Pasen y vean: estos son los sobreprecios que deben pagar los argentinos en el país de la tecnología "para todos y todas"
El mundo posó sus ojos nuevamente en la marca de la manzanita con motivo de la presentación en sociedad del tan ansiado iPhone 5.
Como siempre sucede, los lanzamientos de Apple se convierten en los eventos más convocantes en el atestado calendario que se mueve al compás de la industria tecnológica.
Y la atención que despertó el nuevo dispositivo de la marca que fuera creada por Steve Jobbs no fue la excepción, confirmando así la enorme vigencia de la compañía.
Claro está que, mientras que en el mundo avanza a paso firme y sin freno el inexorable fenómeno del recambio tecnológico, las cosas resultan ser bastante diferentes en la Argentina: en un escenario marcado a fuego por la guerra contra de lo importado, los consumidores locales no podrán disfrutar, al menos por el momento, de este teléfono de última generación.
Sin embargo, éste no es un problema exclusivo de Apple. Por el contrario, y tal como viene sucediendo en los últimos años, especialmente tras la sanción de la ley que pasó a beneficiar a firmas que ensamblan en Tierra del Fuego, el negocio de la tecnología en el país se caracteriza por la existencia de muy pocas marcas, por la escasa variedad de productos así como por el lento nivel de actualización.
Al respecto, desde Carrier & Asociados aseguran que, en algunos dispositivos, la oferta local "atrasa" entre uno y dos años respecto a la tecnología que hoy se comercializa en los mercados más desarrollados.
Pero esto no es todo: en un escenario cerrado y dominado por unas pocas compañías, que operan bajo licencias en el polo fueguino, el principal flagelo es que los argentinos terminan pagando por un mismo producto una cifra mucho más alta que en cualquier otra ciudad del mundo.
En efecto: el creciente valor de la logística, el alto costo de la mano de obra y la fuerte carga impositiva que castiga a los artículos importados determinan que sea cada vez sea más conveniente adquirir un dispositivo electrónico en el exterior que hacerlo en la propia Argentina.
Así, las enormes diferencias de precios, sumadas a la creciente escasez de marcas de punta, fueron potenciando el fenómeno de la "microimportación", motorizado justamente por los millones de argentinos que anualmente cruzan la frontera y deciden adquirir en el exterior indumentaria, zapatillas, tablets, notebooks, netbooks y hasta televisores LCD.
Este comportamiento no pasó desapercibido para el Gobierno, que hace poco más de dos semanas decidió imponer un nuevo castigo al uso de las tarjetas de crédito para las compras en el exterior, luego de que se conociera que, durante los primeros siete meses del año, los argentinos gastaron unos u$s2.000 millones.
Además del cargo extra del 15% al uso de plásticos fronteras afuera, la AFIP decidió ponerse más dura que nunca con los argentinos que salen de shopping, a punto tal que decidió cruzar datos de uso de los plásticos con las declaraciones aduaneras para saber si algún turista "faltó a la verdad" al traspasar la frontera y no declaró algún producto para así evitar tributar el impuesto del 50% por sobre el tope de u$s300.
Precios por las nubes
La creciente "obsesión" oficial para desalentar la compra de artículos electrónicos por parte de los viajantes se da en momentos en que la Argentina quedó posicionada como el país más caro a nivel mundial para la adquisición de dispositivos electrónicos.
Así se desprende de un extenso relevamiento realizado por iProfesional.com que compara los valores para una decena de artículos a nivel local en relación a las cotizaciones vigentes en mercados estratégicos tales como Estados Unidos, la Unión Europea, Chile y Brasil, tal como se puede observar a continuación:
Así las cosas, considerando un equipo recién lanzado en la Argentina, como la Sony PlayStation Vita, se observa que un consumidor argentino deberá pagar el equivalente a u$s754.
Esta cifra es un 182% más elevada que la vigente en los Estados Unidos, donde un usuario podrá acceder a esta tecnología abonando apenas u$s267 (impuestos incluidos). Es decir, una diferencia cercana al triple.
En la Unión Europea el valor de este artículo es incluso más bajo, con un precio de venta de u$s249, convirtiendo al producto ofrecido en la Argentina en un 200% más costoso.
Ya en la región, la PS Vita se comercializa a u$s540 en Chile y a u$s692 en Brasil, de modo que los precios vigentes en la Argentina resultan un 40% y un 10% más elevados, respectivamente.
Una Cámara tipo reflex marca Sony, modelo A65VK, que por las trabas a las importaciones no se ofrece a través de los comercios oficiales SonyStyle, actualmente se puede conseguir en plataformas de venta electrónica como MercadoLibre a razón de $9.100, lo que equivale a casi u$s2.000.
Como contrapartida, un comprador en Estados Unidos deberá desembolsar la mitad: u$s962 (con impuestos):
Incluso en Europa un equipo de estas características se ofrece a precios todavía más bajos, del orden de los 749 euros (u$s941), haciendo que el valor vigente en el mercado doméstico sea casi un 110% más elevado que en el Viejo Mundo.
Ya en el país trasandino, esta misma cámara se cotiza a 599.990 pesos chilenos, lo que equivale a menos de u$s1.250, es decir, un 36% más barata que en la Argentina.
Por último, en el caso de Brasil, este equipo llega a los consumidores a un valor de 2.972 reales que, convertidos a divisa estadounidense, arroja una cifra de u$s1.466. De modo que un consumidor argentino estará pagando un 33% más que cualquier interesado que esté radicado en territorio brasileño.
Los ejemplos sobran y también incluyen a juegos de video, televisores y a las iPad, las promocionadas tabletas con la marca de la manzanita que posicionan a la Argentina como el mercado más caro en dólares, con precios hasta un 60% por encima a los de Estados Unidos e, incluso, superiores a los vigentes en Brasil, que hasta 2011 ostentaba cotizaciones más elevadas.
En este contexto, más allá del valor en términos de divisas estadounidenses, un dato clave es el esfuerzo que debe realizar un consumidor para poder acceder a un producto determinado en la Argentina en relación a países más desarrollados.
Así las cosas, considerando la tableta de la manzanita más equipada se observa que:
•En un mercado como Francia, un usuario que cobre el salario más bajo, deberá destinar apenas medio mes para comprar este dispositivo.
•En cambio, en la Argentina, tomando un ingreso mínimo de u$s579, se necesitarán más de dos meses de trabajo para acceder al mismo producto, es decir, cuatro veces más de esfuerzo.
Beneficios que no llegan al bolsillo "Se podría afirmar que hoy la Argentina prácticamente tiene la tecnología más cara en términos de dólar, con precios que se ubican muy por encima de los de Estados Unidos, la Unión Europea e incluso que Brasil", aseguró a iProfesional.com un consultor en temas tecnológicos que pidió estricto off the record.
Por su parte, Carlos Scimone, gerente de CAMOCA, entidad que nuclea a fabricantes de artículos tecnológicos de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, confirmó que "hay grandes diferencias de precios entre la electrónica que se produce en el sur del país y la importada. Algunas, demasiado elevadas".
En la misma línea, Marcelo Elizondo, ex director ejecutivo de Fundación ExportAr y experto en comercio internacional, aseguró que "el Gobierno decidió proteger todo y no está exigiendo nada a cambio. Las empresas así se están volviendo ineficientes y quienes terminan pagando esto son los consumidores, por los precios cada vez más caros. La ecuación, evidentemente, no cierra".
El experto agregó que "no está mal tener industrias protegidas, pero tampoco se puede defender a todos los sectores. En el caso de la iPad o del iPhone nunca vamos a ser competitivos. Por el contrario, si se frena el ingreso de estos productos se termina generando una gran ineficiencia, tal como sucede actualmente".
Acto seguido, el experto recomendó "proteger industrias manufactureras que sí tienen potencial, como la industria del cuero, ya que contamos con materia prima y buen diseño. La protección ahí sí se justifica".
En este contexto, un consultor experto en temas informáticos brindó a iProfesional.com un dato revelador: el dinero que se pierde de recaudar el Gobierno en concepto de impuestos por el esquema que beneficia a Tierra del Fuego es un 150% superior que el costo que supondría subvencionar esos mismos puestos de trabajo que ocupa esta industria.
"Defender los empleos me parece lógico. Pero esto nos está saliendo muy caro. Si el Gobierno quisiera, podría sostener esos empleos destinando unos $2.000 millones de pesos al año. Esta cifra es considerablemente más baja que los $5.000 millones que le cuesta dejar de percibir los tributos de las empresas sureñas en concepto de Ingresos Brutos, IVA, Ganancias, aranceles de importación y otros tributos", disparó.
"Lo más preocupante es que todo este andamiaje de beneficios no llega al bolsillo de la gente", se indignó la fuente consultada.
A la hora de analizar las causas por las cuales estas ventajas tributarias no repercuten en menores precios para los consumidores, el experto hizo hincapié en el alto impacto de los costos logísticos que implica trasladar todos los insumos hasta el sur del país y de allí a los principales centros de consumo: "De movida, sólo por transporte, los productos se encarecen un 15% más".
Por su parte, Elizondo hizo referencia al componente especulativo, dado que "el sólo hecho de restringir la oferta ya aumenta los precios, porque disminuye la competencia".
Al respecto, acotó que "si cerrás la economía y a las empresas les das un coto de caza, surgen estos problemas, porque cuanto menos competencia haya, más imperfecto se vuelve el mercado, generándose así un oligopolio".
En este sentido, Diego Pérez Santisteban, presidente de la Cámara de Importadores (CIRA) también señaló a esta causa como una manera de explicar los altos precios que deben pagar los consumidores argentinos por este tipo de productos: "Hay compañías que pueden ingresar muy pocos accesorios, entonces desensillan hasta que aclare y lo que tienen en stock lo cuidan y lo defienden con precio, vendiéndolo más caro".
Más allá de esta polémica, los expertos detallaron otros costos ocultos que terminan impactando en el valor de venta de cualquier empresa importadora, como el ´peaje´ que tienen que abonar muchas compañías para comprarle mercadería de exportación a otras firmas y así tener un cupo para poder traer productos del exterior y cumplir con el plan "1 a 1" que exige la Secretaría de Comercio Interior.
Se trata de una práctica por la cual una empresa le cede a otra el CUIT para realizar un envío afuera, previo pago de una "comisión" que, dependiendo de las urgencias y los volúmenes involucrados, puede llegar a ser de entre el 10 y el 15% de la exportación, un sobrecosto que luego se traslada a los precios de venta del producto importado.
Frente a este cóctel de variables, Elizondo recalcó que "no hay que olvidarse de la alta inflación en dólares que tenemos, que lo que está generando es que cada vez quedemos más caros respecto al mundo".
Y esto alcanza tanto a los productos de exportación como a los de importación, que no pueden escapar de su efecto nocivo.
En definitiva, los que lo pagan todos estos artículos más caros, son los consumidores argentinos en el país de la "tecnología para todos y todas".