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Ahora se vende más pero rinde menos: ¿cuánta plata se gana en la economí­a "K"?

Empresarios confiesan que cayeron los márgenes de rentabilidad y que resulta más difí­cil mantener un negocio ¿En qué plazo buscan recuperar la inversión?
12/07/2010 - 09:45hs
Ahora se vende más pero rinde menos: ¿cuánta plata se gana en la economí­a "K"?

Se vende más pero se gana menos. Así­ puede definirse el actual momento económico, desde la óptica de las empresas argentinas que, por un lado, celebran la reactivación de la economí­a pero, por otro, ven decrecer sus márgenes como consecuencia de la inflación.

Así­, en la industria se está trabajando con ganancias en torno del 13%, cuando los economistas estiman que no hay proyectos viables con rentabilidades inferiores al 20%, dado los riesgos asociados al contexto actual.

Así­ y todo, éste es el lado bueno de la realidad empresaria de estos dí­as. Porque del otro lado, es decir, del de los menos beneficiados por el modelo económico "K", las tasas de retorno cayeron a la mitad del promedio histórico.

Incluso algunos directores de compañí­as se quejan y afirman que, con la suba de los costos salariales e insumos -que no pueden trasladar a precios en su totalidad- están cerca de operar al 0 por ciento de ganancia neta (descontada impuestos).

Por cierto, esto no significa que no haya empresarios que estén ganando dinero en el paí­s. Los hay y de sobra. De hecho, siete de cada diez califican su situación como "buena" o "muy buena", tal como reveló un informe de SEL, la consultora dirigida por Ernesto Kritz.

Sin embargo, hay algo que no cierra. Porque en un paí­s que apunta a crecer a tasas chinas, la predisposición a la inversión sigue en niveles muy bajos, tanto en las pequeñas como en las medianas y grandes empresas.

¿Cuál es la clave para explicar esta aparente contradicción entre una economí­a que crece y una baja predisposición a efectuar desembolsos?

La respuesta es sencilla: al no haber reglas de juego claras los empresarios apuntan a recuperar rápidamente el dinero que desembolsan. Y como esto no puede lograrse con proyectos de gran envergadura, buscan resolver la mayor demanda con modestas ampliaciones de planta, refacciones o recurriendo a las horas extras.

Al respecto, hay un dato contundente: quienes invierten declaran que su "horizonte de previsibilidad" es de apenas 1,6 años. Es decir, el qué tan lejos pueden planificar su ciclo de negocios resulta extremadamente cortoplacista, tal como revela el informe de Kritz.

"Este indicador se mueve en forma inversa a la confianza y a la certidumbre. Nunca se deberí­a ubicar debajo de los cinco años, porque es imposible que un proyecto de inversión tenga recupero en tan corto tiempo", afirma Marí­a Laura Calí­, directora de SEL.

"Los proyectos de inversión a largo plazo son, quizás, el punto donde más claramente se ve que el actual modelo económico crea diferencias", advierte Cristian Alonso, investigador del IAE Business School.

"La industria automotriz, donde los planes de ejecución son procesos largos y recibe el impulso de las compras de Brasil, tiene en su alta demanda un incentivo para continuar invirtiendo. En cambio, el extremo opuesto es el sector energético, donde no pasa nada", afirma el analista.Facturar más, ganar menosEn cuanto a la rentabilidad, casi 6 de cada 10 empresarios consultados manifiesta que "los márgenes están estancados".

Como siempre ocurre, no todos son afectados de la misma forma.

Están aquellos que se muestran preocupados porque afirman que sus márgenes se ubican en apenas un 2%, mientras que están los otros que "van para adelante" con una renta cercana al 15 por ciento.

¿Por qué tanta diferencia? Más allá de qué no necesariamente todas las ramas de actividad tienen que tener el mismo patrón de referencia en cuanto a rentabilidad, básicamente hay algunas cuestiones que hacen que estas diferencias entre "los unos y los otros" se amplí­en:

  1. El operar en un sector sensible al Gobierno, sobre el cual recae con más í­mpetu la lupa de Guillermo Moreno.
  2. El control de precios oficial, versión "póstuma" del punto anterior.
  3. El mayor o menor cerrojo sobre el ingreso de productos importados, que se abaratan dí­a a dí­a en relación con los nacionales.
  4. Los acuerdos salariales sin red de contención. Ahora, sin un "techo Moyano", el impacto recae mucho más sobre las industrias con alto componente de mano de obra que sobre las de capital intensivo.
  5. La polí­tica cambiaria. Las industrias y servicios protegidas por cupos tienen un "dólar efectivo" más alto que el de plaza, tal como queda demostrado en el hecho de que ganen mercado, aun cuando se aprecie la moneda (por ejemplo, el dólar sojero no es igual que el dólar textil).
  6. El régimen de subsidios. Aquí­ pesa fuerte, especialmente en las empresas energéticas, la combinación entre los precios "taponados" y el aporte de fondos estatales.

"El incremento en los costos, y particularmente en salarios, en sectores intensivos en mano de obra, ha sido un factor que llevó a la disminución en las ganancias", señala el economista y consultor Pablo Rojo.

Y agrega que en un entorno de inflación y dólar haciendo de ancla, hay una tendencia natural a que los exportadores se vean perjudicados con un recorte mayor de sus márgenes.

"Quienes proveen al mercado interno pueden trasladar algo de la suba de costos a precios. Pero en el caso de los exportadores eso es inviable, porque un cliente del exterior no acepta esos niveles de aumento".

El resultado de esta situación, observa Rojo, es que ya hay sectores cuyo margen de ganancia se ubican entre un 10% y 15% en dólares antes de impuestos y amortizaciones (EBITDA), que está por debajo del mí­nimo requerido como para realizar fuertes inversiones.

¿Cuánto serí­a un margen razonable para sostener el aparato productivo?

Fernando Garabato, director de Finanzas Corporativas de la consultora BDO Becher, afirma que:

  • Quien compra un negocio requiere de una tasa promedio en torno del 20% del monto invertido.
  • En cambio, para empresas en marcha, "una rentabilidad de entre 12% y 15% sobre la facturación puede ser suficiente".

En ambos casos el analista destaca que esos niveles varí­an según la rama de actividad, el apalancamiento que pueda lograr la compañí­a mediante un crédito (efecto leverage) y el endeudamiento de la empresa.Jugar a ganar mientras el bombeo al consumo aguanteAunque la caí­da de rentabilidad es generalizada, cada sector de la economí­a tiene diferentes armas como para protegerse.

Una de las formas de amortiguar la caí­da ha sido la economí­a de escala. Esto es, vender más cantidad y ganar menos por unidad de producto.

Sin embargo, los analistas resaltan el riesgo que esto conlleva.

"Mientras el bombeo al consumo aguante, se puede bancar. Pero cuando decaiga va a ser difí­cil sostenerse. Porque no se puede dar marcha atrás con esta suba desmedida en los salarios que se está viviendo", alerta el directivo de una de las compañí­as lí­deres en alimentos.

"Las empresas de porte mediano ahora están en torno de una rentabilidad del 15% antes de impuestos, cuando en tiempos normales este margen era de 25%. Si bien el volumen de producción creció un 25% respecto de hace un año, los precios sólo se ajustaron un 15%", cuenta Hernán Ebekian, empresario de una firma de confección.

"Tengo menos margen, pero sobre un volumen mayor. Si me preguntan cómo me va respecto del año pasado, estoy ganando más plata", señala el industrial que, como la mayorí­a de sus colegas, ha tenido que tomar medidas defensivas contra la inflación.La principal ha sido el mayor stockeo y la compra adelantada de materiales.

En tanto, un empresario que abastece de insumos a la industria naval, que pidió reserva de identidad, afirma que "acumular piezas le resulta mucho más negocio que comprar dólares o dejar el dinero en el banco".

Destaca que lo hace conciente de que al mes siguiente venderá esas mismas piezas mucho más caras respecto a lo que pueda ganar con la apreciación del billete verde o la renta que le da un plazo fijo. Otro sector donde se aprecia una fuerte caí­da en los márgenes de ganancia es en el de la construcción.

"El crecimiento en la compraventa puede impresionar a primera vista. Pero lo que se está escriturando son departamentos que habí­an sido construidos hace dos años y no lograban colocarse. Es más una puesta al dí­a que una reactivación", grafica Germán Gómez Picasso, director de la consultora Reporte Inmobiliario.

Para este analista, el negocio del ladrillo seguirá inevitablemente traccionado desde el segmento premium.

"En esta actividad se inmovilizan capitales muy grandes y por perí­odos muy largos, entonces no resulta atractivo entrar a un proyecto que brinde una tasa del 10%", señala Gómez Picasso.

Según su cálculo, mientras los costos se incrementan a un ritmo de 13% en dólares, los precios no lo hacen a más de 8%, lo que refuerza el actual contexto de rentabilidad decreciente. Esto contrasta con el boom del ladrillo vivido hace seis años, que permití­a retornos de hasta 30% en dólares en un emprendimiento.Negocios cerca del ceroIncluso en los rubros que a primera vista aparecen como los ganadores del momento, como la venta retail, hay problemas de rentabilidad. Sólo que adoptan diferentes formas respecto de las demás industrias.

Un directivo de una cadena supermercadista, en off the record, describe cómo es el proceso del negocio: "Del precio que se ve en la góndola, un 75% en promedio va para el proveedor. Y cuando se descuentan los salarios, los costos de operación del establecimiento, la logí­stica y el marketing, el margen que ahora le queda a un supermercado ronda el 2 por ciento".

"Se cortó la inversión y el nivel de servicio. Algunas cadenas tienen una plantilla de personal más chica. Fue el ajuste obligado, porque si no, la ecuación no cierra", afirma el ejecutivo.

Y, finalmente, quienes están con márgenes en franco desplome son aquellos sectores donde la intervención oficial es más fuerte.

En el caso de la actividad agropecuaria, aun con buenos precios internacionales, el efecto de las retenciones a la exportación hacen que el "dólar real" para este sector equivalga a $2,56.

"El problema del agro es que hay una imposibilidad total de trasladar costos al precio del producto, porque el precio lo fija el mercado internacional. En un contexto de inflación y además con retenciones, el resultado es una contracción importante de la rentabilidad", señala Ernesto Ambrosetti, economista jefe de la Sociedad Rural Argentina.

Según esta entidad, los márgenes del campo argentino están hoy en la mitad de su promedio histórico.

Para los productores agrí­colas se ubican entre 2% y 3% en dólares -luego de retenciones e impuestos- cuando antes esa tasa era del 6% por ciento.

"La variable de ajuste termina siendo la tecnologí­a, tanto en la compra de maquinaria como en los insumos estratégicos", advierte Ambrosetti.

De todas formas, el agrí­cola no es el sector que presenta la peor situación.

Porque en el rubro ganadero lo que se festeja es que se dejó de perder plata, porque durante los últimos tres años la rentabilidad fue negativa.

"Fue un perí­odo de muchos quebrantos, que ahora están parando. No vemos todaví­a una mejora en la inversión, pero al menos terminó la liquidación de stocks", agrega Ambrosetti.

Y, finalmente, el sector donde la ingerencia gubernamental es más explí­cita es el de los servicios públicos, donde varios rubros tienen precios regulados, con tarifas congeladas.

"Ahí­ es imposible hablar de rentabilidades sectoriales, debido a la enorme discrecionalidad. Una empresa distribuidora de gas puede estar ganando plata mientras otra puede estar en crisis financiera, como le pasó a Metrogas", señala Rojo.

Este punto es de fuerte debate polí­tico. Sobre todo porque implica el pago de subsidios estatales. Esto reaviva el debate acerca de cuáles son los sectores que pagan el costo de la transferencia.

En ese sentido, Miguel Kiguel, titular de la consultora Econviews, observa que el monto que reciben las firmas de servicios públicos para seguir funcionando con tarifas congeladas coincide casi exactamente con lo que el Gobierno recauda por las retenciones agropecuarias.

Así­ es el modelo "K" para los empresarios locales, donde algunos ganan, otros temen por el achicamiento de los márgenes y otros dependen del proteccionismo del Gobierno para mantener alejada a la competencia importada para sostener ciertos niveles de retorno. Fernando Gutiérrez©iProfesional.com