Nació en Villa Lugano, se mudó a Inglaterra y sufre la cuarentena: "No le deseo esto a nadie"
Bailar tango, hacer ejercicios, conectarse en las redes, ver películas y salir al aire libre 20 minutos dos veces por día, son algunas de las actividades que permiten a los argentinos Gloria Martyniuk y Federico Ilner sobrellevar el encierro obligatorio y costoso en un hotel del aeropuerto de Londres, ante la estricta cuarentena que deben cumplir al llegar al Reino Unido.
El temor ante las nuevas variantes de coronavirus que amenazan con reducir la eficacia de las vacunas propició el endurecimiento de las restricciones a los viajeros o residentes británicos que lleguen a la isla.
Los viajeros procedentes de "una lista roja" de países de riesgo, entre ellos Argentina, deben autoaislarse durante diez días en un hotel, pagando 1.750 libras esterlinas (2.400 dólares), una suma que asciende a más de 3.200 libras esterlinas (4.426 dólares) si dan positivo por el virus, porque deberán continuar la cuarentena en el lugar.
"No le deseo esta experiencia a nadie"
En diciembre pasado, Gloria Martyniuk, una enfermera argentina de 53 años oriunda del barrio porteño de Villa Lugano, que vive desde hace 25 años en Inglaterra y trabaja en el Wessex Nuffield Hospital, viajó a Mar del Plata a cuidar a su madre de 91 años que se encontraba muy mal de salud y a su regreso le tocó hacer la cuarentena en un hotel del aeropuerto de Heathrow en Londres.
"Cuando decidí viajar, Argentina había cerrado las fronteras al Reino Unido y cuando regresé, fue el Gobierno británico el que implementó la cuarentena en los hoteles para quienes llegaran desde los países de la lista roja", relató la mujer en diálogo con Télam.
"No le deseo esta experiencia a nadie. No me gustaría hacerla de nuevo. Cumplo con la cuarentena, pero no entiendo que teniendo mi casa, no pueda hacerlo allí. Además estábamos en una fila, al lado de otros pasajeros que no les tocaba aislarse en hoteles, sin ninguna separación entre ellos y nosotros. Podríamos habernos contagiado el virus allí mismo. Nuestros pasaportes y documentos pasaban de mano en mano entre los funcionarios sin ningún cuidado en la higiene", relató.
La mujer dijo que le llamó la atención que muchos de los que llegaron al mismo tiempo que ella ni siquiera hablaban inglés: "Algunos eran estudiantes, otros venían por trabajo y otros de visita. Yo pensaba que Inglaterra estaba cerrada para todo el mundo. No entiendo el criterio".
"Cuando llegué a mi habitación, pensé que no podía quedarme allí 11 días. Era un habitación pequeña con poca luz y con vistas a otras ventanas del edificio. ¡Horrible!", expresó.
Según Martyniuk, tuvo que insistir reiteradas veces para que la cambiaran de habitación hasta que consiguió una con vista hacia el exterior que daba a las pistas de aterrizaje de los aviones.
"Hay momentos donde estoy bien y otros donde me agarra angustia y tristeza porque yo fui a ver a mi madre enferma, no fui de vacaciones. No estoy trabajando porque estoy de licencia sin goce de sueldo en el hospital. Desde enero que no cobro", dijo.
Para sobrellevar el encierro Martyniuk contó que va a caminar dos veces por día durante 30 minutos, lo máximo que tienen permitido salir, aunque ella dice quedarse un poco más.
Estando afuera, también practica pasos de tango y se los enseña a otros pasajeros y charla con los que están alojados en el hotel, entre ellos varios argentinos y algunos sudafricanos.
"En la habitación, tengo la computadora, puse una foto de Tita Merello en la mesa. Otros días pongo fotos de otras personas, cambio la vista, como una forma de mantenerme mentalmente saludable. Se hace duro. El no hacer nada cuando hay muchas cosas que uno tiene que hacer es inquietante", describió.
"Antes de partir pensás cómo te dará el test, una vez aquí, hay que esperar el resultado de otro y luego a los ocho días, uno más, es muy estresante", expresó,
Respecto a la alimentación, dijo que "no hay muchas opciones" y que generalmente el menú que le brindan es de comida india muy picante y poco saludable.