¿Dólar a casi $16 tampoco alcanza?: exportadores y productores regionales piden más competitividad
Sucedió hace escasas semanas, pero parece formar parte de una etapa ya superada. El dólar a $13, que era celebrado en el macrismo como una muestra de confianza por parte del mercado, definitivamente se convirtió en parte del pasado.
Conforme importadores y grandes empresas comenzaron a meter presión por el lado de la demanda –en un escenario en el que los “sojadólares” fueron mermando una vez consumado el acuerdo entre las cerealeras y el Palacio de Hacienda- la presión se hizo sentir.
El Gobierno, como parte de su estrategia de “flotación sucia”, dejó que la divisa avanzara de a varios centavos hasta que el Banco Central dijo “basta” y decidiera intervenir en el mercado para desactivar los mecanismos de transmisión que el tipo de cambio tiene sobre la inflación.
Así, el “dólar Macri” ingresó en su segunda fase: quedó lejos de los $13 y cada jornada amenaza con cruzar la barrera de los $16.
En este contexto, la política cambiaria del macrismo quedó en medio de un fuerte debate en el que hay dos posturas enfrentadas y bien diferenciadas:
• Por un lado, están los economistas que aseguran que faltó una dosis más de shock. Argumentan que la devaluación se "quedó corta" y que la inflación en poco tiempo se “comerá” buena parte del colchón de competitividad, lo que podrá redundar en un nuevo atraso cambiario.
En las filas de los que pregonan esta idea está Roberto Cachanosky, quien puso en duda el éxito del plan del equipo de Alfonso Prat Gay al considerar que hubiese sido conveniente “arrancar con un dólar más alto para fomentar exportaciones, alentara así la inversión privada y luego, ya en un tercer lugar, traccionar el consumo".
• Por otro lado, se encuentran los analistas que consideran que un avance del tipo de cambio todavía más profundo hoy fogonearía mucho más la suba de precios, en un contexto en el que la baja en la emisión de billetes y la absorción de pesos del mercado no están dando los resultados esperados, al menos en el corto plazo.
Uno de los voceros que predica en esa dirección es el ex titular del BCRA, Aldo Pignanelli, quien afirmó que “la devaluación no fue insuficiente. Si hubiese sido la mitad sí hubiese sido exitosa. Para mí fue excesiva porque después fogoneó la inflación”.
Está claro que la administración macrista se mueve en un delicado margen: por un lado, está urgida de consolidar un tipo de cambio competitivo para reactivar las economías regionales y alentar a productores a liquidar su cosecha. Pero hay un efecto adverso que debe mantener a raya, como es la suba de precios, que acumula una preocupante alza de 10 puntos sólo en el último trimestre.
¿Alcanzan los "casi $16" para propiciar un boom exportador?
En este delicado juego de variables, para el economista Gabriel Caamaño Gómez, de la Consultora Ledesma, el punto clave es que el “nuevo dólar”, más cercano a los $16, mejoró la ecuación para los sectores exportadores pero la presión de los costos no le deja margen al Gobierno para que la divisa “descanse” mucho tiempo en esos niveles.
Para el macrismo, que presagiaba una “lluvia verde” al desarmar el cepo y avanzar con la quita de retenciones, la generación de divisas genuinas por la vía comercial es clave.
Máxime, cuando la Argentina viene de cerrar 2015 con un déficit de la balanza del orden de los u$s3.000 millones, el primer dato negativo en 16 años.
Lo positivo para los sectores exportadores es que el tipo de cambio en términos reales –es decir, descontando inflación- frente a la canasta de monedas de países con los que comercia la Argentina, mejoró considerablemente en las últimas dos semanas.
A comienzos de diciembre, cuando el atraso cambiario se había hecho insostenible, la relación era de $1,07 por cada dólar. Tras la devaluación con la que avanzó el macrismo, dicha relación pasó a los casi $1,4 por billete verde, para luego acelerar por encima de $1,50. Es decir, una mejora del 42%.
Sin embargo, al observar la película en reversa, dicha mejora pierde impacto: el tipo de cambio real respecto de los mayores socios de la Argentina se ubica apenas cinco centavos por encima del nivel registrado tras la devaluación propiciada por Axel Kicillof, allá por enero de 2014 (ver cuadro).
La relación con Brasil en términos cambiarios, según se desprende del análisis de la Consultora Ledesma, tampoco deja mucho margen para que el equipo de Prat Gay se “relaje”.
Es cierto, la competitividad de la moneda mejoró sustancialmente frente al real: hace apenas tres meses –descontando inflación- se había entrado en una peligrosa paridad de “1 a 1”.
Pero con el avance que experimentó el dólar en la plaza local en los últimos días, el tipo de cambio pasó a ser de $1,46 por cada real, un salto nada menos que del 46%.
Sin embargo, la fuerte depreciación de la moneda brasileña a lo largo de 2015 fue de tal magnitud que la competitividad hoy se ubica casi 25% por debajo de la inicios de 2014 y es cerca de un 50% menor en relación con años mucho más dinámicos para la economía argentina, como el 2010.
Para Caamaño Gómez, “pese a este nuevo salto cambiario, todavía no se generó un colchón de competitividad como para aguantar el proceso de un ajuste inflacionario. De hecho, las economías regionales hasta hace unos días seguían tirando fruta en las rutas”.
Para tomar real dimensión, sólo en una jornada como fue el 27 de enero, productores arrojaron a la vera del camino nada menos que 80.000 kilos de manzanas y peras.
“Todo está demasiado justo y el Gobierno no puede darse el lujo de que el dólar se atrase, porque necesita divisas de exportación para financiar el gasto y para pagarle a los holdouts”, completó el analista.
Para el experto es un error pensar en el actual valor del billete verde como un techo. "Con una inflación cercana al 30%, el tipo de cambio necesariamente deberá seguir ajustándose, aunque de manera gradual”, afirmó.
“Los precios relativos están subiendo. Por eso, más allá de las fluctuaciones en el corto plazo, a la larga el dólar tiene una sola dirección: hacia arriba”, completó.
Según se desprende del último relevamiento realizado por la consultora Latin Focus, sobre un total de 18 entidades y consultoras, doce de ellas prevén un billete verde por encima de los $16 para fin de año, con estimaciones como las del Banco Citigroup o del estudio de Orlando Ferreres, cercanas a los $18.
Pese al avance de la divisa de los últimos días, para una parte del arco empresario, el 2016 será un año poco dinámico.
Básicamente porque la mejora del tipo de cambio no alcanzó para contrarrestar las devaluaciones de las monedas de los principales socios comerciales, los bajos precios de las commodities y la profundización de la crisis en mercados clave, como el brasileño.
Frente a este cuadro, desde la Cámara de Exportadores, su presidente, Enrique Mantilla, advirtió que “si bien la Argentina ha comenzado a realizar un giro estratégico, este año será de transición”.
El directivo advirtió que “desarmar una economía de comando y control con serios problemas en el funcionamiento del Estado no es una tarea sencilla”.
Por ello, la CERA no prevé un salto de las ventas al mundo. Por el contrario, estiman exportaciones por u$s58.000 millones, tan sólo 2% por encima del registro de un año muy difícil como fue el 2015 y todavía lejos del récord de 2011, cuando se alcanzaron los u$s84.000 millones (ver cuadro).
Economías regionales, lejos del boom
En el epílogo de la era kirchnerista, las economías regionales figuraban entre las más castigadas por la política de atraso cambiario.
Por eso las producciones de diversas provincias se convirtieron en uno de los ejes estratégicos de la campaña macrista.
El punto es que, pese a la devaluación y la quita de retenciones, hay diversas ramas de actividad que siguen lejos del boom.
Básicamente porque el tipo de cambio, si bien les mejoró, está lejos aún de compensar la baja de los precios internacionales, la menor demanda externa y las devaluaciones de otras monedas frente al dólar, en un contexto de fuerte suba de costos internos.
En diálogo con iProfesional, Marcelo Loyarte, director de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI), aseguró que un dólar más cercano a los $16 "mejoró la ecuación pero si se toma a toda la industria, no es suficiente para volver a un terreno de rentabilidad”.
Según el directivo, el avance del billete verde no alcanzó para que productores de peras y manzanas que no hayan logrado altos niveles de calidad vean ganancias este año.
“Todavía hay riesgos de que quede fruta en las plantas y no se coseche. Venimos de tres años con falta de financiamiento y con pérdidas. En ese lapso, muchas empresas se comieron el capital de trabajo”, afirmó Loyarte.
La actividad viene de sufrir un difícil 2015, con un derrumbe de las exportaciones del 30%. Y, para este año, sobran las incógnitas.
“Por las devaluaciones de la monedas de nuestros mercados compradores, como Rusia y Brasil, todavía se nos hace difícil exportar a precios rentables. A eso hay que sumarle los problemas en la demanda externa y la irrupción de competidores como Chile y Sudáfrica”, acotó el directivo.
“Estamos volviendo a una guerra de precios, en la que no siempre salimos bien parados. Si bien estamos un poco mejor que el año pasado, todavía hay mucha incertidumbre”, concluyó.
En el caso de la industria vitivinícola, tampoco esperan un salto exportador.
Javier Merino, director de la consultora especializada Área del Vino, consideró que “esta actividad vivió su época de expansión entre 2004 y 2008, cuando los índices de rentabilidad de las bodegas locales estaban alineados con el promedio mundial”.
El analista consideró que para que esta actividad vuelva a recibir el empuje de un tipo de cambio competitivo, entonces la divisa estadounidense debería estar entre los $17 y $18 y -lo más difícil- con costos bajo control.
“El actual valor del dólar, poco a poco, va acercándose a esos niveles. Por lo pronto, a las bodegas les mejorará la rentabilidad, porque las exportaciones les van a rendir más en términos de pesos, sumado al hecho de que no hay más retenciones”, explicó.
Sin embargo, consideró que “esto por sí solo no alcanza para que se propicie un boom de ventas al exterior. De hecho, no esperamos un salto de las exportaciones en volúmenes”.
“Las bodegas nacionales deben darle pelea ahora a las europeas, que son mucho más competitivas y también a las chilenas, que se beneficiaron con una fuerte devaluación en este último tiempo”, completó.
En el caso del sector agrícola, el salto del tipo de cambio y la eliminación de las retenciones sí se tradujo en una mejora exponencial: en el caso del trigo y del maíz –que pasaron a tener derechos de exportación del 0%-, la competitividad hoy es un 90% y un 85% superior a la de hace unos meses. En el caso de la soja, la mejora pasó a ser del 55%.
Sin embargo, el cambio de humor entre los chacareros no llegó a plasmarse en un salto en el nivel de superficie sembrada, que se ubicó por debajo de la última campaña, en un contexto de precios en baja.
Esto repercutirá en el valor final de la cosecha. Para el consultor Gustavo López, director de AgriTrend, “se está esperando una disminución tanto en los volúmenes como en precios”.
Así, la nueva campaña –que saldrá por los puertos a partir de abril- está valuada en u$s22.450 millones, por debajo de los u$s24.000 millones del ciclo anterior.
En el plano industrial, el principal problema no es tanto cambiario, sino de demanda: Brasil está sumido en una grave crisis que derrumbó el consumo interno, lo que está pegando en casi todos los sectores.
“La crisis de nuestro vecino es de tal envergadura que prácticamente se están viendo afectados todos los sectores exportadores argentinos. Hay fuertes caídas, por ejemplo, en los envíos de productos de belleza y de limpieza, en alimentos y también en vehículos. Casi no queda rubro que hoy pueda zafar de esta coyuntura”, afirmó una fuente de la UIA, en diálogo con este medio.