Dejó Argentina, lavó platos en Pizza Hut y ahora vende el mejor dulce de leche argentino en toda Europa
Roberto Jellinek era fotógrafo, pero decidió irse a Londres. Allí pasó de ser lava copas de Pizza Hut a convertirse en el importador de productos argentinos premium más importante de Europa.
Roberto nació en el Hospital Británico de Buenos Aires. Hijo de madre alemana naturalizada británica por casamiento, y padre polaco, naturalizado inglés. En los 80 viajaba a Brasil de mochilero todos los años, pasaba cuatro o cinco meses y volvía a Buenos Aires donde tenía un estudio de fotografía social y publicitaria. "Me movía en un mundo bastante frívolo en esa época", cuenta a iProfesional. "Eso me permitía esconder toda la situación emocional que estaba padeciendo porque perdí a mi padre a los 16 años, a mi madre a los 23 y estuve a cargo de mis abuelas junto con mi hermana".
En enero del 89, estando en la playa de Ipanema, un italiano le dijo: "Roberto, vos siendo independiente, sin dependientes, con un buen pasar, cuatro idiomas, pasaporte británico ¿qué estás haciendo en Argentina? ¿Por qué no te venís a vivir a Londres?". En aquel momento la idea le dio vuelta la cabeza. "Durante seis meses lo fui planificando y lentamente fui cerrando mi vida en Argentina", recuerda. "Tomé la decisión de empezar una vida nueva en un lugar diferente donde nunca había ido y donde no conocía a nadie, no tenía un pasado, pero sí todo un futuro por delante a los 26 años".
"Empecé a caminar la calle, a lavar platos en Pizza Hut, después me entrenaron como camarero, fui supervisor, llegué a ser Gerente y terminé abriendo restaurantes de Pizza Hut por toda Europa. Yo había estudiado Ingeniería durante cuatro años en la UBA y en el 92 encontré una posición corporativa donde empecé a hacer ventas internacionales, me fue muy bien viajando por Europa y dando seminarios en alemán para la utilización de base de datos de patentes".
Pero al argentino, por el espíritu emprendedor que llevaba en la sangre, no le alcanzaba con "vivir bien". En el 97 decidió abrir su propia compañía, importando y distribuyendo alimentos argentinos: la llamó Building Bridges, con la idea de "construir puentes entre Argentina y Europa", explica.
"Empecé con mi propia marca de yerba mate que se llama Che Mate, unos años después sumé Che Honey, siempre por el lado orgánico, dulce de leche orgánico, después dulce de leche convencional con la marca San Ignacio y fui creciendo lentamente, siempre importando y distribuyendo a grandes mayoristas", detalla el hoy empresario. Fui ganado cada vez más clientes, llegué a ubicar mi propia marca de yerba mate en el Reino Unido en casi dos mil tiendas orgánicas, siendo distribuidas a través de mayoristas independientes".
Con la frente marchita
En el 2000 conoció a una alemana, quien ahora es su ex esposa y madre de sus cuatro hijos. En el 2002 abrió su primera oficina y fue ampliando el espectro de productos: tapas para empanadas, chimichurri, dulce de batata y de membrillo. En 2005, la ex esposa le propuso venir a vivir a la Argentina. "Empezamos a armar un plan para independizar a nuestras compañías y poder vivir en Argentina con el ingreso de las compañías en Europa. Esto se fue gestando durante mucho tiempo. Mi visión era que yo estaba con base en Londres, pero hablando todos los días con Argentina. Y creí que todas las dificultades que tenía, estando en Argentina iban a desaparecer, pero no fue así, muy por el contrario".
Roberto y su familia vivieron cuatro años en Argentina, donde nacieron sus dos hijos menores, pero las cosas no fueron como lo esperaban y emprendieron el regreso. "Al volver a Alemania, donde hoy viven mis hijos con la mamá, nuestra relación se había deteriorado mucho por la cantidad de viajes que tenía que hacer, por toda la situación reinante tanto en Argentina como en Reino Unido, y todos los vaivenes sociopolíticos y económicos argentinos que tenían una influencia enorme en mi trabajo. Ahí nos separamos y yo volví a Londres para seguir haciendo lo mío".
La empresa siguió sumando productos: carne, vinos, ofreciendo un amplio espectro de productos argentinos, con marcas propias- Che y Casa Argentina-, y de terceros, siendo agente exclusivo de grandes marcas como Taragui, Cruz de Malta, Rosamonte, San Ignacio y Havanna.
Roberto decidió abrir una tienda on line: Casaargenitna.co.uk, pero lo que le estaba faltando era un punto de referencia para consumidores finales. "En vez de tener un 0800 y una casilla de correo, quería una especie de showroom, un lugar donde uno pueda ver, probar y tocar los productos", comenta. "Todo esto se fue armando durante el 2017 y en el 2018 abrí un hermoso restaurant en Wimbledon Park".
El proyecto original era una panadería con delivery y restaurant, un showroom donde degustar los ingredientes. "El concepto funcionó bárbaro, pero tuve un problema de salud enorme al abrir el restaurant y tuve que delegar todo a los supervisores, que eran polacos, quienes no tenían la experiencia, ni el argentinismo, ni el espíritu emprendedor para pasar el mensaje", cuenta Roberto. "Por ejemplo, yo quería dar alfajorcitos de maicena de regalo con cada café que sirvan y ellos se preguntaban ‘¿para qué?’ Para mí sí era necesario explicar lo que es un alfajor, lo que representa para un argentino. Un polaco, por ejemplo, no entendía culturalmente eso, para él era desperdiciarlo".
Eso tuvo que cambiar. Cuando se recuperó, en septiembre del 2019, tenía el negocio lleno de polacos y centroeuropeos. "Nadie hablaba español y se hablaba muy mal inglés. Yo había delegado todo en mis empleados porque no estaba con la capacidad física de hacer nada. Eso me costó una pérdida de prácticamente un millón de libras de la cual estoy terminando de recuperarme en este momento", detalla.
Y sigue: "Cuando me dijeron que estaba todo bien de salud, coincidentemente renunció mi jefe de cocina y mi Supervisor y ahí dije ‘este es mi momento de agarrar el toro por las astas y batallarla yo como siempre quise hacerlo’. Ahí me metí en el restaurant, delegando la importadora a mi mano derecha que es un genio y yo cargándome con el restaurant. En este momento tengo sólo hispanoparlantes de los cuales el 70% son argentinos, jefe de cocina, parrillero, camareras, todos argentinos y también hay dos peruanos y una colombiana. Hoy tenemos la cultura que siempre quise instaurar porque vas a un restaurant argentino y querés ser atendido por argentinos, eso es justamente lo que nuestros clientes aprecian".
La pandemia, un punto de inflexión
"El simple hecho de ser argentino, entender y el haber vivido en ambos países te fortalece muchísimo", asegura el empresario. "Eso fue lo que me sucedió durante la pandemia, un punto de inflexión para la empresa, pero haber vivido en Argentina me ayudó a tener ese juego de cintura y esa capacidad de provocar y producir una reingeniería a corto plazo".
En aquel momento, "me escribí un criterio de cómo voy a manejar la pandemia y fue con una filosofía. Primero, que mis equipos estén físicamente sanos; luego, cuidar la salud mental de ellos; en tercer lugar, cuidar de la salud económica y financiera; y recién después ver si tengo un negocio o no". Según el empresario, al negocio lo hace la gente que en él trabaja, los equipos de trabajo, y eso es lo que siempre puso por delante de todo.
Al comienzo de la pandemia, el negocio online de la empresa se multiplicó por 4. Pero al mismo tiempo, cuenta su fundador, la importadora no le vendía nada a ningún restaurant. "El concepto original de tener la tienda fue realmente lo que me salvó", sostiene. "El online y el punto de venta en Wimbledon. El restaurant seguía funcionando, empezamos a hacer take away y delivery, hacíamos milanesas, empanadas y hamburguesas, y eso funcionaba muy bien. Nuestra comunidad valoró muchísimo eso, el mantener el contacto con la vecindad, con la comunidad y cuidando a la gente, tanto a mis empleados como mis clientes, y siempre dando la cara".
Si bien la situación mejoró mucho para la operación de la empresa, en Argentina, "por el momento económico que está viviendo, cada vez hay menos frecuencias marítimas", comenta Jellinek. "Hoy, si quiero hacer un pedido a un proveedor, primero tengo que reservar el espacio en el barco para dentro de tres meses así mi productor lo puede producir porque no hay lugar en los barcos. Hay muchísimas más trabas, sumado a la gran traba que tenemos en Reino Unido que es brexit porque nos aisló del mundo básicamente y jugas con nuevas reglas".
Además, sigue el vocero, "el dulce de leche de Argentina no lo estoy importando porque los últimos cuatro contenedores que tuve estaban con calidad sub-estándar y tuve grandes rechazos. Esos son los típicos embates, algunas veces por la piolada argentina y otras por motivos reales como problemas de calidad que, para poder mantener costos, se recorta la calidad del packaging o de impresión de la etiqueta. Y el mercado británico, una vez que adopta productos, quieren que se mantenga esa calidad a través del tiempo, no es una cuestión de costos, lo que necesito es mantener la calidad. Así que hoy estoy solamente distribuyendo el dulce producido en España y a la espera de que algún buen productor de dulce de leche argentino quiera habilitarse para la Unión Europea".
Perseguir los sueños
De aquel año 89 a esta parte, Roberto transitó un montón de cosas que le dejaron grandes aprendizajes. La clave, según él, "siempre perseguir el sueño, follow your dreams, eso es fundamental. ‘¿Qué querés hacer?’ Porque cuando haces lo que te da placer, te queda esa enorme satisfacción y el legado para tus hijos. Cuando uno batalla duro por lo que quiere, tarde o temprano lo logra y lo fundamental es no rendirse", asegura.
"Por supuesto – sigue - que como emprendedor muchísimas veces me caí, pero hay que volver a levantarse. Pasé todas las cuestiones sociopolíticas y económicas, las diferencias cambiarias, pero siempre manteniendo a mi clientela y a mis equipos de trabajo felices. Lo cierto también es que el trabajo nunca se termina y ese es mi otro enemigo".
En cuanto a las diferencias de emprender en un país o en otro, menciona: "Emprender en UK depende de vos, pero cuando emprendes en Argentina el medio te transforma. Yo creía que estando allá no iba a tener los problemas comunes, por ejemplo, hacer pedidos con tres o cuatro meses de anticipación y que siempre te lleguen tarde o lo referido a la calidad".
Según explica, "a veces hay cosas reales, pero también hay bastante de cuestiones que nos sobrepasan, aparte del interés de los productores en exportar o no. ¿Qué les digo a mis clientes cuando estoy vendiendo 350 toneladas de dulce de leche por año? Yo me debo a mis clientes y ellos tienen sus expectativas. Entonces tengo que poner la cara, no es cuestión de decir "es culpa de Argentina", porque justamente yo me dedico a traer lo mejor de Argentina a Europa", exclama Jellinek. "La reputación es todo lo que me queda y es el legado que le puedo dejar a mis hijos, haber batallado por el sueño que siempre quise, a veces lo logras y a veces no, pero lo seguís intentando porque no hay que tirar la toalla".
Roberto se fue de la Argentina en el 89, volvió a vivir en el 2010, pero se volvió a ir. "Mis hijos iban a las mejores escuelas, la mejor salud, probablemente el argentino sea uno de los mejores sistemas de salud del mundo y de eso me siento súper orgulloso. Es más, sigo siendo miembro de mi prepaga y cuando voy a Argentina me hago un chequeo general, cosa que el sistema de salud británico no te lo permite porque tenes una medicina reactiva y no preventiva como en Argentina".
Ricardo mantiene el vínculo con todos sus amigos de la infancia en Argentina y viene regularmente. "Toda esa inyección emocional de encontrarte y abrazarte con tus amigos y compartir esos momentos, igual que con mi hermana y mis sobrinas, los tengo cada tanto". Y en lo que respecta a alimentos, lo que más anhelan los argentinos expatriados, él se puede comer un ojo de bife todos los días si quiere y de una calidad muy superior a lo que accedemos en el mercado local.
Sin embargo, ante la pregunta de si volvería una vez más, responde: "Mi sueño era morir en Argentina y que mis hijos hagan sus carreras de grado en la UBA porque creo que es un lugar que te puede foguear para toda la vida, te puede dar una experiencia de vida y no estar viviendo en una burbuja. Así que nunca digas nunca" concluye.