los peores riesgos para la economí­a

La escalada del dólar paralelo ya prendió señales de alerta entre analistas, que temen por la caída en la demanda de dinero local
19/02/2013 - 10:10hs
Lado "B" del dólar blue por las nubes: los pesos "queman" en la mano y asoma uno de los peores riesgos para la economí­a

Había un tema que hace meses mantenía intrigados a los analistas, especialmente a aquellos más críticos de las políticas oficiales: cómo era posible que en un país donde se imprime dinero a tasas que crecen a un 40% anual, no se produjera una brusca caída en la demanda.

Parecía otra peculiaridad argentina, ya que en cualquier otro lugar del mundo, lo que se supondría que suceda ante semejante expansión es que la gente inmediatamente quisiera sacarse la moneda nacional de encima y buscar refugio en otros activos.

En la jerga de los economistas a este fenómeno se lo llama "aumento en la velocidad de circulación del dinero". Y constituye una de las peores pesadillas porque, cuando esto ocurre, suelen desatarse graves crisis, que terminan en un estallido inflacionario.

Lo más peligroso de estas situaciones es que, aun cuando el Banco Central no emita dinero, puede igualmente haber mayor inflación.

Cualquier argentino que tenga más de 40 años y recuerde los billetes con la denominación "Austral" entiende perfectamente el concepto: todo el mundo sabía que mantener el dinero líquido era poco menos que usarlo para prender el fuego del asado.

Por eso, ni bien cobraban el sueldo, buscaban sacárselo de encima, comprando cualquier cosa, pero ocasionando a la vez una suba de precios con la que era imposible que la economía funcione.

En los últimos años, se fueron acumulando las advertencias sobre que este peligro se reeditara.

Sin embargo, ello no ocurría. Es cierto que se produjo la gran fuga de capitales que llevó al Gobierno a adoptar el "cepo", pero en ningún momento pareció que fuera inminente un estallido hiperinflacionario.

"Era paradójico, la velocidad de circulación bajaba en vez de subir, producto de las trabas a la compra del dólar oficial: la gente sin la opción de dolarizarse no sabía qué hacer con los pesos y se los guardaba", plantea el economista Federico Muñoz.

A la hora de buscar explicaciones sobre esa extraña vocación de los argentinos por mantener moneda local en sus bolsillos, había varias teorías.

Una indicaba que la fuga de dólares "ayudaba", porque de esa forma el propio público se encargaba de retirar del mercado los pesos que "sobraban" y se los devolvía al Banco Central.Otros planteaban que, como los argentinos habían adoptado la postura de defenderse de la inflación mediante la compra de bienes -el fenómeno bautizado como "fuga al consumo"-, entonces la emisión de dinero terminaba reactivando la economía, sin que la inflación se descontrolara.

Las estrategias comerciales de los comercios ayudaban a esa situación: "El público se quedaba con el efectivo, teniendo la expectativa de encontrar fuertes descuentos por pagar en cash", señala Eduardo Levy Yeyati, docente de la Universidad Di Tella.

Lo cierto es que el Gobierno parecía que había encontrado una cobertura que le permitía mantener su política de "darle a full a la maquinita", sin verse afectado por el temible flagelo que representa que una sociedad le escape a su propia moneda.

Y, de paso, le facilitaba sostener uno de los principales "postulados" K: que la emisión de dinero no es inflacionaria.Olorcito a plata quemada

Pero algo parece estar cambiando. Hay economistas que sostienen que, tras haberse llegado a la cima de la "montaña rusa", la vocación de los argentinos por mantener pesos en sus bolsillos comenzará a recorrer un vertiginoso camino en bajada.

"Creo que ahora hay algunas evidencias intuitivas que demuestran un aumento de la velocidad de circulación o, lo que es lo mismo, una caída en la demanda de dinero", advierte Javier González Fraga, el influyente ex titular del Banco Central.

En este sentido señala que hoy día "muchos comerciantes prefieren quedarse con la mercadería antes que venderla y hacerse de pesos con los que no le podrán ganar a la inflación", observa.

Es claro que, a la hora de buscar síntomas, el principal semáforo, en el que se encendió una luz amarilla tirando a naranja, fue la disparada del dólar blue.

Jorge Todesca es uno de los economistas que sostiene que el distanciamiento que ha tomado el paralelo respecto del valor oficial marca un punto de inflexión respecto de la aceptación de pesos por parte del público.

También Mario Brodersohn, de la consultora Econométrica, es enfático al respecto: "Desde principios de 2013 notamos persistentes señales de que la demanda de dinero no se está sosteniendo en los mismos términos en los que se había comportado el año anterior".

Y marca la diferencia entre la situación de 2012 respecto a la de hoy día, en la que se observa que "aparecen conductas que apuntan a buscar alternativas para los pesos excedentes".

"Hay olor a que la demanda de dinero empieza a trastabillar", advierte Diego Giacomini, de Economía&Regiones.

No obstante recalca que, desde el punto de vista técnico, todavía es apresurado medir las consecuencias, dado el poco tiempo transcurrido desde el cambio que se observa en la conducta de la sociedad. La dolarización blue de la economía

Uno de los debates de estas horas es si la disparada del paralelo a la zona cercana de los $8 debe considerarse un fenómeno estacional o si ya se pasó a un punto de no retorno, producto de un mayor rechazo hacia la moneda nacional.

Por lo pronto, la mayoría de los economistas cree que el Gobierno le echó nafta a la "hoguera blue" por haber abusado de la maquinita. Las cifras hablan por sí solas: sólo en un mes (diciembre) emitió nada menos que $40.000 millones.

La oferta de dinero local superó con creces la demanda y -en un contexto de cepo cambiario- ese excedente "impactó directamente sobre el dólar marginal", explica Miguel Bein, un analista de fuerte prédica en el mercado de capitales.

Fue tanta la cantidad de billetes que se imprimieron (también para poder financiar las urgencias y el rojo del Gobierno) que luego -tras la disparada del paralelo- el Banco Central debió "sacar la escoba" para barrer de la plaza unos $18.000 millones.

La gran incógnita es si con el correr del tiempo -y pasada la temporada veraniega- se logrará una mayor calma en el mercado de cambios o si, por el contrario, lo que se observa hoy día es parte de una nueva realidad, que muestra a un país conviviendo con dólar libre alejado casi 60% del valor que fija el Gobierno.

Parte de la respuesta habrá que buscarla en lo que ocurra cuando suban las tasas de interés, algo que los economistas dan por descontado que deberá ocurrir.

Si, producto de un premio más atractivo que se ofrece por poner los pesos en los bancos, el blue se desinfla un poco, entonces se podría decir que la demanda de moneda local sigue bajo control.

Pero no hay mucho optimismo al respecto.

Por lo pronto, Todesca señala que, a diferencia de lo ocurrido en otras ocasiones, en la última gran inyección de dinero no se constató que esta medida sirviera para defender al peso frente a la divisa estadounidense. Más bien, despertó los reflejos de los argentinos de dolarizarse.

Entre los motivos para pensar que ya no habrá el mismo interés por la moneda local que antes, los analistas señalan a las propias medidas restrictivas adoptadas por el Gobierno: el "cepo" cambiario impide que los propios argentinos "ayuden" a equilibrar oferta y demanda de dinero local (comprando dólares con el excedente de pesos y devolviendo estos últimos al Banco Central).

Ahora, en cambio, los pesos que van al blue siguen dando vueltas, porque las cuevas los recirculan en el mercado. 

Por ello, es fácil entender que la velocidad de circulación de la moneda empieza a aumentar o, en otras palabras, muestra la otra cara del asunto: la caída de la demanda de dinero, que es una "amenazante realidad".

Fueron elocuentes las palabras de Aldo Pignanelli, ex presidente del BCRA: "Salvo las grandes empresas que tienen que tenerlos y los colocan a plazo fijo, hoy nadie quiere un peso. Los particulares están intentando despegarse. La moneda local no va a la inversión, no va al consumo, no va a las compras, está yendo al dólar".El temor a alcanzar un "punto de no retorno"¿Qué tan feo puede ponerse el panorama? Los expertos se apuran a aclarar que no deben establecerse analogías con el recordado pico hiperinflacionario de 1989 que decretó la muerte del austral. Demasiados factores, tanto internos como del exterior, juegan a favor de una situación más moderada.

Sin embargo, creen que no está lejano el día en el que los precios de la economía dejen de ser indiferentes a la disparada del dólar blue y que se produzca una aceleración de la inflación.

En tanto, entre los especialistas predomina la idea de que aún se pueden evitar los efectos catastróficos de que la gente llegue al extremo de rechazar de manera absoluta el dinero local circulante. Pero, lógicamente, la primera condición es que haya prudencia por parte del Gobierno.

"Cuando la demanda de dinero se derrumba, ocurre algo que los argentinos recuerdan muy bien: hiperinflación. En la actualidad no hay posibilidad de que algo así pueda suceder, siempre y cuando se tomen precauciones", explica Federico Muñoz.

Claro que no todos concuerdan respecto de cuáles serían las medidas adecuadas para este momento delicado. Algunos reclaman una moderación inmediata en el "uso y abuso" de la maquinita de emitir, mientras que otros creen que hay otros problemas previos a resolver.

Todesca pone el foco en el gasto público. Y es escéptico, porque no cree que haya condiciones políticas para que se produzca una moderación en el plano fiscal, más considerando la cercanía de las elecciones.

Por su parte, Gonzalez Fraga hace una advertencia. Sostiene que emitir para cubrir los "baches fiscales" es la peor receta:"Va a llevar la tasa de interés a las nubes y se va a acelerar la velocidad de circulación. Y así no se baja la inflación".

Puesto de otro modo: el Gobierno aún tiene margen de maniobra para evitar uno de los males mayores. Es decir, que la sociedad le dé la espalda a su moneda (se la quiera sacar rápido de encima) lo que daría lugar a que aumente la velocidad de rotación, lo que a su vez exacerba la inflación, generando así un círculo vicioso imposible de sostener.

Para evitar este desenlace, lo primero que debe hacer el Ejecutivo es no confiarse que lo que sucede hoy día con el blue (como síntoma) es un fenómeno pasajero. Menos aun, ignorarlo.