Dejó la Argentina y se instaló en México para hacer zapatos a medida: hoy diseña y produce para todo el mundo
Admirador de la estética, detallista, y con la fantasía de que la esencia de la época pre-industrial no termine de extinguirse para algunas cosas, Martín Castez abandonó la Argentina para radicarse en México y fabricar "zapatos a medida".
Su interés por esta industria comenzó a despertarse cuando aún vivía en Buenos Aires y llevaba 14 años trabajando en una empresa de finanzas, allá por 2015.
"Ya no sentía satisfacción personal. No hablo en términos económicos, sino que, cuando algo no te hace feliz, ya no es sostenible en el tiempo. Entonces empecé a buscar qué hacer de ahí para adelante, cómo generar dinero con un trabajo, profesión u oficio que pudiera disfrutar", explicó Martín a iProfesional.
A partir de ese momento empezó a buscar su rumbo, hasta que después de pasar por diferentes actividades que tenían que ver con el arte y la creatividad, desde la música hasta el dibujo, descubrió su pasión por fabricar zapatos a mano, de forma artesanal.
¿Por qué zapatos?, fue la pregunta teniendo en cuenta que existen ciento de marcas que producen de forma industrial, a razón de miles de pares por hora y es difícil competir, pero justamente, lo que busca con su marca "Castez Ermili" es todo lo opuesto.
"Me gusta el mundo de la vestimenta, no la moda en sí, sino todo lo que tenga que ver con lo estético. Siempre me interesó como una ropa puede enaltecer o por el contrario, ir en detrimento de la imagen de una persona. Lo veo como una expresión de la persona en sí, no como algo superfluo. Pero elegí zapatos por la forma de hacer un calzado, bien artesanal, con algo que hasta es rudimentario y donde puede canalizar mucha energía", explicó.
"Hacer un zapato es cortar madera, clavar, poner cierta fuerza, rescato la parte primitiva de este oficio, donde se deben usar todos los sentidos, desde lo visual por su diseño, lo olfativo porque los materiales tienen un olor único, lo táctil a través de los diferentes productos que utilizo. Esa parte primitiva es la que me atrae", comentó Castez.
El camino hasta hoy
Lo cierto es que Martín empezó con sus primeros pasos para aprender a "realizar zapatos a medida" en Argentina, con el maestro Fernando López Vizcaíno, quien lo ayudó a "amar la zapatería".
A partir de entonces empezó a viajar e hizo cursos en Europa, pasó por escuelas francesas, italianas, austrohúngaras, conoció diferentes ramas y la lógica de cada calzado, porque no es lo mismo hacer un producto para el sur de Italia que para Inglaterra, ni por el clima ni por los gustos.
Su plan inicial era vivir en Japón, donde considera que puede encontrar la máxima expresión de la perfección por lo detallista de esa cultura, pero en 2015 fue a México a visitar a sus hermanos que ya vivían ahí, conoció a quien hoy es su mujer, y en lugar de 15 días de vacaciones se quedó a vivir. Entonces tuvo que buscar la forma de subsistir y la pasión por su trabajo se desarrolló en ese país, lejos de las urbes europeas y lejos de Argentina.
Una ciudad con mucha historia
La ciudad elegida por Martín, donde estaba de paso, se llama Querétaro. Está a 200 km de la Ciudad de México, es una zona de pueblos antiguos, post-colonial, muy diferente a los lugares donde vacacionan los argentinos. Sin embargo, también hay mucho turismo, especialmente quienes quieren conocer más de historia, donde se admira la arquitectura, las comidas típicas y un clima más semidesértico, explicó Castez.
Ahí empezó a poner en práctica todo lo que había aprendido Europa pero pensando en el nuevo contexto mexicano, aunque mucho de su trabajo es por encargue y se envía al exterior.
"Empecé solo, de cero, haciendo todo en un taller. Hace unos tres años se sumó un aprendiz que me ayuda en parte del proceso, pero desde el principio al fin estoy yo siempre presente", comentó.
El proceso de fabricación de un zapato a medida no es simple y tiene lista de espera de 6 meses. Comienza con el pedido del cliente, que puede tener una idea definida o bien pedir un producto sin saber que quiere, para lo cual él lo ayuda a decidirse haciendo preguntas, definiendo su estilo, preguntando dónde va a usarlo, entre otras cosas.
Lo primero que se hace es tomar las medidas del pie, y comenzando con una madera va tallando la horma donde se monta el zapato. Se define el taco y la punta del mismo (más redondeada, cuadrada, etc.). Con la horma se hace un zapato de prueba con el fin de ver como calza y qué siente la persona. Este es un proceso interactivo que lleva entre 2 y 3 pruebas. Luego se apunta al diseño, donde se van definiendo los detalles entre su aporte y lo que el cliente quiere.
"El proceso lleva tiempo. Desde que me contactan tienen que esperar unos seis meses. Luego, cuando me pongo a trabajar, más o menos le dedico un mes", comentó. También explicó que hace de todos los estilos, diferenciándose de muchos artesanos que se especializan en un solo estilo, como puede ser el inglés. Su idea es ser más versátil y hacer todo lo que piden, y si es un calzado que no conoce, se pone a investigarlo y lo aggiorna a los tiempos actuales.
En cuanto a los materiales que utiliza destaca que son todos de la mejor calidad. "La manera en la que hago los zapatos es artesanal, el mayor costo es el tiempo, por eso no tiene sentido hacerlo con materiales que no sean de calidad para tanto trabajo. El desafío es satisfacer al cliente", comentó.
De esta forma, tiene demanda de Taiwan, Singapur, Asia, especialmente de clientes de mucho dinero pero que quieren el lujo personalizado, que buscan consumir algo que realmente les de placer.
Los productos que ofrece se dividen en tres servicios:
- MTO (Made to order) "a pedido" sobre una horma estándar sin zapatos de prueba de calce empiezan en u$s600
- MTM (Made to measure con derecho a un solo zapato de prueba) "hecho a medida" que empiezan en u$s1.800
- Bespoke (es el servicio más exclusivo donde se pueden elegir muchos detalles técnico y estéticos con la posibilidad de varios zapatos de prueba de calce) empiezan en u$s2.800
Argentina, los recuerdos y la inspiración
Durante más de una hora de charla con Martín, él listo para salir hacia su taller, el cual se ubica a 1000 metros de su casa; y nosotros desde Argentina, en medio del home office, fueron muchos los recuerdos y mezclas de temas, con anécdotas que lo devolvían a Buenos Aires y a su San Pedro natal y otras que lo situaban en tierra azteca.
Pero una sensación extraña resultó concluyente en esta charla con los que llamamos "expatriados". Es uno de los argentinos que rescata todo lo que aprendió en su país, los años de experiencia que se llevó de una empresa y la enseñanza de su primer maestro de zapatos.
"Muchas veces hablé con amigos que también se fueron y para mi hay un contexto particular que destacar: de Argentina te podés ir peleado, enojado con la vida; o te podes ir pensando en todo lo que pasó y por qué pasó. El país te da un entrenamiento tan exhaustivo, tan duro, que si sos un emprendedor seguramente vas a salir adelante en otro lugar donde las cosas funcionan mejor y toda esa energía que los argentinos tenemos que distribuir en tantos problemas, en otro contexto se enfocan solo en el trabajo", explicó agradecido con lo que vivió en su ciudad de origen.
Con sus 44 años, por ahora no piensa en volver, porque además trabaja con todos productos importados y sería muy difícil hacerlo en un mercado con importaciones limitadas, pero no da nada por definitivo, otro aspecto en común que suele encontrarse entre los emigrantes. Al fin y al cabo, algo de la tierra siempre se extraña.