La fuerza de elegir nuestro bienestar: una reflexión sobre la valentía y el amor propio
No hace mucho tiempo, tuve que decirle a una persona a la que amo y seguiré amando algo que sabía que no solo no sería de su agrado, sino que también nos alejaría. Había situaciones que no me hacían sentir bien, que me lastimaban en lo más profundo, ahí donde solo las lágrimas pueden sanar las heridas. Esta decisión no la tomé de un día para el otro; podría decir que se fue cocinando a fuego lento durante varios años.
Sin embargo, me dejó una valiosísima lección que no volveré a olvidar y que hoy quiero compartir con ustedes.
No hace falta que les explique que el mundo de hoy nos empuja constantemente hacia el rendimiento, la productividad y la búsqueda de la aprobación ajena.
En este contexto, detenerse a priorizarse a uno mismo puede parecer una osadía e incluso un acto de egoísmo absoluto. Sin embargo, es precisamente en ese acto de aparente rebeldía donde reside una de las decisiones más importantes de nuestra vida: elegir nuestro bienestar.
Cuando hablo de bienestar, no me refiero únicamente a llevar una dieta equilibrada, hacer ejercicio o practicar mindfulness (aunque todo eso suma). Me refiero al acto profundo y, muchas veces, doloroso, de poner un límite, de decir "basta, hasta acá llegué", de alejarnos de aquello que nos lastima, aunque lo que nos dañe provenga de nuestras relaciones más cercanas o incluso de nuestras propias expectativas.
El peso de las expectativas ajenas
Desde pequeños, aprendemos a buscar la aprobación de los demás: padres, maestros, amigos, parejas. Este anhelo de aceptación nos lleva a veces a anteponer las necesidades y los deseos ajenos a los nuestros. Nos convertimos en expertos en complacer, pero a menudo a costa de nuestras emociones, nuestra paz y nuestra salud mental.
Elegir nuestro bienestar implica muchas veces desandar este camino. Implica reconocer cuándo algo o alguien ya no contribuye a nuestra vida de forma positiva. Y, el desafío más grande, implica aceptar que al priorizarnos podemos, como dije antes, no complacer a todos.
Básicamente y en un lenguaje muy simple puede decirte: no esperes que todos lo entiendan. ¿Quién no sintió alguna vez el miedo al qué dirán? Ese temor puede paralizarnos. Pero también puede convertirse en un poderoso motor de cambio. Porque, si bien las decisiones que tomamos pueden ser comentadas o juzgadas, al final del día somos nosotros quienes debemos convivir con sus consecuencias.
El precio de elegirnos
Optar por nuestro bienestar no siempre es fácil. Puede implicar alejarnos de relaciones tóxicas, dejar un trabajo que ya no nos llena, o incluso redefinir nuestras metas personales. Estas decisiones conllevan un costo emocional: la sensación de pérdida, el miedo a la incertidumbre o el enfrentamiento con nuestras propias culpas.
Por ejemplo, al alejarnos de una relación que nos lastima, no solo nos enfrentamos a la soledad momentánea, sino también al cuestionamiento interno: "¿Hice lo correcto? ¿Podría haber hecho más?".
Al dejar un trabajo que ya no nos hace felices, cargamos con la inseguridad de empezar de nuevo y el peso de las expectativas y miradas ajenas. Incluso redefinir nuestras metas personales puede abrirnos a una nueva etapa, pero también nos obliga a despedirnos de sueños que alguna vez abrazamos con fuerza.
Estas decisiones suelen estar acompañadas de una batalla interna. Nos preguntamos si estamos siendo egoístas, si nuestra búsqueda de bienestar perjudica a los demás, o si podríamos haber aguantado un poco más. Pero es precisamente en esos momentos de duda donde descubrimos la importancia de mirar hacia adentro y preguntarnos con sinceridad: "¿Qué es lo que realmente necesito para estar bien?".
Sin embargo, el resultado suele ser liberador. Elegirnos a nosotros mismos no significa ser egoístas; significa reconocer que nuestra felicidad, nuestra salud y nuestra tranquilidad también son importantes. Es un acto de amor propio y de respeto hacia quienes somos.
Tomar este tipo de decisiones requiere valentía. Significa aceptar que no podemos complacer a todos, que no siempre vamos a tomar el camino más cómodo, y que está bien sentirnos vulnerables en el proceso. Lo esencial es entender que esas emociones, aunque incómodas, son parte del cambio y, al final, nos conducen a una vida más auténtica y alineada con quienes somos.
El amor propio como base de relaciones saludablesCuando aprendemos a cuidarnos, también aprendemos a cuidar mejor a quienes nos rodean. Una persona que se prioriza es capaz de construir relaciones más sanas, basadas en el respeto mutuo y la sinceridad y no en la dependencia o el sacrificio excesivo.
Elegir nuestro bienestar no significa excluir a los demás. Por el contrario, nos permite estar presentes de manera genuina y equilibrada. Nos enseña a establecer límites claros, a decir que no cuando es necesario, y a ser honestos sobre lo que podemos dar.
El coraje de cuestionar el statu quo
En una sociedad que valora el sacrificio y el esfuerzo por encima del autocuidado —algo que muchos de nosotros podemos haber vivido en nuestros entornos laborales—, priorizarnos a nosotros mismos puede parecer un acto contracultural, casi subversivo. Incluso, puede hacernos sentir culpables por anteponer nuestras necesidades a las de los demás. Sin embargo, ese simple gesto de poner límites y elegirnos tiene un poder profundamente transformador.
Cuestionar lo establecido no es solo una declaración personal, sino también una invitación a replantear lo que realmente importa en nuestras vidas.
Atreverse a desafiar lo "establecido", ese conjunto de expectativas que dictan cómo debemos vivir, no implica rechazarlo todo de forma rebelde o sin sentido. Es más bien, un movimiento consciente para evaluar si lo que se espera de nosotros resuena con quienes somos y con lo que necesitamos.
Es un acto valiente, porque mirar hacia adentro y decir "esto no me hace bien" puede ser incómodo. Pero es en esa incomodidad donde crecemos.Lo hermoso de este coraje es que no solo nos libera a nosotros, sino que inspira a los demás. Cuando nos atrevemos a priorizarnos, a cuidar nuestra felicidad, nuestra tranquilidad y nuestra salud, le mostramos al mundo que hay otras formas de vivir.
Convertimos nuestro autocuidado en una semilla que puede crecer colectivamente, cambiando poco a poco las narrativas sociales donde el bienestar ocupa un lugar secundario.Al final, elegirnos no significa rechazar a los demás ni aislarnos. Significa abrir puertas para un bienestar compartido, para construir un entorno donde cuidarnos mutuamente sea lo más importante.Una reflexión finalEl bienestar no es un destino, es un camino.
Y, como todo camino, requiere decisiones constantes, algunas de ellas difíciles. La buena noticia es que cada vez que nos elegimos a nosotros mismos, estamos construyendo una vida más plena y auténtica.Así que, cuando te enfrentes a esa difícil decisión de priorizarte, recordá: no es egoísmo. Es coraje. Es amor. Y, sobre todo, es la fuerza de elegir tu bienestar. https://www.armoniamindfulness.com/