• 21/11/2024

¿El cerebro puede influir en cómo enfermamos y nos curamos?

Comprender y probar esta posibilidad podría tener diversas y beneficiosas consecuencias a nivel de tratamientos y de la consulta médica
25/02/2023 - 22:15hs
¿El cerebro puede influir en cómo enfermamos y nos curamos?

Los investigadores llevan tiempo sospechando que el cerebro podría ser el encargado de gestionar las respuestas inmunitarias influyendo en la salud y la enfermedad de una persona.

Confirmar y comprender esta relación podría dar lugar a nuevos tratamientos de enfermedades como el cáncer, afecciones autoimnunes o las llamadas psicosomáticas, como recoge un artículo en Nature.

A lo largo de los años se ha ido conociendo cómo el sistema nervioso e inmunitario están más conectados de lo que se pensaba. Lo que ha llevado a investigadores de ambos campos a acariciar la idea de que el cerebro puede dirigir la respuesta inmunitaria influyendo en la salud y la enfermedad de forma aún no conocidas. En un paso más allá, esto podría explicar lo que muchos especialistas llevan tiempo intuyendo: que los estados psicológicos podrían tener un rol en el proceso de curación.

Las afecciones cardiovasculares ofrecen un claro ejemplo de ello. Como el caso del conocido como "síndrome del corazón roto", en el cual vivir algo muy estresante o traumático puede ocasionar consecuencias similares a un infarto. Frente a esto, diversos estudios apuntan a cómo una mentalidad positiva parece proteger contra las enfermedades del corazón, incluso cuando ya se tiene una afección.

Comprender y probar esto podría tener diversas y beneficiosas consecuencias a nivel de tratamientos y de consulta médica. Entre los cambios que depararía se incluye potenciar el efecto placebo, combatir el cáncer, mejorar la respuesta a la vacunación e incluso reevaluar las enfermedades designadas como psicosomáticas, tal y como plantea un artículo en Nature.

Qué dicen los científicos que estudian el tema

Hedva Haykin estudiante de doctorado en el Instituto Tecnológico de Israel (Technion ) en Haifa es una de las científicas inmersas en probar estos efectos. Su trabajo se centra en estudiar si estimular una región del cerebro implicada en las emociones positivas puede influir en la curación del corazón.

Los diminutos trozos de este órgano de ratones muertos por infarto que examina parecen darle la razón. Las muestras de aspecto más sano proceden siempre de animales a los que se estimuló este área cerebral, aquellas con marcadas cicatrices provienen de los que no tuvieron estimulación, señala Business Insider.

A lo largo de los años se ha ido conociendo cómo el sistema nervioso e inmunitario están más conectados
Haykin, junto con sus supervisores, la neuroinmunóloga Asya Rolls y el cardiólogo Lior Gepstein, están intentando averiguar exactamente cómo ocurre esto. Según, explican a la prestigiosa revista científica, los experimentos realizados hasta ahora, aún no publicados, apuntan a que la activación de este centro de recompensa del cerebro -denominado área tegmental ventral (ATV)- parece desencadenar cambios inmunitarios que contribuyen a la reducción del tejido cicatricial.

Las pruebas de este vínculo cerebro-respuesta inmunitaria no son nuevas. Se remontan a principios del XX, cuando se descubrió que cortar los nervios de la piel podía frenar síntomas de la inflamación. Muchos años después, en la década de 1990, las investigaciones en dicho campo empezaron a hacer sospechar que era cerebro el que llevaba la batuta en esto.

Uno de los estudios claves fue el realizado por el neurocirujano Kevin Tracey. Su trabajo se centró en un fármaco antiinflamatorio experimental para controlar la inflamación cerebral causada por el ictus. Al aplicarlo en animales que presentaban inflamación en todo el cuerpo, este no actuó solo en el cerebro, lo que era esperable, también en el cuerpo. "Fue un auténtico quebradero de cabeza", señala.

Lo que hicieron después fue intentar trazar el recorrido que había seguido el fármaco para entender qué había pasado. Al cortar el nervio vago (que conecta el cerebro con otros órganos importantes), el efecto antiinflamatorio del medicamento administrado en el cerebro desapareció.

Desde entonces un creciente cuerpo de investigaciones hizo aflorar otras pruebas de esta posible relación.

Por ejemplo, un equipo dirigido por Andreas Habenicht, cardiólogo de la LMU de Múnich (Alemania), mostró que la interacción entre células inmunitarias y ciertos nervios modulaba la progresión de la aterosclerosis. El trabajo de la neurocientífica de Havard Catherine Dulac demostró que la activación de ciertas neuronas podía generar síntomas de enfermedad -como fiebre, fatiga o pérdida de apetito- incluso en ausencia de un patógeno.

Un estudio de 2021, reveló que las neuronas de la ínsula -zona involucrada en las emociones- almacenan recuerdos de episodios de inflamación intestinal previos y que su estimulación reactivaba la respuesta inmunitaria. Es decir que estas reacciones podrían iniciarse en ausencia del desencadenante original, lo que podría explicar aspectos de afecciones, como el síndrome del intestino irritable, "que pueden verse exacerbadas por estados psicológicos negativos".

Qué pasaría si se trasladan estos estudios a las personas

De trasladarse a los humanos, las implicaciones de esto pueden ser más que notorias a nivel clínico. Hasta tal punto que estudios sobre la ATV -la región cerebral sobre la que Haykin estudió los infartos- en ratones con cáncer de pulmón y piel encontró que su activación conllevaba una reducción del tamaño de los tumores.

De ahí que varios proyectos estén ya trabajando en potenciales aplicaciones en las personas.

Las pruebas de este vínculo cerebro-respuesta inmunitaria no son nuevas

La compañía SetPoint Medical de California está probando estimuladores del nervio vago en enfermedades autoinmunes como la enfermedad de Crohn, la esclerosis múltiple y la artritis reumatoide. Sobre esta última, los datos preclínicos muestran que el dispositivo parece capaz de aliviar la gravedad de los síntomas.

Otro trabajo busca mejorar la respuesta inmunitaria de las vacunas estimulando el cerebro.

Según detalla Rolls a Nature, muchos médicos derivan a los psicólogos a personas con problemas aparentemente psicosomáticos, alegando que no hay ningún problema físico. Esto también podría cambiar. "El simple hecho de poder decir a la gente que existe una conexión cerebro-inmune responsable de sus síntomas puede suponer una enorme diferencia".

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