¿Por qué el regreso de los talibanes es catastrófico para las mujeres?
Lynsey Addario es una fotoperiodista y autora de Of Love and War y de It’s What I Do, sus memorias como reportera para The New York Times. Addario trabajó en Afganistán como periodista gráfica durante dos décadas, y expresó en una nota por qué teme que las mujeres perderán todo lo ganado en libertad y derechos ante el retorno de los talibanes al poder.
"Viajé por primera vez a Afganistán en mayo de 2000, cuando tenía 26 años. En ese momento vivía en la India, cubriendo temas de mujeres en el sur de Asia como periodista gráfica, y sentía curiosidad por saber cómo vivían las mujeres durante el régimen de los talibanes", recordó.
"Afganistán emergía entonces de un conflicto brutal de 20 años —primero la ocupación de los soviéticos y después una prolongada guerra civil— que había dejado Kabul llena de socavones y con pocas infraestructuras en funcionamiento. A mediados de los noventa, los talibanes habían prometido poner fin a la violencia y muchos afganos, agotados de años de inseguridad y destrucción constante, no ofrecieron resistencia al grupo fundamentalista islámico. Pero la paz se produjo a costa de perder libertades sociales, políticas y religiosas", afirmó.
Addario recordó que cuando hizo su primera visita, los talibanes habían aplicado su interpretación de la sharía, la ley islámica. Prohibieron la educación de mujeres y niñas en prácticamente todas las circunstancias y a las mujeres (excepto selectas médicas autorizadas) no se les permitía trabajar fuera de casa, o ni siquiera salir sin un guardián varón.
A las que salían se les exigía llevar burka. Se prohibió para todos cualquier forma de entretenimiento: música, televisión, reuniones de ambos sexos fuera de la familia. La mayoría de los afganos cultos ya habían huido al vecino Pakistán y otras partes; los que se quedaron tuvieron que cambiar de vida para adaptarla a los dictados del régimen opresor.
El miedo a las palizas
"Al ser una estadounidense soltera, necesitaba encontrar una forma de moverme por Afganistán con alguien que hiciera las veces de marido y sacar fotos sin que me vieran (los talibanes habían prohibido fotografiar cualquier ser vivo). Me puse en contacto con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, una de las pocas organizaciones internacionales que seguían funcionando en Afganistán, y con el Programa Integral para Afganos Mutilados, un organismo de Naciones Unidas cuyo objetivo era rehabilitar a los heridos por las muchas minas antipersona sembradas por el país", recordó.
"Los grupos se encargaron de conseguir hombres que me sirvieran de escoltas, además de conductores y traductores, para atravesar las provincias de Ghazni, Logar, Wardak, Nangarhar, Herat y Kabul a fin de fotografiar y entrevistar subrepticiamente a afganas. Enseguida comprendí las ventajas de ser una fotoperiodista mujer, a pesar de las dificultades: tenía libre acceso a ellas en espacios prohibidos para los hombres", señaló.
Addario confesó que "quizá lo que más perdure en mi mente sea el silencio de la vida con los talibanes. Había muy pocos coches, nada de música, ni televisión, ni teléfonos, ni conversación ociosa en las aceras. Las calles polvorientas estaban llenas de viudas que habían perdido a sus maridos en la prolongada guerra; sin poder trabajar debido a la prohibición, su única manera de sobrevivir era mendigando".
"La gente tenía miedo, dentro y fuera de casa. Aquellos lo suficientemente valientes como para aventurarse a salir hablaban en susurros, por miedo a provocar una paliza de los talibanes por algo tan simple como no tener la barba suficientemente larga (en el caso de los hombres) o un burka suficientemente largo (las mujeres), o, en ocasiones, por nada en absoluto", advirtió.
Una nueva generación
"Brillantes cintas de casete colgaban ondeantes de árboles, cables, señales y postes de todas partes, una advertencia a quienes se atreviesen a reproducir música en privado. Los partidos en el Ghazi Stadium de Kabul habían sido sustituidos por ejecuciones públicas en los viernes de oración. Las autoridades talibanes usaban excavadoras o tanques para derribar paredes sobre hombres acusados de ser homosexuales. A los acusados de adulterio los lapidaban hasta la muerte", describió.
"Hoy hay una nueva generación de afganas, mujeres que no recuerdan lo que es vivir sometidas a los talibanes", dijo Addario, quien citó en su nota, publicada en el diario español El País, a Shukria Barakzai, una política afgana, periodista y prominente feminista musulmana.
"Están llenas de energía, esperanza y sueños. No son como yo, como yo era hace 20 años. Están más alerta. Se están comunicando con el mundo". Los talibanes conquistan territorios, dijo Barakzai, "pero no los corazones y las mentes de las personas".
Las 29 prohibiciones de los talibanes a las mujeres
Los talibanes controlan ya la capital de Afganistán, Kabul. Tras la huida del presidente el domingo, la bandera del Emirato Islámico de Afganistán puede verse en lo alto del palacio presidencial.
La Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán (RAWA) explicó las principales prohibiciones y castigos para las mujeres que suponen violaciones a sus derechos y a su integridad.
Los talibanes aseguran que con sus leyes pretenden "crear ambientes seguros, donde la castidad y dignidad de las mujeres sean por fin sacrosantas, tal y como recogen las creencias Pashtunes sobre la vida en 'purdah' (práctica para ocultar la vida femenina en público)".
RAWA elaboró una lista que ofrece una ojeada sobre la infernal vida que las mujeres afganas están obligadas a llevar bajo los talibanes. Las restricciones y maltratos contra las mujeres y las niñas en el régimen talibán que tuvo lugar en Afganistán entre 1996 y 2001 incluyen los siguientes puntos:
A todo esto se les suman otras restricciones, que afectan tanto a hombres como a mujeres y que coartan los derechos y las libertades básicas de la población. Así, los ciudadanos bajo el régimen talibán tienen prohibido escuchar música, ver películas, televisión y, en definitiva, cualquier tipo de vídeo. Además, es obligatorio que todas las personas que tengan un nombre no islámico se lo cambien.
La juventud está obligada a raparse el pelo y los varones deben llevar indumentaria islámica y gorra. Los hombres no pueden afeitarse o recortarse la barba, la cual debe crecer hasta que queda al menos un puño por debajo de la barbilla.