CRISIS ARGENTINA

Cristina Kirchner en el país de las maravillas (económicas): qué riesgos implica su visión

Recientemente, la vicepresidenta abundó sobre la situación económica del país y planteó su postura. ¿Es realmente viable lo que plantea?
DINERO - 13 de Mayo, 2022

La esperada presentación de la vicepresidenta Cristina Kirchner el viernes pasado, más allá de incontables citas que visibilizan la fractura política con su Gobierno, dejó varias aristas interesantes respecto de su visión acerca de qué habría que hacer con la economía.

El leit motiv de la charla fue la insatisfacción democrática generada, en su opinión, por la emergencia de un fenómeno novedoso, como es la de un sector de trabajadores formales registrados que hoy es pobre. En su concepción, el problema está "en la concentración de los ingresos, distintos métodos de apropiación de rentabilidades y una política, también, de salarios bajos" que deriva de un "modelo de producción y de exportación" que requeriría, precisamente, de esas condiciones para generar los dólares suficientes para que la economía opere sin dificultades. Pero que, como por arte de magia, no los genera.

"Ahora, si soy de exportación y producción, si además tengo salarios bajos y además me faltan dólares, bueno, hay que revisar algunas cosas porque algo, alguien o algunos están fallando" (sic), sentenció. Para luego introducir su consabida idea de la economía bimonetaria: "El principal problema que tiene la economía argentina… es la demanda de dólares no solamente para importación, sino que la gente busca el dólar y quiere ahorrar en dólares. Y no es una cuestión ni de izquierda ni de derecha, ni de clase social, desde una persona humilde, una mujer que trabaja en una casa de familia, por ahí ve cómo puede comprar el cupo de los 200 dólares".

Aquí está el corazón del pensamiento económico de CFK: una organización económica que deja dentro del sistema menos dólares de los que consume. Es efectivamente un problema crítico, sin dudas. Ahora, la pregunta relevante es por qué razón los argentinos tienen fuera de circulación más de u$s200 mil millones en billetes físicos atesorados en cajas de seguridad y el colchón, según datos oficiales.

Cristina expuso su pensamiento sobre la economía.

¿Por qué los argentinos demandan dólares?

¿Qué es ese "algo, alguien o algunos que están fallando", en palabras de la vicepresidenta? Habla de un gran acuerdo entre todas las fuerzas políticas para resolverlo. ¿Qué tendría que incluir un acuerdo de estas características para dar incentivos a quedarse con los pesos?

¿Por qué los argentinos decidirían usar el peso como reserva de valor, como instrumento de ahorro, cuando la inflación licúa los ingresos y no hay tasas reales positivas para compensarlos? Lo que CFK no dijo es que durante el gobierno de su marido, entre 2003 y 2007, los dólares sobraban y los argentinos ahorraban en pesos, simplemente porque la inflación era inferior al 10% promedio al año. No hay más secretos.

La única referencia, muy cuestionable, que hizo la vicepresidenta sobre cómo resolver el dilema de la inflación "que no se detiene" (sic) fue su análisis sobre la evolución de la base monetaria entre 2015, último año de su gobierno, y 2021. Nuevamente, el concepto errado de que emisión e inflación no son procesos que están interrelacionados.

Entonces, ¿por qué en sus gobiernos no se emitió mucho más y como ella misma mostró, terminó su gestión con una relación base monetaria/PIB apenas superior a la del período 2016-2021? ¿Por qué, como contracara, la formación de activos externos, la dolarización de carteras, fue de nada menos que u$s70.000 millones en sus dos mandatos? Parte del bimonetarismo está explicado ahí.

En medio de la interna con el Presidente, CFK insistió sobre la idea de la economía argentina bimonetaria.

El sueño económico de Cristina

En el sueño del cristinismo está la añoranza de volver a los tiempos donde el consumo y los salarios crecían financiados por los superávits gemelos heredados de Néstor Kirchner, las subas de los precios internacionales, las tarifas congeladas y la alarmante pérdida de reservas del Banco Central. Los números hablan por sí solos. En su primera gestión el salario real creció un impactante 40%, aún con los efectos de la crisis internacional 2008-09 sobre la actividad y el empleo. El consumo lo hizo nada menos que 23%.

El aumento del salario real en su segundo mandato fue de 10%, ya con una inflación que aceleraba (acumulando 170% en cuatro años). El consumo, a medida que aumentaban los precios, apenas creció 4 puntos entre 2011 y 2015. Era evidente que la velocidad del consumo y los salarios menguaba a medida que la inflación pisaba más fuerte.

Por su parte, los términos del intercambio crecieron 30 puntos hasta 2011, para luego caer 9% en su segunda administración. En tanto, la pérdida acumulada de reservas internacionales fue de u$s45.000 millones en los dos períodos de gobierno.

Este cuadro ya es pasado. No hay condiciones objetivas para proyectar una recuperación salarial a velocidades cristinistas tras los impactos de las megadevaluaciones de 2018-19, de la aceleración inflacionaria posterior, de las reservas en rojo y de las reestructuraciones de deuda externa, tanto con bonistas privados como con el FMI.

"No hay condiciones objetivas para proyectar una recuperación salarial a velocidades cristinistas"

Los equilibrios fiscales y monetarios requeridos para estabilizar la macro aún están lejos de alcanzarse y al Banco Central le cuesta recuperar reservas aun con los términos del intercambio en niveles de 2012. Comienza el descongelamiento tarifario, el corazón de la reducción del déficit comprometida con el Fondo, y la inflación ya no ronda los 25 puntos de 2015.

Cristina parece creer que es posible vivir en el país de las maravillas (económicas), pero pasaron cosas. Argumentar irracionalmente que hay márgenes de acción para una política económica expansiva que ayude a ganar las elecciones de 2023 conlleva el doble riesgo de profundizar aún más el abismo dentro del oficialismo y de acelerar la incertidumbre sobre la frágil condición macroeconómica.

Por Ricardo Delgado, economista y presidente de Analytica Consultora

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