Así eran los medios y el periodismo en la Guerra de Malvinas: del "vamos ganando" a "perdimos"
Al iniciarse la Guerra de Malvinas, en 1982, en Buenos Aires se podían ver cuatro canales y a veces uno de La Plata con programación precaria (hoy es América TV). Ninguno emitía las 24 horas. No había cable ni televisión satelital directa al hogar. Sólo existían 13 emisoras de AM y 10 de FM con pocos programas diferenciados; muchas veces reproducían la señal de su AM.
Todos los canales de TV y todas las AM/FM eran propiedad del Gobierno salvo tres radios (Rivadavia, Continental y Del Plata, las más escuchadas y las únicas con perfil periodístico independiente).
Pero, aun en AM, la información tenía sus horarios y se transmitía bastante música o programas como "Rapidísimo", de entretenimiento y actualidad, pero con poca información política.
Los noticieros de TV eran superficiales (¿como hoy?) y de duración limitada.
Sólo había un programa político semanal: "Tiempo Nuevo", de Bernardo Neustadt y Mariano Grondona, más o menos aceptados por los militares y cuyos análisis e invitados alternaban entonces entre un oficialismo de baja intensidad y críticas "instrumentales" muy moderadas.
Todo este panorama se debía no sólo al control o censura impuesto por los militares que ocupaban el gobierno desde 1976, sino también a los hábitos y maneras de hacer comunicación en la época.
Las audiencias no estaban acostumbradas a la información permanente o contenidos de 24 horas de noticias, ni a programas de periodismo político en sucesión constante o con fuertes discusiones. Estos formatos se generalizaron recién en los años 90, con el cable.
La administración estatal de los canales y muchas radios favoreció, antes y durante la guerra, el férreo control de la información y la propaganda más manipuladora.
Ambos factores eran a veces contrarrestados por la valentía o dignidad de algún directivo, periodista o comunicador, que aprovechaban pequeños márgenes de libertad o grietas de control, tanto en medios estatales como privados.
Censura "ambiental"
La verdadera censura de la época era "ambiental": los canales nacionalizados desde 1974 y manejados por López Rega y radios estatales a cargo de la izquierda o la derecha peronista fueron luego "loteados" entre las fuerzas armadas.
En TV, Canal 13 fue para la Armada, el 11 para la Fuerza Aérea y el 9 para el Ejército. Canal 7 (entonces ATC) era compartido por todas las armas y tenía una programación de alto perfil, que aunque resulte hoy insólito, era la más vista.
Al colocar "sus" directivos o periodistas en esos medios, el peronismo y los militares que lo derrocaron no siempre tenían necesidad de órdenes concretas.
Era un clima donde imperaba la autocensura, el miedo o aún la posibilidad de sufrir violentas amenazas o represalias, que podían venir del terrorismo de Estado o incluso —hasta su erradicación— de la guerrilla. Mejor seguir siempre la línea oficial para no tener problemas.
Diarios y revistas, en manos privadas, y que sólo salían en versiones papel, tuvieron conductas disímiles. Algunos hacían lo que podían en medio de ese ambiente, por ejemplo, publicando cables internacionales con versiones distintas a las oficiales, aunque en espacios menos visibles.
Otros se ajustaron sin problemas al relato oficial: renunciaron a indagar qué pasaba realmente, por acuerdo, oportunismo u obsecuencia. Y no faltaron los que llegaron todavía más lejos, en términos de propaganda, de lo que se les pedía.
Radios privadas
Las radios privadas también tuvieron roles disímiles. Radio Rivadavia, la más escuchada entonces, colaboró con la propaganda (organizó la cadena privada "Soberanía Nacional" y llegó a convocar a la Plaza de Mayo). En Continental había excepciones a los coros uniformes, como el inclasificable y brillante Hugo Guerrero Martinheitz o la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú. Radio del Plata se enfocaba en la música.
Como ocurrió con la mayoría de los argentinos, muchos directivos y periodistas —aun aquellos que no veían con simpatía a los militares—, fueron contagiados de la irrefrenable euforia que siempre aparece cuando se juega la carta del nacionalismo patriótico.
No pudieron dimensionar bien dónde terminaba el apoyo a una causa compartida o al esfuerzo valeroso de soldados y dónde comenzaba un apoyo funcional a una dictadura y a un desatino militar y geopolítico, muy distinto a la validez de los reclamos de soberanía. El triunfalismo que se apodera cada tanto de muchos argentinos (incluyendo al deporte y otros ámbitos) hizo el resto.
Por supuesto, no había Internet, celulares, redes sociales ni manera de ver televisión internacional. Tampoco existía forma de acceder a otros medios con información alternativa a la manipulada internamente, excepto emisoras uruguayas que algunos podían sintonizar o bien la esotérica radio de onda corta (banda distinta de AM y FM y que permitía en ciertos receptores escuchar emisoras de todo el mundo, una especie de pre-Internet no interactivo). Pero no eran modalidades masivas.
Qué pasaba con la comunicación en las propias Islas Malvinas
En las islas Malvinas, entre tanto, no había televisión de ningún tipo y sus 1.800 habitantes ("kelpers" es una palabra tornada peyorativa) sintonizaban la única emisora en AM: Falkland Island Broadcasting Station (FBIS), del gobierno local, que transmitía pocas horas en 536 kHz. No había otras emisoras ni tampoco FM. Como impreso, sólo circulaba un boletín, el "Penguin News".
En Puerto Stanley (Puerto Argentino) la señal podía además recibirse por un cable conectado a parlantes en los hogares que los isleños llamaban "The Box".
Este sistema fue sorprendentemente inventado por un gobernador malvinense en 1929 y se adoptó en la Rusia de Stalin o mucho después en Corea del Norte para evitar la sintonía de radios extranjeras. (También se usó en algunos pueblos del interior argentino entre los años 60 y 80.)
Los isleños también escuchaban por onda corta el servicio mundial en inglés de la BBC de Londres, que además les ofrecía un espacio especialmente preparado con noticias de interés, información útil y saludos, denominado "Calling the Falklands".
Así fue el 2 de abril de 1982, en la radio
Cuando las fuerzas argentinas se acercaban para desembarcar en las islas, la FBIS quedó funcionando por primera vez durante toda la noche, con palabras del gobernador Rex Hunt que alertaban sobre una inminente "invasión" argentina.
Al acercarse el amanecer del 2 de abril, los pobladores llamaban a la emisora para informar que habían visto efectivos argentinos por un lado u otro. Como interludio musical se pasaban desde canciones pop hasta "God Save the Queen" o, en selecciones más bizarras, "El Lago de los Cisnes" de Tchaikovsky.
El director-locutor de la FBIS, Patrick Watts, fue el encargado de esa maratón radiofónica. A la madrugada, la flota argentina interfirió las transmisiones y emitió un mensaje en inglés: "a las autoridades del gobierno colonial británico (…) estamos (…) con una fuerza de tareas numerosa (…) Fieles a los principios occidentales y cristianos (…) esperamos que actuéis con prudencia (…) Esta es nuestra preocupación".
En las islas, Hunt llamó ante los micrófonos al vicecomodoro Héctor Gilobert, el argentino a cargo de las oficinas de la aerolínea LADE para que actúe como mediador. Luego de combates frente a la casa de gobierno, en los que debieron lamentarse las primeras bajas argentinas, tuvo lugar la rendición y la ocupación efectiva de las islas.
La radio FBIS fue tomada recién a las 10 de la mañana. En medio de una gran confusión, una patrulla argentina le apuntó con un arma a Watts, pero éste dijo ante el micrófono "no voy a hablar con una pistola en mi espalda, así que quítenla".
Watts siguió relatando: "parece que están discutiendo entre ellos (..) Ahora se van y me han dejado unas grabaciones para que difunda". Todo salió al aire. La FBIS pasó a emitir desde entonces como LRA60 Radio Nacional islas Malvinas.
Una emisora, que pasó a ser "argentina"
La emisora se transformó en bilingüe y contó con un locutor argentino especialmente traído desde Buenos Aires y el propio Watts, pero este último fue muy pronto enviado a su casa.
Los militares, con poco tacto comunicacional, pasaron después a emitir predominantemente en español, con tangos y folklore argentino, mientras redujeron los espacios de inglés a una mínima expresión, hablados en forma defectuosa por argentinos no profesionales.
Algo parecido ocurrió cuando el gobierno inauguró, 10 días después, el primer canal de TV: LU78-TV Islas Malvinas, que transmitía desde el programa "Grandes Valores del Tango" a las telenovelas de Andrea del Boca.
También pasaban en diferido los ‘tapes’ de noticieros porteños, traducidos al inglés. Los televisores eran vendidos por el gobierno en cuotas mensuales, de las cuales los isleños llegaron a pagar sólo dos, por razones fáciles de deducir.
Los medios de la guerra
Malvinas fue una guerra fantasmagórica desde el punto de vista comunicacional y periodístico: casi no tenía caras, ni imágenes de acciones. La tecnología emplazada en las islas, carentes de una gran estación terrena satelital como la argentina de Balcarce (no había aun parabólicas pequeñas o individuales), hacía imposible transmitir TV en directo.
Las escasas notas en video debían enviarse grabadas por avión al continente. Era una situación ya complicada entre el 2 de abril y el 1 de mayo, pero que se hizo mucho peor cuando empezaron los bombarderos, el 1 de mayo y hasta el fin de la guerra, el 14 de junio.
Comunicaciones telefónicas o de télex (con teletipos, máquinas de escribir a distancia) hacia afuera de las islas solo podían mantenerse a través de un equipo público central de radio de onda corta. En este caso, se usaba como un medio de telecomunicaciones y no de radiodifusión.
Pero el equipo tenía una sola vía, había una alta demanda de uso por fuerzas y soldados y su operación tropezaba con innumerables dificultades. Por lo tanto, un corresponsal tenía también problemas para enviar reportes de audio, hablar por teléfono o remitir un texto.
Periodistas en las islas
De todas maneras, el gobierno argentino había autorizado solo dos periodistas en las islas: un redactor de la agencia oficial Télam, que instaló un equipo de radio independiente privado pero que sólo funcionó en algunos momentos, y Nicolás Kasanzew, el corresponsal de ATC, que enviaba las notas de video.
Sólo en un par de ocasiones el gobierno argentino permitió otros periodistas, incluso extranjeros, en vuelos especiales de ida-vuelta que se hicieron a lo largo de abril, es decir, antes de los bombardeos.
Debido a la ya apuntada operación de la totalidad de la TV por parte del Estado, cualquier contenido de ese medio estaba sujeto a fuertes controles y restricciones. Pero a veces, por fallas burocráticas o errores, llegaron a verse notas que posiblemente no hubiesen pasado en otras condiciones.
Los isleños y su actitud, por ejemplo, eran un componente inexistente en el relato y en la cobertura periodística (al punto que muchos argentinos creían que "gradualmente" los lugareños aceptarían al país).
En realidad, era obvio que tendrían al menos reticencia a hablar con la TV de la nación que los ocupaba militarmente. Y, en caso de hacerlo, era más improbable todavía que aparecieran protestando en las pantallas argentinas.
Qué veían los argentinos sobre la guerra
En una rarísima entrevista que se emitió por Canal 13 el 4 de abril, el director de Correos y Telecomunicaciones local, Bill Etheridge, le dijo al periodista Daniel Mendoza: "lamentablemente, no estoy contento que hayan invadido mi territorio". Al citársele los hechos de 1833 y los derechos argentinos, Etheridge respondió: "Desde siempre mi familia y yo vivimos aquí y yo no soy responsable por lo que ocurrió hace 150 años".
Los soldados argentinos también aparecieron poco en los medios, salvo para unas pocas entrevistas de color y casi nunca en combate. Kasanzew sostuvo que la mayoría de sus notas que envió a ATC no fueron emitidas o bien fueron censuradas. También dijo que tuvo peleas con los militares a raíz de su trabajo.
Sin embargo, no podía ignorar que integraba uno de los medios centrales de propaganda de un gobierno dictatorial, con un permiso casi exclusivo de corresponsal que se le negó a todos los demás. Dudosamente le hubieran permitido hacer auténtico periodismo.
La mayoría de sus notas emitidas terminaron siendo entrevistas de escasa relevancia a jefes militares, con muy poca visualización de acciones de combate o de temas que ayudaran a entender el conflicto. Para colmo, llegaban a la pantalla varios días después.
Solo al principio de la guerra se mostraron unas pocas acciones bélicas, particularmente el programa "Primeros combates desde las islas Malvinas" de ATC (una semana después del 1 de mayo). La nota incluía una secuencia que quizás era una gran metáfora de la manera en que Argentina peleaba la guerra.
En una batería antiaérea operada por un joven, humilde y tímido conscripto, con actitud asustada, Kasanzew le insistía en que cuente cómo logró derribar un avión caza Sea Harrier británico con esa arma: "No sé… me ayudó la virgencita", respondió.
Comunicaciones oficiales sobre la guerra
Ninguna figura del gobierno o de las fuerzas armadas (que eran básicamente lo mismo) convocaba a conferencias de prensa para informar sobre la marcha de la guerra. No había siquiera un vocero. Casi ningún militar o funcionario hablaba en "on".
La solitaria excepción era el canciller Nicanor Costa Méndez, que respondía a periodistas en entrevistas y ruedas de prensa pero limitándose a su área, aunque a veces con argumentaciones y declaraciones de gran volumen político.
Sólo se emitían cada día, varias veces y por cadena nacional, unos comunicados lacónicos del Estado Mayor Conjunto acompañados de marchas militares. Eran leídos con tono grave por el locutor oficial en "off" Juan Mentesana, un salteño cuya voz quedó por siempre asociada a los militares.
Contrariamente a lo que se cree, esos comunicados eran en general precisos y sobrios. Era el destemplado y vociferante activismo de agitación y propaganda triunfalista de los medios, comunicadores o periodistas oficialistas los que irradiaban a toda hora noticias falaces, selectivas o rumores sin atribución precisa.
Para esos objetivos, se usaba la TV para llegar al gran público y la agencia Télam para "marcar la agenda" a todos los medios, así como para crear confusión interna e internacional. Esa agencia citaba además "fuentes fidedignas" que revelaban que aviones argentinos habían atacado a los portaaviones "Hermes" o "Invincible" (hechos nunca comprobados), que los ingleses no podrían resistir el invierno o que se estaban quedando sin municiones…
De todos los noticieros televisivos, el que terminó convertido en el único relevante (y, al final, en el símbolo de la propaganda oficial) fue "60 Minutos", dirigido por el periodista José Gómez Fuentes y donde también trabajaba Kasanzew.
Con un estilo enfático, Gómez Fuentes mezclaba información, opinión y expresiones de deseos cada noche en una argamasa de contenidos para construir una versión triunfal de la guerra que resultó una gran mentira, la que mucha gente creyó. Y que otra gente, quizás, eligió creer.
"Seguimos ganando"
"Seguimos ganando" y "¡otro Harrier derribado!" eran algunos de los latiguillos de Gómez Fuentes. Su concepción del periodismo quedó demostrada cuando declaró: "Mi país estaba en guerra, y si me pedían que dijera que Gardel estaba vivo y eso contribuía al triunfo, yo no tenía ningún inconveniente en decirlo".
Entretanto, en el Reino Unido, como un contraste patético, la emisora pública BBC era criticada por la primera ministra Margaret Thatcher porque le parecía inconcebible que "ofreciera la versión argentina de los acontecimientos al mismo nivel de la británica".
Más aún, en sus emisiones en español por onda corta, la BBC se refería sistemáticamente a las "islas Falkland o Malvinas", mientras entrevistaban también a analistas o figuras opuestas a la guerra, al gobierno y aun a personajes favorables a la Argentina.
El Ministerio de Defensa británico debió alquilar un transmisor de la BBC en la isla Ascensión para emitir sus propios programas de propaganda en español para las islas y la Argentina con el nombre "Radio Atlántico del Sur" (9710 kHz).
Contrariamente a las eficaces operaciones de propaganda británica de la Segunda Guerra contra los nazis, esta emisora fue pobremente concebida y manejada, limitándose a noticias negativas, discos argentinos viejos y recursos de propaganda burdos, tales como una consejera sentimental, "Mariana Flores", que le hablaba a los soldados argentinos.
Sin embargo, la radio llegó a pasar listas de prisioneros de guerra que el mismo gobierno argentino no suministraba. Ninguno de sus locutores era hablante nativo de español.
Argentina hizo sus propias transmisiones de propaganda radial de onda corta bajo el nombre "Liberty" (17740 kHz). En inglés y con una versión instrumental del tema "Yesterday" —una fina ironía— una locutora anónima anunciaba: "soy una voz, un espíritu, un país. Una mujer orgullosa de que hoy el mundo escuche cuando Argentina habla".
Las emisiones, organizadas por la inteligencia del Ejército, eran difundidas en secreto desde Radio Municipal (hoy Ciudad) en el Centro Cultural General San Martín. La locutora era Silvia Fernández Barrio, con la colaboración de Enrique Alejandro Mancini. Los textos eran desparejos: aludían a noticias desactualizadas y no quedaba claro si se dirigían a soldados británicos, oyentes en Inglaterra o las Malvinas o bien a la opinión pública mundial para explicar la posición argentina.
Cuando la guerra se acercaba a su fin, los medios argentinos cesaron el triunfalismo de un día para el otro. Del "vamos ganando" se pasó abruptamente a "fuimos derrotados", si bien con "honor" y "valentía", por un enemigo con "recursos tecnológicos superiores" (Comunicado 166, el último de la guerra).
Reino Unido y su comunicación
De cualquier mañera, para la mentalidad argentina de entonces, diezmada por años de autoritarismo y manipulación (y no sólo para el gobierno o los militares) el manejo de la comunicación en el Reino Unido durante una guerra resultaba incomprensible.
¿Cómo podía ser que mientras murieran soldados británicos los medios criticaran libremente a las autoridades políticas o a la propia conducción militar o se permitieran corresponsales en la fuerza naval, cuyos informes podían quizás revelar información estratégica?
¿Cómo una "emisora enemiga" como la BBC informaba y entrevistaba acerca de las posturas argentinas, hablaba de las "islas Falkland o Malvinas" y se negaba a transmitir mensajes del Ministerio de Defensa de su propio país?
No se entendía ni cómo funcionaba una democracia, una sociedad abierta o una institución como un medio de comunicación público. La mayoría veía natural, en cambio, la actitud "patriótica" de Gómez Fuentes reviviendo a Gardel. ¿Hasta qué punto esa visión habrá cambiado al día de hoy?
El recuerdo de la guerra, así como de sus héroes y caídos argentinos, debería incluir también una reflexión sobre las tristes consecuencias de la manipulación, la censura y la conversión de la comunicación en un instrumento de guerra total al servicio de cualquier autoritarismo.
Realzar el valor de la libertad de expresión y de las instituciones es también una forma posible de homenaje a quienes dejaron su vida en esa confrontación. La historia demuestra que dos democracias auténticas casi nunca van a la guerra entre sí y resuelven sus problemas sin recurrir a la fuerza. Por eso mismo, no deben lamentar muertes ni pérdidas.