Di Tella, esta es la historia de un joven que transformó sus ideas en una marca revolucionaria para el mercado
Decidieron probar suerte en la Argentina por segunda vez. Habían llegado en 1894 desde Italia pero no tuvieron éxito y regresaron a su tierra natal. La muerte del jefe de la familia, Amato Nicola, hizo que los Di Tella se asentaran definitivamente en la Argentina en 1905.
A principios del siglo XX arribaron Salvatore, hermano de Amato, Ana María, su viuda, y tres hijos: Laura, Bianca y Torcuato. Giuseppe, el primogénito, había quedado en Italia.
Se instalaron en una casona vieja en Caballito. Laura y Bianca comenzaron a trabajar como costureras y Torcuato, con trece años, obtuvo un empleo de cajero de una juguetería, a la vez que hacía trámites aduaneros para la casa Dell’Acqua.
Pero, gracias a su espíritu emprendedor, Torcuato entendió que trabajar solamente no iba a alcanzarle para progresar y cursó libre el secundario en el Colegio Nacional Mariano Moreno. La dedicación y el esfuerzo eran todo para el joven italiano.
En 1910, luego de trabajar cinco años en Dell’Acqua, Torcuato recibió una oferta que, aunque él no lo supiera en aquel momento, fue la piedra fundacional de su futuro. Los hermanos Alfredo y Guido Allegrucci le propusieron ser socios en una fábrica de máquinas amasadoras de pan. La clave del éxito del negocio fue una ordenanza municipal que prohibía el amasado a mano.
SIAM, la clave del éxito
La fábrica se llamó SIAM, a partir de las siglas de la Sección Industrial Amasadora Mecánica. Cuando años más tarde la compañía se convirtió en sociedad anónima, pasó a ser conocida como Sociedad Industrial Americana de Máquinas.
En 1911 patentaron la primera máquina y se instalaron en un local en la calle Rioja al 100. Torcuato, entusiasta, utilizó dinero que aún no habían ganado. Lo invirtió en la revista semanal de los panaderos, donde publicitó su producto. Para vender las máquinas, él mismo recorría el país en automóvil. La venta creció exponencialmente y SIAM tuvo que contratar quince empleados para hacer frente a la demanda. Los Allegrucci eran más cautos que el joven Di Tella.
Dos años después, Torcuato, que no se limitó al éxito de la empresa. Tenía 21 años e ingresó en la carrera de ingeniería de la Universidad de Buenos Aires. Siempre entendió que la preparación era fundamental para el desarrollo.
En 1915, uno de sus socios, Alfredo Allegrucci, abandonó la firma y volvió a Italia. Y lo imprevisto ocurrió. El gobierno italiano citó a Torcuato para realizar el servicio militar. Aún desalentado y preocupado por el sostén de su familia, Di Tella cumplió con su deber y participó del conflicto bélico (Italia participó de la Primera Guerra Mundial) por cuatro años. En su ausencia, SIAM siguió creciendo. Torcuato volvió al país en 1919. Con veintisiete años, no sólo era un joven industrial, sino también un veterano de guerra.
La década del 20 para la Argentina fue de gran crecimiento y modernización. La estrella de la modernidad era el automóvil. El incremento del parque automotor permitió el desarrollo de industrias subsidiarias.
Torcuato Di Tella pudo ver el negocio con claridad. SIAM comenzó a fabricar surtidores de nafta y consiguió autorización de la Municipalidad de Buenos Aires para instalarlos en las calles porteñas. Como proveedores de YPF, hacia 1929, la compañía llegó a los seis millones de pesos anuales de venta neta. En esta misma época, su único socio, Guido Allegrucci abandonó SIAM y ésta queda a cargo exclusivamente de Torcuato Di Tella.
El crecimiento los obligó a mudarse de fábrica y hasta instalar oficinas para la administración. A fines de los años 20, SIAM concentraba el 90% del negocio de las máquinas amasadoras y el 60% de los surtidores de nafta.
Pero al comenzar la nueva década, la crisis mundial puso en jaque a SIAM y estuvo al borde de la quiebra. En aquel momento la empresa empleaba 367 obreros y 20 empleados administrativos. En lo personal, en 1928, Torcuato se casó con María Robiola, quien había sido su novia de la juventud, antes de la guerra. Tuvieron dos hijos: Torcuato y Guido.
Bienes de consumo masivo, la solución
Para evitar la quiebra, el emprendedor puso en práctica un plan de emergencia que consistió en conseguir un crédito, del Banco Alemán Transatlántico, cerrar sucursales del interior y vender hectáreas del terreno que poseía en Avellaneda (donde había instalado la fábrica). Pero esto no alcanzaba. Había que producir. Y el mayor problema era que el mercado de amasadoras de pan estaba saturado y que la venta de combustible, debido a la situación de YPF, dependía de los gobiernos de turno. El golpe de estado de 1930 había cambiado las reglas de juego.
Torcuato entendió que había que dar un giro de timón. La solución fue la producción de bienes de consumo masivo. SIAM comenzó a fabricar bombeadores de agua domiciliarias, lavarropas, heladeras, ventiladores, planchas, lustradoras de piso.
La marca se instaló como sinónimo de electrodomésticos. El éxito fue rotundo y continuó ininterrumpidamente creciendo en ventas durante las siguientes dos décadas. Entre 1945 y 1948, la empresa multiplicó por once la producción de heladeras.
Torcuato nunca se olvidó de su familia. Todos trabajaban allí y pretendió que sus hijos lo continuaran. Cuando murió, en julio de 1948 a la edad de 56 años, SIAM se encontraba en plena expansión.
La firma quedó en manos de sus tres hombres de confianza, que integraban el directorio: Clutterback, Sudiero y Sozio, este último, su sobrino. En la década del 50 apareció otro producto estrella: la Siambretta. Una motocicleta marca SIAM que fue furor. También exploraron el rubro automotor con el SIAM DI TELLA 1500.
A principios de la década del 60, SIAM se había convertido en un holding que se dividía en tres grupos: electrodomésticos, automotores y bienes de capital.
Torcuato hijo y Guido se dedicaron al ámbito académico. Guido creó el Instituto Di Tella, ícono de una generación, que promocionaba la cultura y se ubicó en la vanguardia de las artes en la Argentina.
Hoy, SIAM DI TELLA quedó en el inconsciente colectivo como sinónimo de marca nacional. Marca que logró el éxito gracias a la visión de un joven inmigrante que a fuerza de trabajo y esfuerzo, logró transformar sus ideas en una empresa que revolucionó los mercados de cada producto que fabricó.